Aguantó los peores ataques de Santiago Carrillo y una fea campaña difamatoria de Felipe González y Alfonso Guerra.
También los achaques del trabajo, cuando no le quedó más remedio que
volver a la mina tras abandonar la política y sufrió un terrible
accidente laboral. Tiene la salud muy delicada, pero Gerardo Iglesias
(La Cerezal, 1945) aún conserva energías para investigar la represión
franquista en su región y redactar sus memorias. También se ha sumado a
la causa abierta en Argentina contra la represión de la dictadura
aportando el caso de sus familiares. Mientras fue secretario general del
PCE, sus ideas causaron el mismo rechazo de los poderes del mundo
capitalista que de los Gobiernos de la URSS anteriores a Gorbachov.
Esta forma de entender el mundo de su tiempo le llevó a formar
Izquierda Unida, pero no pudo darle la continuidad que le hubiera
gustado al espíritu original del proyecto. No quiere dar ya entrevistas,
pero hace una excepción.
Es usted descendiente de una familia de comunistas.
Soy
descendiente de una familia de personas; personas que en un momento
dado pues, efectivamente, ingresaron en el Partido Comunista. Somos de
un pequeño pueblecito, casi una aldea, que se llama La Cerezal y
pertenece al Ayuntamiento de Mieres. Toda mi familia, sobre todo por
parte materna, han sido militantes del partido. También mi padre. Y por
ello han sufrido todos los embates de la represión franquista.
Participaron en la guerra, mi padre estuvo en diversos frentes en
Asturias. Y cuando acabó la guerra de trincheras, que aquí fue en el 37,
fue hecho prisionero. Lo llevaron primero a un campo de trabajo en
Teruel, luego estuvo en otros campos de concentración, en Guernica,
también en la cárcel de Zaragoza. Toda una peripecia durante varios
años. No tengo muchos recuerdos de cosas que me contara, salvo detalles
del sufrimiento de los campos de concentración, de los batallones de
trabajadores. Era horrible vivir bajo esas circunstancias cuando,
además, la política del franquismo ya se sabe cuál era con los vencidos:
el «exterminio por hambre o por fuego».
Canciones para después de una guerra es una película documental del director Basilio Martín Patino, basada en la España de posguerra. Se realizó de forma clandestina en 1971 y no fue estrenada hasta 1976, después de la muerte del dictador Francisco Franco.[1]
Contenido
La película consiste en una serie de imágenes de archivo, todas ellas previamente aprobadas por la censura,
sobre las que se superponen canciones populares de la época con el fin
de dar un segundo significado, a menudo satírico, a lo que se muestra en
pantalla.[2] El propio Basilio Martín Patino comentaría más adelante:
En la guerra había una época, un entusiasmo, una
entrega que era estimulante. En la posguerra hubo resignación, cabreo y
la esperanza de que todo aquello cambara. Sin duda, fue más dura la
posguerra [...] En las revistas se pueden ver los contrastes de la
posguerra. En ellas se aprecia la forma de vestir de la gente, la forma
de comportarse y, cuando se pone la lupa encima, se pueden ver los
detalles, se descubren las caras terribles, de luto, de miedo, de
terror. Lo que más me impresionó fueron las caras, las mujeres de luto,
los niños, siempre los niños. Era terrible. Cuando terminé Canciones
para después de una guerra me di cuenta de que había llenado la película
de niños solitarios. Fue una mezcla de sorpresa, asombro y espanto ante
lo que la posguerra significó de sufrimiento, miedo, padecimiento,
compasión y solidaridad. Madrid había sido la ciudad libre, la ciudad
del antifascismo y seguía conservando el espíritu rebelde que en esa
época estaba callado, resignado, pero que afloraba en el momento en que
escarbabas..[3]
El
comisario general del Tercer Reich para Lituania entre 1941 y 1944,
Theodor Adrian Von Renteln, responsable de la maquinaria de exterminio
de cerca de 200.000 judíos, no murió en la horca a manos de los rusos en
1946 como daban por hecho los historiadores, sino que falleció en 1960
en un hospital de Madrid bajo la identidad falsa de Karl Jacobson.
Montaje con la sepultura de Adrian Von Renteln en el Cementerio Civil de Madrid y su retrato.
Javier Jara, presidente de la Asociación Histórica de Cementerios, muestra orgulloso una sepultura en el Cementerio Civil de Madrid, una necrópolis ubicada enfrente del Cementerio de la Almudena, inaugurado en 1884, destinado a personas que no profesaban la religión católica.
La tumba está al abrigo de un enorme pino que tapa con sus agujas
caídas las letras grabadas en la piedra. Jara retira con la mano los
restos vegetales y aparece un nombre: Theodor Adrian Von Renteln, nacido el 15 de septiembre de 1897 y fallecido el 24 de octubre de 1960.
[propia]
Alegoría de las tensiones sociopolíticas derivadas de la plena
integración de Españita en el orden euroestadounidense, que darán lugar
al trasvase militar-civil en clave liberal en 1978.
Capítulo 1. Dirige Claudio Guerín. Bill Wyman, capitán de la OTAN,
visita en su casita de retiro a Cuqui, trasunto de la joven España.
Insaciable, también seducirá a la madre de esta, Fernanda, trasunto de
la vieja España, para desconsuelo de Carlos, el cabeza de familia y
trasunto del franquismo, quien está dispuesto a cambiar con tal de retener a hija y madre.
Capítulo 2. Dirige José Luis Egea. Alan y Bonnie, turistas estadounidenses de credo hippie, se lanzan a la España rural,
abiertos a lo que les ofrezca. Al recalar accidentalmente en un
cortijo, deciden divertirse trastocando los viejos códigos culturales de
su propietario, Germán, un empresario ganadero que entiende que las
parejas son propiedades y el sexo se alquila.
Capítulo 3. Dirige Víctor Erice.
Dos parejas jóvenes, Julián y María, Charley y Floritica, se conocen
deambulando por la España vaciada. Cuando paren unos días en un pueblo
abandonado, Charley, ex-combatiente en la invasión de Vietnam, lucirá su hombría para marcar los topes de la horizontalidad liberal, tras promulgarla en el balcón del ayuntamiento a lo "Bienvenido, mr. Marshall".
Los jornaleros españoles asisten en la distancia, sin voz, ni voto, a
la experiencia fallida de unos nuevos poderes que se consuelan con
inyecciones de sexo circular y pop-rock mientras marchan con pie firme
hacia su autodestrucción.
Dionisio Pereira (A Coruña,1953) é un das grandes referencias
nos estudos da memoria na Galiza. Autor dunha abondosa bibliografía
arredor dos movementos sociais e político no período republicano e sobre
a represión franquista, achegámonos nesta conversa a súa investigación
sobre os vitimarios na comarca das Frieiras.
C.T.
28/dec./20
A dinámica
da etapa republicana remata condicionando o proceso represivo após o
golpe militar de 18 de xullo de 1936, cal era a realidade social e
política das terras das Frieiras nos anos anteriores ao levantamento
franquista?
