En 1946, la guerre en Indochine française éclate. Les artistes et les intellectuels, qui sortent à peine de la seconde guerre
mondiale, s'insurgent.
Entre 1950 et 1956, ils produisent des oeuvres dénonçant la guerre et prônant la Paix et la défense de la
dignité humaine.
Parmi la richesse des productions de l'époque:
Boris Vian écrira la chanson " le déserteur "
Paul Carpita tournera « Le rendez-vous des quais » à Marseille
et Boris Taslitzky peindra le tableau « Riposte » en 1951. Il expose cette année-là au Salon d'Automne sous le pseudonyme de Julien Sorel « Le Prisonnier » qui représente Henri Martin dans sa cellule et sous son nom « Riposte » qui représente la répression d'une manifestation de dockers à
Port-de-Bouc. Ces dockers refusaient de charger des armes destinées à
la guerre d'Indochine.
Ces tableaux sont décrochés du Salon sur ordre du préfet Baylot, car jugés « politiquement incorrects »
Dessinateur, peintre et ancien résistant communiste, ce " messager de la Paix " a cotoyé l'enfer concentrationnaire de
Buchenwald.
Le peintre a voulu apporter un symbole à cette lutte en ajoutant une Marianne brandissant le drapeau républicain
Taslitzky s'est éteint à l'âge de 94 ans. Il était le dernier peintre à faire parti du courant artistique du réalisme
socialiste de l'après guerre.
Le tableau est exposé à la Tate Gallery de Londres.
Pourquoi ce genre de tableau n'est pas exposé dans un grand musée français?
Pourquoi les artistes français ne produisent plus ce genre d'oeuvres aujourd'hui (les raisons ne manquent pas)?
Pourquoi les ouvriers, les syndicats, ne réagissent plus de la sorte (les raisons ne manquent pas: ce sont les mêmes)?
Le mieux, c'est d'y répondre par un exemple pris dans l'actualité espagnole:
Donald Trump vient de déclarer : « Les dirigeants de l’OTAN font ce que je leur dis de faire. »
Inutile de le jurer. Au-delà du spectacle que Pedro
Sánchez a monté au sommet de l'OTAN – pour finalement signer le même
accord que tout le monde –, l'entreprise espagnole Indra (avec
participation de l'État) va verser 13 millions d'euros à General Dynamics
. Cet argent servira à « former » les ouvriers de « El Tallerón » de
Gijón, en les « recyclant » dans la construction de véhicules blindés.
General
Dynamics est le principal fournisseur de chars d'Israël et a été l'un
des bailleurs de fonds de la campagne présidentielle de Donald Trump.
Au début du génocide à Gaza, des syndicats palestiniens ont lancé un appel pour le 1er mai, adressé à tous les syndicats de ce côté-ci du mur de
l'OTAN et appelant à une solidarité de classe internationaliste. Parmi
leurs revendications figurait une revendication cruciale : dénoncer les entreprises d'armement complices du génocide. Quels syndicats des Asturies ont obtempéré ? Aucun.
Indra va maintenant donner 13 millions à General Dynamics, qui possède une usine dans les Asturies depuis des années.
Non seulement l’engagement internationaliste envers le peuple palestinien a été rompu, mais plus encore : au lieu d’une usine d’armement, désormais il y en aura deux.
Et rien de ce qui est fabriqué dans les Asturies ne servira à défendre
le peuple palestinien contre un génocide télévisé. L'Espagne est membre
de l'OTAN, et les armes seront envoyées là où l'OTAN leur ordonnera d'aller.
Les syndicats européens sont couchés, parce que payés par l'UE (l'OTAN civile) --> Les artistes? Eux aussi font la planche --> OCCIDENT TERMINAL --> RESTER DANS LE CAMP DU BIEN, CELUI DES HERBIVORES DU JARDIN FACE À LA JUNGLE DES BARBARES ---> NE SURTOUT PAS REMETTRE EN QUESTION L'IMPÉRIALISME.
Une femme est assise seule dans un foyer pour les vétérans et les
victimes de l’agent orange au Vietnam. (Christophe Calais / Corbis via
Getty Images)
Cette semaine marque le cinquantième anniversaire de la fin de la
guerre américaine au Vietnam, et le gouvernement des États-Unis continue
encore aujourd’hui à devoir réparer pour les ravages de la guerre
infligés au peuple vietnamien.
Le mercredi 30 avril, jour exact de l’anniversaire, des célébrations
de grande ampleur ont eu lieu au Vietnam – et des commémorations
discrètes aux États-Unis.
Bien que les bombes aient cessé de tomber il y a des décennies, les
États-Unis ont laissé leurs poisons dans la terre et le peuple
vietnamiens : l’agent orange/dioxine et les munitions non explosées. Des
générations entières en seront affectées.
Militante de los Panteras Negras en una mesa de propaganda (1969). Fotografía: David Fenton
En 1967 Roberta Alexander, militante de Panteras Negras, dio un mitin en la universidad madrileña contra la guerra de Vietnam. El acto acabó con cargas, banderas comunistas y disturbios en las calles del centro. Tras cantar «We shall overcome» en los sótanos de la DGS fue expulsada del país.
Es un capítulo insólito de la disidencia franquista en el corazón del franquismo: una militante negra de los por entonces recién constituidos Panteras Negras que dio un mitin en una universidad madrileña y que, durante varias semanas, tuvo en jaque el franquismo. Su testimonio nos habla de los famosos «saltos» (quedadas con intención de manifestarse que duraban minutos hasta que llegaba la policía armada y dispersaba a sangre y fuego), pero también del ímpetu de los estudiantes radicalizados, que no dudaron en tomar el campus y manifestarse ante las instituciones de Estados Unidos en Madrid para protestar por la guerra de Vietnam, convertida en la gran causa internacionalista de la segunda mitad de los sesenta.
DEL PACIFISMO DE BERKELEY AL MADRID DE LOS GRISES
Roberta no era una recién llegada a la militancia. Antes de entrar en los Panteras había participado en el Free Speech Movement, el movimiento por los derechos civiles surgido en Berkeley. Sin embargo, su visita a España en plena dictadura fue una experiencia que le impactó. No sabía nada de nuestro país. Estaba fascinada por la Guerra Civil y el papel de las Brigadas Internacionales (su tío había pertenecido a la Brigada Lincoln, formada totalmente por negros), pero poco más.
No viajó sola. La acompañaban dos amigas, todas ellos comunistas. Tras una gran travesía en barco (salió de Nueva York y, después de hacer escala en Dover, llegaron a Le Havre, Francia, desde donde tomaron un tren y se plantaron en Madrid), llegó como estudiante de intercambio de la Facultad de Filosofía y Letras, lo cual le daba cierta protección. Al fin y al cabo era extranjera nacional de un país como Estados Unidos, con el que a partir de 1960 el franquismo, consciente de la necesidad de buscar una apertura económica, firmó un acuerdo comercial. Franco intentaba «normalizar» sus relaciones internacionales. Entre otras cosas, el pacto supuso la publicación de numerosos escritores estadounidenses a través del Servicio de Informaciones de los Estados Unidos de la Embajada (John Dos Passos, Ernest Hemingway, William Faulkner, Erskine Cladwell, John Steinbeck, James T. Farrell, Pearl S. Buck o John P. Marquand, entre otros). Nada más llegar, fue recibida por Carlos Blanco, marxista, escritor, crítico literario y director del programa de intercambio. Entonces Roberta no sabía que él sería fundamental en los sucesos que estaban por venir. Las primeras semanas fueron extrañas. Estaba decidida a implicarse en el activismo político a pesar de la represión, pero no lograba dar con grupos izquierdistas. «Al principio no pude encontrar a la gente política, porque los estudiantes tiraban unas octavillas y desaparecían, había una manifestación y desaparecían, no era capaz de averiguar quién estaba detrás, conocer a alguien», contó a Luis Martín-Cabrera, en una entrevista publicada en Rebelión en octubre de 2011. Carlos Blanco, secretamente, organizaba a los estudiantes, que planeaban un boicot a la visita de Ronald Reagan a Madrid. Irían hasta el aeropuerto a recibirlo con pancartas, pero finalmente el viaje se canceló. Sin dudarlo, algunas mañanas colocó varias mesas informativas a la entrada de la facultad que denunciaban la guerra. Fue entonces cuando, para presionar al gobierno español para que no renovase sus acuerdos con Estados Unidos en el uso de sus bases militares en España, sobre todo en Torrejón de Ardoz, se organizó una campaña contra la guerra de Vietnam y el imperialismo que daría comienzo el 28 de abril.
