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 Caroline Elkins, professeure d’histoire à l’université Harvard, 
lauréate du prix Pulitzer pour son ouvrage sur les crimes de guerre 
commis par les Britanniques au Kenya.
 
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 Caroline Elkins, professeure d’histoire à l’université Harvard, 
lauréate du prix Pulitzer pour son ouvrage sur les crimes de guerre 
commis par les Britanniques au Kenya.

Des documents indiquent qu’ils provenaient de Sde Teiman, déjà accusée de torture et d’assassinats extra-judiciaires.
Au moins 135 corps mutilés de Palestiniens renvoyés par Israël à Gaza avaient été détenus dans un centre de détention tristement célèbre, déjà visé par des accusations de torture et de décès illégaux en détention, ont indiqué des responsables du ministère de la Santé de Gaza au Guardian.
Le directeur général du ministère de la Santé, le Dr Munir al-Bursh, et un porte-parole de l’hôpital Nasser de Khan Younis, où les corps sont examinés, ont déclaré qu’un document trouvé à l’intérieur de chaque sac mortuaire indiquait que tous provenaient de Sde Teiman, une base militaire située dans le désert du Néguev où, selon des photos et témoignages publiés par le Guardian l’année dernière, des détenus palestiniens étaient enfermés dans des cages, les yeux bandés et menottés, enchaînés à des lits d’hôpital et contraints de porter des couches.

Las autoridades de ocupacion israelíes informaron a organizaciones de derechos humanos que mantienen detenidos a 2.790 personas de la Franja de Gaza. Sin embargo, se ha descubierto que otros 144 detenidos no aparecen en los datos israelíes y se desconoce su paradero. Las autoridades no han explicado su omisión, según un comunicado emitido el miércoles por el Comité contra la Tortura.
soumayaghannoushi.com – @SMGhannoushi
Middle East Eye | Voces del Mundo
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Salieron de entre las sombras tambaleándose como fantasmas que regresaban al mundo de los vivos.
A un lado de la pantalla, las cámaras occidentales enfocaban los rostros sonrientes de 20 hombres israelíes liberados. Se difundieron sus nombres. Se presentó a sus familias. Sus reencuentros se retransmitieron en directo, bañados por una luz cálida, tiernos abrazos y una cobertura interminable.
Al otro lado, fuera de plano, prácticamente invisibles, casi 2.000 palestinos salían de las puertas de la prisión que se había tragado años de sus vidas.
No les esperaban luces de estudio. Ni presentadores sonrientes. Ni titulares brillantes. Sólo rostros demacrados, manos temblorosas, ojos vacíos que hablaban un idioma diferente: el idioma del dolor.
El contraste era inmenso.
Por cada israelí liberado, cien palestinos. Por cada nombre que el mundo escuchó, cien nombres borrados. Su regreso fue recibido con lágrimas, brazos abiertos, pero también con escombros, tumbas y espacios vacíos donde antes estaban sus hogares y sus seres queridos.
Era una celebración entremezclada con luto, alegría entretejida con dolor.
Shadi Abu Sido, un fotoperiodista secuestrado en el hospital Al-Shifa y retenido durante 20 meses en una celda israelí, era uno de ellos.
Cuando su esposa entró, corrió a abrazarla como un hombre desquiciado. Luego llegaron los niños, pequeños, temblorosos, buscando a su padre, a quien temían haber perdido para siempre. Él cayó de rodillas y los abrazó, acariciándoles el rostro con manos temblorosas y besándolos una y otra vez, frenético e incrédulo. Entre lágrimas, gritó: «Me dijeron que todos habían muerto. Me dijeron que Gaza había desaparecido».
Se aferró a ellos como un hombre que regresa de entre los muertos.
Ali al-Sayes salió tras 20 años en prisión. Su hija, una niña cuando lo detuvieron, ahora una joven, corrió hacia él llorando. Él le acarició el rostro con las palmas de las manos y le susurró suavemente: «Eres mi rosa».
No había palabras para describir las décadas robadas: los cumpleaños perdidos, el crecimiento que nunca vio, la vida que pasó sin él.
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Para otros, no quedaba nadie a quien abrazar. Haitham Salem salió con un brazalete que había hecho para el cumpleaños de su hija, que era en tres días.
Lo primero que escuchó al salir fue que su esposa y sus tres hijos habían muerto en Gaza. Se derrumbó, llorando: «Mis hijos han muerto. Mis hijos han muerto. Mis hijos han muerto».
Esa misma mañana, el padre del periodista Saleh Jafarawi enterró a su hijo. Horas más tarde, los autobuses que transportaban a los prisioneros liberados cruzaron a Gaza. Su hijo mayor, Naji, bajó del autobús, aturdido por el cautiverio, parpadeando ante la luz. Corrió a los brazos de su padre y le preguntó entre lágrimas: «¿Dónde está Saleh?».
El anciano lo abrazó con fuerza y, con la voz quebrada, le susurró: «Ayer fue martirizado».
Naji se derrumbó, con un dolor más pesado que las cadenas de las que acababa de liberarse. Su padre se arrodilló a su lado, acunando a su hijo destrozado, y ambos lloraron sobre el polvo.
Algunos no fueron liberados para volver a sus hogares, sino para que les exiliaran. Murad Abu Rub, de Ramala, fue deportado a Egipto en lugar de regresar a casa. Su hermana le había comprado un traje para el día de su liberación, adivinando su talla porque no lo había visto desde que era niño.