As obras do camiño de ferro Zamora-Ourense, coa conseguinte
concentración de milleiros de “carrilanos” procedentes quer da contorna
galaico-portuguesa, quer doutras zonas do Estado, deron lugar a unha
importante conflitividade sociolaboral na zona. Neste contexto, no eido
municipal a presión dos traballadores da vía conforme avanzaba o mandato
da Fronte Popular, comezou a mudar tanto a composición dos concellos
como a súa orientación ao servizo das elites locais, tradicionalmente
debedoras de vellas reminiscencias caciquís a penas agachadas tras o 14
de Abril por unha aparencia de republicanismo. A conflitividade laboral,
asemade, tomou outra dimensión a partir da frustrada Revolución de
Outubro de 1934, tras a cal os “destajistas” das obras pretenderon
substituír cadros sindicais por obreiros afíns ás dereitas. Un mes antes
do golpe militar, a totalidade dos sindicatos operativos na vía entre A
Pobra de Seabra e Vilar de Barrio, con maioría da CNT e presenza
destacada do PCE, declararon a folga xeral para acadar a readmisión dos
despedidos en 1934, incremento do xornal, semana de 44 horas, roupa de
traballo a cargo da empresa, horas extras valoradas un 25% máis,
despedimentos indemnizados e o recoñecemento dos delegados sindicais por
parte dos contratistas. No transcurso do conflito, a empresa
concesionaria MZOV considerará como revolucionarias unhas peticións tan
sinxelas, apostando por converter un conflito laboral nun de orde
pública. Daquela, a intervención da Garda Civil tivo unha resposta
contundente por parte dos “carrilanos”, chegándose á confrontación
armada. Neste clima, ten lugar o golpe de Estado de xullo de 1936.
As Frieiras é unha das comarcas da Galiza que máis tarda en
caer en mans dos franquistas, cales son as razóns que explican esa
capacidade de resistencia?
Penso que é a que máis tarda. A columna de soldados, gardas civís e
de asalto, carabineiros e milicianos ao mando do capitán da Garda Civil
Juan Ros, entra na Vilavella o 29 de xullo: é a última localidade galega
de certa importancia en caer en mans dos facciosos. E a columna do
comandante Reyna, que avanzaba na parte zamorana das Portelas, aínda é
tiroteada no Padornelo ao día seguinte. A capacidade de resistencia
estivo baseada na multitudinaria concentración operaria e a súa
organización nunha ducia de sindicatos entre Requeixo de Seabra,
Campobecerros e Portocamba, xa no municipio de Castrelo do Val; daquela,
os “carrilanos” tiveron acceso á dinamita empregada a eito nas obras do
tendido e ás camionetas de servizo que aseguraron a coordinación dos
resistentes deste amplo territorio. Mais tamén foron determinantes a
lealdade á República por parte dos carabineiros de A Gudiña, A Mezquita e
Padornelo e a actitude dalgunhas autoridades municipais, caso dos
alcaldes de A Gudiña e da localidade zamorana de Lubián, Felicísimo
Pérez Ortega e Emilio Silva, respectivamente, que tentaron organizar a
defensa dende os concellos.
Sinala no seu traballo que algúns dos responsábeis das
milicias fascistas foron encargados das obras do camiño de ferro, até
que punto isto non é un síntoma do carácter de clase que toma a
represión?
Na Gudiña, os primeiros xefes de Falanxe e os responsábeis das
milicias que se crean de contado por parte da Garda Civil, adoitan ser
contratistas, capataces e, mesmo, responsábeis da empresa concesionaria
das obras. Logo, as milicias teñen un aporte moi significativo de
“carrilanos” de dereitas recrutados en outubro de 1934 e, logo,
despedidos dos traballos tras a Fronte Popular. Todo isto tamén acontece
noutros lugares do tendido ourensán, caso de Amoeiro ou Campobecerros.
Semella claro que estamos diante dunha consecuencia da loita de clases
que, conforme avanzaba a República, foi a máis debido á combatividade e
organización dunha boa parte dos “carrilanos”. Coa súa participación
directa e singularmente cruel na represión, cuxas principais vítimas
foron os protagonistas tanto das loitas societarias como da resistencia
ao golpe, capataces e “carrilanos” de dereitas amosaban ás claras as
motivacións que os asimilaban á patronal e, ao tempo, os confrontaban
cos seus compañeiros de clase. Sobre isto, quixera facer unha reflexión.
Hai quen critica os traballos que, maiormente fora da Universidade, se
están a facer no eido dos vitimarios, presentando aqueles como simples
listaxes de individuos cuxas prácticas noxentas se explican botando man
tan só de argumentos morais. Se acaso, esta visión reducionista puido
primar nun primeiro intre, debido, máis que nada, ás propias
dificultades que este tipo de investigacións levaban de seu nos anos 80 e
90 do século pasado. Grande parte dos traballos que compoñen este
coleccionábel d´Os Nomes do Terror demostran que esa fase ficou
superada, pois presentan os verdugos como “suxeitos históricos”
inseridos nun contexto sociopolítico determinado, actuando en defensa de
intereses moi concretos mediante mecánicas represivas pautadas. O cal
non exclúe, ás veces, un descontrol máis aparente que real, onde imperan
os abismos da condición humana.
Un dos actores da represión que aparece no seu traballo é a
Falanxe de Verín, que destacaría da súa actuación nas terras das
Frieiras pero tamén noutras comarcas galegas e do Estado?
Eu non investiguei as actividades dos verdugos falanxistas de Verín,
tan só dou fe da súa presenza nas Frieiras en diversas accións de
inhumana brutalidade, caso do asasinato do mestre alaricán José Luis
Bouzas, cuxo cadáver foi queimado en Pentes, ou do estarrecedor calvario
que debeu pasar Anuncia Casado nas Reverdeitas de Viana. Nestes e
noutros episodios acontecidos na contorna das Frieiras, repítense os
nomes de Fernando Salgueiro, fillo dos propietarios de Cabreiroá e a
quen no exilio mexicano se lle atribuían oitenta asasinatos, Antonio
Sanguino médico daquel Balneario, ou de Antonio Aguirre “O Churro” de
Vilaza, axustizado mediados os anos 40 pola guerrilla. A crueldade da
Falanxe de Verín espallouse, polo que se pode saber, por Monterrei,
polas Terras de Viana, por Valdeorras, polas Frieiras e, mesmo, por
Villablino, onde Verín esperta aínda lembranzas desgraciadas. É urxente
unha investigación a fondo sobre a Falanxe de Verín, cuxa pegada chega
até os nosos días; de feito, o actual estadio de fútbol da vila do
Támega leva, de xeito incomprensíbel, o nome de José Arjiz Salgado,
“camisa vieja”, alcalde na Ditadura de Franco e director en 1936 do
periódico da Falange local “España Nueva”, onde se describen algunhas
daquelas atrocidades.
Sinala un crego, José Fernández Rivada como organizador da
milicia falanxista de Campobecerros en Castrelo de Val, cos dados dos
que dispón que panorámica fai sobre a participación da igrexa no
operativo do terror das Frieiras?