LA PANTERA NEGRA QUE HABLÓ A LOS ESTUDIANTES MADRILEÑOS
Roberta, aunque con reservas, aceptó hablar en un mitin en la universidad. La idea era hacerlo solamente de Estados Unidos pero no hacer referencia alguna a Franco. Fuera, algunos grupos quemaban banderas de Estados Unidos, mientras la sala estaba a rebosar (entre 400 y 500 personas). Todos miraban hacia la puerta, a la espera de ver entrar a las fuerzas del orden. Roberta habló emocionada. El público, que tenía delante a una auténtica pantera, estalló en una gran ovación. Al terminar, llegó lo que parecía casi inevitable: «Me estaba ya preparando para marcharme cuando un pequeño grupo de estudiantes, encabezados por Fini Rubio, se me acerca y me dice: “Te tienes que marchar por detrás de esos matorrales, tenemos un taxi esperándote; lo mejor es que te vayas un par de semanas a Andalucía hasta que se olviden de ti”. Aquello no parecía un plan muy prometedor [risas]. A mí no me había dado por pensar mucho más allá, no se me había ocurrido pensar que pasaría después del discurso, hasta que estos estudiantes me dijeron que tenían un taxi esperando por mí. En este sentido, era bastante ingenua. Sabía que el plan de Andalucía no iba a funcionar, por eso me fui a mi pequeño apartamento y después le hablé a mi amiga, Karen Winn, que todavía vivía en una pensión. Karen era rubia y Carol Watanabe de origen japonés. Las dos me habían ayudado a poner las mesas para la petición de firmas, pero no habían pronunciado ningún discurso. La mujer de la pensión de Karen nos dijo que la policía había venido a buscarnos y que les había dicho que volveríamos en cuatro horas para que tuviéramos tiempo de escaparnos. Hicimos las maletas rápidamente y llamamos a Carlos Blanco y le preguntamos: “¿Qué hacemos ahora?”. “Veniros inmediatamente a mi casa”, nos dijo. Agarramos un taxi justo a la hora de la siesta y, de repente, en la radio se escucha algo sobre “la chica de color, la rubia y la japonesa de Berkeley que han insultado a la hospitalidad española”. El taxista debía ser un tipo legal, porque miró por el retrovisor y se dio cuenta de quiénes eran sus clientas. Nos dejó en la casa de Carlos Blanco, donde pasamos 2 o 3 días. En casa de los Blanco se hizo evidente que no se iban a olvidar simplemente de nosotras, así que decidimos volver a nuestros respectivos lugares de alojamiento. Regresé a mi apartamento y allí me estaba comiendo un yogur cuando llamaron a la puerta dos hombres vestidos de paisano y dijeron: “¿Eres tu Roberta Alexander?”, lo cual era poco menos que una broma. Dije que sí y me dijeron que quedaba bajo arresto, pregunté por qué y me dijeron: “No sabemos por qué, la Embajada Americana nos lo ha mandado”».
DISTURBIOS EN EL CENTRO: EL PUÑO NEGRO SOBREVUELA LA CAPITAL
Roberta estaba detenida, primera y última vez que una pantera negra fue arrestada en la España franquista. Sin embargo, mientras era conducida a comisaría en varios puntos de Madrid sucedían más cosas. El Diario de Burgos, en su edición del 29 de abril, narra así lo que pasó:
Manifestación estudiantil en Madrid «contra la política de los Estados Unidos en el Vietnam» Parece que fueron jóvenes norteamericanos los que llevaron la iniciativa de la organización
Madrid (Cifra).— Esta mañana se han reunido varios centenares de estudiantes en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas para manifestarse en contra de la política norteamericana en el Vietnam. En el aula donde tuvo lugar la reunión se habían desplegado banderas de Vietnam del Norte, retratos del presidente Johnson y eslóganes contra la política y la acción de los Estados Unidos en el Suroeste asiático. Se leyeron recortes de periódicos extranjeros sobre «bombardeos de población civil», declaraciones de Ho-Chi-Minh, del inglés Bertrand Russell y de un grupo de llamados Intelectuales españoles que se adherían al acto. Una estudiante norteamericana de color, procedente de la Universidad de Berkeley, Roberta Alexander, que se encuentra en España en régimen de intercambio universitario, se pronunció contra la intervención norteamericana en el Vietnam y se refirió a las discriminaciones raciales en Estados Unidos. Entre los asistentes a la reunión se observaba un número elevado de estudiantes norteamericanos que realizan sus estudios en España en virtud de convenios establecidos para intercambio estudiantil. Se tiene entendido que ha sido de estos grupos de estudiantes de donde ha surgido la directiva para la preparación y organización de estas manifestaciones contra la política de su propio país en el Vietnam, buscando la colaboración de algunos estudiantes españoles. La estudiante Roberta Alexander había publicado recientemente una carta en el New York Herald Tribune en la que pretendía justificar los disturbios de Madrid. Confirmantes de la carta eran otras estudiantes norteamericanas Carol Batanave y Karen Win. Esta procede de la Universidad californiana de Berkeley y ha manifestado a una agencia extranjera en Madrid: «No intervendremos en la manifestación porque si el pelo rubio se destaca demasiado», aunque admitió que estudiantes americanos habían intervenido en la organización de esta manifestación contra los Estados Unidos, por su política en el Vietnam.
Al acabar esta reunión, alrededor de un centenar de estudiantes encabezados por otros que llevaban pancartas contra el presidente Johnson y la política de los Estados Unidos, se dirigieron hacia la explanada de la Facultad de Filosofía y Letras, donde quemaron unas banderas norteamericanas que llevaban pintadas y unos retratos dibujados del presidente Johnson. El humo producido por la hoguera se aproximó al grupo de la fuerza pública de servicio normal de orden, momento en que los estudiantes se dispersaron sin que hiciera falta requerimiento ni intervención de la autoridad. Por la tarde, alrededor de las ocho, algunos centenares de estudiantes, fraccionados en grupos reducidos, se situaron en los alrededores de la Embajada de los Estados Unidos sita en la calle Serrano en un intento de manifestación. La fuerza pública custodiaba la representación política y, ante la actitud de algunos de los grupos de no disolverse a la vez que proferían gritos de «imperialistas», se vio obligada a dar algunas cargas. Los incidentes se fraccionaron a lo largo de la calle de Serrano y afluentes a ella como, por ejemplo, el cruce de la citada calle con Goya, donde un pequeño grupo pegó fuego a unos cuantos periódicos. También aquí la fuerza pública se vio obligada a intervenir, al igual que también lo hizo ante la actitud de otro grupo situado en la confluencia de las calles de Serrano y Hermosilla y en la de Claudio Coello con la Goya. Se sabe que a consecuencia de todas estas algaradas, la Policía ha realizado diversas detenciones. Las algaradas, de otro lado, afectaron al tráfico de la zona, siempre muy intenso y más a la hora en que aquéllas se produjeron con lo que hubo diversos taponamientos en la circulación. A primeras horas de la noche, la normalidad se había restablecido totalmente.