Pero la noticia llegó de repente. Se había ido. Sin despedida. Sin una última mirada. Sin el abrazo tan esperado. Su hermana lloraba.
Otros salieron tan débiles que apenas podían mantenerse en pie. Un padre se derrumbó en los brazos de sus tres hijos llorosos, cuyos gritos de «Ya baba» resonaban en el aire. Su cuerpo demacrado temblaba mientras ellos se aferraban a él, demasiado débil para abrazarlos a su vez.
Las autoridades israelíes habían preparado equipos de trauma para los cautivos israelíes que regresaban, y se sorprendieron al encontrarlos sanos, caminando sin ayuda y sonriendo a las cámaras. En marcado contraste, los palestinos que salieron mostraban marcas inequívocas de inanición y maltrato: rostros magullados, huesos visibles, ojos hundidos.
Su sufrimiento no fue accidental. Fue una política impuesta por el ministro de extrema derecha Itamar Ben Gvir, que ha convertido en su cruzada personal aplastar a los prisioneros palestinos mediante la humillación, el hambre y la violencia.
Las organizaciones de derechos humanos y la ONU han documentado torturas sistemáticas dentro de las prisiones israelíes: palizas salvajes, descargas eléctricas, posturas de estrés, violencia sexual, ataques con perros, quemaduras con cigarrillos, quemaduras químicas, inanición, denegación de medicamentos, de oración e incluso de sueño.
Esta crueldad está grabada en sus cuerpos. Algunos salen tan cambiados que ni siquiera sus propias madres los reconocen.
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Un vídeo muy difundido de un prisionero palestino llamado Hamza muestra a una madre mirando fijamente a su hijo después de dos años de encarcelamiento, hasta que alguien le susurra su nombre. Ella se derrumba, abrazándolo entre lágrimas, gritando: «¡Hamza! Oh, Hamza, habibi». Dos años de tortura, inanición y aislamiento lo habían convertido en otra persona.
Un ejemplo emblemático de esta crueldad es el caso del Dr. Adnan al-Bursh.
Este respetado cirujano ortopédico fue secuestrado en el hospital Al-Awda y llevado a la famosa prisión de Sde Teiman, un centro clandestino donde los detenidos palestinos desaparecen en un mundo de palizas y descargas eléctricas. Allí, los guardias lo violaron y lo dejaron morir en el patio.
Cuando salieron a la luz las imágenes de su calvario, los manifestantes israelíes salieron a la calle, no para protestar contra la tortura o la violación, sino para defender el derecho de los guardias a violar a los prisioneros palestinos.
Jason Hickel, Dylan Sullivan y Omer Tayyab
Misión Verdad
Una nueva investigación revela que las sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa han causado la muerte de 38 millones de personas desde 1970.
Estados Unidos y Europa llevan mucho tiempo utilizando las sanciones unilaterales como herramienta de poder imperial para disciplinar e, incluso, destruir los gobiernos del Sur Global que tratan de liberarse del dominio occidental, de trazar un camino independiente y de establecer cualquier tipo de soberanía significativa.
Durante la década de 1970 había en promedio unos 15 países sometidos por Occidente a medidas de este tipo. En muchos casos, ellas tenían por objeto estrangular el acceso a la financiación y al comercio internacional, desestabilizar las industrias e inflamar las crisis para provocar el colapso del Estado.
Por ejemplo, cuando el popular socialista Salvador Allende fue elegido presidente de Chile en 1970, el gobierno estadounidense impuso un brutal embargo contra el país. En una reunión celebrada en septiembre de ese año en la Casa Blanca, el presidente estadounidense Richard Nixon explicó que el objetivo era "hacer chillar la economía (chilena)". El historiador Peter Kornbluh describe las sanciones como un "bloqueo invisible" que aisló a Chile de las finanzas internacionales, creó malestar social y allanó el camino hacia el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos, que instauró la brutal dictadura de derecha de Augusto Pinochet.
Desde entonces, Estados Unidos y Europa han aumentado drásticamente el uso de esos mecanismos. Durante las décadas de 1990 y 2000 una media de 30 países estaban sometidos a sanciones unilaterales occidentales en un año determinado. Y ahora, en la década de 2020, son más de 60, una proporción sorprendentemente alta de los países del Sur Global.
Las sanciones suelen tener un enorme coste humano. Los académicos lo han demostrado en varios casos muy conocidos, como las medidas impuestas por Estados Unidos sobre Irak en la década de 1990, que provocaron malnutrición generalizada, falta de agua potable y escasez de medicamentos y electricidad. Más recientemente, la guerra económica contra Venezuela ha provocado una grave crisis. Según un estudio, las sanciones causaron 40 mil muertes adicionales en solo un año, entre 2017 y 2018.
Hasta ahora, los investigadores han tratado de comprender el coste humano de las sanciones caso por caso. Se trata de una labor difícil que solo nos permite obtener una visión parcial. Pero eso ha cambiado con una nueva investigación publicada este año en The Lancet Global Health, que nos ofrece por primera vez una visión mundial. Dirigido por el economista Francisco Rodríguez, de la Universidad de Denver, el estudio calcula el número total de muertes excesivas asociadas con los bloqueos internacionales entre 1970 y 2021.