Aínda que de pouca importancia, durante a Fronte Popular as
axitacións operarias no tendido do camiño de ferro tamén deron lugar a
algún episodio antirrelixioso. Por exemplo na Gudiña e Requeixo,
respectivamente, onde a igrexa parroquial e a capela da Guadalupe foron
asaltadas polos “carrilanos” coa pretensión de convertelas en locais
para os sindicatos, ou en Campobecerros onde a parroquial foi obxecto
dun atentado. No intre do golpe militar o crego Rivada estaba perto da
capital ourensá, en Palmés concretamente, visitando a un seu tío que era
o párroco da localidade. E alí ambos salvaron a vida debido á
intervención do mestre anarquista Luis Bazal. Aos poucos, cando a
columna Ros controlou Campobecerros, Rivada retornou á súa parroquia,
onde organizou con permiso de autoridades civís e militares unha garda
de protección persoal, que pronto se converteu en milicia de
acompañamento á devandita columna nas tarefas de “limpeza” que, con
resultados sanguentos, se levaron a cabo polos montes do Invernadoiro e
proximidades. En diante, a ascendencia de Rivada na contorna de
Campobecerros, converteuno en peza esencial para o control social dos
seus habitantes, algo que a memoria colectiva conserva aínda hoxe con
singular énfase. Aparte de Rivada, houbo outros cregos nas Frieiras
comprometidos coa represión, caso do párroco de Chaguazoso, Francisco
Pérez Anta, primeiro xefe da Falanxe local e destacado polo seu aquel
delator. Mesmo entre a manda salvaxe de falanxistas procedentes de
Amoeiro que durante tres días de agosto matou, roubou e violou con total
impunidade na Gudiña, figurou un sacerdote. Pola contra, malia as
tirapuxas que tivo cos “carrilanos”, o párroco da Gudiña, Primitivo San
Román, defendeu varios veciños que foron obxecto de consellos de guerra,
algo que tamén fixo o crego de Tameirón. En definitiva, o “lusco fusco”
do clero non xerárquico verbo da represión franquista, fica mais unha
vez ás claras.
Ponte
dos Arandos, no concello da Mezquita, na comarca de Viana, onde as
milicias falanxistas da Gudiña asasinaron a Francisco Sánchez Guerra.
(Foto: Adriansito Estévez Iglesias)
Cilia Torna
O 29 de agosto de 1936 un grupo de falanxistas da Gudiña
(comarca da Viana) paraban o seu coche da morte nas proximidades da
Ponte dos Arandos, no concello da Mezquita, na comarca de Viana, co
obxectivo de asasinar mediante a aplicación da Lei de fugas a dous
militantes de esquerda.
Un deles, o veciño da Gudiña e obreiro dos camiños de ferro, Francisco Sánchez Guerra,
rematou morto alí mesmo polos milicianos fascistas. O outro, tamén
residente na Gudiña, operario do ferrocarril e dirixente da CNT, José Martínez Saquete, popularmente coñecido como Jacinto, logrou librarse dos falanxistas e fuxir.
Unha testemuña daqueles feitos, Josefa Pérez, parella durante toda unha vida do guerrilleiro Cándido Losada Malvavisco, contou, canda o seu compañeiro, décadas despois ao etnógrafo José Rodríguez Cruz o acontecido naquela xornada. Precisamente, o historiador Dioniso Pereira divulgou esta semana parte das conversas nas súas redes sociais.
Josefa e Cándido lembraron que "trouxérono a matar aquí, nun camión.
Que din, que aínda dicían que o puidera salvar o chofer, e o chofer
aínda lle axudou. O Jacinto escapou e o outro, se non é polo chofer,
creo que tamén escapaba, pero o chofer axudoulle aos outros. Iso foi aí,
entre a Canda" (concello da Mezquita) "e a "Vilavella" (concello da Mezquita), "pero máis cerca da Vilavella ca da Canda, aí mesmo onde vai o cruce para Vilanova, nas Hortas".
"Ese que mataron aquí", continuaron Josefa e Cándido, "me parece que
lle chamaban Paco aínda sería noviño, tiña unha camisa branca, levaba...
e se coñece que lle andaron e levábaa toda rota; nós estabamos na
estrada..., subimos á camioneta, e despois a Garda Civil
rifounos. Eles engarráronse cos que ían a matalos e si o tal Jacinto
puido escapar, pero o outro como ía preso non puido,...non sei que
pasou".
A parella sinalou que "hai quen di que foi o chofer o que lle pegou
un tiro, o que o matou. El ao que o levaba, dominábao. Iso foi aí, onde
aparta a estrada para Pías, ao lado de abaixo da estrada....., e os que
mataban, que eran falanxistas todos, non sei si eran mandados por ese
da Gudiña, polo Camba. O Camba foi un asasino...".
"Os Rebidos"
Dioniso Pereira, un dos pioneiros na investigación
dos vitimarios na Galiza e o mellor coñecedor do aparato represor na
comarca de Viana, explica a Nós Diario que "Manuel Camba
Peñuelas, comerciante de A Gudiña, fixo parte segundo a documentación
que chegou da época da partida falanxista dos Rebidos".
A acción deste grupo represor chegou mesmo a Portugal. A este respecto, Pereira recuperou un documento en decembro de 2020 do gobernador civil de Bragança
que advertía que este grupo "fora quen de invadir territorio portugués,
entre O Seixo e Cisterna, e andar a tiros con algún cidadán lusitano
simpatizante das esquerdas". Precisamente, o informe sinala a "Manuel
Camba, Carlos e Carlos (sic), coñecidos pelos Rebidos, residentes na Gudiña".
Pereira, partindo da información que custodian os arquivos
portugueses, sitúa entre os membros da partida fascista da Gudiña que
actuou en Portugal ao "propietario Manuel Camba Peñuelas, ao estudante Carlos Pliego,
ao dono dunha ferraría na Barxa e xefe local da Falanxe da Gudiña,
Pedro Barxa e, se acaso, ao fillo do sarxento da Garda Civil de Erosa, Graciano Barxa Vázquez".
"As milicias da Falanxe Española da Gudiña, nas que salientou algún
capataz do camiño de ferro", sinala Pereira, "tiveron tamén a súa
participación nos asasinatos e abusos padecidos na vila e na súa
contorna". A este respecto, o historiador significa o asasinato en
Pentes (A Gudiña) o 21 de agosto de 1936 do mestre nacionalista de
Flariz en Monterrei, José Luis Bouzas.
"Tras atalo a un poste e pegarlle un tiro, queimaron o cadáver"
"No caso de Bouzas", continúa Pereira, "si acreditamos no
protagonismo do somatén daquela pequena localidade encabezado por dous
veciños apelidados Ameneiro e Feixoo,
que o detiveron diante dos seus alumnos, o ingresaron na cadea de Verín
e, ao cabo, conducírono até Pentes, onde tras atalo a un poste e
pegarlle un tiro, queimaron o cadáver".
Militante de los Panteras Negras en una mesa de propaganda (1969). Fotografía: David Fenton
En 1967 Roberta Alexander, militante de Panteras Negras, dio un mitin en la universidad madrileña contra la guerra de Vietnam. El acto acabó con cargas, banderas comunistas y disturbios en las calles del centro. Tras cantar «We shall overcome» en los sótanos de la DGS fue expulsada del país.
Es un capítulo insólito de la disidencia franquista en el corazón del franquismo: una militante negra de los por entonces recién constituidos Panteras Negras que dio un mitin en una universidad madrileña y que, durante varias semanas, tuvo en jaque el franquismo. Su testimonio nos habla de los famosos «saltos» (quedadas con intención de manifestarse que duraban minutos hasta que llegaba la policía armada y dispersaba a sangre y fuego), pero también del ímpetu de los estudiantes radicalizados, que no dudaron en tomar el campus y manifestarse ante las instituciones de Estados Unidos en Madrid para protestar por la guerra de Vietnam, convertida en la gran causa internacionalista de la segunda mitad de los sesenta.
DEL PACIFISMO DE BERKELEY AL MADRID DE LOS GRISES
Roberta no era una recién llegada a la militancia. Antes de entrar en los Panteras había participado en el Free Speech Movement, el movimiento por los derechos civiles surgido en Berkeley. Sin embargo, su visita a España en plena dictadura fue una experiencia que le impactó. No sabía nada de nuestro país. Estaba fascinada por la Guerra Civil y el papel de las Brigadas Internacionales (su tío había pertenecido a la Brigada Lincoln, formada totalmente por negros), pero poco más. 