SUENA «WE SHALL OVERCOME» EN LA DIRECCIÓN GENERAL DE SEGURIDAD
Continúa el relato la propia Roberta en su entrevista:
«Aunque parezca increíble caminamos desde mi apartamentito en Callao hasta la Puerta del Sol y en mi memoria incluso paramos para tomar un café. Qué raro, ¿no? Ahora me parece increíble, pero así es cómo lo recuerdo y cómo lo he contado, caminando con la policía franquista hasta la Puerta del Sol. En fin, me metieron en la Dirección General de Seguridad y realmente era como bajar a las mazmorras de un castillo. Me pusieron en una celda a mi sola y para aquel entonces estaba empezando a asustarme un poco, aunque Carlos nos había dicho que si nos arrestaban iba a estar pendiente de nosotras, era la única conexión que tenía con el mundo exterior que nos pudiera proteger en ese momento […] Me acuerdo de que alguien empezó a cantar una canción que me sonaba del movimiento, pero como soy de una generación norteamericana posterior, no la reconocí inmediatamente, pero empecé a tararearla con él y uno de los guardias vino enfadadísimo a decirme: “¿Por qué cantas esa canción?” Y ahí me di cuenta de que era “La internacional”. Mientras estuve detenida fingí cuanto pude que no podía hablar español, les decía, “no sé que es eso” y se iban. No me pasó nada ni físicamente ni en ningún otro sentido. Después alguien se dio cuenta de que había una americana en los calabozos. Yo no vi a otros prisioneros, pero aquello estaba lleno, porque habían detenido a un montón de gente justo antes del Primero de Mayo, eran arrestos preventivos. Entonces alguien empezó a cantar “We shall overcome” [el himno del Movimiento de los Derechos Civiles encabezado por Martin Luther King], ¡no pudieron hacernos callar y eso que cantábamos en inglés! Creo que era en inglés». La embajada logró presionar para su puesta en libertad. Estuvo en arresto domiciliario a la espera de su deportación, que sucedió a comienzos de mayo. Una decena de grises la acompañó hasta el tren que la llevaría hasta Irún. En la estación de Madrid, al parecer, hubo algunas cargas contra estudiantes que se acercaron a despedirse de ella y protestar por su expulsión. En la frontera de Irún los agentes comprobaron que habían cruzado la frontera. Ya en Hendaya, un grupo de personas la esperaba con algo de dinero y el contacto de amigos en París, que también la ayudarían. En la capital francesa concedió una entrevista a la CBS y, ya en su país, su caso fue portada en Los Angeles Times.
Roberta Alexander, en 1976
Tiempo después, escribió una carta al director del Diario Ya, que se publicó en su sección «Verlo y... contarlo». Una estadounidense simpatizante del régimen había escrito una carta acusándola de deslealtad y traición. La respuesta es esta:
Muy distinguido señor:
Escribo esta carta como respuesta a la carta publicada en su periódico el catorce de junio que se refirió a la «mala conducta» mía y de las otras dos chicas expulsadas de España. No creo que entienda bien la señora que escribió la carta nuestra posición en cuanto a la guerra de Vietnam. Yo creo que el pueblo americano tenemos que expresar nuestras opiniones siempre. Decimos que tenemos una democracia, pero hay que tener en cuenta que la palabra democracia no tiene ningún sentido sin la libertad de expresar opiniones diferentes. Los que criticamos el papel de los EE. UU. en la guerra y los que protestamos antes las injusticias de nuestra sociedad no somos «defectos sociales» sino los verdaderos patriotas y demócratas. Pienso que el pueblo vietnamita, como todos los pueblos del mundo, tiene el derecho de determinar su propio gobierno sin la intervención militar de los EE.UU. ¿Quién recibe las ventajas y quién paga el precio de la guerra? El joven negro puede luchar en el Vietnam contra gente de color, pero en su propio país vive como un ciudadano inferior. Por eso protesto contra la guerra. Sólo espero que la gente del mundo, sobre todo la gente americana, examine de nuevo y piense un poco más la política de nuestro país en Vietnam.
John Stockwell fue «oficial de
caso» de la CIA a cargo de operaciones de propaganda en lugares como
Angola y Vietnam. En esta entrevista que tradujimos y subtitulamos para
nuestro programa de televisión La pupila asombrada
Stockwell relata cómo la Agencia Central de Inteligencia utiliza
periodistas y académicos, agencias de prensa como Reuters y AFP y
grandes medios como The Washington Post y la revista Time para construir
noticias falsas y estereotipos sobre países y procesos que Estados
Unidos considera enemigos.
P: John, Ud. estuvo en Vietnam trabajando para la CIA, tengo entendido que estuvo en ese país ¿En qué años estuvo allá?
R: Del 73 al 75 justo después de la evacuación de tropas y salí en la evacuación de abril del 75
P ¿Cuánto tiempo estuviste en la CIA?
Trece años,
yo fui un oficial de caso en el terreno, serví en África y en Vietnam y
eventualmente en un subcomité del Consejo de Seguridad Nacional en
Washington
P: Se sabe que Ud. estuvo en Angola…
R: También dirigí la acción encubierta
angoleña, pero yo la dirigí desde Washington. Estas cosas eran globales y
como jefe de la Fuerza de Tarea de Angola mi oficina estaba en
Washington.
P: ¿Cuando Ud abandonó la CIA?
R: En marzo de 1977 me fui a testificar ante el Senado y hacerlo público y tratar de escribir un libro, lo cual hice.
P: Entraré en eso un poco más
tarde. Me gustaría hablar sobre qué tipo de experiencias uno tiene
cuando se deja la CIA y se comienza a hablar. Nosotros
tenemos la impresión de que todo lo que hace la CIA es recopilar
inteligencia,la inteligencia es información, por supuesto, ahora, uno
pensaría que si obtuviste información que se basaba en hechos y si eso
es así, ¿qué hiciste con ella?
R: Bueno, una de las cuatro funciones
principales de la CIA es recopilar inteligencia e idealmente enviarla al
Presidente, a los usuarios de la información, a los hacedores de
políticas. Yo diría que hay otras funciones, sin embargo algunas de
ellas más legítimas que otras, una es ejecutar guerras secretas, la
acción encubierta de la que se ha escrito y que se habla tanto como lo que está pasando hoy en Nicaragua desde Honduras.
Otra cosa es difundir propaganda para
influir en la mente de las personas, y esta es una función importante de
la CIA, y desafortunadamente, por supuesto, se superpone con la
recopilación de información,usted tiene contacto con un periodista le
dará historias verdaderas, obtendrá información de él, y también le dará
historias falsas.
P: ¿Compras su confianza con historias verdaderas?
R: Compras su confianza y lo engañas.Hemos visto que esto sucedió recientemente con Jack Anderson, por ejemplo, quien tiene sus
fuentes de inteligencia, y también ha admitido que ha sido engañado por
ellos, una de cada cinco historias simplemente es falsa.
También trabajas en sus vulnerabilidades
humanas para reclutarlos en un sentido clásico para convertirlos en tu
agente, de modo que puedas controlar lo que hacen, para que no tengas
que comprometerlo, Ud. sabe, con algo sobre ellos, de manera que puedas
pedirle: inserta esto el próximo martes.
P: ¿Puedes hacer esto con reporteros responsables?
R: Sí, el Comité Church mencionó esto en
1975, y entonces Woodward y Bernstein publicaron un artículo en la
revista Rolling Stones un par de años más tarde: 400 periodistas
cooperando con la CIA,incluyendo algunos de los más renombrados del gremio, de manera consciente introduciendo historias en los medios de prensa
P: Bueno, dame un ejemplo
concreto de cómo usaste la prensa de esta manera, cómo se planta la
historia falsa y cómo logras que se publique.