Los resultados son impactantes. En su estimación central, los autores concluyen que las sanciones unilaterales implementadas por Estados Unidos y la Unión Europea desde 1970 están relacionadas con 38 millones de muertes. En algunos años, durante la década de 1990, murieron más de un millón de personas. En 2021, el año más reciente del que se tienen datos, las sanciones causaron más de 800 mil muertes.

Muertes debidas a las sanciones de EE.UU. y la UE. 1970-2021 (Foto: Global Inequality Project)
Muertes debido a las sanciones de EE. UU. y la UE, 1970-2021
Según estos resultados, cada año mueren por estas causas varias veces más personas que las que fallecen como víctimas directas de la guerra. Más de la mitad de las víctimas son niños y ancianos, las personas más vulnerables a la malnutrición. El estudio revela que, solo desde 2012, las sanciones han causado la muerte de más de un millón de niños.
El hambre y las privaciones no son un subproducto accidental de ellas sino un objetivo clave. Esto queda claro en un memorándum del Departamento de Estado redactado en abril de 1960, en el que se explica el propósito de las sanciones estadounidenses contra Cuba. El memorándum señalaba que Fidel Castro —y la revolución en general— gozaba de una gran popularidad en Cuba. Argumentaba que "se deben tomar todas las medidas posibles para debilitar la vida económica de Cuba", "negándole dinero y suministros, para reducir los salarios monetarios y reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno".
El poder de tal especie de medidas depende de su control sobre las monedas de reserva mundiales —el dólar estadounidense y el euro—, su control sobre los sistemas de pago internacionales (Swift) y su monopolio sobre tecnologías esenciales —por ejemplo, satélites, computación en la nube, software—. Si los países del Sur Global desean trazar un camino más independiente hacia un mundo multipolar, deberán tomar medidas para limitar su dependencia en estos aspectos y así aislarse de las reacciones adversas. La experiencia reciente de Rusia demuestra que este enfoque puede tener éxito.
Los gobiernos pueden lograr una mayor independencia mediante el desarrollo del comercio Sur-Sur y las líneas de intercambio fuera de las monedas principales, utilizando la planificación regional para desarrollar las tecnologías necesarias y estableciendo nuevos sistemas de pago fuera del control occidental. De hecho, varios países ya están dando pasos en esta dirección. Es importante destacar que los nuevos sistemas que se han desarrollado en China —por ejemplo, CIPS para pagos internacionales, BeiDou para satélites, Huawei para telecomunicaciones— ofrecen ahora a otros países del Sur Global opciones alternativas que pueden convertirse en una vía para salir de la dependencia occidental y de la red de sanciones.
Estos pasos son necesarios para los países que desean alcanzar un desarrollo soberano, pero también son un imperativo moral. No podemos aceptar un mundo donde cada año mueren medio millón de personas para sostener la hegemonía de Occidente. Es necesario desmantelar y sustituir un orden internacional que se basa en este tipo de violencia.
Jason Hickel es profesor del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental (ICTA-UAB), investigador visitante sénior de la London School of Economics y miembro de la Royal Society of Arts. Dylan Sullivan es doctor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Macquarie de Sydney, donde enseña política, sociología y antropología. Omer Tayyab es economista e investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, España.
Este artículo fue publicado originalmente por Al Jazeera English el 3 de septiembre de 2025, republicado en el Substack de Jason Hickel el 9 de septiembre de 2025 y fue traducido para Misión Verdad por Spoiler.
Par Sarah B. – 20 août 2025
De Bandera à Ben Gourion, un nouvel axe de suprématie ethnique s'élève, alimenté par le soutien américain. Mêmes armes. Mêmes drapeaux. Même idéologie. Gaza et le Donbass ne sont pas des guerres distinctes. Elles forment une seule et même machine.
La technologie numérique a été présentée comme un outil libérateur capable de soustraire les individus au pouvoir de l’État. Pourtant, l’appareil sécuritaire de l’État a toujours eu un point de vue différent – et aujourd’hui, il reprend le contrôle de sa propre création.
Source : Jacobin, Paolo Gerbaudo
Traduit par les lecteurs du site Les-Crises
Dans les années 1990, marquées par le néolibéralisme effréné, le techno-optimisme a atteint des sommets embarrassants. Imprégnés de l’imaginaire futile de ce que Richard Barbrook a qualifié « d’idéologie californienne », les travailleurs du secteur technologique, les entrepreneurs et les idéologues techno-visionnaires ont identifié la technologie numérique comme une arme de libération et d’autonomie personnelle. Cet outil, proclamaient-ils, permettrait aux individus de vaincre le Goliath honni de l’État, alors largement dépeint comme le géant défaillant du bloc soviétique en pleine implosion.
Pour quiconque ayant une connaissance superficielle des origines de la technologie numérique et de la Silicon Valley, cela aurait dû être, dès le départ, une croyance risible. Les ordinateurs étaient le produit des efforts de guerre du début des années 1940, développés comme moyen de décoder les messages militaires cryptés, avec la célèbre participation d’Alan Turing à Bletchley Park.
ENIAC, ou Electronic Numerical Integrator and Computer, considéré comme le premier ordinateur polyvalent utilisé aux États-Unis, a été développé pour effectuer des calculs d’artillerie et faciliter la mise au point de la bombe à hydrogène. Comme l’a tristement fait remarquer G. W. F. Hegel, la guerre est l’Etat dans sa forme la plus brutale : l’activité dans laquelle la puissance d’un État est mise à l’épreuve face à celle d’autres États. Les technologies de l’information sont devenues de plus en plus centrales dans cette activité typiquement étatique.
