La administración de Donald Trump ha arremetido contra la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), en lo que parece ser la punta de lanza de un programa político orientado a lograr la “mayor eficiencia gubernamental” y volver a “hacer a América grande de nuevo”,
 el cual es probable que pronto involucre a otras instituciones e 
instancias del gobierno federal. Como parte del ataque, se han tomado un
 grupo de decisiones prácticas sobre la agencia y han salido a la luz 
revelaciones interesantes, sobre todo en lo referente al financiamiento 
de medios en el extranjero, sobre las cuales convendría detenerse.
“Una bola de gusanos”
Desde su surgimiento en los años sesenta, la USAID ha sido una herramienta al servicio de los intereses y la hegemonía norteamericana. Por tanto el ataque a la agencia debemos leerlo más en clave de un reordenamiento de medios y fines de esta hegemonía, que como un cuestionamiento a las esencias que articulaban el funcionamiento del aparato. En
 otras palabras, se cuestionan políticas, decisiones, gastos, pero no la
 legitimidad misma de tener una herramienta como esa, que bajo el manto 
de la ayuda, ha promovido activamente en su historia operaciones de 
cambio de gobierno en numerosos países.
Elon Musk, flamante director del 
Departamento de Eficiencia Gubernamental, en una sesión en vivo en X 
Spaces, afirmó que Trump estuvo de acuerdo en cerrar la agencia. La calificó como una bola de gusanos e insistió en la idea de eliminarla. En declaraciones a otros medios la llamó también “una organización criminal”. Trump, por su parte, afirmó que la USAID ha sido dirigida “por un puñado de lunáticos radicales”.
La agencia gubernamental 
norteamericana da empleo a unas 10 mil personas y administra un 
presupuesto de 40 billones de dólares (billones norteamericanos), además de una compleja red de organizaciones sin ánimo de lucro, grupos, medios, etc, que implican a miles de personas más.
Este 4 de febrero su sede en 
Washington amaneció cerrada y los empleados enviados a casa sin saber 
cuál será su futuro, el personal en el extranjero fue puesto en baja 
administrativa por los próximos 30 días. El último mensaje en el sitio web de la agencia dice “Gracias por sus servicios”. La
 USAID pasó a estar bajo supervisión del Departamento de Estado, lo cual
 indica muy probablemente un cambio de estatus en el futuro de la 
agencia. 
El desmontaje de la USAID forma parte, por un lado, del nuevo enfoque en política exterior norteamericana, que
 tiene una de sus expresiones en la decisión de Trump de congelar toda 
la ayuda exterior norteamericana poco después de asumir el cargo en el 
mes de enero y sus recientes decisiones de retirarse de varios 
organismos internacionales. Por otro lado, forma parte del esfuerzo del 
ambicioso Musk por mostrar resultados en la gestión de su Departamento, 
como parte del objetivo declarado de reducir a la mitad el inmenso 
déficit fiscal del país para 2026. Sin embargo, como apunta el medio Wired, la USAID representa menos del uno por ciento del presupuesto federal total de Estados Unidos.
Las amenazas de esta política de ajuste ya se han extendido a otras agencias gubernamentales, como la CIA, que ha implementado una política para promover las “renuncias voluntarias” y el Departamento de Educación, en peligro de desaparecer. Estas
 medidas y otras tomadas en estos días por el nuevo gobierno ya han 
generado protestas en el Senado y la Cámara de Representantes, así como 
decisiones judiciales en contra en varios estados. 
Toda esta política parece 
articulada en función de una agenda neoliberal de reducción de lo 
público, nacionalismo y valores conservadores, promoción activa y 
agresiva de los intereses del capital y un intento de reconstituir, por 
cualquiera de las vías a su alcance, la hegemonía en crisis de Estados 
Unidos. 
    
Sin embargo,
 en medio de toda la barahúnda de reducción de gastos públicos, 
permanece intocada la mayor fuente de despilfarro presupuestario en el 
país: el Pentágono y su relación con el complejo militar-industrial. Tampoco se tocan ni cuestionan los
 gigantescos presupuestos de la NASA, la cual tiene entre sus 
subcontratistas a Blue Origin de Jeff Bezos y Space X, de Elon Musk.
 Se puede sacrificar la educación, pero nadie tocará los miles de 
millones de dólares que engrasan las puertas giratorias de la 
corporatocracia que domina en EE. UU.