R: Bien, por ejemplo, en mi guerra, la
guerra que ayudé a manejar en Angola, un tercio de mi personal era
propaganda, irónicamente a esto se le llama dentro de la CIA «acción
encubierta», afuera este término significa la parte violenta, tuve
propagandistas en todo el mundo, principalmente en Londres, Kinshasa y
Zambia, recopilábamos historias que escribíamos y las poníamos en el
Zambia Times, y luego las sacábamos y las enviábamos a los periodistas
en nuestra nómina en Europa, y su tapadera sería que las habían obtenido
de su colaborador en Lusaka, quien las había obtenido en el Zambia
Times,tuvimos la complicidad del gobierno de Zambia, de Kenneth Kaunda,
para poner estas historias falsas en
sus periódicos, pero después de ese punto las recogían los periodistas
de Reuters y AFP, cuya dirección no conocía su origen, pero nuestro
contacto en Europa sí e inyectamos docenas de historias sobre
“atrocidades cubanas”, “violadores cubanos”, en un caso hicimos que los
“violadores cubanos” fueran capturados y juzgados por las doncellas
ovahimba, que habían sido sus víctimas, y
luego publicamos fotografías que aparecieron en casi todos los
periódicos del país de los cubanos ejecutados por las mujeres ovahimba
que supuestamente habían sido sus víctimas.
P: ¿Estas eran fotos falsas?
R: Oh, absolutamente, no conocíamos ni una sola atrocidad cometida por los cubanos, era pura propaganda cruda y falsa para
crear una ilusión de comunistas, ya sabes, comiendo bebés para el
desayuno, y esa era nuestra propaganda, totalmente falsa.
P: John, ¿se practicaba este tipo de cosas en Vietnam?
R: Oh, un esfuerzo sin fin de propaganda masivo en Vietnam en los años 50 y 60, incluyendo los miles de libros que se publicaron, varios cientos en inglés, que también eran libros de propaganda
patrocinados por la CIA, se da algo de dinero a un escritor, se le dice
escribe este libro para nosotros, escriba lo que quiera, pero en estos
asuntos asegúrese de que tenga esta línea.
P: ¿Escritores en este país? ¿Distribuidos y vendidos en este país?
R: Sí, libros en idioma inglés, que
significa que tienen al público estadounidense como objetivo, sobre
Vietnam y la historia de Vietnam y una historia del marxismo, y apoyando
la teoría del dominó, etc.
P Sin abrirnos a una demanda, ¿podría nombrar uno de ellos?
R: No, no podría. El Comité Church, al
enterarse de esto, exigió que se les entregaran los títulos para que las
bibliotecas universitarias pudieran al menos estampar
en su interior: ‘la versión de la historia de la Agencia Central de
Inteligencia’, y la CIA se negó aduciendo proteger su fuentes y métodos,
y las fuentes serían los autores que escribieron estos libros de
propaganda falsa, algunos de los cuales son ahora distinguidos académicos y periodistas.
P: Bueno, la CIA no lo niega
rotundamente. Al principio han admitido que hay algo de propaganda, pero
su posición es que todos están fuera de Estados Unidos, no en Estados
Unidos, ¿no es cierto?
R: Absolutamente, mientras estábamos
llevando a cabo la operación en Angola y difundiendo estas historias en
el mundo y la prensa estadounidense, exactamente en ese momento Bill
Colby, el director de la CIA, estaba testificando ante el Congreso,
asegurándoles que éramos extremadamente cuidadosos para asegurarnos de
que nada de nuestra propaganda se derramara hacia los Estados Unidos, y
en los mismos días en que estuvo dando este falso testimonio, estábamos
plantando historias en The Washington Post, con eso quiero decir, no a
través de Lusaka, pero en realidad volamos a un periodista de París a
Washington para plantar una historia falsa, lo mencioné y doy el texto
de la historia en mi libro.
P: ¿Así que plantaste la
historia en The Washington Post trayendo a un hombre del extranjero, y
no tuvo dificultades para pasar por encima del editor con ella?
R: Sí.
P: ¿Esto es común? ¿Es fácil?
R: Más fácil de lo que Ud. pudiera suponer. Sí, sí. Está en la línea de, por
ejemplo, que Granada sea radical. Hemos tenido artículos en The
Washington Post, en The Star antes de que cerrara y en la revista Time
que solo la CIA pudo haber escrito originalmente: ‘Base de submarinos
soviéticos’; ‘entrenamiento terrorista’. Esta es una pequeña isla donde
la principal fuente de ingresos es la venta de especias para el turismo
occidental y una gran escuela de medicina de los Estados Unidos.
Una pequeña isla de 15 millas por 10
millas de ancho con 70.000 personas, con estudiantes de medicina
estadounidenses en sus batas y sandalias con las narices en libros,
vagando por toda la isla, y sin embargo, órganos de prensa importantes,
la revista Time, publicando historias sobre que son tan radicales…
P: En Vietnam, John, ¿cuál era su relación…? ¿qué debemos regular en relación, con la prensa?
R: Siendo el papel de la CIA
multifacético, había oficiales en la embajada, oficiales de la CIA,
oficiales de alto rango, Frank Snip era uno, no de alto rango, pero él
estaba en la oficina del jefe de estación, que se reunía con la prensa
regularmente, compartía información con ellos, les daba información y
recibía información de ellos, y luego periódicamente les contaba alguna
historia, que sería falsa, pero también en otros casos muy valiosa para
el periodista, por lo que incluso los periodistas duros que nunca
cooperarían voluntariamente con la CIA la considerarían una fuente útil.
Al mismo tiempo, hay todo tipo de
personas, ya sabes, como periodistas y oficiales de casos, muchos otros
oficiales de casos realmente le tienen mucho miedo a la prensa, teníamos
países en los que los periodistas llegaban a husmear nos escondíamos y
dejábamos que el oficial de identificación hablara con ellos.
Simplemente temíamos que nos fotografiaran y escribieran algún artículo y
tuvieran alguna alusión a lo que estábamos haciendo que sería
desafortunado para nuestra carrera
P: ¿Sabían quién eras? ¿Sabían que eras de la CIA?
Todo el mundo sabe quiénes son las
personas de la CIA. Que no quepa ninguna duda, esta es una de las
mayores farsas que la CIA y el Congreso le han puesto al pueblo
estadounidense.
Como dijo Patrick Moynihan al testificar
recientemente en contra de esta Ley de Secretos Oficiales, dijo en la
ONU, dijo que se pavoneaban por todos lados como los vaqueros de Texas
con sombreros de 10 galones y botas de tacón alto.
En Vietnam teníamos Datsun amarillos y
matrículas secuenciales, así que si tenías un Datsun amarillo y 144 en
tu matrícula, tenías que ser de la CIA y todo el mundo lo sabía.
En otro país teníamos Jeeps verde
esmeralda y el ejército tenía un color verde olivo y AIG tenía jeeps
grises, así que si tenías un jeep verde verde tenías que ser de la CIA, y
cualquier negación de eso era solo irónica y superficial, ciertamente
los periodistas sabían la diferencia.
P: ¡Que desilusión! Nos estás diciendo que un espía no es un espía.
R: Allen Dulles escribió en su libro ‘El
arte de la inteligencia’, ya sabes, el famoso director de la CIA, en el
prólogo de su libro dice que un agente de inteligencia, contrariamente a
la opinión popular, tiene que ser conocido como tal, de lo contrario la
gente con secretos no sabrá a dónde llevarlos.
Él estableció la política, el precedente de viajar por el mundo cada año y reunir a sus oficiales de casos en hoteles y
tener lo que solo podría describir como una conferencia de ventas,
reuniones en las habitaciones del hotel, desayuno, almuerzo y cena y bebidas juntos en las habitaciones del hotel.
Así que no estás hablando de un inframundo, estás hablando de miembros privilegiados de la hermandad policial del mundo…
Los oficiales de la CIA no son turistas
en peligro, no los golpean. En todos los países donde pueden establecen
un enlace con la policía local y dentro de los velos de, ya sabes, su
secreto y protección, no tienen miedo y no están jugando juegos de
tapadera, están almorzando con el jefe de policía.
P: John, me gustaría saber qué
es lo que mueve a un hombre como John Stockwell, primero, por qué
estabas en la CIA, segundo, por qué renunciaste a la CIA, y me gustaría saber qué ha sucedido desde que renunciaste a la CIA y comenzaste a hablar tan abiertamente como nos has hablado.