Certaines personnes croient peut-être encore au mythe selon lequel la Silicon Valley serait née naturellement de hackers soudant des circuits dans leurs garages. Mais la réalité est qu’elle n’aurait jamais vu le jour sans le soutien infrastructurel de l’appareil de défense américain et ses marchés publics garantissant la viabilité commerciale de nombreux produits et services que nous considérons aujourd’hui comme acquis. Cela inclut Internet lui-même, avec la Defense’s Advanced Research Projects Agency ou DARPA (Agence pour les projets de recherche avancée de défense) chargée de développer la technologie de commutation par paquets qui sous-tend encore aujourd’hui l’architecture de communication du web.
C’est vrai : à partir de cette incubation dans le secteur militaire, la Silicon Valley a progressivement évolué pour se concentrer principalement sur des applications civiles, des réseaux sociaux et le commerce électronique aux jeux vidéo, à la cryptographie et à la pornographie. Mais elle n’a jamais rompu ses liens avec les appareils de sécurité. Les révélations d’Edward Snowden en 2013 sur le programme Prism ont mis au jour une coopération profonde et presque inconditionnelle entre les entreprises de la Silicon Valley et les appareils de sécurité de l’État, tels que l’Agence nationale de sécurité (NSA). Les gens ont pris conscience que pratiquement tous les messages échangés via les grandes entreprises technologiques telles que Google, Facebook, Microsoft, Apple, etc. pouvaient être facilement espionnés grâce à un accès direct par une porte dérobée : une forme de surveillance de masse sans précédent par son ampleur et son omniprésence, en particulier dans les États démocratiques. Ces révélations ont suscité l’indignation, mais la plupart des gens ont finalement préféré détourner le regard de cette vérité dérangeante qui avait été mise à nu.
Les technologies vendues comme des outils de libération et d’autonomie se révèlent être des moyens de manipulation, de surveillance et de contrôle hiérarchique.
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Escuela de Asesinos 1946-1960
La Escuela de las Américas del Ejército de Estados Unidos fue creada en 1946, como el “US Army Latin American Training Center” (Centro de Adiestramiento Latino Americano del Ejercito de EE.UU.) en Fort Amador, en territorio panameño. Poco después cambio su nombre por el de “Latin American Ground Forces School” (Escuela de Fuerzas de Tierra de América Latina). En 1949 se mudó a las instalaciones de un hospital construido para atender los heridos de una hipotética y nunca materializada invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, en Fort Gulick, también en Panamá, con el nuevo nombre de “Escuela del Caribe del Ejercito de EE.UU.” En el año 1956, los cursos en ingles fueron eliminados y “Uno para todos, todos para uno” empezó a ser el lema oficial de la Escuela. Durante su primera época, las enseñanzas en la Escuela se dividían en tres departamentos: Comunicaciones, Armas y Tácticas e Ingenieros. No había cursos relacionados a la Contrainsurgencia porque esta doctrina todavía no existía en los manuales de guerra de Estados Unidos. La Guerra Fría acababa de empezar y los militares solo pensaban en Europa; entonces, se aprendía de las batallas de la Segunda Guerra Mundial: los movimientos de tanques y grandes ejércitos para defender o invadir a otros países.
En los años cincuenta, los encargados de la muerte y la destrucción en América Latina eran “los chicos” de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Un importante documento de la CIA de aquella época es el llamado “Estudio del Asesinato”, el cual fue desclasificado recientemente en las investigaciones alrededor del golpe de Estado contra el gobierno de Jacobo Árbenz, ocurrido en Guatemala en 1954. Según la revista de investigación estadounidense “Covert Action Quarterly”1:
“El manual es un catálogo útil de consejos y herramientas. Las sugerencias incluyen instrumentos contundentes, instrumentos filosos, caídas de 75 pies a una superficie firme, envenenamiento, accidentes de coche planificados, rifles, subametralladoras, pistolas, incendios provocados y explosivos”. El manual sugiere el estudio de intentos de asesinato exitosos y fracasados como los de Lincoln, del Archiduque Ferdinand, Marat, Trotsky y Hitler. Termina con un diagrama, “La Técnica del Aula de Reunión”, no acerca de cómo conducir una reunión sino como “entrar en un aula de reunión y matar a todo el mundo que se encuentra en ella, dejando atrás propaganda para implicar a tus opositores”.
Algunos consejos curiosos, incluidos en el manual ligado a la defensa estadounidense de la “Democracia”, en aquella época, son:
a.– “Puede ser necesario asesinar a un líder político cuya carrera empieza a florecer y el cual representa un peligro claro y presente a la causa de la libertad. Sin embargo, raramente se puede emplear el asesinato con una conciencia clara. No deben intentarlo las personas que son moralmente delicadas”.
b.– “El accidente más eficiente en un asesinato simple es una caída a una superficie solida desde 75 pies o más. Sirven ascensores, escaleras, ventanas sin red metálica y puentes. Caídas al agua desde puentes no son fiables”.
c.– “Figuras públicas u oficiales con guardaespaldas pueden ser asesinados con seguridad y gran fiabilidad si puede establecerse un punto de fuego antes de un evento oficial. El valor propagandístico de este sistema puede ser muy alto”.
d.– “La subametralladora es especialmente adecuada para trabajos interiores, cuando más de una persona debe ser asesinada. Se ha creado una técnica efectiva para ser aplicada por un par de pistoleros con subametralladoras; en esta técnica, una habitación con una docena de sujetos puede ser “purificada” en alrededor de 20 segundos, con poco o ningún riesgo para los pistoleros”. […]
La victoria de la Revolución Cubana en 1959 causó muchos cambios en la Escuela. Los miles de oficiales cubanos que recibieron adiestramiento en Fort Gulick acerca de las grandes batallas en Europa y el Pacifico durante la Segunda Guerra Mundial, no pudieron con la guerrilla de Fidel y el Che. Los maestros del Pentágono descubrieron que se podía encontrar el enemigo dentro y no fuera del país.