No viajó sola. La acompañaban dos amigas, todas ellos comunistas. Tras una gran travesía en barco (salió de Nueva York y, después de hacer escala en Dover, llegaron a Le Havre, Francia, desde donde tomaron un tren y se plantaron en Madrid), llegó como estudiante de intercambio de la Facultad de Filosofía y Letras, lo cual le daba cierta protección. Al fin y al cabo era extranjera nacional de un país como Estados Unidos, con el que a partir de 1960 el franquismo, consciente de la necesidad de buscar una apertura económica, firmó un acuerdo comercial. Franco intentaba «normalizar» sus relaciones internacionales. Entre otras cosas, el pacto supuso la publicación de numerosos escritores estadounidenses a través del Servicio de Informaciones de los Estados Unidos de la Embajada (John Dos Passos, Ernest Hemingway, William Faulkner, Erskine Cladwell, John Steinbeck, James T. Farrell, Pearl S. Buck o John P. Marquand, entre otros). Nada más llegar, fue recibida por Carlos Blanco, marxista, escritor, crítico literario y director del programa de intercambio. Entonces Roberta no sabía que él sería fundamental en los sucesos que estaban por venir. Las primeras semanas fueron extrañas. Estaba decidida a implicarse en el activismo político a pesar de la represión, pero no lograba dar con grupos izquierdistas. «Al principio no pude encontrar a la gente política, porque los estudiantes tiraban unas octavillas y desaparecían, había una manifestación y desaparecían, no era capaz de averiguar quién estaba detrás, conocer a alguien», contó a Luis Martín-Cabrera, en una entrevista publicada en Rebelión en octubre de 2011. Carlos Blanco, secretamente, organizaba a los estudiantes, que planeaban un boicot a la visita de Ronald Reagan a Madrid. Irían hasta el aeropuerto a recibirlo con pancartas, pero finalmente el viaje se canceló. Sin dudarlo, algunas mañanas colocó varias mesas informativas a la entrada de la facultad que denunciaban la guerra. Fue entonces cuando, para presionar al gobierno español para que no renovase sus acuerdos con Estados Unidos en el uso de sus bases militares en España, sobre todo en Torrejón de Ardoz, se organizó una campaña contra la guerra de Vietnam y el imperialismo que daría comienzo el 28 de abril.
LA PANTERA NEGRA QUE HABLÓ A LOS ESTUDIANTES MADRILEÑOS
Roberta, aunque con reservas, aceptó hablar en un mitin en la universidad. La idea era hacerlo solamente de Estados Unidos pero no hacer referencia alguna a Franco. Fuera, algunos grupos quemaban banderas de Estados Unidos, mientras la sala estaba a rebosar (entre 400 y 500 personas). Todos miraban hacia la puerta, a la espera de ver entrar a las fuerzas del orden. Roberta habló emocionada. El público, que tenía delante a una auténtica pantera, estalló en una gran ovación. Al terminar, llegó lo que parecía casi inevitable: «Me estaba ya preparando para marcharme cuando un pequeño grupo de estudiantes, encabezados por Fini Rubio, se me acerca y me dice: “Te tienes que marchar por detrás de esos matorrales, tenemos un taxi esperándote; lo mejor es que te vayas un par de semanas a Andalucía hasta que se olviden de ti”. Aquello no parecía un plan muy prometedor [risas]. A mí no me había dado por pensar mucho más allá, no se me había ocurrido pensar que pasaría después del discurso, hasta que estos estudiantes me dijeron que tenían un taxi esperando por mí. En este sentido, era bastante ingenua. Sabía que el plan de Andalucía no iba a funcionar, por eso me fui a mi pequeño apartamento y después le hablé a mi amiga, Karen Winn, que todavía vivía en una pensión. Karen era rubia y Carol Watanabe de origen japonés. Las dos me habían ayudado a poner las mesas para la petición de firmas, pero no habían pronunciado ningún discurso. La mujer de la pensión de Karen nos dijo que la policía había venido a buscarnos y que les había dicho que volveríamos en cuatro horas para que tuviéramos tiempo de escaparnos. Hicimos las maletas rápidamente y llamamos a Carlos Blanco y le preguntamos: “¿Qué hacemos ahora?”. “Veniros inmediatamente a mi casa”, nos dijo. Agarramos un taxi justo a la hora de la siesta y, de repente, en la radio se escucha algo sobre “la chica de color, la rubia y la japonesa de Berkeley que han insultado a la hospitalidad española”. El taxista debía ser un tipo legal, porque miró por el retrovisor y se dio cuenta de quiénes eran sus clientas. Nos dejó en la casa de Carlos Blanco, donde pasamos 2 o 3 días. En casa de los Blanco se hizo evidente que no se iban a olvidar simplemente de nosotras, así que decidimos volver a nuestros respectivos lugares de alojamiento. Regresé a mi apartamento y allí me estaba comiendo un yogur cuando llamaron a la puerta dos hombres vestidos de paisano y dijeron: “¿Eres tu Roberta Alexander?”, lo cual era poco menos que una broma. Dije que sí y me dijeron que quedaba bajo arresto, pregunté por qué y me dijeron: “No sabemos por qué, la Embajada Americana nos lo ha mandado”».
DISTURBIOS EN EL CENTRO: EL PUÑO NEGRO SOBREVUELA LA CAPITAL
Roberta estaba detenida, primera y última vez que una pantera negra fue arrestada en la España franquista. Sin embargo, mientras era conducida a comisaría en varios puntos de Madrid sucedían más cosas. El Diario de Burgos, en su edición del 29 de abril, narra así lo que pasó:
Manifestación estudiantil en Madrid «contra la política de los Estados Unidos en el Vietnam» Parece que fueron jóvenes norteamericanos los que llevaron la iniciativa de la organización
Madrid (Cifra).— Esta mañana se han reunido varios centenares de estudiantes en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas para manifestarse en contra de la política norteamericana en el Vietnam. En el aula donde tuvo lugar la reunión se habían desplegado banderas de Vietnam del Norte, retratos del presidente Johnson y eslóganes contra la política y la acción de los Estados Unidos en el Suroeste asiático. Se leyeron recortes de periódicos extranjeros sobre «bombardeos de población civil», declaraciones de Ho-Chi-Minh, del inglés Bertrand Russell y de un grupo de llamados Intelectuales españoles que se adherían al acto. Una estudiante norteamericana de color, procedente de la Universidad de Berkeley, Roberta Alexander, que se encuentra en España en régimen de intercambio universitario, se pronunció contra la intervención norteamericana en el Vietnam y se refirió a las discriminaciones raciales en Estados Unidos. Entre los asistentes a la reunión se observaba un número elevado de estudiantes norteamericanos que realizan sus estudios en España en virtud de convenios establecidos para intercambio estudiantil. Se tiene entendido que ha sido de estos grupos de estudiantes de donde ha surgido la directiva para la preparación y organización de estas manifestaciones contra la política de su propio país en el Vietnam, buscando la colaboración de algunos estudiantes españoles. La estudiante Roberta Alexander había publicado recientemente una carta en el New York Herald Tribune en la que pretendía justificar los disturbios de Madrid. Confirmantes de la carta eran otras estudiantes norteamericanas Carol Batanave y Karen Win. Esta procede de la Universidad californiana de Berkeley y ha manifestado a una agencia extranjera en Madrid: «No intervendremos en la manifestación porque si el pelo rubio se destaca demasiado», aunque admitió que estudiantes americanos habían intervenido en la organización de esta manifestación contra los Estados Unidos, por su política en el Vietnam.
Al acabar esta reunión, alrededor de un centenar de estudiantes encabezados por otros que llevaban pancartas contra el presidente Johnson y la política de los Estados Unidos, se dirigieron hacia la explanada de la Facultad de Filosofía y Letras, donde quemaron unas banderas norteamericanas que llevaban pintadas y unos retratos dibujados del presidente Johnson. El humo producido por la hoguera se aproximó al grupo de la fuerza pública de servicio normal de orden, momento en que los estudiantes se dispersaron sin que hiciera falta requerimiento ni intervención de la autoridad. Por la tarde, alrededor de las ocho, algunos centenares de estudiantes, fraccionados en grupos reducidos, se situaron en los alrededores de la Embajada de los Estados Unidos sita en la calle Serrano en un intento de manifestación. La fuerza pública custodiaba la representación política y, ante la actitud de algunos de los grupos de no disolverse a la vez que proferían gritos de «imperialistas», se vio obligada a dar algunas cargas. Los incidentes se fraccionaron a lo largo de la calle de Serrano y afluentes a ella como, por ejemplo, el cruce de la citada calle con Goya, donde un pequeño grupo pegó fuego a unos cuantos periódicos. También aquí la fuerza pública se vio obligada a intervenir, al igual que también lo hizo ante la actitud de otro grupo situado en la confluencia de las calles de Serrano y Hermosilla y en la de Claudio Coello con la Goya. Se sabe que a consecuencia de todas estas algaradas, la Policía ha realizado diversas detenciones. Las algaradas, de otro lado, afectaron al tráfico de la zona, siempre muy intenso y más a la hora en que aquéllas se produjeron con lo que hubo diversos taponamientos en la circulación. A primeras horas de la noche, la normalidad se había restablecido totalmente.
SUENA «WE SHALL OVERCOME» EN LA DIRECCIÓN GENERAL DE SEGURIDAD
Continúa el relato la propia Roberta en su entrevista:
«Aunque parezca increíble caminamos desde mi apartamentito en Callao hasta la Puerta del Sol y en mi memoria incluso paramos para tomar un café. Qué raro, ¿no? Ahora me parece increíble, pero así es cómo lo recuerdo y cómo lo he contado, caminando con la policía franquista hasta la Puerta del Sol. En fin, me metieron en la Dirección General de Seguridad y realmente era como bajar a las mazmorras de un castillo. Me pusieron en una celda a mi sola y para aquel entonces estaba empezando a asustarme un poco, aunque Carlos nos había dicho que si nos arrestaban iba a estar pendiente de nosotras, era la única conexión que tenía con el mundo exterior que nos pudiera proteger en ese momento […] Me acuerdo de que alguien empezó a cantar una canción que me sonaba del movimiento, pero como soy de una generación norteamericana posterior, no la reconocí inmediatamente, pero empecé a tararearla con él y uno de los guardias vino enfadadísimo a decirme: “¿Por qué cantas esa canción?” Y ahí me di cuenta de que era “La internacional”. Mientras estuve detenida fingí cuanto pude que no podía hablar español, les decía, “no sé que es eso” y se iban. No me pasó nada ni físicamente ni en ningún otro sentido. Después alguien se dio cuenta de que había una americana en los calabozos. Yo no vi a otros prisioneros, pero aquello estaba lleno, porque habían detenido a un montón de gente justo antes del Primero de Mayo, eran arrestos preventivos. Entonces alguien empezó a cantar “We shall overcome” [el himno del Movimiento de los Derechos Civiles encabezado por Martin Luther King], ¡no pudieron hacernos callar y eso que cantábamos en inglés! Creo que era en inglés». La embajada logró presionar para su puesta en libertad. Estuvo en arresto domiciliario a la espera de su deportación, que sucedió a comienzos de mayo. Una decena de grises la acompañó hasta el tren que la llevaría hasta Irún. En la estación de Madrid, al parecer, hubo algunas cargas contra estudiantes que se acercaron a despedirse de ella y protestar por su expulsión. En la frontera de Irún los agentes comprobaron que habían cruzado la frontera. Ya en Hendaya, un grupo de personas la esperaba con algo de dinero y el contacto de amigos en París, que también la ayudarían. En la capital francesa concedió una entrevista a la CBS y, ya en su país, su caso fue portada en Los Angeles Times.
Roberta Alexander, en 1976
Tiempo después, escribió una carta al director del Diario Ya, que se publicó en su sección «Verlo y... contarlo». Una estadounidense simpatizante del régimen había escrito una carta acusándola de deslealtad y traición. La respuesta es esta:
Muy distinguido señor:
Escribo esta carta como respuesta a la carta publicada en su periódico el catorce de junio que se refirió a la «mala conducta» mía y de las otras dos chicas expulsadas de España. No creo que entienda bien la señora que escribió la carta nuestra posición en cuanto a la guerra de Vietnam. Yo creo que el pueblo americano tenemos que expresar nuestras opiniones siempre. Decimos que tenemos una democracia, pero hay que tener en cuenta que la palabra democracia no tiene ningún sentido sin la libertad de expresar opiniones diferentes. Los que criticamos el papel de los EE. UU. en la guerra y los que protestamos antes las injusticias de nuestra sociedad no somos «defectos sociales» sino los verdaderos patriotas y demócratas. Pienso que el pueblo vietnamita, como todos los pueblos del mundo, tiene el derecho de determinar su propio gobierno sin la intervención militar de los EE.UU. ¿Quién recibe las ventajas y quién paga el precio de la guerra? El joven negro puede luchar en el Vietnam contra gente de color, pero en su propio país vive como un ciudadano inferior. Por eso protesto contra la guerra. Sólo espero que la gente del mundo, sobre todo la gente americana, examine de nuevo y piense un poco más la política de nuestro país en Vietnam.
Paula Barreiro Lopez, professeure au Département
d’Histoire de l’Art à l'Université de Barcelone (Espagne), invitée par
le labex TransferS et Béatrice Joyeux-Prunel (IHMC), à l'ENS, des mois
d'avril à juin 2017.
Ce cours étudiera les rapports, négociations et « collisions »
entre les mouvements d´avant-garde et le système dictatorial espagnol
(dirigé par le général Francisco Franco entre 1939 et 1975) entre les
années 1950 et la fin de la dictature. Plusieurs artistes et groupes
d’artistes (Pablo Picasso, Joan Miró, Antonio Saura, Antoni Tapies,
Equipo 57, Equipo Crónica, Juan Genovés, Grup de Treball, etc.), ainsi
que les mouvements artistiques de l’époque seront abordés de cette
perspective, de l´art informel, l´abstraction géométrique et des
diverses variétés de réalisme de l’époque, à la figuration narrative,
l´art cinétique et l´art conceptuel. On analysera également le rôle des
échanges internationaux dans la création, le développement et
l’activation idéologique de ces tendances. Paris, Zurich, Rome, Venise,
São Paulo ont été des villes très importantes pour la construction
identitaire de l´avant-garde en Espagne, via des échanges directs avec
des créateurs et des critiques de ces métropoles - comme Max Bill,
Gilles Aillaud, Michel Tapié, Giulio Carlo Argan, Pierre Restany, etc.
Le cours permettra d´expliquer les mouvements artistiques développés en
Espagne, mais aussi de problématiser le concept même d´avant-garde et
son rapport avec la politique et l´idéologie des années 1950 aux années
1970.
4 mai 2017
Biennales et politiques artistiques sous le franquisme À partir des années 1950, la dictature franquiste trouve dans les arts
un outil de politique extérieure fort utile, et pendant près de vingt
ans, elle tente de contrôler l’avant-garde afin de l’utiliser dans son
entreprise de réhabilitation de l’Espagne à l’international. Ainsi en
Espagne l’art informel est interprété comme un produit national. Malgré
ses liens directs avec le mouvement international de l’abstraction
lyrique, l’art informe est alors perçu en Espagne comme une mouvance
moderne qui se réapproprierait l’héritage de la tradition picturale
espagnole du XVIIe siècle, à travers des valeurs et des
icônes considérées comme représentatives de l’identité culturelle du
pays (la spiritualité, la solennité, le réalisme et l’expressionnisme
des maîtres de la peinture espagnole comme Velázquez, Zurbarán et Goya).
Cette conception avait des connotations autarciques claires, car elle
réinterprétait principalement les tendances modernes à l’aune du
contexte espagnol. Cette auto-référence renforçait « l’hispanicité » de
l’avant-garde informelle nouvellement créée et présentée à
l’international, la positionnant davantage comme un produit national que
comme une lingua franca partagée avec d’autres régions du monde.
La consolidation de cette interprétation fut particulièrement importante
entre 1957 et 1962, au moment de la première internationalisation de
l’Art informel. Très conscients du potentiel de l’avant-garde pour les
efforts diplomatiques du régime, les acteurs officiels (Gonzales Robles
par exemple, commissaire de la participation espagnole aux Biennales de
Venise et de São Paulo de 1957 à 1975) essayent alors de codifier et de
consolider cette interprétation sur la scène internationale avec des
expositions, des catalogues et des livres. En se promenant dans les
ateliers d’artistes afin de constituer une sélection pour le(s)
pavillon(s) espagnol(s), Robles choisit des participants qui pouvaient
correspondre à la fois aux critères internationaux et au discours
nationaliste établi depuis la fin de la Guerre civile. Dans un
entretien, l’artiste Antonio Saura se souvint que le curateur lui avait
demandé « des peintures très grandes, très dramatiques, très abstraites
et très espagnoles. » Essentiellement en raison de la politique
culturelle développée par son puissant curateur officiel, ce récit
traditionaliste et autoréférentiel devint un outil théorique de
légitimation du régime, point fort dans ses échanges diplomatiques et
dans les présentations espagnoles des Biennales, à un moment délicat
dans son processus de reconnaissance internationale.
En
1976, presque un an après la mort du dictateur Francisco Franco (le 20
novembre 1975), eut lieu la première évaluation générale de la période
artistique des années franquistes avec l’exposition rétrospective España : Vanguardia artística y realidad social : 1936–1976 (Espagne : Avant-garde artistique et réalité sociale : 1936-1976), qui se tint à la Biennale de Venise. La 37e Biennale
avait non seulement restructuré ses activités, afin d’y inclure le
cinéma, l’architecture et d’autres formes d’art dans son programme ;
elle s’était aussi mise à suivre une voie nouvelle, par rapport à son
organisation pré-1968, avec des expositions thématiques aux
positionnements politiques et idéologiques [1].
La contribution espagnole fut organisée sans la participation des
autorités franquistes, afin de montrer l’avant-garde espagnole sans
l’intervention du régime. La mise en place d’une participation espagnole
indépendante avait déjà commencé en 1974 lorsque Franco était encore
vivito y coleando [2] (bien vivant). Cette année-là, les organisateurs avaient dédié la 36e Biennale
à la contestation du putsch militaire de Pinochet au Chili. Ainsi
España : Vanguardia artística y realidad social : 1936–1976, deux ans
plus tard, était clairement une prolongation des visées de la biennale,
transformant l’exposition en évènement anti-fasciste [3].
Cette séance vise à analyser avec détail cette exposition dans le cadre
générale de la nouvelle Biennale, en montrant le rôle de l’exposition
pour la création d’un discours contra-hégémonique au modèle esthétique
soutenu par le régime. Ainsi, elle abordera les échanges entre la
dissidence et la dictature dans le conflit autour de la définition du
sens de l’art moderne. Mon but est de révéler les processus continuels
de négociation que provoqua l’État dictatorial, ainsi que les luttes
médiatisantes, conceptuelles et politiques autour de l’interprétation de
l’art moderne qui se poursuivirent jusqu’après la mort du dictateur.
[1] Voir
Vittoria Martini, « The evolution of an exhibition model. Venice
Biennale as an entity in time », Federica Martini et Vittoria Martini, Just Another Exhibition : Histories and Politics of Biennials, Milan, Postmediabooks, 2011, pp. 119–38
[2] « Vivito y coleando » ; Eduardo Arroyo, Sardinas en aceite, Madrid, Mondadori, 1989 p. 128
[3] Rosalía Torrent, España en la Bienal de Venecia, Castellón, Diputación de Castellón, 1997, p. 79
La mayoría de la gente sabe que una de
las razones por las que los fascistas ganaron la Guerra Civil española
de 1936-39 fue la enorme cantidad de ayuda directa que su líder, el
general Francisco Franco, recibió de sus hermanos de armas, los
dictadores fascistas Hitler y Mussolini. La obra maestra de Picasso,
“Guernica”, inmortalizó la destrucción alemana de la ciudad vasca, sede
de su parlamento. Mussolini envió unos 100.000 soldados que desempeñaron
un papel clave en las victorias fascistas.
En su libro de ensayos, Pérfida Albión,
Paul Preston comienza analizando hasta qué punto estaba extendido el
apoyo a Franco entre la clase dirigente británica, y el papel que
desempeñó el gobierno británico en la ayuda directa a la victoria de
Franco. Al comienzo de la Guerra Civil, el Primer Ministro Stanley
Baldwin fijó su posición de la siguiente manera: “Los ingleses odiamos
el fascismo, pero también detestamos el bolchevismo. Así que, si éste es
un país en el que fascistas y bolcheviques pueden matarse unos a otros,
ello redundará en beneficio de la humanidad” (p.17).
En realidad, eso no era del todo cierto.
Ese mismo mes, julio de 1936, el gobernador de Gibraltar advirtió a sus
señores de las nefastas consecuencias si el gobierno “prácticamente
comunista” del Frente Popular en Madrid vencía la sublevación militar,
añadiendo: “todo el mundo espera ansiosamente el resultado del golpe del
general Franco” (p.17).
Cuando comenzó la Guerra Civil en
España, el gobierno de centro-izquierda de Leon Blum en Francia acordó
proporcionar armas y aviones al gobierno legítimo y elegido de Madrid,
pero el gobierno tory de Gran Bretaña presionó a Blum para que
retirara esa ayuda. En su lugar, Gran Bretaña y Francia decidieron una
política de “no injerencia”, por la que ellos, Alemania, Italia y
Portugal, una dictadura semifascista, acordaron no suministrar armas ni
intervenir militarmente en España. Las dictaduras simplemente mintieron.
Se encargó a buques de guerra alemanes e italianos que patrullaran la
costa mediterránea de España para impedir la entrada de armas, sin hacer
nada, por supuesto, para impedir que buques con sus banderas trajeran
armamento y “voluntarios”.
Los buques de guerra británicos y
franceses no hicieron nada cuando los submarinos italianos hundieron
barcos que se dirigían a Barcelona y Valencia o cuando los buques de
guerra fascistas bombardearon columnas de refugiados aterrorizados que
huían de Málaga. Con las fuerzas fascistas acorralando la principal
ciudad vasca de Bilbao, los británicos aceptaron a pies juntillas las
afirmaciones fascistas de que habían minado su entrada y que sus buques
de guerra hundirían cualquier barco que se dirigiera allí y que
estuviera dentro de las aguas territoriales españolas. El gobierno
británico aceptó esta amenaza ilegal. Un capitán galés demostró la
falsedad de las amenazas de Franco llevando su barco, que transportaba
alimentos que se necesitaban desesperadamente, a Bilbao.