R: Bueno, ciertamente esa es una cuestión tan complicada como el dilema que enfrenta la sociedad sobre la CIA hoy.
Entré como infante de marina, capitán del ejército de infantería de marina, antecedentes
conservadores, mi padre era un ingeniero en África contratado para
construir para una misión presbiteriana y crecí en el Congo Belga casi
tan conservador como se es capaz.
P: ¿En una atmósfera de misionero?
R: En una estación misionera, con un
padre ingeniero, pero con principios humanistas, altos ideales, falsos
ideales poco realistas para el mundo.
Educación en la Universidad de Texas, mi servicio activo en la Infantería de Marina, todo muy emocionante entre guerras.
Estaba en una compañía de
reconocimiento, lanzándome en paracaídas y bloqueando submarinos, muy
glamoroso, pero entre guerras nadie recibió un disparo, no hay problemas
morales, si se quiere.
Y luego la CIA me reclutó justo al final de la era Kennedy, acababa de recibir un disparo.
«No preguntes qué puede hacer tu país
por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país» y toda la propaganda que
se había lanzado al pueblo estadounidense contra el comunismo, el apogeo
de la teoría del dominó y mi propia ingenuidad, pensando que fui
educado cuando en realidad no lo estaba.
Y pensé al ingresar a la CIA que estaba haciendo lo mejor que podía con mi vida y
los ideales más nobles de nuestra sociedad, pensando que estaba
mejorando a la humanidad al hacer el mundo libre para la democracia, y
solo me tomó 13 años y tres guerras secretas para darme cuenta de lo
absolutamente falso que era, y las revelaciones del Comité Church,
simultáneamente a lo de Vietnam y luego a lo de Angola. Me tomó tanto
tiempo ver el asunto desde una luz totalmente diferente, y mis ideales básicos ciertamente nunca han cambiado en términos simpatía básica por la gente del mundo.
Un servicio a este país que se remonta
tan lejos que ni siquiera tengo que lidiar con detractores que creo
dicen que soy un traidor o todo eso que es una tontería, ya sabes, con
las cosas que he hecho con mi vida, pero creo que nos estamos alejando
de los valores que nos enseñamos en la escuela, de la democracia, de las
libertades.
Creo que nos estamos vendiendo a una
organización policial muy pequeña que está absorbiendo los principios
estadounidenses tan rápido como los procesos judiciales y legislativos
pueden absorberlos, las libertades de expresión y prensa y, al mismo
tiempo continúan las políticas de asesinato en cada rincón de el mundo,
ahora mismo en Nicaragua y El Salvador.
Creo que deploro eso moralmente, pero
también creo que es extremadamente peligroso porque podría desencadenar
tan fácilmente en una confrontación mundial y con los soviéticos al
Holocausto a la guerra nuclear
P: Bueno, ¿qué está pasando? ¿Qué te ha pasado desde que dejaste la CIA y empezaste a hablar?
R: Bueno, he sido demandado por la CIA,
he sido amenazado por el FBI, no me han golpeado ni mutilado, he
ejercido mi derecho, como lo veo, a hablar y dar conferencias, y han
dejado muy claro que no lo aprecian, y como digo, me han advertido que
me pueden pasar cosas horribles, no sé si fueron «bluffs» o no, todavía no ha pasado nada.
La CIA me ha demandado por daños y perjuicios, lo cual es una cierta ironía, cuando lo piensas.
Pendant une grande partie de son histoire, l’AFL-CIO
[centrale syndicale nationale qui est la plus grande fédération de
syndicats aux États-Unis. Elle est composée de 60 syndicats nationaux et
internationaux, représentant ensemble plus de 12,5 millions de
travailleurs actifs et retraités, NdT] a soutenu avec enthousiasme la
politique étrangère des États-Unis. Pendant la Guerre froide, elle a
notamment participé activement aux efforts visant à supprimer les
mouvements syndicaux de gauche à l’étranger.
Le président Richard Nixon fait un geste en direction du dirigeant
syndical George Meany lors d’un discours prononcé à la convention de
l’AFL-CIO en 1971. (Wally McNamee / Corbis via Getty Images)
En février, l’American Federation of Labor-Congress of Industrial
Organizations (AFL-CIO) a appelé à un cessez-le-feu négocié pour mettre
fin au génocide en cours à Gaza. Bien que cette déclaration n’ait pas
exigé un cessez-le-feu immédiat, comme l’ont fait d’autres organisations
ouvrières et syndicats, cela représente une rupture avec bon nombre des
principes de l’AFL-CIO en matière de politique étrangère.
Pendant la majeure partie de ses soixante-huit années d’existence,
l’AFL-CIO – la plus grande fédération de syndicats des États-Unis,
représentant 12,5 millions de travailleurs – s’est alignée sur la
politique étrangère des États-Unis. Elle a même, dans de nombreux cas au
cours du siècle dernier, participé activement à des interventions
américaines anti-gauche à l’étranger.
Dans son livre à paraître, Blue-Collar Empire : The Untold Story of
US Labor’s Global Anticommunist Crusade (L’empire des cols bleus :
l’histoire inédite de la croisade anticommuniste mondiale des
travailleurs américains), l’historien Jeff Schuhrke retrace les rapports
entre l’AFL-CIO et la politique étrangère des États-Unis depuis les
débuts de la Guerre froide jusqu’aux années 1990. Il révèle comment, en
partenariat avec la CIA et d’autres organes du gouvernement américain,
l’AFL-CIO a étouffé les mouvements syndicaux de gauche en Europe, en
Amérique latine et en Asie. Sara Van Horn et Cal Turner se sont
entretenus avec lui pour Jacobin et ils ont abordé la question des
dégâts causés par les interventions de l’AFL-CIO dans des pays comme le
Guyana, le Chili et le Brésil, la façon dont la répression de
l’organisation des travailleurs à l’étranger a nui aux travailleurs
américains et les leçons que le mouvement syndical peut tirer de son
histoire compliquée.
Cal Turner : Dans quelle mesure l’AFL-CIO a-t-elle été associée à l’interventionnisme américain au cours du vingtième siècle ?
Jeff Schuhrke : L’American Federation of Labor (AFL)
a commencé à mener la Guerre froide avant même que la Guerre froide ne
commence, alors que le gouvernement américain considérait encore l’Union
soviétique comme un allié du temps de la Seconde Guerre mondiale. C’est
en 1944 qu’elle a créé le Free Trade Union Committee (FTUC), qui a
tenté de créer des divisions entre les non-communistes et les
communistes au sein des mouvements syndicaux d’Europe occidentale.
Lorsque la Guerre froide est passée au premier plan et que la CIA a
été créée, certains responsables, au sein du gouvernement, ont pris
conscience du travail que l’AFL avait déjà accompli en Europe. Ils ont
compris que si la CIA voulait influencer les mouvements syndicaux
étrangers, il lui serait difficile de le faire par elle-même. Mais si
elle pouvait passer par l’AFL – si des dirigeants syndicaux américains
participaient aux interventions – le succès serait au rendez-vous, dans
la mesure où les travailleurs d’autres pays seraient plus enclins à
faire confiance à leurs collègues syndiqués.
À compter de 1949, la CIA et le Free Trade Union Committee avaient
formé un partenariat secret : la CIA finançait le FTUC pour qu’il mène
des interventions destinées à diviser les mouvements syndicaux et à les
scinder en camps rivaux selon les axes stratégiques de la Guerre froide.
Le Free Trade Union Committee devait également tenir la CIA et le
département d’État informés de la composition des différents syndicats
et de l’identité de leurs dirigeants dans les pays étrangers : à savoir,
lesquels étaient susceptibles d’être plus fiables en tant qu’alliés
pro-américains et pro-capitalistes, et lesquels étaient plus à gauche ou
pro-soviétiques. Grâce au financement de la CIA, cette organisation a
pu s’étendre de l’Europe à l’Asie.