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1961-1980: La doctrina de “Seguridad Interna”
Una de las primeras preguntas que hizo el nuevo presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, cuando tomó posesión de su cargo en 1961 fue “¿Qué estamos haciendo en relación con la guerra de guerrillas?”. “Casi nada”, fue la respuesta. De inmediato, Kennedy y el Pentágono empezaron a crear programas para cubrir este vacío. Por ejemplo, la fundación de los “Boinas Verdes” y la Escuela de Guerra Especial y Operaciones Psicológicas en Fort Bragg, Carolina del Norte.
Según un estudio de Steven Metz, catedrático de Asuntos de Seguridad Nacional, en el Colegio de Guerra del Ejército estadounidense:
“Inspirado por el discurso de Krushchev de enero de 1961 endosando “guerras de liberación nacional”, la mermada situación de seguridad en Laos y Vietnam del Sur, la consolidación del régimen de Fidel Castro en Cuba, la derrota francesa en Argelia y el estallido de insurgencias comunistas en Colombia y Venezuela, Kennedy estaba convencido que la agresión indirecta a través de insurgencias guerrilleras había llegado a ser una amenaza primordial. Entonces, el razonamiento por el compromiso estadounidense en la contrainsurgencia surgió de ideas como la “teoría del domino” y la noción de la “muerte por mil cortes” avanzadas por los teóricos franceses de la guerre revolutionnaire. Este grupo creía que la Guerra Revolucionaria era la forma dominante de conflicto a finales del siglo XX. Una derrota de las fuerzas pro- occidentales, incluso en lugares que parecen estratégicamente insignificantes, empezaban a ser importantes cuando fueron vistos como una pequeña contribución más a la victoria global [del Bloque] Soviético”.2
El programa de cursos en la Escuela de las Américas (SOA), que oficialmente tomo este nombre durante la Administración de Kennedy en 1963 se vio afectado también por las nuevas preocupaciones militares. Empezando en 1961, se reorganizo los departamentos de la SOA; desde entonces existían Tácticas, Logística y, la nueva, Seguridad Interna.
“Seguridad Interna” [Internal Defense] era la respuesta a la pregunta de Kennedy: “¿Que estamos haciendo?”, sobre la guerra de guerrillas. Dentro de los nuevos cursos de Seguridad Interna, se encontraba “Contrainsurgencia”, “Contrainteligencia”, “Inteligencia Militar”, “Guerra Irregular” y “Operaciones de Selva”, entre otros.
La década de los sesenta también vio la publicación por parte de la CIA del manual “KUBARK Counterintelligence Interrogation-1963”3, para ser usado en el adiestramiento de agentes de inteligencia de otros países. Este manual sirvió de base para otros manuales en uso en la SOA hasta entrada la década de los noventa. KUBARK es también la base para el manual “Human Resource Exploitation Training Manual–1983”4 que fue utilizado por la CIA hasta 1994-1995. Los manuales KUBARK y HRET-83 salieron a la luz pública gracias a las investigaciones alrededor del Escuadrón de la Muerte, formado por el Ejército de Honduras en los años ochenta, el tristemente famoso Batallón 3-16. Cuatro de los cinco militares hondureños citados como responsables del Batallón 3-16 son graduados de la Escuela de las Américas.
Dada la importancia de dichos manuales en relación con la práctica de Tortura, tanto en México como en otros países de América Latina, queremos ofrecer a continuación algunos extractos:
a.– Acerca de la tortura física o “técnicas de coacción”: “Aunque no queremos enfatizar sobre el uso de técnicas de coacción, si queremos darlas a conocer y explicar las maneras propias de usarlas”.
b. – Las “técnicas de coacción” incluyen: “amenazas, miedo y dolor”; sin embargo, “es necesario tener el permiso del cuartel general si en los interrogatorios se van a usar métodos o materiales médicos, químicos o eléctricos”. La CIA ha confirmado que “los métodos o materiales eléctricos” significan la aplicación de descargas eléctricas a los torturados.
c.– “Siempre es más útil usar técnicas psicológicas”, porque “la amenaza de infligir dolor puede causar efectos más dañinos que la sensación inmediata del dolor. De hecho, la mayoría de las personas subestima su capacidad de aguantar dolor”.
d.– Ejemplos de técnicas de “autotortura” son: “forzar al detenido a mantener una posición rígida, como estar firme de pie o sentarse en un taburete durante largos periodos de tiempo”. Este método es efectivo porque “el dolor que está siendo infligido desde fuera puede intensificar la determinación del sujeto a resistir”, mientras que “el dolor que uno siente que está siendo infligido por uno mismo, tiene más probabilidades de debilitar su resistencia”.