17
de marzo de 1937: un grupo de observadores británicos encabezados por
el capitán A.H. Smyth (con bufanda blanca) a punto de partir de la
estación de Waterloo para desempeñar funciones de supervisión en España,
siguiendo el mandato del Comité de No Intervención (foto: Media
Storehouse).
Dependencia de Stalin
La no intervención jugó en contra del
Gobierno legal de la República Española, que no podía comprar armas a
las democracias occidentales. Se vieron obligados a recurrir a Rusia. Su
dictador, Stalin, dudaba porque deseaba una alianza con Gran Bretaña y
Francia contra Hitler, y no quería que nada alterara esa situación. Sin
embargo, consciente de que una victoria fascista dañaría la credibilidad
de Rusia, accedió a enviar armas y asesores. Había que pagarlos -las
reservas de oro de España se embarcaron rumbo a Rusia- y nunca llegaron a
la escala de lo que Hitler y Mussolini proporcionaron a Franco.
La dependencia de la República respecto a
Rusia tuvo un precio político. El ala derecha del Partido Socialista
Español y el Partido Comunista estaban de acuerdo en que había que
estrangular la revolución que había estallado en respuesta al golpe
fascista de julio de 1936 (sobre todo en Cataluña). Finalmente, en mayo
de 1937, se formó un “Gobierno de la Victoria” bajo el socialista de
derechas Juan Negrín, con el apoyo entusiasta de los comunistas.
Una de las colegas cercanas de Preston,
Helen Graham (a quien admiro mucho, como a él), ha escrito que la
política de Negrín era “consolidar una economía liberal de mercado y un
sistema de gobierno parlamentario en la España republicana”[1].
El propio Paul escribe:
“Dirigentes
socialistas como Indalecio Prieto [Ministro de la Guerra 1937-1938] y
Juan Negrín [Primer Ministro 1937-1939] vieron que un estado
convencional, con control central de la economía y los instrumentos
institucionales de movilización de masas, era la base crucial de un
esfuerzo de guerra eficaz. Los comunistas y los asesores soviéticos
estaban de acuerdo. Esto no sólo era de sentido común, sino que la
minimización de las actividades revolucionarias de los anarquistas y del
antiestalinista Partido Obrero de Unificación Marxista [POUM] era
necesaria para tranquilizar a las democracias burguesas con las que la
Unión Soviética (y el gobierno republicano español) buscaban entenderse”
(p. 207).
Lo que Negrín y los comunistas querían
era un ejército convencional para librar una guerra convencional. El
problema era que Franco tenía ventaja en cuanto a efectivos y potencia
de fuego. El ejército republicano lanzó una serie de ofensivas bien
concebidas que al principio fueron bien, pero luego Franco envió hombres
y artillería, además de bombarderos, y no sólo hizo retroceder a los
republicanos, sino que en Teruel separó Cataluña del resto de la España
republicana y luego la batalla del Ebro fue testigo de una derrota final
que dejó a Cataluña desprovista de los medios militares para impedir su
conquista.
La preocupación por no enemistarse con
británicos y franceses hizo que el gobierno republicano rechazara las
ofertas de los nacionalistas marroquíes de rebelarse allí, una
importante base nacionalista, si se les prometía la independencia. Como
la mayor parte de Marruecos era colonia francesa, la respuesta fue
negativa.
Entrevista entre Leon Blum y Anthony Eden en Ginebra, 1936 (foto: agencia Meurisse/BNF)
La alternativa revolucionaria
En el país que inventó la guerra de
guerrillas cuando Napoleón ocupó España no hubo ningún intento serio de
lanzar una guerra de este tipo en las zonas controladas por los
nacionalistas, porque se temía que las cosas se descontrolaran y
alteraran las relaciones de propiedad burguesas. Por ello, no hubo
ningún decreto que diera la tierra a los jornaleros sin tierra en las
grandes fincas del sur de España.
Preston pinta un cuadro de cómo las
milicias populares formadas en el verano de 1936 fueron ineficaces,
pero, en primer lugar, derrotaron la sublevación militar en Barcelona,
Madrid y Valencia, y en segundo lugar, el avance anarcosindicalista en
Aragón obtuvo la mayor ganancia de la guerra, en gran parte porque
colectivizó la tierra. La contraposición de guerra y revolución pasa por
alto la posibilidad de una guerra revolucionaria, como demostró
Cromwell en la Guerra Civil Inglesa, y como hicieron los jacobinos en
las Guerras Revolucionarias Francesas, Toussaint L’Ouverture en Haití,
Abraham Lincoln (finalmente) en la Guerra Civil Americana, y por
supuesto León Trotsky y el Ejército Rojo en la Guerra Civil Rusa que
siguió a la Revolución Bolchevique.
En todos estos casos se trataba de
ejércitos centralizados, pero motivados por objetivos revolucionarios,
lo que significaba que superaban al enemigo. Por supuesto, Negrin y
Stalin no querían saber nada de eso. Preston conoce estos argumentos
pero no los aborda.
El principal objetivo de dos de los seis
ensayos es el escritor inglés George Orwell y su relato del servicio
militar en la milicia de POUM, Homenaje a Cataluña. Para
Preston, esto ofrece una visión “a ojo de gusano” de lo que ocurrió en
Cataluña en mayo de 1937, cuando las fuerzas de seguridad comunistas
provocaron y luego aplastaron un levantamiento anarcosindicalista en
Barcelona. El control obrero de las fábricas, las milicias populares y
el comité de barrio fueron entonces liquidados. Esta debacle se conoció
como los “días de mayo”.
Dudo en cruzarme con Preston, que me cae
bien y es el mejor historiador contemporáneo de la España moderna, pero
su acusación es que Orwell ignoró por qué perdió la República: por el
apoyo alemán e italiano. Según Preston, la estrategia del Frente Popular
de la Internacional Comunista de construir alianzas antifascistas con
liberales y demás, y dejar de hablar de revolución, por si les asustaba,
era la única opción posible.
Sin embargo, antes de ir a España,
Orwell fue muy crítico con la estrategia del Frente Popular de la
Internacional Comunista: “… que… no tendrá un carácter genuinamente
socialista, sino que será simplemente una maniobra contra el Fascismo
alemán e italiano (no contra el inglés), por lo que hay que ahuyentar a
los Liberales melindrosos que quieren destruir el fascismo extranjero
para poder seguir cobrando sus dividendos pacíficamente, el tipo de
patán que aprueba resoluciones ‘contra el fascismo y el comunismo’, es
decir, contra las ratas y el veneno para ratas”.
Continuó argumentando: “En los próximos
años, o conseguimos ese partido socialista eficaz que necesitamos, o no
lo conseguiremos. Si no lo conseguimos, entonces el fascismo llegará…”[2].
En lugar del Frente Popular, Orwell buscaba un frente obrero
antifascista; la derrota del fascismo mediante la revolución y un nuevo
partido socialista. Este punto de vista permaneció con él al menos hasta
principios de la década de 1940.
Brigadistas
internacionales británicos hechos prisioneros en la batalla del Jarama
(1937). (Foto: Movietone News con identificación en richardbaxell.info)
Orwell y el legado de España
Su estancia en España fue la experiencia
más importante de la vida de Orwell. Allí vio “cosas maravillosas y por
fin creí realmente en el socialismo, cosa que nunca antes había
creído”. En Barcelona vio que “la clase obrera estaba en la silla de
montar” y que “las clases adineradas prácticamente habían dejado de
existir”. Era “una situación por la que valía la pena luchar”.
La conclusión que sacó de España fue que
los partidos comunistas eran agentes de la política exterior de Stalin
más que agentes de la revolución socialista. En 1946, escribió que
fueron sus experiencias en España las que “dieron la vuelta a la balanza
y a partir de entonces supe a qué atenerme. Cada línea de trabajo serio
que he escrito desde 1936 ha sido escrita directa o indirectamente
contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático”.
Las Jornadas de Mayo fueron importantes.
Una de las razones por las que Barcelona acabó cayendo sin luchar fue
la desmoralización que crearon. Al hablar contra lo que habían hecho los
comunistas, Orwell nadaba contra corriente. Pero decía la verdad.
El lider del POUM, Andreu Nin, como
afirma Preston, fue asesinado por agentes del NKVD, vestidos con
uniformes franquistas para intentar crear la mentira de que habia sido
atrapado por los fascistas y llevado a su capital en Salamanca. Los
restantes dirigentes del POUM fueron juzgados en lo que los comunistas
esperaban que fuera una reedición española de los Juicios de Moscú. No
fue así.
La acusación presentó pruebas falsas
para demostrar que el POUM estaba aliado con los fascistas. La defensa
pudo presentar testigos para desacreditar estas falsificaciones,
incluido el líder socialista, Largo Caballero, que ocupaba el cargo en
la época de las Jornadas de Mayo. Los poumistas fueron absueltos de
estar aliados con los fascistas, pero declarados culpables de
insurrección, con cuatro de los acusados condenados a quince años, uno a
once años y dos declarados inocentes. El proceso no fue un juicio
espectáculo, pero el gobierno de Negrín quería un veredicto de
culpabilidad porque ayudaría a su labor de reconstrucción del Estado
burgués.
Negrín aceptó la prohibición del POUM y
la detención de cientos de sus miembros, incluidos los combatientes de
su milicia. Tampoco hizo nada contra las acciones de la policía secreta
dirigida por los comunistas, que torturaron a Nin antes de su ejecución.
Esto se debió a que los oficiales comunistas eran fundamentales en el
nuevo ejército republicano y a que tanto él como ellos estaban de
acuerdo en que había que liquidar los logros revolucionarios del verano
de 1936.
¿Estuvo Orwell en peligro tras las
Jornadas de Mayo? Su amigo y comandante, Georges Kopp, fue detenido, le
interrogaron 27 veces y, en una ocasión, le mantuvieron aislado en la
oscuridad sin comida durante doce días. Bob Smillie, nieto del líder de
los mineros escoceses, murió en prisión por lo que Orwell y muchos otros
creyeron que era una negligencia médica deliberada. Orwell, que se
estaba recuperando de una operación en el cuello y ya sufría de mala
salud, probablemente no habría sobrevivido a tal tratamiento.
Centuria
de voluntarios del POUM en el Cuartel Lenin de Barcelona, antiguo
cuartel de caballería Montesa (c/ Tarragona). El miliciano más alto de
la formación ha sido identificado como George Orwell.
Orwell y el socialismo
Orwell nunca se consideró marxista. En
el verano de 1940 confiaba en una versión del frente obrero antifascista
para derrotar una invasión nazi, y creía que la revolución era
inminente. En otoño de 1942, en su Looking Back on the Spanish War,
seguía buscando inspiración en su estancia en España, recordando “al
miliciano italiano que me estrechó la mano en el cuarto de guardia el
día que me alisté en la milicia”.
Continuó, comentando la cara del
miliciano: “… que sólo vi durante un minuto o dos, permanece conmigo
como una especie de recordatorio visual de lo que fue realmente la
guerra. Simboliza para mí la flor y nata de la clase obrera europea,
acosada por la policía de todos los países, la gente que llena las fosas
comunes de los campos de batalla españoles y que ahora, por varios
millones, se pudre en campos de trabajos forzados… La cuestión es muy
simple. ¿Deberá permitirse a personas como ese soldado italiano vivir la
vida decente y plenamente humana que ahora es técnicamente alcanzable, o
no? ¿Se debe empujar al hombre común de nuevo al fango, o no? Yo mismo
creo, tal vez por motivos insuficientes, que el hombre común ganará su
lucha tarde o temprano, pero quiero que sea pronto y no tarde: en algún
momento dentro de los próximos cien años, digamos, y no en algún momento
dentro de los próximos diez mil. Esa fue la verdadera cuestión de la
guerra española, y de la guerra actual, y tal vez de otras guerras aún
por venir”. Sus esperanzas aumentaron con la aplastante victoria de los
laboristas en las elecciones de agosto de 1945, pero luego llegó la
desilusión.
Preston acusa a Orwell de ser un
guerrero de la Guerra Fría. Desde su huida de Cataluña, había sido muy
hostil al estalinismo y a su influencia en la izquierda. Con el inicio
de la Guerra Fría, a pesar de sus agudas críticas a los Estados Unidos,
veía a la URSS como el mal mayor. Eso le llevó a colaborar con el
Departamento de Investigación Informativa de los servicios secretos
británicos. Fue un grave error. Hay que tener en cuenta que Orwell era
ya un hombre muy enfermo, y la tuberculosis le llevaría a una muerte
prematura. Sin embargo, sería un error pensar que Homenaje a Cataluña,
escrito en 1937-8, cuando Orwell estaba claramente en la izquierda
antiestalinista (una corriente muy minoritaria) era de alguna manera un
libro de la Guerra Fría, cuando ésta sólo comenzó una década más tarde.
En 1947, escribió en la revista
americana de izquierdas Partisan Review: “El socialismo no existe en
ninguna parte, pero incluso como idea sólo es válido actualmente en
Europa. Por supuesto, no puede decirse propiamente que el socialismo
esté establecido hasta que sea mundial, pero el proceso debe comenzar en
alguna parte, y no puedo imaginar que comience excepto a través de la
federación de los estados europeos occidentales, transformados en
repúblicas socialistas sin dependencias coloniales. Por lo tanto, unos
Estados Unidos Socialistas de Europa me parecen el único objetivo
político que merece la pena hoy en día”.
Se esté de acuerdo o no, Orwell buscaba
una alternativa a la simple elección entre Washington y Moscú. Preston
está escribiendo aquí una polémica en dos capítulos, uno sobre Orwell
directamente, el otro sobre él y otros testigos antiestalinistas, ¡y le
encanta la polémica! Como con todo lo que escribe Preston, yo
recomendaría Pérfida Albión. Hay un capítulo brillante sobre
los miembros de los Servicios Médicos de las Brigadas Internacionales, y
a lo largo de todo el libro se centra en la complicidad británica con
el fascismo español.
Notas
[1] Helen Graham, The Spanish Republic at War 1936-1939, (Cambridge University Press, 2002), p.338.
[2] George Orwell, The Road to Wigan Pier, (Penguin, 2001), pp. 194-5 y p. 203.
*Chris Bambery es autor, activista político y
comentarista, y simpatizante de RISE, la coalición de izquierda radical
de Escocia. Entre sus libros figuran A People’s History of Scotland y The Second World War: A Marxist Analysis.
Reseña del libro de Paul Preston, Perfidious Albion: Brttain and the Spanish Civil War (Clapton Press, 2024)