Dans le même temps, il existait déjà avant la Guerre froide, un
historique d’interventions de l’AFL auprès des mouvements syndicaux
d’Amérique latine, en particulier pendant la révolution mexicaine. Cette
évolution s’est poursuivie également lors des débuts de la Guerre
froide, sur un mode différent de ce que le Free Trade Union Committee
pratiquait en Europe et en Asie, mais avec la même idée de départ :
diviser la Confédération des travailleurs d’Amérique latine,
organisation syndicale de gauche couvrant l’ensemble de cette région.
Le Free Trade Union Committee a cessé ses activités en 1958 après la
fusion entre l’AFL et le CIO. Au cours des années 1960 et 1970, les
États-Unis ont fait du développement du tiers-monde l’un des principaux
axes de leur politique étrangère. L’AFL-CIO s’est adaptée et s’est
associée à l’USAID (l’Agence américaine pour le développement
international), acceptant l’idée d’utiliser les syndicats pour «
moderniser » les pays d’Amérique latine, d’Afrique et d’Asie. Ils ont
mis en place des programmes de formation destinés à faire en sorte que
les dirigeants syndicaux des pays étrangers passent du statut de
fauteurs de troubles grévistes à celui de bureaucrates capables de
tempérer les revendications des classes laborieuses de leur pays, afin
que les gouvernements de ces pays puissent développer leur économie sans
céder aux exigences des travailleurs.
On était alors à l’époque du solide mouvement tiers-mondiste des
années 1960 et début des années 1970, alors que de nombreux dirigeants
politiques anticoloniaux et anti-impérialistes du Sud mondial tentaient
de faire valoir leur indépendance économique et politique. C’est au
cours de cette période que l’AFL-CIO a régulièrement tenté de saper les
mouvements politiques de gauche en Amérique latine.
Si la CIA voulait influencer les mouvements syndicaux étrangers, il
lui serait difficile de le faire par elle-même. Mais si elle pouvait
passer par l’AFL, le succès serait au rendez-vous.
Au sortir de la guerre du Vietnam, le caractère interventionniste de
la Guerre froide s’est quelque peu atténué. Mais dans les années 1980 et
au début des années 1990, vers la fin de la Guerre froide, une nouvelle
génération de responsables anticommunistes enragés a pris la tête de
l’AFL-CIO.
À l’heure où l’économie politique mondiale commence à changer, et
alors qu’on assiste à une restructuration économique et à des
délocalisations, le nombre de syndiqués américains est en baisse.
Pourtant, le président de l’AFL-CIO, Lane Kirkland, et d’autres
responsables ont voulu raviver la Guerre froide. Ironie du sort, alors
même qu’ils combattaient l’administration de Ronald Reagan sur les
questions intérieures, ils se sont associés à cette dernière pour mener
des guerres contre-insurrectionnelles musclées en Amérique centrale au
nom de l’anticommunisme.
Ils ont coopéré avec l’administration Reagan et des politiciens de
droite pour créer la National Endowment for Democracy (NED), qui a
renoué avec ce que la CIA avait fait avant la guerre du Viêtnam, à
savoir financer de nombreux syndicats et autres organisations de la
société civile à l’étranger. Mais au lieu de le faire secrètement, la
NED l’a fait ouvertement, en disant : « C’est au nom de la promotion de
la démocratie et de la liberté. » L’AFL-CIO a joué un rôle important
dans la création de la NED et a été l’un des principaux bénéficiaires
des fonds alloués par le Congrès à ces programmes. Elle a été très
active en Pologne avec Solidarność, le syndicat anticommuniste qui a
fini par être à l’origine, à bien des égards, de la fin du régime
communiste en Europe de l’Est.
Sara Van Horn : Vous écrivez que les syndicats américains, en
particulier l’AFL-CIO, ont activement encouragé la Guerre froide.
Pourquoi les dirigeants syndicaux étaient-ils prêts à collaborer si
étroitement avec le gouvernement ?
Jeff Schuhrke : Cela remonte aux Première et Seconde
guerres mondiales et au New Deal. Pendant les deux guerres mondiales,
les dirigeants de l’AFL ont conclu un accord avec le gouvernement
américain, garantissant que la production industrielle ne serait pas
perturbée par des grèves pendant la guerre. En échange, l’AFL a acquis
une certaine légitimité aux yeux du gouvernement et a obtenu des
avantages réels, tels que des journées de travail moins longues, une
meilleure couverture sociale et une hausse du nombre de syndiqués. Les
responsables syndicaux de l’AFL ont été très fortement marqués par cette
évolution. Ils ont compris qu’en s’alignant sur la politique étrangère
du gouvernement américain, ils pouvaient gagner en avantages, en
légitimité et en protection.
Par ailleurs, l’AFL était traditionnellement une fédération syndicale
plus conservatrice, opposée à toute radicalité et aux militants de
gauche. Lorsque la Guerre froide a commencé, de nombreux dirigeants de
l’AFL avaient déjà une longue expérience de la lutte contre les
communistes dans les rangs de leur propre syndicat et du maintien à
l’écart des postes de direction de ceux-ci. Ils en étaient venus à se
considérer comme les vrais spécialistes de la lutte contre les
communistes, bien davantage encore que nombre de responsables de
l’appareil de politique étrangère des États-Unis.
Le CIO a également largement bénéficié de son partenariat avec le
gouvernement pendant le New Deal et la Seconde Guerre mondiale. Les
dirigeants du CIO, comme Walter Reuther, rêvaient de devenir des
partenaires à part entière de la planification économique dans un État
corporatiste. À l’instar de l’AFL, ils considéraient qu’en prouvant leur
patriotisme et leur loyauté envers le gouvernement, ils obtiendraient
un siège à la table des négociations. À la fin des années 1940, dans le
contexte du maccarthysme et des mutations politiques du début de la
Guerre froide, le CIO est également devenu anticommuniste.
C’est l’AFL qui a initialement encouragé la Guerre froide, parce
qu’elle n’a jamais toléré les communistes ou voulu former de coalition
avec des syndicalistes de gauche, contrairement au CIO qui, pendant de
nombreuses années, a accueilli – ou du moins toléré – des communistes
dans ses propres rangs. Le CIO était prêt à rejoindre la Fédération
syndicale mondiale aux côtés des syndicats soviétiques. C’est une chose
que l’AFL n’a jamais acceptée. Ses dirigeants, tel George Meany, se sont
toujours montrés prompts à promouvoir une confrontation avec les
Soviétiques, en raison de leur propre passé idéologique anti-communiste
et de la lutte menée contre les communistes dans les rangs de leurs
propres syndicats.
Cal Turner : Vous écrivez que la Guerre froide a
directement contribué au déclin des syndicats américains, dont le taux
d’adhésion a chuté de 35 % en 1947 à 11 % en 1991. Comment les activités
internationales de l’AFL-CIO ont-elles affecté le mouvement syndical ?
Jeff Schuhrke : Un premier facteur a été la part
d’attention, de ressources et d’énergie que l’AFL-CIO a consacrée à
cette croisade anticommuniste dans le monde, plutôt que d’organiser les
travailleurs non syndiqués aux États-Unis ou de réclamer davantage de
politiques de protection sociale, moins de dépenses militaires et plus
d’investissements dans l’éducation, les soins de santé et les
infrastructures, c’est-à-dire le genre de choses qui créent des emplois.
En 1966, plus d’un cinquième du budget de l’AFL-CIO était consacré à
ces programmes à l’étranger. Sans même compter les millions de dollars
que l’AFL-CIO recevait du gouvernement américain.