e.– Se pueden usar torturas más intensas, si el detenido ha sido entrenado para resistir interrogatorios.
f.– Suero de la Verdad: es mejor usar un placebo, dado que puede hacer que el detenido sienta que “ha sido drogado” y que “ya nadie podría culparle por contar todo lo que sabe”.
g.– Detenciones: es un “modo eficiente de empezar el desequilibrio de los detenidos”. “Las detenciones siempre deben incluir el elemento de sorpresa para poder causar el máximo malestar”. “La hora ideal para hacer una detención es a las primeras horas de la mañana. Al ser detenidos en ese momento del día, la mayoría de los sujetos sufren sensaciones intensas de conmoción, inseguridad y estrés psicológico”. Los detenidos deben ser llevados a celdas aisladas con puertas de acero para “prevenir que el sujeto se pueda relajar”.
Pero los alumnos no solo hicieron lecturas de tortura en la Escuela de las Américas. Un militar hondureño graduado de la SOA afirmo en el documental de Robert Richter “Dentro de la Escuela de Asesinos”, que:
“La Escuela siempre fue un frente para otras operaciones especiales, operaciones clandestinas. Ellos, [los norteamericanos], traían gente de la calle (gente pobre, sin hogar) a la base y los expertos nos entrenaban en cómo obtener información usando tortura. Fuimos entrenados para torturar a seres humanos. Ellos tenían un médico, un médico de EE.UU., a quien recuerdo muy bien, quien adiestraba a los estudiantes sobre la parte del cuerpo en el que torturar a fin de conseguir declaraciones sin llegar a causar la muerte del detenido. Él les decía cuanto puede tolerar el corazón, cuanto aguanta”.
Otra historia negra de los sesenta tiene que ver con el Programa de Ayuda de Inteligencia Extranjera del Ejército estadounidense (US Army Foreign Intelligence Assistance Program), que se llevó a cabo durante los años 1965 y 1966, bajo el nombre del “Project X” (Proyecto X). El ultrasecreto Proyecto X sirvió para preparar material de adiestramiento para ejércitos extranjeros en sus tareas de inteligencia militar. Mas de 1.000 documentos del proyecto fueron distribuidos en países amigos de EE.UU., incluyendo México, y también sirvieron como base para cursos de inteligencia en la SOA hasta el año 1992. Durante una “autoinvestigación” de la SOA en 1992, el Pentágono descubrió que todavía se guardaban documentos y manuales del Proyecto X en la base de la 470a Brigada de Inteligencia Militar, en Fort Huachuca, Arizona. Es probable que nunca sabremos más detalles sobre este programa infernal. El Pentágono dio órdenes para la destrucción de toda la documentación relacionada con el Proyecto X en el año 92. “No vimos ninguna necesidad de tener estas cosas circulando”, afirmó el portavoz del Pentágono, el teniente coronel Arne Owens.
Otro punto importante de la historia de la SOA en los años setenta tiene que ver con el periodo de la presidencia de Jimmy Carter en Estados Unidos. Carter intento dar más énfasis en el tema de los derechos humanos en el continente. Una de sus iniciativas fue cortar el suministro de recursos financieros destinados a la SOA y el número de estudiantes que participaban allí. Carter también pensó que una parte de las violaciones de los derechos humanos estaban siendo cometidos por graduados de los cursos de Inteligencia Militar de la SOA. De esta forma, se fueron eliminado algunos de estos cursos, mientras Carter fue presidente. Con la firma del Tratado Torrijos-Carter sobre el Canal de Panamá, una de las condiciones del Tratado especifico que la SOA tendría que salir de territorio panameño.
Sin embargo, Carter perdió las elecciones presidenciales en el año 1980. Antes, los sandinistas tuvieron éxito al derrocar la dictadura de Somoza en Nicaragua y parecía que en El Salvador y Guatemala podrían estar próximos a caer. Pero en ese momento, un vaquero de California llego “justo a tiempo para salvar al ‘Mundo Libre’” y, con ello, claro, la Escuela de Asesinos.
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1981-1990: ¡Bienvenido Mr. Reagan!
En 1981 llego el nuevo “sheriff”, Ronald Reagan. La idea central entonces era “¡Basta de ideas subversivas como ‘derechos humanos’, ¡hay que ganar la Guerra Fría como sea!”. Así se duplico el número de estudiantes en la Escuela. Se creo una nueva industria en Washington alrededor de la Guerra de Baja Intensidad (GBI). Se volvió a enseñar “Inteligencia Militar”, echando mano a los archivos del oscuro “Proyecto X”, de los años sesenta.
Cumpliendo con los Tratados Torrijos-Carter, la Escuela se mudó a territorio estadounidense en 1984, a Fort Benning, Georgia, el hogar de los “Rangers”. Al cerrar la SOA, en Fort Gulick, el periódico panameño La Prensa le dio el nombre de “Escuela de Asesinos”. El entonces presidente Jorge Illueca se refirió a la SOA como “la base más grande de desestabilización en América Latina”.
