En
el fragor de la guerra civil española surgió una sombra que se movía,
sin que nadie se diera cuenta, tras el frente de batalla: Mariya Fortus.
Con pasaporte uruguayo, bajo el alias “Julia Jiménez Cárdenas” la
historia de la agente ilegal del NKVD desplegada en España se encuentra
llena de increíbles méritos, así como de incógnitas, todavía sin
desclasificar. Proveniente de una familia pudiente de Jersón que se
arruinó, Fortus cayó en la más absoluta pobreza
En
1917 se unió a los revolucionari.os y, por sus increíbles habilidades
para la noble profesión (labores de agitprop y de contrainteligencia),
ingresó en 1918 en la familia chequista. Entre los chicos es recordada
por su labor en 1918 en la Checa de Jersón, cuando la encargaron
trasladar joyas y diamantes de la Cheka de Jersón a la de Kiev:
cosiéndoselos en un cinturón, disfrazándose de embarazada, y cruzando a
pie, con varios chequistas, las estepas durante más de una semana, con
el fin de evitar a los ojos enemigos.
Sin
embargo, la gran aventura de su vida comenzaría de la forma más
inesperada: mientras estudiaba en la Universidad Comunista de los
Trabajadores del Este (KUTV, Moscú), allí conoció al prófugo y exiliado
anarquista español Ramón Casanellas Lluch. No solo se enamoró
completamente de él: se enamoró, también, de España, cuyo idioma
comenzaría a aprender. La pareja se casó y tuvieron un hijo y, como una
buena familia avenida (¡la familia siempre permanece unida!), Ramón y
Mariya son enviados en 1929 a España, donde nuestra heroína comenzó a
operar como consejera técnica y traductora del consejero militar
soviético K. A. Meretskov, pasando rápidamente a roles más operativos:
formando parte de la red del NKVD en Barcelona creada por el mítico Naum
Eitingon; infiltrándose en la Dirección General de Seguridad (DGS)
española, y manteniendo interacción constante con el Servicio de
Inteligencia Militar (SIM) español.
Todo
ello, con el objetivo, no solo de de recopilar información estratégica
para los chicos de Lubianka, sino también con el fin de aumentar la
influencia soviética en España. Con su labor, ella sola, consiguió
forjar una enorme infraestructura de inteligencia que operó entre Madrid
y Cataluña. Y, entre sus logros más célebres, figura la operación de
reconocimiento que realizó tras el frente de Aragón, desde donde Fortus
aportó información clave sobre la presencia de bombarderos alemanes de
la Legión Cóndor en un aeródromo franquista. En 1938, fue llamada de
vuelta a Moscú, donde se enteró de la muerte de su hijo Ramón, piloto de
la República, derribado precisamente sobre Zaragoza unas semanas antes
(...)
Su
carrera no concluyó con el fin de la guerra civil española. Tras
regresar de España, estudió en la Academia militar Frunze y trabajó como
instructora del GRU, formando a futuros operativos especializados en
sabotajes y en operaciones sensibles. Tras el comienzo de la invasión
alemana, fue llamada a dirigir a las aviadoras soviéticas, puesto que
rechazó, porque prefirió involucrarse directamente sobre el terreno,
realizando ella misma labores de operativa de Inteligencia tras las
retaguardia enemiga. Y lo volvió a conseguir magistralmente: en 1942 se
le asigna una unidad de guerrilla de tipo irregular: la 4.ª Compañía
Española del OMSBON, compuesta mayoritariamente por excombatientes
republicanos españoles entrenados por el NKVD. Durante la Gran Guerra
Patria, pese a resultar herida en 1943, realizó labores de sabotaje y de
infiltración en el frente ucraniano, rumano, húngaro, austriaco y
alemán; consiguiendo información privilegiada y saboteando a las tropas
nazis.
Las
operaciones que realizó fueron de película. En Rumanía se hizo pasar
por una aliada rumana de los nazis, haciendo que un oficial alemán le
revelara la posiciones de tropas alemanas y depósitos de combustible. En
el cerco de Budapest, para poder transmitir mensajes al mando
soviético, se hizo pasar por madre en busca de su hijo, cruzando una
plaza repleta de francotiradores; e informando a los chicos, por lo que
descubría por el camino, sobre las posiciones de ametralladoras
enemigas. En Ucrania, un explosivo que tenía que volar un tren militar,
falló a última hora, teniendo nuestra heroína que improvisar, a última
hora, una mecha, y detonarlo manualmente a poca distancia, jugándose la
vida. Durante la caída del III Reich, participó directamente en la
exfiltración de talento científico en la zona nazi. Y en Austria, tras
la Gran Guerra Patria, y gracias a la información que obtuvo como agente
a lo largo de la guerra, encontró una fábrica oculta de cohetes V-2.
Durante
la Guerra Fría, ya doctorada como socióloga, siguió trabajando para el
NKVD con el grado de coronel y como instructora de Inteligencia,
convirtiéndose en figura de referencia para generaciones de futuros
agentes del KGB. Sus condecoraciones avalan su recorrido: dos Órdenes de
Lenin, dos Órdenes de la Bandera Roja, la Orden de la Estrella Roja,
entre innumerables medallas. Su figura en la cultura de Inteligencia
rusa como paradigma de agente ilegal y heroína del frente invisible
podemos encontrarla en la película soviética ¡Salud, María! (1970). Y,
entre sus obras más conocidas, nos dejó por escrito su legado como
exoperativa de Inteligencia soviética en España: En la España
Combatiente (1968); el país que marcó toda su vida. Nos abandonó en 1981.