À partir des années 1970, l’économie politique mondiale était en
pleine transformation : l’industrie manufacturière s’est d’abord
déplacée vers des régions des États-Unis ne comptant pas de syndicats,
le Sud et le Sud-Ouest, puis vers l’Amérique latine et les Caraïbes, et
finalement vers l’Asie. L’AFL-CIO ne faisait pas grand-chose pour y
remédier, si ce n’est promouvoir les campagnes de marketing « Achetez
américain » ou « Vérifiez le logo syndical ». Au contraire, elle se
focalisait sur la manière de combattre les communistes et de saper les
mouvements de gauche en Amérique latine, en Afrique, en Asie et en
Europe de l’Est. L’anticommunisme ici ne se limite pas à une opposition
aux véritables communistes ou aux véritables partis communistes : il
s’agit d’une opposition à tout mouvement de gauche, ou de classe, visant
à l’indépendance économique des pays du Sud global.
Cette croisade anticommuniste mondiale a affaibli et divisé un grand
nombre de mouvements syndicaux du Sud, plus combatifs et plus engagés
dans les luttes de classe, alors même que ceux-ci auraient pu s’opposer
au pouvoir du capital international. Des syndicats dissidents plus
conservateurs et plus favorables au capitalisme se sont créés et ont
bénéficié d’un financement important de la part du gouvernement
américain, par l’intermédiaire de l’AFL-CIO.
Même si tout cela était censé se faire au nom de la libre
syndicalisation, un grand nombre de syndicats et de fédérations
syndicales soutenus par l’AFL-CIO dans le monde entier faisaient souvent
l’objet d’un étroit contrôle de la part des gouvernements de ces pays,
en particulier dans le cas de gouvernements anticommunistes et
autoritaires. Les seuls syndicats que ces gouvernements toléraient
étaient ceux soutenus par l’AFL-CIO.
Alors que la libéralisation du commerce et la délocalisation des
emplois manufacturiers américains allaient bon train, les mouvements
syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de choix pour le
mouvement syndical américain dans sa lutte contre le nivellement par le
bas et la promotion de normes plus exigeantes partout afin que le
capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il s’est passé,
dans la mesure où ces mouvements syndicaux déjà affaiblis étaient
désormais étroitement contrôlés par leurs propres gouvernements,
conséquence des agissements de l’AFL-CIO. En ce sens, les dirigeants de
l’AFL-CIO se sont tirés une balle dans le pied.
Tout cela s’est fait en partenariat avec le gouvernement américain.
Or, celui-ci, surtout à la fin de la Guerre froide, dans les années 1980
et 1990, a favorisé toutes ces délocalisations et la libéralisation du
commerce, en adoptant l’ALENA – des mesures qui ont entraîné la
désindustrialisation et fait perdre aux syndicats américains un grand
nombre de leurs membres. La même entité avec laquelle l’AFL-CIO s’est
associée pendant toutes ces décennies et qui a contribué à la victoire
de la Guerre froide a, dans le même temps, bousillé les travailleurs
américains. Non seulement elle nuisait aux travailleurs du monde entier,
mais au final elle nuisait également aux travailleurs des États-Unis.
Sara Van Horn : Avez-vous des exemples précis qui
vous paraissent flagrants et montrent que les syndicats américains ont
réprimé l’action politique ou l’organisation de la gauche dans les pays
du Sud ?
Jeff Schuhrke : Au début des années 1960, la Guyane
est dirigée par Cheddi Jagan, un socialiste qui souhaite nationaliser
l’industrie sucrière et, via une transition structurée, mener le pays
vers une pleine indépendance vis-à-vis de la Grande-Bretagne. Certains
syndicats étaient de son côté, d’autres de celui de ses rivaux
politiques. Avec l’aide de la CIA, l’AFL-CIO a contribué à financer les
syndicats de l’opposition et à mener une longue grève générale qui a
duré environ deux mois, affaiblissant le gouvernement Jagan et
finalement poussant ce dernier à quitter le pouvoir avant le début de
toute transition vers l’indépendance.
Le fait que Jargan était marxiste n’était pas du goût du gouvernement
américain – il pensait que ce serait un autre Fidel Castro, et
souhaitait l’arrêter à n’importe quel prix. Habituellement, les membres
du mouvement ouvrier de gauche considèrent que les grèves générales sont
quelque chose de positif, mais dans ce cas précis, cette grève générale
secrètement financée par la CIA, et dont les fonds étaient versés par
les syndicats américains, a ébranlé un gouvernement de gauche.
Dans la même veine, au début des années 70, Salvador Allende était au
pouvoir au Chili. Il était marxiste, avait été élu démocratiquement et
était persuadé que la démocratie permettrait d’instaurer le socialisme.
Les anticommunistes des États-Unis et d’Amérique latine le considéraient
donc comme particulièrement dangereux, dans la mesure où ils
s’appuyaient sur le mythe selon lequel tous les communistes étaient des
dictateurs totalitaires. L’administration [Richard] Nixon entendait
créer le chaos économique au Chili, et y est parvenue en partie grâce à
une série de grandes grèves dans des secteurs tels que l’extraction du
cuivre et le transport routier. Ces grèves ont également reçu un
accompagnement, un financement et tout un entraînement de la part de
l’AFL-CIO, une grande partie des ressources venant de la CIA. Elles ont
servi de prétexte aux militaires chiliens d’Augusto Pinochet pour
organiser un coup d’État en 1973 et renverser Allende.
L’American Institute for Free Labor Development (AIFLD), principal
instrument de l’AFL-CIO en Amérique latine des années 1960 aux années
1990, a organisé de nombreuses formations qui, à première vue, pouvaient
sembler très inoffensives, mais dont le but était souvent de lutter
contre l’influence exercée par la gauche au sein des syndicats. L’AIFLD a
ainsi assuré la formation de plus de trente syndicats brésiliens au
cours de l’année qui a précédé le coup d’État militaire de 1964 dans ce
pays. Lorsque ce dernier a eu lieu, certains des Brésiliens lauréats du
programme de formation de l’AIFLD ont été chargés par la dictature en
place de purger les syndicats brésiliens de leurs gauchistes.
Autre exemple : non seulement l’AFL-CIO a soutenu la guerre du
Vietnam de manière rhétorique, mais elle était également active sur le
terrain, fournissant des fonds et des ressources à la Confédération
vietnamienne du travail anticommuniste au Vietnam du Sud, alors que
celle-ci cherchait à réduire l’influence du Front national de libération
qui était communiste.
Cal Turner : Comment les adhérents de base de
l’AFL-CIO ont-ils réagi lorsqu’ils ont appris que la direction de leur
syndicat menait des actions anticommunistes ?
Jeff Schuhrke : Avant
la guerre du Vietnam, les adhérents de base ignoraient beaucoup de
choses. On ne les consultait pas. Aucune de ces politiques
internationales n’était démocratique, elles étaient décidées à huis
clos, souvent par des responsables ou des collaborateurs non élus.
Ce n’est qu’à la fin des années 60 que les dirigeants syndicaux
locaux et les cadres moyens ont commencé à s’exprimer, dans le cadre du
mouvement anti-guerre. Des réunions publiques et des distributions de
lettres et de journaux émanant de syndicalistes de base ont commencé à
être organisées. Ceux-ci s’élevaient contre la guerre du Vietnam et sont
entrés en conflit direct avec George Meany, le président de l’AFL-CIO,
qui était totalement acquis à la cause de la guerre.
À la fin des années 60, une série d’articles de presse a également
révélé certains des liens qui, depuis les années 1940 existaient entre
la CIA et les syndicats américains. Ces informations ayant été révélées
au grand jour, le nombre de protestations de la base contre les
agissements des dirigeants syndicaux a commencé à se faire plus
important. Après le coup d’État au Chili, Fred Hirsch, un plombier
californien, syndicaliste de base, a rédigé une brochure exposant les
liens entre l’AFL-CIO et la CIA dans le cadre du soutien au coup d’État
chilien, celle-ci a été distribuée à des milliers de membres du
syndicat.
Dans les années 80, il y a eu un mouvement sans précédent de
syndicalistes de base et même de présidents de syndicats au sein de
l’AFL-CIO, ils essayaient de venir en aide aux syndicats et mouvements
de travailleurs les plus à gauche et les plus militants d’Amérique
centrale. Le National Labor Committee a également été fondé dans les
années 1980 par un groupe de présidents de syndicats qui s’opposaient à
cette intervention en Amérique centrale. Ce groupe est à l’origine des
premiers débats ouverts consacrés à la politique étrangère dans le cadre
de la convention de l’AFL-CIO, ce qui montre à quel point ces décisions
politiques avaient été antidémocratiques.
Sara Van Horn : Quelles leçons le mouvement ouvrier d’aujourd’hui doit-il tirer de cette longue histoire ?
Jeff Schuhrke : En quelques mots : ne soutenez pas
systématiquement tout ce que fait Washington en matière de politique
étrangère. Et pourtant, c’est encore aujourd’hui la position de la
direction de l’AFL-CIO.
Au cours des derniers mois, de nombreux syndicats se sont prononcés
en faveur d’un cessez-le-feu à Gaza, ce qui est particulièrement
important dans la mesure où cela va à l’encontre de la politique de
l’administration Biden. Qui plus est, sept syndicats majeurs ont
récemment demandé à Joe Biden de cesser d’envoyer de l’aide militaire à
Israël afin de contraindre à un cessez-le-feu. Le fait que les syndicats
fassent toutes ces déclarations est une évolution qui va dans le bon
sens, mais les actions concrètes se font encore rares au niveau
national.
S’il est essentiel d’organiser et de renforcer le taux de
syndicalisation, nous devons également nous interroger sur le type de
mouvement syndical que nous souhaitons, et ne pas nous contenter d’un
mouvement de grande ampleur.
Aujourd’hui, la gauche syndicale doit porter un regard international
sur les luttes que nous menons sur nos lieux de travail aux États-Unis.
Le message de Donald Trump consiste souvent à dire que les travailleurs
étrangers sont nos ennemis. Mais l’histoire de la Guerre froide nous a
déjà montré que le nationalisme économique n’est en fin de compte
d’aucune utilité pour les travailleurs américains. Il est indispensable
de se montrer beaucoup plus critique à l’égard de la politique étrangère
des États-Unis.
Cal Turner : Quel impact souhaitez-vous avoir avec ce livre ?
Jeff Schuhrke : Aux
États-Unis, depuis quelques années, les gens sont de plus en plus actifs
dans le mouvement ouvrier, mais ce domaine de l’histoire du travail a
souvent été ignoré, parce qu’une grande partie du mouvement ne se
sentait pas à l’aise lorsqu’il s’agissait d’en parler. Dans l’idée, ce
livre devait être une introduction et rassembler un grand nombre
d’études déjà publiées sur le sujet. J’espère qu’il aidera les personnes
qui ne connaissent pas encore le mouvement syndical à comprendre que
s’il est essentiel de s’organiser et de développer la syndicalisation,
nous devons également nous interroger sur le type de mouvement syndical
que nous souhaitons – et ne pas nous contenter d’un mouvement de grande
ampleur.
Quels sont les principes de notre mouvement ? Que défend-il ? Quel
type de politique a-t-il en matière de politique étrangère ? Nous
espérons que comprendre ce passé permettra aux gens de réaliser pourquoi
il est important d’avoir une perspective internationaliste et
anti-impérialiste lorsqu’il s’agit de reconstruire le mouvement ouvrier.
*
Jeff Schuhrke est historien du travail et professeur adjoint à la
Harry Van Arsdale Jr School of Labor Studies, SUNY Empire State
University. Il est l’auteur de Blue-Collar Empire : The Untold Story of
US Labor’s Global Anticommunist Crusade.
Sara Van Horn est écrivaine et vit à Serra Grande, au Brésil.
Plus intéressant serait de rappeler les
opérations « d’influence » des services américains en France pour
contrer le syndicalisme des marxistes , de la CGT qui risquait
d’entraver le plan Marshall. La création de Force Ouvrière par exemple
par le célèbre trotskiste Kristol (un des inspirateurs du neo
conservatisme/libéralisme) d’abord opposé au communisme quoi qu’il en
coûte ( Militant trotskiste aux usa il convertit son action en Europe au
service des libéraux us) L’ « écueil » ( comme Brezinski nommait la
France ) serait peuplé de « gallo communistes » s’inquiètent les
américains (et Cohn Bendit ) dont des syndicalistes. L’histoire
française de cette ingérence par les services us mériterait un billet
svp
« Alors que la libéralisation du commerce et la
délocalisation des emplois manufacturiers américains allaient bon train,
les mouvements syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de
choix pour le mouvement syndical américain dans sa lutte contre le
nivellement par le bas et la promotion de normes plus exigeantes partout
afin que le capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il
s’est passé »
C’est un point essentiel. Le démantèlement des droits des
travailleurs à l’étranger, appuyé par l’AFL et le CIO, a eu un effet
boomerang pour les travailleurs américains lors de l’avènement de la
mondialisation. Les grandes entreprises ont ensuite eu beau jeu de
traiter les travailleurs américains de nantis assis sur des privilèges,
soudain devenus trop chers par rapport aux chinois, indiens ou
vietnamiens. Un syndicat ne peut pas être à la fois socialiste et
impérialiste. Sur le long terme, c’est impossible. L’AFL-CIO a contribué
à affaiblir les syndicats étrangers trop à gauche ou favorables à
l’autonomisation de leurs pays, au grand bonheur de la CIA, mais le prix
à payer a été une détérioration des conditions de travail des salariés
américains. Dire que les femmes là-bas n’ont même pas droit à un congé
maternité, sauf quelques « privilégiées » qui travaillent pour des
entreprises de plus de 50 salariés, qui elles peuvent prendre jusqu’à 12
semaines… non indemnisées. La baisse du taux de syndicalisation des
salariés aux Etats-Unis est tout sauf une surprise.
Plus intéressant serait de rappeler les opérations « d’influence » des services américains en France pour contrer le syndicalisme des marxistes , de la CGT qui risquait d’entraver le plan Marshall. La création de Force Ouvrière par exemple par le célèbre trotskiste Kristol (un des inspirateurs du neo conservatisme/libéralisme) d’abord opposé au communisme quoi qu’il en coûte ( Militant trotskiste aux usa il convertit son action en Europe au service des libéraux us) L’ « écueil » ( comme Brezinski nommait la France ) serait peuplé de « gallo communistes » s’inquiètent les américains (et Cohn Bendit ) dont des syndicalistes. L’histoire française de cette ingérence par les services us mériterait un billet svp
Mme Annie Lacroix-Riz
https://www.wikiwand.com/fr/articles/Annie_Lacroix-Riz ,
a abondament ecrit sur le sujet et bien plus…
Bonne lecture.
« Alors que la libéralisation du commerce et la délocalisation des emplois manufacturiers américains allaient bon train, les mouvements syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de choix pour le mouvement syndical américain dans sa lutte contre le nivellement par le bas et la promotion de normes plus exigeantes partout afin que le capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il s’est passé »
C’est un point essentiel. Le démantèlement des droits des travailleurs à l’étranger, appuyé par l’AFL et le CIO, a eu un effet boomerang pour les travailleurs américains lors de l’avènement de la mondialisation. Les grandes entreprises ont ensuite eu beau jeu de traiter les travailleurs américains de nantis assis sur des privilèges, soudain devenus trop chers par rapport aux chinois, indiens ou vietnamiens. Un syndicat ne peut pas être à la fois socialiste et impérialiste. Sur le long terme, c’est impossible. L’AFL-CIO a contribué à affaiblir les syndicats étrangers trop à gauche ou favorables à l’autonomisation de leurs pays, au grand bonheur de la CIA, mais le prix à payer a été une détérioration des conditions de travail des salariés américains. Dire que les femmes là-bas n’ont même pas droit à un congé maternité, sauf quelques « privilégiées » qui travaillent pour des entreprises de plus de 50 salariés, qui elles peuvent prendre jusqu’à 12 semaines… non indemnisées. La baisse du taux de syndicalisation des salariés aux Etats-Unis est tout sauf une surprise.