No es que el tema de los derechos humanos fuera olvidado por completo, pero había que entender que “el tema de derechos humanos, aunque se considere como concepto abstracto, puede ser difícil para muchos oficiales latinoamericanos, pues muchos consideran que tal termino se ha empleado en forma propagandística y perjudicial para algunos esfuerzos militares legítimos”.5 Y, por supuesto, nadie quiere que se den cursos “difíciles” en la SOA. Además, a veces la propia naturaleza de la GBI requiere otra manera de juzgar los derechos humanos, porque, según el teórico del tema Sam C. Sarkesian:
“Si la participación estadounidense es necesaria y justificada, el pueblo y los dirigentes de nuestro país deben comprender que la guerra de baja intensidad no se ajusta a la noción democrática de táctica y estrategia. La revolución y la contrarrevolución desarrollan su propia concepción ética y moral, las cuales justifican el uso de cualquier medio para acceder a la victoria. La supervivencia se convierte en el criterio definitivo de moralidad”.6
Otro teórico de la GBI, Neil Livingston, afirmo que “las pequeñas guerras sucias de nuestro tiempo no son hermosas, pero, si no utilizamos medidas severas y brutales, anulamos nuestras probabilidades de lograr el éxito en la GBI”.7
Durante el régimen de Reagan los países más importantes para la Guerra de Baja Intensidad en el continente eran El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua. De ellos, el más importante era El Salvador. En su estudio sobre la Contrainsurgencia, Metz cita un informe hecho por cuatro tenientes coroneles del Ejercito de los EE.UU., en el cual se afirma que:
“para Estados Unidos, El Salvador representa un experimento, un intento de revocar el historial de fracasos estadounidenses en la conducta de guerras pequeñas, un esfuerzo para derrotar una insurgencia a través de la suministración de adiestramiento y apoyos materiales sin el envió de tropas estadounidenses al combate”.8 Para el ex jefe de los asesores estadounidenses en El Salvador, el coronel John Waghelstein, “lo que suceda en el laboratorio salvadoreño será una experiencia muy útil para la próxima generación de asesores por desplegar en el Tercer Mundo”.
El gobierno estadounidense llevo a cabo este experimento de adiestramiento en El Salvador, con el uso de la Escuela de las Américas y los “Boinas Verdes” del Séptimo Grupo de Fuerzas Especiales de Fort Bragg, Carolina del Norte. […]
El teniente coronel Frank Pedrozo, asesor militar estadounidense durante la guerra en El Salvador, del Séptimo Grupo de Fuerzas Especiales, señaló en una entrevista acerca de sus actividades en aquel país centroamericano que:
“Creo que la calidad de adiestramiento era una de las contribuciones más importantes que hicimos. Hemos tomado una fuerza policial de unos 12.000 tipos y en un periodo de 12 años los hemos transformado en un ejército de 60.000 hombres con un límite de 55 asesores. Si lo piensas, esto es una autentica hazaña, y es algo de lo cual yo creo que las Fuerzas Especiales pueden estar realmente orgullosas”.9
Los cursos relacionados con el adiestramiento siguen el concepto de “entrenar al entrenador”. así, estos graduados pueden volver a México para adiestrar aún a más gente. Los beneficios pueden multiplicarse. Eran programas similares en El Salvador, junto con asesores y otros cursos directos, los que llevaron al coronel estadounidense Aron Royer a declarar que “de una u otra forma, hemos entrenado a cada soldado del ejército salvadoreño y adiestrado a todos los batallones de infantería. Entrenamos a cada piloto de helicóptero de la fuerza aérea de ese país”. […]
Los años noventa han sido la primera vez que la SOA ha estado bajo el escrutinio público. Horrorizados por la investigación hecha por la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas sobre violaciones de los derechos humanos durante la guerra en El Salvador, investigación que demostró que de los 69 oficiales del Ejército salvadoreño señalados como responsables de asesinatos, violaciones, torturas, etcétera, 47 de ellos eran graduados de la Escuela, miles de mujeres y hombres en todo el mundo se han estado organizado en los últimos años para cerrar la SOA. En noviembre del año pasado, en el aniversario del asesinato de los jesuitas españoles por parte de graduados de la Escuela, más de 600 personas fueron detenidas en una manifestación delante de Fort Benning. Mas de 20 de ellos están ahora mismo cumpliendo condenas de cárcel por su participación en la protesta. Paradójicamente, estos pacifistas han sido condenados por el mismo juez que revocó la condena del único militar estadounidense condenado por la masacre de cientos de mujeres y niños en My Lai durante la guerra de Vietnam.
La creciente campana para cerrar la Escuela ha llevado el teniente coronel Demarest a afirmar en su artículo (citado con anterioridad) que “La Escuela de las Américas no es una escuela para dictadores, pero si es vulnerable a tal critica porque han desaparecido los principios básicos de Guerra Fría a partir de los cuales fue fundada”. Es decir: sin los rusos jugando a la Guerra Fría con sus compinches gringos, se está haciendo cada vez más difícil defender las masacres de campesinos en el Tercer Mundo.
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De la doctrina paramilitar
“Las fuerzas paramilitares están organizadas para proporcionar autodefensa popular. Operan en sus lugares de origen. Pueden ser de tiempo completo o de tiempo parcial, dependiendo de la situación. Combinan capacidades de infantería básica con técnicas policiales. Ayudan a las fuerzas del orden, incluyendo la búsqueda de la infraestructura de los insurgentes. También proporcionan defensa local contra las fuerzas de combate de los insurgentes. Junto con la policía, separan a los insurgentes del pueblo, evitando que aquellos puedan movilizar fuerzas y recursos. Las fuerzas armadas regulares son el escudo detrás de lo cual discurre el desarrollo político, social y económico. Su misión primaria es proteger a las fuerzas gubernamentales, policíacas y paramilitares ante las fuerzas de combate de los insurgentes”10.