Los medios “independientes”
Todo lo anterior no quiere decir
 que lamentemos ni un ápice la suerte de la USAID, agencia imperialista y
 colonial por excelencia. Su crisis, sin embargo, ha destapado 
un cúmulo de información sumamente interesante. Una de las aristas 
relevantes es la relacionada con el financiamiento de la agencia 
norteamericana a miles de periodistas y agencias periodísticas en todo 
el mundo, los cuales no dudaban en presentarse como “independientes”, 
mientras en la práctica eran cuñas ideológicas al servicio de la dominación estadounidense.
En un reporte reciente de Reporteros sin Fronteras se
 apunta que el congelamiento de financiamiento exterior, y 
particularmente de la USAID, ha dejado en una situación sumamente 
precaria desde el punto de vista económico a más de seis mil 200 
periodistas, 707 medios no estatales y a 279 organizaciones “dedicadas a
 fortalecer el periodismo independiente”.
El presupuesto de este año 2025 
incluía más de 268 millones de dólares para “medios independientes y el 
libre flujo de información”. En Ucrania 
particularmente, recoge el informe, nueve de cada 10 medios dependen de 
subvenciones y USAID es el principal patrocinador. 
La USAID es solo una de las agencias y 
organizaciones usadas por el gobierno de los Estados Unidos para 
promover el periodismo “independiente”, aunque su caso resulta 
paradigmático sobre el funcionamiento y los fines de este 
financiamiento. La agencia preparó un Manual sobre la lucha contra la desinformación en 2021,
 pensado para orientar la actuación de estos medios y periodistas. Una 
de las claves recogidas en este Manual, por ejemplo, es la del “silencio estratégico”, básicamente
 orientado a no mencionar ni dar cobertura a aquellas aristas de la 
realidad que no encajen con la narrativa promovida por Washington.
Al final muchos de estos medios y 
periodistas, promovidos sobre todo en contra de países percibidos como 
enemigos de los Estados Unidos y en regiones de interés estratégico para
 el imperio norteamericano, acaban reproduciendo el discurso hegemónico,
 promoviendo la agenda liberal y produciendo los contenidos con los 
cuales, desde una visión intencionalmente sesgada, se construye la 
narrativa de la dominación.
En Cuba hemos vivido y 
vivimos el impacto de la estrategia de asedio simbólico para la cual se 
construyen, financian y promueven estos medios y figuras. La propia USAID ha sido desde su surgimiento en 1961 una activa promotora de la agenda subversiva contra la isla. 
Por poner solo un ejemplo, en 2020, 
mientras la isla enfrentaba, como el resto del planeta, la pandemia de 
la covid-19 con el añadido del Bloqueo recrudecido, la USAID destinó la 
suma de 410 mil 710 dólares a la empresa Digital News Association Inc. Esta
 organización, con sede en la Florida, es financista a su vez de 
numerosas páginas y periodistas que bajo el manto noticioso promueven 
activamente la propaganda contra la isla. Es el caso, por ejemplo de ADN Cuba, uno de los “medios” beneficiarios de este financiamiento. 
En tanto se define la suerte de 
herramientas como la USAID y se calman las aguas revueltas por el 
reajuste dentro de la cúpula política en los Estados Unidos, podemos 
apuntar un grupo de conclusiones preliminares. 
La transformación o desaparición
 de la USAID y otras agencias no modifica un ápice la naturaleza 
imperialista y plutocrática del poder en Estados Unidos. A 
pesar de su discurso facilista, construido para agradar a la enojada 
clase media norteamericana, Trump gobierna con y para la oligarquía, 
basta ver solo la estructura de su gabinete. Estos procesos forman 
parte, como ya apunté antes, de una readecuación de las 
herramientas de la hegemonía norteamericana, para que se ajusten mejor a
 la visión del mundo y los intereses del grupo dirigente en la 
actualidad.
El Departamento de Musk va
 a recortar gastos fundamentalmente en materia de servicios y derechos 
públicos, como corresponde a la lógica de un gobierno neoliberal, 
nacionalista y de ultraderecha. No van a tocar los 
desproporcionados presupuestos militares, van a beneficiar al Big Tech 
y, en última instancia, a los propios intereses de Musk.
Y por último, la información publicada 
sobre el financiamiento a medios y periodistas “independientes” revela 
el grado de penetración e influencia de las diversas agencias 
norteamericanas en la agenda mediática global, no solo en los grandes 
medios cartelizados, sino en empresas periodísticas muchísimo más 
pequeñas, hasta llegar incluso a comunicadores individuales, en una clara
 evidencia de cómo desde los centros del capitalismo contemporáneo se 
estructura y produce la microfísica del poder mediático al servicio de 
la hegemonía del capital.