Hace 80 años, el 11 de abril de 1945, unidades de la 4ª División 
Blindada del general George S. Patton, de las fuerzas armadas 
estadounidenses, se dirigieron hacia la ciudad de Weimar (Alemania), 
donde se encontraba el campo de concentración de Buchenwald. Finalmente,
 las tropas de Patton tomaron el control del campo, pero los testimonios
 de los soldados, recogidos más tarde por historiadores, sugieren que no
 fueron los tanques estadounidenses los que liberaron Buchenwald: el 
campo ya había sido tomado por la organización y el coraje de los 
prisioneros, quienes aprovecharon la huida de los soldados alemanes ante
 el avance aliado.
Las personas prisioneras políticas en el campo de concentración de Buchenwald se habían organizado en Kampfgruppen [grupos
 de combate]. Utilizaron un arsenal de armas ocultas para promover un 
levantamiento dentro del campo, desarmar a los guardias nazis y tomar la
 torre de entrada. Desde allí, izaron una bandera blanca y formaron un 
anillo alrededor del campo para informar a las tropas estadounidenses 
que ya lo habían liberado. Das Lager hatte sich selbst befreit, dijeron: “el campo se liberó a sí mismo”.
No fue solo en Buchenwald donde hubo rebeliones. En agosto de 1943, 
lxs prisionerxs de Treblinka se alzaron en una rebelión armada y, a 
pesar de ser acribilladxs, obligaron a los nazis a cerrar este repulsivo
 campo de exterminio (en el que fueron asesinadas casi un millón de 
personas judías).
El Ejército Rojo de la Unión Soviética y las fuerzas estadounidenses 
también liberaron varios campos, la mayoría de ellos horrendos centros 
de exterminio del Holocausto. Las tropas estadounidenses liberaron 
Dachau en abril de 1945, pero fue el Ejército Rojo quien abrió las 
puertas de la mayoría de los peores campos, como Majdanek (julio de 
1944) y Auschwitz (enero de 1945) en Polonia, Sachsenhausen y 
Ravensbrück (abril de 1945) en Alemania.
Dominik Černý (Checoslovaquia), K.L. Dora: Bydlení ve štole [K. L. Dora: Viviendo en el túnel]), 1953.
 
 
En julio de 1937, el régimen nazi trasladó prisioneros desde 
Sachsenhausen a una zona cercana a Weimar (ciudad natal de Johann 
Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller y también lugar donde se firmó 
la Constitución alemana de 1919). Lxs prisionerxs despejaron casi 400 
acres de bosque para construir un campo de concentración con capacidad 
para 8.000 personas, a quienes el comandante nazi Hermann Pister 
(1942–1945) utilizó para experimentación médica y trabajo forzado. Al 
momento del cierre del campo, ocho años después, casi 280.000 personas 
habían pasado por allí (en su mayoría comunistas, socialdemócratas, 
pueblos romaní y sinti, judíxs y disidencias cristianas). A fines de 
1943, los nazis fusilaron a cerca de 8.500 prisioneros de guerra 
soviéticos en el campo y asesinaron a muchxs comunistas y 
socialdemócratas. Se estima que el régimen nazi asesinó en total a 
56.000 prisioneras y prisioneros en este campo, incluyendo a Ernst 
Thälmann, dirigente del Partido Comunista de Alemania (KPD), quien fue 
ejecutado el 18 de agosto de 1944 tras pasar once años en confinamiento 
solitario.
Sin embargo, Buchenwald no fue un campo de exterminio como Majdanek o
 Auschwitz. No formó parte directa de la abominable “solución final a la
 cuestión judía” (Endlösung der judenfrage) de Adolf Hitler.
Dentro de Buchenwald, comunistas y socialdemócratas establecieron el 
Comité Internacional del Campo para organizar su vida cotidiana en 
cautiverio y llevar a cabo actos de sabotaje y resistencia (incluidos, 
de manera notable, ataques a las fábricas de armamento cercanas). Con el
 tiempo, esta organización evolucionó hasta convertirse en el Comité del
 Frente Popular, creado en 1944, con cuatro dirigentes: Hermann Brill 
(Frente Popular Alemán), Werner Hilpert (Demócrata Cristiano), Ernst 
Thape (Socialdemócrata) y Walter Wolf (Partido Comunista de Alemania). 
Lo más notable de esta iniciativa fue que, pese a encontrarse en 
condición de prisionerxs, el comité ya había comenzado a debatir el 
posible futuro de una nueva Alemania, completamente desnazificada y 
basada en una economía cooperativa. Mientras estuvo en Buchenwald, 
Walter Wolf escribió A Critique of Unreason: On the Analysis of National Socialist Pseudo-Philosophy [Una crítica de la sinrazón: Sobre el análisis de la seudo filosofía nacionalsocialista].
Nachum Bandel (Ucrania), Block 51. Buchenwald. Small Camp [Block 51. Buchenwald. Campo pequeño], 1947.
 
 
Una semana después que lxs prisionerxs liberaran Buchenwald, 
colocaron una escultura de madera cerca del campo como símbolo de su 
resistencia antifascista. Querían que el campo de concentración no fuera
 recordado solo por las muertes, sino también por su resiliencia durante
 el encarcelamiento y por su auto-liberación. En 1945, las prisioneras y
 prisioneros ya habían formulado el Juramento de Buchenwald, que se 
convirtió en su credo: “Solo abandonaremos la lucha cuando la última 
persona culpable haya sido juzgada por el tribunal de todas las 
naciones. La destrucción total del nazismo, hasta sus raíces, es nuestra
 consigna. La construcción de un mundo nuevo, de paz y libertad, es 
nuestro ideal”.
El campo de concentración, ubicado entonces en la República 
Democrática Alemana (RDA o Alemania Oriental), fue convertido en una 
prisión para nazis que esperaban sus juicios. Algunos de ellos fueron 
ejecutados por sus crímenes, entre ellos, el alcalde de Weimar, Karl 
Otto Koch, quien había organizado el arresto de judíxs en la ciudad en 
1941. Mientras tanto, al otro lado de la Cortina de Hierro, la República
 Federal de Alemania (Alemania Occidental) incorporó rápidamente a ex 
integrantes del régimen nazi en la burocracia estatal, al punto que dos 
tercios del personal superior de la Bundeskriminalamt (Oficina 
Federal de Policía Criminal) estaban compuestos por ex nazis. A medida 
que el proceso de juicios y castigos llegaba a su fin, los restos de 
Buchenwald pasaron a formar parte del proyecto de memoria pública en la 
RDA.
Ilse Häfner-Mode (Alemania), Portrait of a Woman in Front of a Wooden Door [Retrato de una mujer frente a una puerta de madera], s/f.
 
 
En 1958, Otto Grotewohl, socialdemócrata y primer ministro de la RDA,
 abrió el campo para que cientos de miles de trabajadoras, trabajadores y
 escolares lo visitaran, recorrieran sus instalaciones, escucharan los 
relatos, tanto de las atrocidades como de la resistencia y se 
comprometieran con el antifascismo. Ese mismo año, el ex prisionero 
Bruno Apitz publicó Desnudo entre lobos, novela que narra cómo el
 movimiento de resistencia en el campo escondió a un niño pequeño, 
asumiendo un gran riesgo y cómo más tarde ese mismo movimiento tomó el 
control del campo en 1945. La novela fue adaptada al cine en la RDA por 
Frank Beyer en 1963. La historia se basaba en el testimonio real de 
Stefan Jerzy Zweig, un niño que fue ocultado por lxs prisionerxs para 
evitar que fuera deportado a Auschwitz. Zweig sobrevivió al horror y 
falleció en Viena en 2024, a los 81 años.
La RDA forjó su cultura nacional en torno al tema del antifascismo. 
En 1949, el Ministerio de Educación Popular instó a las escuelas a 
construir un calendario de actividades centrado en la lucha 
antifascista, en lugar de en las festividades religiosas. Por ejemplo, 
se promovía el Día Mundial por la Paz en lugar del Fasching [Martes de carnaval]. La antigua Jugendweihe [ceremonia
 de iniciación juvenil] fue transformada, dejó de ser únicamente un rito
 de paso para convertirse en una afirmación del compromiso de las y los 
jóvenes con el antifascismo. Las escuelas organizaban salidas 
pedagógicas a Buchenwald, Ravensbrück y Sachsenhausen, donde el 
estudiantado podía conocer de cerca la atrocidad del fascismo y cultivar
 valores humanistas y socialistas. Fue una poderosa práctica de 
transformación social para una cultura que había sido arrastrada al 
nazismo.
Herbert Sandberg (Alemania), We Didn’t Know [No lo sabíamos], 1964.
 
 
Cuando Alemania Occidental anexó a la República Democrática Alemana 
(RDA) en 1990, comenzó un proceso de desmantelamiento de los avances en 
materia de antifascismo desarrollados en la RDA. Buchenwald se convirtió
 en el epicentro de este ejercicio. En primer lugar, la dirección del 
campo se volvió objeto de controversia. La doctora Irmgard Seidel, quien
 había asumido la dirección tras el ex prisionero del KPD Klaus 
Trostorff en 1988, se enteró por un artículo de prensa de que había sido
 destituida (investigando archivos de las SS, la doctora Seidel había descubierto que
 hubo 28.000 mujeres prisioneras en Buchenwald que trabajaron como mano 
de obra esclavizada, en su mayoría en fábricas de armamento). Fue 
reemplazada por Ulrich Schneider, quien más tarde también fue removido, 
luego de que se revelara que había sido miembro del Partido Comunista en
 Alemania Occidental. A él lo sucedió Thomas Hofmann, suficientemente 
anticomunista como para complacer a las nuevas autoridades políticas.
En segundo lugar, la orientación antifascista de la memoria pública 
debía ser modificada para promover el anticomunismo, lo que incluyó 
minimizar el memorial dedicado a Ernst Thälmann. Se puso un nuevo 
énfasis en el uso que hizo la Unión Soviética de Buchenwald como prisión
 para nazis.
Historiadores provenientes de Alemania Occidental comenzaron a 
publicar relatos que sostenían que fueron los soldados de Patton y no 
lxs prisionerxs, quienes liberaron el campo (esta es, por ejemplo, la 
interpretación del influyente libro de Manfred Overesch Buchenwald und die DDR. Oder die Suche nach Selbstlegitimation [Buchenwald
 y la RDA, o la búsqueda de la autolegitimación], publicado en 1995). En
 junio de 1991, el canciller alemán Helmut Kohl presidió una ceremonia 
para instalar seis grandes cruces en memoria de las víctimas de “la 
dictadura del terror comunista” y se refirió a los crímenes nazis como 
si fueran equivalentes a las acciones de la Unión Soviética.
Entre 1991 y 1992, el historiador alemán Eberhard Jäckel encabezó una
 comisión para reescribir la historia de Buchenwald, lo que incluyó 
acusaciones contra prisionerxs comunistas de haber colaborado con los 
nazis y la conmemoración de las “víctimas” de la prisión antifascista. 
Esta reordenación oficial de los hechos históricos tuvo por objetivo 
elevar a los fascistas y deslegitimar a quienes los resistieron. Este 
tipo de revisionismo histórico ha alcanzado nuevas dimensiones en los 
últimos años: representantes diplomáticos de Rusia y Bielorrusia —dos 
antiguas repúblicas soviéticas— han sido excluidos de los actos 
conmemorativos anuales. En los discursos pronunciados en el memorial, se
 ha equiparado a los campos de concentración nazis con los campos de 
trabajo soviéticos. Mientras tanto, las banderas de Israel se exhiben 
abiertamente en Buchenwald, pero se ha prohibido la entrada a personas 
que usan la keffiyeh y se ha reprimido cualquier mención del genocidio en Palestina.
En la década de 1950, artistas comunistas colaboraron para erigir 
memoriales en Buchenwald que conmemoraran la lucha antifascista. Los 
escultores René Graetz, Waldemar Grzimek y Hans Kies crearon estelas con
 relieves, en cuyos dorsos grabaron un poema de Johannes R. Becher, 
primer ministro de Cultura de la RDA:
Thälmann vió lo que un día ocurrió:
Desenterraron las armas que habían escondido.
De la tumba se levantaron lxs condenadxs,
Miren sus brazos extendidos como un llamado.
Miren el memorial que de mil formas grita,
evocando nuestras luchas presentes y pasadas.
Los muertos advierten: ¡Recuerden Buchenwald!
En este boletín, las pinturas son obra de ex prisionerxs de Buchenwald y la fotografía muestra La revuelta de los prisionerxs, escultura en bronce de Fritz Cremer —militante del KPD desde 1929— que representa la autoliberación del campo.
Vijay Prashad
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