El Quinto Grupo de Fuerzas Especiales del ejército de Estados Unidos, fue creado en septiembre de 1961 por el presidente Kennedy, en Fort Bragg, Carolina del Norte. Hasta ese momento, el gobierno de Vietnam del Sur y la embajada estadounidense habían puesto énfasis en desarrollar fuerzas militares regulares, excluyendo a las minorías étnicas y religiosas. Sin embargo, a finales de ese año, fueron iniciados varios programas con la intención de ampliar los esfuerzos contrainsurgentes, desarrollando el potencial paramilitar de ciertos grupos de minorías. Destacamentos de Fuerzas Especiales fueron asignados a la embajada estadounidense en Saigón para dar adiestramiento y asesoría en estos programas, los cuales eran conocidos genéricamente como Grupo Irregular de Defensa Civil. El desarrollo de fuerzas paramilitares entre los grupos de minorías sería la misión primordial de las Fuerzas Especiales en Vietnam11.
Según el estudio de las Fuerzas Especiales estadounidenses en Vietnam, la idea de formar paramilitares era limpiar un territorio del “terror e influencia” de los revolucionarios vietnamitas, conseguir apoyo para el gobierno de Vietnam del Sur y formar un programa de autodefensa. Después de cumplir todos estos puntos, lanzarse a la ofensiva atacando posiciones del FLN de Vietnam.
Nada ha cambiado desde Vietnam en el uso de grupos paramilitares en labores de contrainsurgencia. En el “Manual de Campo 100-20”, encontramos en el anexo titulado “Implementando la Estrategia IDAD (Defensa Interna y Desarrollo)”:
“Las fuerzas paramilitares, sobre todo las reclutadas para servicios locales, están limitadas a una defensa estática en la vecindad de sus propias casas. En comparación con el Ejército, son poco entrenadas y carecen de buenas armas. Reciben bajos salarios, pero substituyen de manera económica a las tropas del Ejército en áreas relativamente seguras. En cambio, tienen capacidad para dar la alarma ante un ataque de los insurgentes y pueden defender sus comunidades hasta la llegada de refuerzos de combate más capacitados. Después de una campaña de consolidación de un territorio bajo el control del gobierno, las fuerzas paramilitares locales pueden asumir la seguridad y evitar el regreso de los insurgentes. Empero, los comandantes militares y sus asesores jamás deben olvidar las limitadas capacidades de combate de estas fuerzas. No pueden sobrevivir si las fuerzas regulares de combate no están disponibles para reforzarlas a tiempo en caso de un ataque masivo. Además, existe un aspecto político y psicológico muy importante en la movilización de fuerzas paramilitares. La militancia da al pueblo un interés en el éxito del gobierno. Los paramilitares desarrollan un compromiso psicológico que tiende a vacunarlos contra la propaganda de los insurgentes (…) y sus trabajos contribuyen al desarrollo económico del país”.
Pero dentro del programa de adiestramiento hay muy poco que no se puede usar en la lucha contrainsurgente. Un informe de Amnistía Internacional sobre el uso de armas destinadas al ejército de Colombia para la lucha antidroga12, cita una carta escrita a McCaffrey por el coronel Warren D. Hall III, un experto en leyes que afirma:
“las habilidades de infantería básica que las fuerzas estadounidenses de operaciones especiales enseñan en sus despliegues antidrogas pueden ser utilizadas también por las fuerzas armadas de Colombia en su esfuerzo contrainsurgente”.
Hay más razones para preocuparnos. El pasado 26 de junio, H. Allen Holmes –vicesecretario de Defensa para Operaciones Especiales y Conflictos de Baja Intensidad de Estados Unidos– señaló en una conferencia sobre Inteligencia Militar:
“Las Fuerzas de Operaciones Especiales han sido fundamentales en nuestro trabajo con los militares mexicanos. Con el 70% de la cocaína que entra en Estados Unidos por la frontera con México, hemos conseguido un progreso significativo desarrollando programas de cooperación en materia antidroga con los militares mexicanos. Hace año y medio, no teníamos casi ningún contacto con los militares mexicanos. Hoy, estamos ayudando al Ejército Mexicano a crear un gran número de grupos de reacción rápida con capacidad aeromóvil para la lucha antidrogas. La fuerza principal de este programa ha sido el adiestramiento dirigido por el Séptimo Grupo de Fuerzas Especiales que adiestrará a casi 200 miembros de los grupos de reacción rápida sólo en este año fiscal.”
El Séptimo Grupo de Fuerzas Especiales ha participado en acciones desde la guerra de Vietnam, asesorando el ejército de Vietnam del Sur, hasta la invasión de Panamá en diciembre de 1989. Hoy en día es el grupo de fuerzas especiales encargado del trabajo en América Latina.
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Epílogo
“El estratega exitoso de IDAD [Defensa Interna y Desarrollo, otro aspecto de la contrainsurgencia] debe entender que la verdadera naturaleza de la amenaza al gobierno se encuentra en la fuerza política –no militar– del enemigo. Cualquier estrategia que no preste atención seria y continua a los reclamos políticos y demandas de la oposición, saldrá severamente perjudicada. Los programas militares y paramilitares son necesarios para el éxito, pero no son suficientes en sí mismos.”13
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Notas: