La CIA organizó su primer golpe de Estado en Siria el 29 de marzo de
1949 para derrocar a un presidente elegido democráticamente, Shukri
Al-Quwatli e instalar un dictador militar Husni Al-Zaim que aceptara la
construcción del Tapline (Oleoducto Transarábigo) que comenzó en 1947 y
fue gestionada principalmente por la compañía estadounidense Bechtel.
Inicialmente planeado para terminar en Haifa, la ruta fue modificada a
través de los Altos del Golán y Líbano para terminar en Sidón tras el
establecimiento de la entidad siosnissta. El oleoducto se completó y el transporte de petróleo comenzó en 1950.
El 25 de septiembre de 1985, tuvo lugar en Nueva York una reunión que la mayoría de los polacos desconocían. El general Wojciech Jaruzelski se reunió con David Rockefeller, uno de los hombres más ricos del mundo.
¿Jaruzelski vendió a Polonia durante esa conversación secreta? ¿Qué acuerdos se cerraron a puerta cerrada en el Rockefeller Center?
Hechos impactantes de 1985 arrojaron nueva luz sobre la transformación política que tuvo lugar cuatro años después. ¿Por qué no hubo acuerdo? ¿Por qué se desarrolló la privatización como lo hizo? ¿Quién decidió realmente el futuro de Polonia?
En este documento presentamos:
✓ Desconocido detrás de escena de la reunión
✓ Diversas versiones de los hechos, desde las oficiales hasta las conspirativas.
✓ Opiniones de historiadores e investigaciones archivísticas
✓ Consecuencias que aún sentimos hoy
¿Sabremos algún día toda la verdad?
El abuelo del nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, formó parte de la Schutzabteilung, la fuerza paramilitar nazi de las camisas pardas
REVISTA MISIÓN VERDAD
El rastro del Tercer Reich continúa pulcro en Europa. La sangre, el
dinero, sus ideas aun palpitan y circulan en el continente que sirvió de
cuna al fascismo, cuyo legado recorrió el resto del siglo XX tras la
Segunda Guerra Mundial y sigue latente entre las élites gobernantes
actuales del bloque europeo. En el marco del 80 aniversario del Día de la Victoria,
que conmemora la derrota del nazismo y el fascismo europeo a manos de
la Unión Soviética, esta tendencia se torna más que evidente.
Pero se trata de una certeza oculta, adrede, por parte de las mismas
élites europeas que la repiten incansablemente como ciclo político,
económico y cultural.
Cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin en 1945 se inició un
proceso simbólico de «desnazificación» en Alemania y otros países que
estuvieron bajo el control nazi. Sin embargo, lo que no se menciona tan
frecuentemente es que muchas figuras claves del Tercer Reich lograron
evitar el castigo por sus crímenes, y que incluso fueron absorbidas por
las nuevas estructuras políticas, militares y económicas surgidas en
Europa occidental durante la posguerra.
Hoy, 80 años después, existen indicios preocupantes de cómo ciertos
elementos ideológicos, redes personales y dinámicas de poder asociadas
con el nazismo continúan influyendo en los círculos de poder europeos.
DE BERLÍN A BRUSELAS: RATLINES Y LA INTEGRACIÓN DE CRIMINALES NAZIS
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial miles de criminales de guerra nazis escaparon de la justicia gracias a las llamadas Ratlines
(«rutas de rata»), vías secretas organizadas principalmente por
sectores del Vaticano, servicios de inteligencia occidentales —incluidos
los estadounidenses— y redes de la ultraderecha europea.
Las Ratlines permitieron que altos funcionarios nazis, entre
ellos miembros de las SS y gestores de los campos de concentración,
huyeran hacia las Américas y otros continentes.
Pero no todos escaparon. Muchos permanecieron en Europa y, lejos de
ser perseguidos, fueron reclutados por las potencias occidentales para
colaborar en la Guerra Fría contra la Unión Soviética.
La OTAN, fundada en 1949, incorporó a antiguos oficiales de alto rango del ejército alemán (Wehrmacht)
e, incluso, a miembros de las SS como Reinhard Gehlen, quien dirigió
una red de espionaje alemán contra la Unión Soviética, posteriormente
absorbida por Estados Unidos.
Un estudio titulado Nazism, NATO and West-European Integration – Correlation
revela cómo exoficiales alemanes fueron reinsertados en puestos
neurálgicos dentro de la estructura atlantista. Asimismo, historiadores han documentado casos
como el del general Hans Speidel, jefe del Comando Supremo Aliado en
Europa (Saceur), quien combatió junto a Erwin Rommel en África y fue
rehabilitado por las potencias occidentales.
Esta integración operativa y simbólica marcó el comienzo de una
normalización tácita del pasado nazi dentro de las instituciones
europeas, con el principal respaldo de Estados Unidos, autodeclarado
victorioso de la Segunda Guerra Mundial.
EL CAPITAL DE AYER Y HOY FINANCIÓ AL FÜHRER
Una de las páginas menos conocidas de la historia del nazismo es su
estrecha relación con la élite empresarial alemana. Durante los años
1930 grandes conglomerados industriales como Krupp, Thyssen, IG Farben y
Siemens no solo financiaron la llegada de Hitler al poder sino que
también se beneficiaron enormemente del régimen nazi explotando mano de
obra esclava en campos de concentración y lucrándose con la producción
del complejo industrial-militar.
Como señala el artículo de Jacobin titulado «Nazi Billionaires: Capitalism Under Hitler«,
estas empresas no solo sobrevivieron a la derrota del Reich sino que se
convirtieron en pilares del «milagro económico» alemán de la posguerra.
Más aun: esta continuidad económica y política ayudó a moldear el
desarrollo del capitalismo europeo contemporáneo estableciendo un modelo
profundamente entrelazado con intereses corporativos que ya habían
colaborado con el nazismo.
La élite económica alemana actual es directa heredera de los
capitalistas colaboradores de los nazis, y algunos de ellos fueron parte
de la nomenclatura gubernamental del Tercer Reich.
URSULA VON DER LEYEN, FRIEDRICH MERZ Y LOS FANTASMAS DEL PASADO
Un caso emblemático que ilustra esta persistencia del legado nazi en el establishment actual es el de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea al día de hoy.
Su padre, Ernst Albrecht, estuvo íntimamente vinculado con la
administración nazi trabajando en la ocupación de Holanda —actualmente
Países Bajos—. A pesar de este oscuro pasado, él no solo logró
reinventarse políticamente sino que llegó a ser presidente regional del
estado federado de Baja Sajonia, funcionario de la Unión Europea y
mentor de Angela Merkel.
Según investigaciones periodísticas, Albrecht no solo evitó cargos por crímenes de guerra sino que recibió el perdón oficial por parte de las autoridades británicas debido a sus supuestas «contribuciones a la reconstrucción europea».
Este ejemplo muestra cómo individuos vinculados con el nazismo
pudieron reintegrarse al sistema liberal europeo sin rendir cuentas
públicas por su pasado, y contribuyeron a la formación de generaciones
posteriores de líderes europeos.
Además, varios documentos históricos indican
que el susodicho fue directa e indirectamente responsable de la masacre
contra civiles holandeses y participó en decisiones que condujeron a
ejecuciones sumarias.
El escritor y editor alemán Peter Kuras, en una nota publicada en 2021en Foreign Policy, escribió tajantemente:
«El árbol genealógico de von der Leyen traza un legado de poder y
brutalidad que incorpora no solo a algunos de los nazis más importantes
de Alemania sino también a algunos de los mayores traficantes de
esclavos de Gran Bretaña y, a través del matrimonio, a algunos de los
mayores propietarios de esclavos de Estados Unidos.
Von der Leyen desciende directamente de James Madison, quien poseía más de 200 esclavos cuando estalló la Guerra Civil.
Podría parecer mezquino condenar a alguien por su ascendencia:
los pecados del padre, después de todo, no recaerán sobre el hijo o, en
este caso, sobre la hija. Pero la propia von der Leyen ha invocado a
estos antepasados sin pedir disculpas, sin pensarlo dos veces».
Pero hay más: el nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, cuenta con un antepasado directo que formaba parte del Partido Nazi: su abuelo, Josef Paul Sauvigny, se unió a la Schutzabteilung,
la fuerza paramilitar nazi de camisas pardas, en julio de 1933, apenas
seis meses después de que Hitler se convirtiera en canciller. También
fue alcalde de Brilon durante el Tercer Reich, cuando mandó a rebautizar
una arteria central de la ciudad con el nombre de Adolf-Hitler-Strasse.
¿Qué implicaciones tiene esto sobre la legitimidad moral de las
instituciones actuales? Al parecer ninguna, con la conciencia europea
tranquila, incluso apoyando a regímenes con una abierta filiación al
nazismo y/o sus ideas prácticas.
EL NUEVO ORDEN DE HITLER Y EL PROYECTO DE LA UNIÓN EUROPEA
El denominado Nuevo Orden Europeo (Neuordnung) concebido por
Hitler y sus asesores pretendía reestructurar el continente bajo
principios de jerarquía racial, dominación económica y centralización
política. Aunque grotescamente distorsionado por el racismo y el
militarismo, este proyecto compartía rasgos estructurales con el actual
diseño de la Unión Europea (UE).
En palabras del eurodiputado británico Gerard Batten, citado por The Independent,
el plan original de la UE habría sido inspirado en parte por ideas
desarrolladas por burócratas nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Si bien esta afirmación puede parecer exagerada, hay evidencia
histórica de que ciertas estructuras burocráticas y modelos de
integración económica fueron adoptados —y adaptados— por los arquitectos
del proyecto europeo tras la guerra.
El Neuordnung buscaba crear un espacio económico común,
dominado por Alemania, con instituciones centrales que impondrían normas
uniformes a los países conquistados. Hoy la UE también opera con
instituciones supranacionales —como la Comisión Europea o el Banco
Central Europeo— que toman decisiones que afectan toda la comunidad,
muchas veces sin consulta directa con los ciudadanos.
Además, el país bávaro ha sido durante años el principal líder
económico de Europa y ombligo de la toma de decisiones del capitalismo
europeo.
En este sentido, aunque los valores y objetivos sean diametralmente
opuestos, las formas de organización resultan inquietantemente
similares.
Especialmente desde la crisis financiera de 2008, la UE ha adoptado
un enfoque burocrático y autoritario que recuerda —aunque en formas
distintas— el centralismo germánico del siglo XX.
No se trata de equiparar literalmente ambas realidades sino de
interrogarnos sobre qué modelos de poder y jerarquía se repiten
históricamente en Europa. Y la tendencia parece clara, como lo escribió el poeta y político anticolonial Aimé Césaire en 1950:
«Quiérase o no, al final del callejón sin salida de Europa,
quiero decir de la Europa de Adenauer, de Schuman, de Bidault y de
algunos otros, está Hitler. Al final del capitalismo, deseoso de
perpetuarse, está Hitler. Al final del humanismo formal y de la renuncia
filosófica, está Hitler».
UCRANIA, GEOPOLÍTICA Y EL RETORNO DE LO PROHIBIDO
En el contexto de la guerra en Ucrania y el Dombás, otro aspecto
crítico es el apoyo incondicional de las élites europeas a Kiev, que
ignoran sistemáticamente la presencia de grupos neonazis y partidarios
de la ideología banderista dentro del establishment ucraniano.
Organizaciones como el Batallón Azov, inicialmente paramilitar y con
fuerte identidad nazi, han sido integradas oficialmente al ejército
ucraniano, mientras que símbolos y discursos provenientes del
nacionalismo extremista son celebrados por dirigentes europeos.
Existe una tendencia alarmante en los países bálticos y en Finlandia hacia movimientos ultraconservadores, revisionistas y abiertamente fascistas.
Además, parlamentarios europeos han financiado
proyectos educativos y culturales en Ucrania que promueven la ideología
de Stepan Bandera, colaborador ucraniano del hitlerismo durante la
Operación Barbarroja, y figura venerada por muchos neonazis ucranianos.
Esta contradicción plantea preguntas incómodas para los mismos
europeos: ¿Por qué se tolera el uso de símbolos fascistas cuando
favorecen los intereses geopolíticos europeos, mientras se condena
cualquier manifestación similar en territorio ruso o de otros
adversarios?
¿No estamos asistiendo a una doble moral que legitima selectivamente ciertos fascismos en función de su utilidad estratégica?
EUROPA COMO REPETICIÓN ENCUBIERTA
La historia europea del siglo XX nos enseña que los regímenes
fascistas no surgen de la nada; están arraigados en estructuras
sociales, culturales y económicas que sobreviven a sus líderes. Las
élites europeas actuales, tanto políticas como económicas, no pueden
lavar su pasado sin enfrentar honestamente las raíces oscuras que aun
laten en el corazón del proyecto europeo.
Desde la integración de antiguos nazis en la OTAN hasta las
conexiones familiares de figuras claves como Ursula von der Leyen,
pasando por las estructuras institucionales que recuerdan al Neuordnung hitleriano, queda claro que el legado del nazismo está muy presente en la Europa contemporánea.
Hoy más que nunca, en un momento de auge fascista en Occidente, y a conveniencia con todo lo que significa el Día de la Victoria,
a 80 años de la caída del Tercer Reich, se hace necesario revisar estos
legados y romper con aquellas lógicas de poder, exclusión y violencia
sistémica que, bajo nuevas formas, siguen determinando el rumbo de
Europa. Así lo escribía Césaire, como si estuviera hablando de las
élites europeas del siglo XXI, para concluir:
«Sí, valdría la pena estudiar, clínicamente, con detalle, las
formas de actuar de Hitler y del hitlerismo, y revelarle al muy
distinguido, muy humanista, muy cristiano burgués del siglo XX que lleva
consigo un Hitler y que lo ignora, que Hitler lo habita, que Hitler es
su demonio, que, si lo vitupera, es por falta de lógica, y que en el
fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen
contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí sino el crimen
contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber
aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora solo
concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los
negros de África».
Une théologie palestinienne de la libération. Bible et justice dans le conflit israélo-palestinien (publication du livre en 2017, traduction française en 2019)est un ouvrage du prêtre anglican NAïM ATEEK.
Né en 1937, prêtre émérite du Diocèse épiscopalien de
Jérusalem et du Moyen-Orient, il a été expulsé avec sa famille lors de
la création de l’État israélien. Il participe, dans les années 1990, à
la fondation du Centre œcuménique SABEEL (« chemin », « source d’eau
vive » en arabe). Ce mouvement de théologie de la libération travaille à
la base avec les chrétiens palestiniens et tente, à partir d’une pensée
sur la vie de Jésus, de promouvoir la justice et la paix. LES AMIS DE SABEEL – FRANCE,
structure avec laquelle notre collectif est en lien, fait vivre son
message dans notre pays, notamment en traduisant des publications de
SABEEL et en diffusant une prière tous les jeudis.
Cette recension est subjective et nécessairement incomplète.
Elle tente de saisir ce qui est apparu au lecteur comme les points
centraux de la pensée de l’auteur et de les restituer de la façon la
plus accessible possible.
Bien que cet ouvrage soit antérieur à la guerre en cours, il
apporte des éclairages nécessaires à une juste compréhension de la
situation.
Recension réalisée par Foucauld Giuliani
Introduction
L’auteur part de sa situation vécue : « J’ai passé la plus grande
partie de ma vie sous l’injustice et la discrimination du gouvernement
israélien et sous l’oppression qu’il inflige à notre peuple
palestinien. En 1948, j’étais un enfant à Beisan, une ville
palestinienne de 6000 habitants située près du Jourdain. Beisan était
une ville à population mixte, musulmane et chrétienne, avec une
communauté chrétienne dynamique répartie entre trois Eglises : orthodoxe
grecque, catholique romaine et anglicane. (…) Mon père avait une bonne
affaire comme orfèvre travaillant l’or et l’argent. (…) Notre vie a été
bouleversée quand, en mai 1948, les milices sionistes sont entrées à
Beisan pour nous occuper. Beaucoup de gens ont pris peur et se sont
enfuis tandis que d’autres restaient chez eux. Mon père ne voulait pas
partir, il a supplié le commandant militaire de nous permettre de rester
mais les consignes militaires étaient claires : tout le monde devait
partir. C’était un nettoyage ethnique. Nous avons été chassés de nos
maisons manu militari et on nous a donné l’ordre de nous
regrouper au centre de la ville. Les soldats nous ont divisés en deux
groupes : musulman et chrétien. Le premier a été envoyé en Jordanie. (…)
Le deuxième a été mis dans un bus et conduit aux abords de Nazareth où
on les débarqua en dehors des limites de la ville, avec interdiction de
revenir chez eux. (…) À la fin de la guerre de 1948, le nombre de
Palestiniens dépossédés s’élevait à plus de 750.000. En Occident, la
plupart des gens ignoraient cet aspect de la tragédie. Les Arabes
palestiniens étaient en grande partie invisibles aux yeux des
Occidentaux. Ils disparaissaient derrière les victimes de l’Holocauste
dont le sort touchait bien davantage. (…) En fait, beaucoup de chrétiens
occidentaux se sont réjouis de l’établissement de l’État d’Israël. Ils
louaient Dieu pour le retour des Juifs en Palestine. Pour eux, le retour
des Juifs était la preuve de l’accomplissement des prophéties de
l’Ancien Testament et un signe que la fin du monde était proche, et la
seconde venue du Christ imminente. (…) Au lieu de s’indigner devant
l’injustice, les chrétiens se turent et se soumirent. Il ne s’éleva pas
de clameur prophétique, mais ce fut une résignation douloureuse. Les
gens attendaient des chrétiens occidentaux qu’ils défendent leur juste
cause et mettent Israël sous pression pour qu’il respecte le droit
international et permette le retour des réfugiés. Ils n’ont reçu que la
charité, pas la justice. Cela a pris beaucoup d’années avant que la
communauté chrétienne palestinienne soit en mesure de formuler une
nouvelle théologie de la libération. (…) Nous devons œuvrer à la
libération des oppresseurs tout autant qu’à celle des opprimés. »
Le lien est fait entre la situation de souffrance des Palestiniens et
la vie de Jésus : Jésus a été harcelé, de sa naissance (massacre des
Innocents) à sa mort (la crucifixion) par les puissants. Sa parole est
une parole tournée vers tous les exclus de son temps. La plénitude du
Royaume annoncé par le Christ est pour dès à présent et cela implique de
lutter contre ce qui opprime. Il y a une manière chrétienne de lutter
contre l’injustice et l’esclavage, contre les structures profondes qui
produisent ces maux. C’est cela, le travail intellectuel et pratique de
la théologie de la libération.
Chapitre I : La théologie de la libération à l’échelle mondiale
L’auteur s’inscrit dans la tradition de la théologie de la libération
initiée par le théologien péruvien Gustavo Gutierrez et son ouvrage
fondateur (Théologie de la libération, 1971). Cette théologie
vise à mettre en perspective la souffrance et l’injustice subies par les
plus pauvres avec la parole et la vie du Christ, à opérer une critique
des structures de pouvoir oppressives et à accompagner des mobilisations
pour plus de justice.
La théologie de la libération se décline de façon particulière, en
fonction du contexte et des enjeux prioritaires vécus. Ainsi existe-t-il
une théologie de la libération afro-américaine (James Cone, Alice
Walker…), une théologie de la libération noire sud-africaine (Desmond
Tutu, Simone Maimela…), une théologie de la libération féministe
(Marianne Katoppo, Mary Daly…). La théologie de la libération
palestinienne décline la théologie de la libération dans le contexte
d’une conquête et d’une occupation coloniales. Cette théologie ne vise
pas seulement à réaliser, de façon pratique, la libération du peuple
palestinien ; elle vise aussi à « libérer les Écritures » d’une lecture sioniste qui l’emprisonne et la fausse.
La théologie de la libération reconfigure les quatre champs de la
théologie classique : biblique, systématique, pratique et historique.
Ces différents champs prennent un tour nouveau lorsqu’on part de la
conviction que le Christ se confond d’abord avec les plus pauvres et
qu’il offre des ressources pour les aider à comprendre et à améliorer
leur condition.
II : Qui sont les chrétiens palestiniens ?
La théologie de la libération ne prétend pas remplacer les sciences
sociales (histoire, sociologie…). Ainsi est-il central de comprendre les
causes objectives de toute situation collective d’injustice en
parallèle de la pratique d’une approche plus théologique.
Ce chapitre rappelle donc un ensemble de faits historiques : la
grande variété culturelle et religieuse des habitants de Palestine
depuis des milliers d’années ; l’ancestrale présence chrétienne
(majoritaire dès le IVe siècle) ; les controverses
théologiques et les schismes successifs ayant divisé les Églises
chrétiennes ; l’irruption de l’Islam qui eut des effets ambivalents :
tolérance relative, abolition de l’Empire Byzantin qui était un régime
mal accepté mais également phénomène d’apostasie permettant de mieux
s’intégrer dans le régime musulman ; l’impact des Croisades qui ne
considérèrent pas les chrétiens d’Orient comme des alliés et
installèrent à Jérusalem un Patriarche catholique romain ;les missions
protestantes du XIXe siècle qui accompagnèrent la
colonisation ottomane puis européenne ; le projet sioniste qui
considérait l’ensemble des Palestiniens comme des Arables à remplacer
(dès 1895, Herzl parle de « processus d’expropriation ») et qui bénéficia du soutien occidental pour s’implanter.
La naissance d’Israël imposée par les puissances victorieuses de la 2e Guerre
Mondiale eu pour effet de chasser 750.000 Palestiniens de leurs terres
et de diviser par deux le nombre de chrétiens Palestiniens vivant en
Palestine.
Dans ce contexte, la mission de la théologie de la libération palestinienne est plurielle :
– travailler à la réconciliation entre communautés chrétiennes ;
– travailler au dialogue avec les Palestiniens musulmans ;
– militer pour la justice et la paix entre Israéliens et Palestiniens ;
– faciliter une prise de conscience internationale des enjeux du conflit.
III : La triple Nakba
La Nakba (« catastrophe » en arabe) désigne l’implantation
de l’État israélien et son appropriation par la force des terres
palestiniennes. Il y a une triple dimension de cette épreuve : humaine
(millions de réfugiés, déstructuration de la société, traumatismes…) ;
identitaire (déracinement, effacement de la culture…) ; religieuse
(désespoir, perte de confiance en Dieu, doute sur le sens de la foi
chrétienne : « Comment l’Ancien Testament peut-il être parole de
Dieu au regard de l’expérience que font les chrétiens de Palestine en
faveur du sionisme ? »)
IV : Autres raisons de l’émergence d’une théologie palestinienne
La Shoah. Elle a poussé les Occidentaux à offrir aux Juifs une solution, après les horreurs subies. « La Palestine et son peuple ont été sacrifiés sur l’autel de la culpabilité occidentale. » La
naissance d’Israël a été vue, par des millions de Juifs traumatisés,
comme le début de la rédemption et, par des millions de sionistes
chrétiens, comme une étape clé et nécessaire de l’histoire du salut. Les
identités juive et israélienne ont peu à peu fusionné, à tel point
qu’il est presque impossible de faire valoir la différence entre
critique religieuse, haine des Juifs (antisémitisme) et critique de
l’État israélien.
La montée d’un sionisme religieux qui instrumentalise la Bible à son
profit. Celui-ci n’est pas le propre des Juifs, il est aussi diffusé par
des franges du christianisme qui voient le triomphe d’Israël contre les
populations musulmanes arabes comme une étape eschatologique
nécessaire. Imprégné d’antisémitisme (puisque dans ce logiciel au
triomphe d’Israël succède la disparition de la majorité des Juifs), ce
récit joue néanmoins en faveur de l’État israélien et en défaveur des
populations locales arabes.
L’Intifada de 1987. Elle marque un soulèvement du peuple palestinien
et a déclenché les débuts de la théologie de la libération.
Témoignage : « Chaque dimanche, à la cathédrale Saint George de
Jérusalem, siègeait de la communauté anglicane épiscopalienne
palestinienne, la prédication portait sur l’Évangile du jour et traitait
de la situation sur le terrain. Après le culte, la communauté se
réunissait autour d’un café pour réfléchir, à la lumière de l’Évangile, à
leur vie sous l’occupation israélienne illégale. Les gens partageaient
leurs histoires et leurs expériences. Ils se demandaient quel était le
sens de leur foi sous le joug de l’occupation. » Ces temps
conjuguaient la foi dans le Christ libérateur et la quête intérieure et
extérieure de la non-violence ; ils mettaient en valeur l’intelligence
théologique du peuple chrétien, ils étaient des temps collectifs où
chacun pouvait s’exprimer ; ils apportaient réconfort spirituel,
psychologique et lucidité politique ; ils étaient des moments de soutien
mutuel et de fraternité ; ils favorisaient l’identification avec le
Christ, victime lui aussi d’injustice et venu en un temps d’occupation
impériale et coloniale, victime de la collusion de chefs religieux et
politiques.
V : Redonner sa place à l’humanité de Jésus
Une telle théologie entrelace trois niveaux : la foi et la méditation
des textes bibliques, le contexte, la réponse pratique à apporter.
Cette théologie est tendue vers cette question : qu’est-ce que Dieu
attend de nous dans cette situation éprouvante ? Une question souvent
partagée provient du livre biblique de Michée (6, 8) : « Qu’est-ce que le Seigneur réclame de toi ? »
La divinité du Christ ne sépare pas le Christ des hommes, au
contraire ; elle transfigure de l’intérieur l’humanité du Christ qui
vit, souffre et pleure parmi nous. La religion chrétienne cesse alors
d’être une fuite métaphysique pour devenir un lieu d’incarnation
collective véritable.
La théologie de la libération palestinienne est christocentrique.
Elle prend le Christ comme clé herméneutique de nos propres vies. La
Bible se lit à partir du critère de la vie et de la parole du Christ et
non l’inverse. Cette herméneutique qui part de la personne du Christ est
complétée par une herméneutique de l’amour qui perçoit dans l’amour un
outil de connaissance, un mode de perception particulier auquel notre
cœur et notre intelligence doivent se convertir.
Certains passages de l’Évangile portent en profondeur la pratique de
cette théologie. Ainsi de Luc 4, 18-19 qui relaie Isaïe 61 (« L’Esprit du Seigneur est sur moi (…) Il m’a envoyé proclamer aux captifs la libération (…) »)
Ce passage est d’autant plus important qu’en plus d’appeler à la
justice, il résonne comme une dénonciation de l’exclusion et de la
fermeture du cœur, qui rejoint les Palestiniens dans leur souffrance : « Ce
texte est une critique de toute politique ethnocentrique. Les
Palestiniens de la Palestine occupée, tout comme ceux qui sont citoyens
d’Israël, souffrent de discrimination et de racisme. »
VI : Le développement de la pensée religieuse dans l’Ancien Testament
La théologie de la libération palestienne assume une démarche de sélection des textes bibliques de l’Ancien Testament : « Nous
considérons les textes qui ne passent pas la clé herméneutique qu’est
le Christ ou l’amour comme moralement et théologiquement choquants pour
nous. Ils n’ont aucune autorité pour nous. »
Ce constat renvoie à ce qu’on appelle couramment « Textes de terreur ». « Ils sont le reflet d’une conception de Dieu tribale et d’exclusion. » Aux
yeux de Ateek, il est vain d’allégoriser, de spiritualiser, de
rationaliser ou de chercher un sens caché à ces textes. On est proche de
la conception que Simone Weil avait de l’Ancien Testament.
Le Christ « a été très sélectif dans son usage des Écritures ». Nulle mention des Nombres ou encore de Josué et des Juges « qui exaltent le nettoyage ethnique ».
Ateek relève dans ce chapitre de nombreux thèmes (nettoyage ethnique,
anéantissement ethnique, justification de la guerre…) et textes
(Nombres, 33, 50-53…) qui traversent l’Ancien Testament et qui sont
utilisés par des sionistes extrémistes et les colons dans une
perspective ethno-nationaliste. Il y transparaît que Yahvé prend le
visage d’un Dieu de la guerre, vengeur et jaloux. À ces morceaux
bibliques, il convient d’y opposer d’autres (tel que le livre d’Osée qui
déplace le cœur de la foi du sacrifice et de l’obéissance aveugle à
l’amour (6, 6)). Deux traditions théologiques et éthiques se confrontent
tout au long de la Bible.
Une double opération de sacralisation de la terre et de réécriture de
l’histoire (de manière à laisser entendre que le peuple juif est le
seul vrai peuple originaire de cette terre de Palestine) appuie le
sionisme colonisateur dans son entreprise. À cette aune, les
Palestiniens sont mis dans la position de l’étranger et du colonisateur
inversé.
VII : Christ est la clé
Si au temps de Jésus, la question de l’unicité de Dieu est déjà
tranchée, celle de la nature de Dieu reste en suspens : Jésus tranche de
manière définitive pour un Dieu de miséricorde, d’universalité et
d’amour. Face aux scribes (Marc, 12, 28-31), Jésus ne se contente pas
d’avancer la fidélité à Dieu comme plus grand commandement, il y inclut
l’amour du prochain, perçu de valeur équivalente à soi et dont le
périmètre va jusqu’à englober l’étranger et même l’ennemi. Jésus acte
donc la révolution qui était latente chez les prophètes tels que Amos
mais qui n’avait jamais été à ce point explicitée. L’amour du prochain
devient, avec Jésus, le lieu où s’éprouve et se révèle l’amour que nous
portons vraiment à Dieu.
Ateek répertorie et analyse un certain nombre d’exemples tirés des
Évangiles de Luc, Matthieu et Marc dans lesquels s’ébauche un cadre de
relation avec ses compatriotes juifs et avec les non-juifs. Le refus de
l’exclusion et du sectarisme est patent (3 exemples orignaux et moins
courants : Mathieu 2, 1 : des mages étrangers sont les premiers à offrir
des cadeaux à Jésus ; Marc 14, 15 : la prédication du Royaume remplace
celle de la Terre promise au sens territorial, le Royaume est à la fois
déjà là en partie et pour tous sans exception ; Luc 9, 51 : Jésus
réprimande ses disciples qui voulaient appeler le feu du ciel pour
consumer les Samaritains qui refusaient d’accueillir Jésus dans leur
village).
Ateek démontre comment Paul prolonge le message du Christ en
l’interprétant. Notamment sur ces points centraux : exigence
d’universalité, lien étroit foi/charité, déterritorialisation de la
promesse qui porte sur le Royaume et non sur une terre, élargissement du
périmètre de l’élection, subordination du rite à la morale
évangélique.
Il importe de s’arrêter plus en détails sur la question du rapport à
la terre, cruciale dans la période actuelle de la guerre à Gaza : dans
Jean, le vecteur par lequel Dieu montre sa fidélité aux hommes n’est
plus la terre mais le Christ (Jean, 1, 51). En s’appuyant sur les
textes, Ateek opère une transformation du concept de terre : Dieu est le
seul créateur et nous sommes tous des pèlerins, des émigrés, des hôtes
sur la terre ; la doctrine de l’incarnation met l’accent sur l’esprit
comme lieu de sanctification plus que sur la terre ; la terre est à
cultiver et à aimer, ce qui implique aussi de prendre soin de ceux qui y
vivent ; le nationalisme qui sacralise un peuple et sa terre est sans
fondement évangélique, l’horizon spirituel et politique légitime est
l’internationalisme ; l’amour de ses racines et de sa culture ne doit
pas se confondre avec le pouvoir jaloux et exclusif sur sa terre ; les
différences culturelles sont légitimes mais pas les traitements inégaux
par les pouvoirs politiques. Pour finir sur ce point, Ateek cite un
texte de l’Église d’Écosse datée de 2013 : « La “terre promise” de
la Bible n’est pas un espace mais une métaphore de la manière dont les
choses peuvent se passer dans le peuple de Dieu. Cette “terre promise”
peut se trouver et s’édifier partout. »
VIII : La justice : un élément central
Ateek ne croit ni éthiquement ni pragmatiquement au recours à la
violence. En plus d’être en contradiction avec l’Évangile, ce dernier
enferme en effet les Palestiniens dans la figure du « terroriste » et
sert le plaidoyer israélien. Mais que faire face un État, Israël, qui a
plus les allures d’une ethnocratie de plus en plus radicale qu’une
démocratie ?
L’État israélien nie toute forme de colonisation et renverse les
choses en accusant les Palestiniens de le menacer, ce qui lui permet en
retour de justifier ses crimes. On a là des récits mensongers faits par
l’oppresseur pour couvrir ses crimes.
Ateek fait un rappel détaillé des différentes options politiques
classiques et de l’historique des revendications et exigences des
différents acteurs.
Il fait finalement un plaidoyer pour une stratégie de la non-violence. « Au
rayon de la force, nous ne faisons pas le poids. Là où nous sommes de
taille à affronter Israël, c’est dans l’action non-violente. »Ateek plaide pour une formation massive à la non-violence et une action collective massive.
IX : L’émergence de Sabeel et des Amis de Sabeel
Ce chapitre retrace l’histoire et le plaidoyer de Sabeel en faveur de
la paix et de la justice. Un paragraphe traite de Sabeel en France :
l’association est née en France en 2010 sous la direction du pasteur
Gilbert Charbonnier.
X : Le cœur de la foi et de l’action au XXIe siècle
Ce chapitre conclusif affirme que le conflit israélo-palestinien ne
peut se résoudre que dans un ordre précis : justice, paix,
réconciliation. Placer la paix avant la justice, donc avant la fin de
l’oppression coloniale, est une manière de mentir et de défigurer la
paix.
Le livre s’achève en citant un passage d’une prière de Taizé : « Viens, Seigneur, et ouvre en nous les portes de ton Royaume. »
***
Deux agents anti-théologie de la libération à Santiago du Chili en 1987, ils ont déjà bien bossé alors. En 1983, dans sa visite au Nicaragua, Jean-Paul II embrassera le commanditaire de l'assassinat de monseigneur Romero.
La Théologie de la libération est une Révolution culturelle.
Le plus grand bouleversement de l'Eglise depuis le schisme protestant.
Cela ne semble pas intéresser la gauche radicale qui préfère les anabaptistes de Munster, etc., et tout le millénarisme facile sur lequel se projeter sans risquer de réponse.
Une femme est assise seule dans un foyer pour les vétérans et les
victimes de l’agent orange au Vietnam. (Christophe Calais / Corbis via
Getty Images)
Cette semaine marque le cinquantième anniversaire de la fin de la
guerre américaine au Vietnam, et le gouvernement des États-Unis continue
encore aujourd’hui à devoir réparer pour les ravages de la guerre
infligés au peuple vietnamien.
Le mercredi 30 avril, jour exact de l’anniversaire, des célébrations
de grande ampleur ont eu lieu au Vietnam – et des commémorations
discrètes aux États-Unis.
Bien que les bombes aient cessé de tomber il y a des décennies, les
États-Unis ont laissé leurs poisons dans la terre et le peuple
vietnamiens : l’agent orange/dioxine et les munitions non explosées. Des
générations entières en seront affectées.
Contribución, dentro del marco oficialista-institucional, para desenmascarar la cultura pro-Otan
La palabra “radiaciones” anuncia, en tono cómplice, el interesante pero
también en cierto modo peligroso tema que presenta este seminario: la
reverberación de los discursos artísticos en toda Europa durante el
período de división que fue la Guerra Fría. Después de una omisión
prolongada en el tiempo, hoy finalmente, impulsado por el reciente
interés por lo global, es posible volver a plantear la importancia del
arte producido fuera de los principales núcleos de poder en esta época,
por lo general ignorados por las instituciones más poderosas. Ahora
podemos, y este es el objetivo de este programa, proponer una relectura
(sin canonizar a los artistas olvidados) de un momento de la historia
reciente que se ha estudiado con demasiada frecuencia desde un enfoque
plano en blanco y negro, de algún modo siguiendo la estela de la
división en dos bloques que rigió la Guerra Fría. Esta fractura,
subyacente a la amenaza real de una aniquilación nuclear, motivó que los
discursos culturales se convirtiesen en una de las formas privilegiadas
de hacer la guerra: una guerra de imágenes y palabras.
Aujourd'hui, on sait que les Américains ont eux-mêmes fabriqué les
moudjahidin (combattants pour la foi, opposés aux forces
gouvernementales afghanes) et qu'ils ont cyniquement décidé de les
utiliser pour affaiblir l'Union soviétique et "infliger aux Soviets leur
propre Vietnam"
Le
président américain Carter a signé dès juillet 1979 une directive sur
l'aide aux ennemis du régime soviétique, manœuvre qui visait à piéger
l'URSS en Afghanistan. Officiellement, l'aide de la CIA aux moudjahidin a
commencé en 1980.
Le
gouvernement soviétique répugnait à envoyer l'armée en Afghanistan,
mais en 1979, il n'a pas eu le choix - suite aux supplications du
gouvernement afghan lui-même. Un djihad – guerre sainte – a été décrété
par les moudjahidin contre l'Union soviétique avec l'argent de
l'Occident. Leur but était simple : repousser "l’ennemi-occupant" (comme
ils le prétendaient).
En
réalité, l'Union soviétique a été froidement instrumentalisée : le
gouvernement afghan réglait ses problèmes sur le dos de l'URSS. Après le
retrait des troupes soviétiques d'Afghanistan, l'opposition téléguidée
par l'Occident s'est désintégrée en une myriade de groupes terroristes,
qui sont devenus les infâmes Talibans, Al-Qaïda et Daech.
Pendant une grande partie de son histoire, l’AFL-CIO
[centrale syndicale nationale qui est la plus grande fédération de
syndicats aux États-Unis. Elle est composée de 60 syndicats nationaux et
internationaux, représentant ensemble plus de 12,5 millions de
travailleurs actifs et retraités, NdT] a soutenu avec enthousiasme la
politique étrangère des États-Unis. Pendant la Guerre froide, elle a
notamment participé activement aux efforts visant à supprimer les
mouvements syndicaux de gauche à l’étranger.
Le président Richard Nixon fait un geste en direction du dirigeant
syndical George Meany lors d’un discours prononcé à la convention de
l’AFL-CIO en 1971. (Wally McNamee / Corbis via Getty Images)
En février, l’American Federation of Labor-Congress of Industrial
Organizations (AFL-CIO) a appelé à un cessez-le-feu négocié pour mettre
fin au génocide en cours à Gaza. Bien que cette déclaration n’ait pas
exigé un cessez-le-feu immédiat, comme l’ont fait d’autres organisations
ouvrières et syndicats, cela représente une rupture avec bon nombre des
principes de l’AFL-CIO en matière de politique étrangère.
Pendant la majeure partie de ses soixante-huit années d’existence,
l’AFL-CIO – la plus grande fédération de syndicats des États-Unis,
représentant 12,5 millions de travailleurs – s’est alignée sur la
politique étrangère des États-Unis. Elle a même, dans de nombreux cas au
cours du siècle dernier, participé activement à des interventions
américaines anti-gauche à l’étranger.
Dans son livre à paraître, Blue-Collar Empire : The Untold Story of
US Labor’s Global Anticommunist Crusade (L’empire des cols bleus :
l’histoire inédite de la croisade anticommuniste mondiale des
travailleurs américains), l’historien Jeff Schuhrke retrace les rapports
entre l’AFL-CIO et la politique étrangère des États-Unis depuis les
débuts de la Guerre froide jusqu’aux années 1990. Il révèle comment, en
partenariat avec la CIA et d’autres organes du gouvernement américain,
l’AFL-CIO a étouffé les mouvements syndicaux de gauche en Europe, en
Amérique latine et en Asie. Sara Van Horn et Cal Turner se sont
entretenus avec lui pour Jacobin et ils ont abordé la question des
dégâts causés par les interventions de l’AFL-CIO dans des pays comme le
Guyana, le Chili et le Brésil, la façon dont la répression de
l’organisation des travailleurs à l’étranger a nui aux travailleurs
américains et les leçons que le mouvement syndical peut tirer de son
histoire compliquée.
Cal Turner : Dans quelle mesure l’AFL-CIO a-t-elle été associée à l’interventionnisme américain au cours du vingtième siècle ?
Jeff Schuhrke : L’American Federation of Labor (AFL)
a commencé à mener la Guerre froide avant même que la Guerre froide ne
commence, alors que le gouvernement américain considérait encore l’Union
soviétique comme un allié du temps de la Seconde Guerre mondiale. C’est
en 1944 qu’elle a créé le Free Trade Union Committee (FTUC), qui a
tenté de créer des divisions entre les non-communistes et les
communistes au sein des mouvements syndicaux d’Europe occidentale.
Lorsque la Guerre froide est passée au premier plan et que la CIA a
été créée, certains responsables, au sein du gouvernement, ont pris
conscience du travail que l’AFL avait déjà accompli en Europe. Ils ont
compris que si la CIA voulait influencer les mouvements syndicaux
étrangers, il lui serait difficile de le faire par elle-même. Mais si
elle pouvait passer par l’AFL – si des dirigeants syndicaux américains
participaient aux interventions – le succès serait au rendez-vous, dans
la mesure où les travailleurs d’autres pays seraient plus enclins à
faire confiance à leurs collègues syndiqués.
À compter de 1949, la CIA et le Free Trade Union Committee avaient
formé un partenariat secret : la CIA finançait le FTUC pour qu’il mène
des interventions destinées à diviser les mouvements syndicaux et à les
scinder en camps rivaux selon les axes stratégiques de la Guerre froide.
Le Free Trade Union Committee devait également tenir la CIA et le
département d’État informés de la composition des différents syndicats
et de l’identité de leurs dirigeants dans les pays étrangers : à savoir,
lesquels étaient susceptibles d’être plus fiables en tant qu’alliés
pro-américains et pro-capitalistes, et lesquels étaient plus à gauche ou
pro-soviétiques. Grâce au financement de la CIA, cette organisation a
pu s’étendre de l’Europe à l’Asie.
Dans le même temps, il existait déjà avant la Guerre froide, un
historique d’interventions de l’AFL auprès des mouvements syndicaux
d’Amérique latine, en particulier pendant la révolution mexicaine. Cette
évolution s’est poursuivie également lors des débuts de la Guerre
froide, sur un mode différent de ce que le Free Trade Union Committee
pratiquait en Europe et en Asie, mais avec la même idée de départ :
diviser la Confédération des travailleurs d’Amérique latine,
organisation syndicale de gauche couvrant l’ensemble de cette région.
Le Free Trade Union Committee a cessé ses activités en 1958 après la
fusion entre l’AFL et le CIO. Au cours des années 1960 et 1970, les
États-Unis ont fait du développement du tiers-monde l’un des principaux
axes de leur politique étrangère. L’AFL-CIO s’est adaptée et s’est
associée à l’USAID (l’Agence américaine pour le développement
international), acceptant l’idée d’utiliser les syndicats pour «
moderniser » les pays d’Amérique latine, d’Afrique et d’Asie. Ils ont
mis en place des programmes de formation destinés à faire en sorte que
les dirigeants syndicaux des pays étrangers passent du statut de
fauteurs de troubles grévistes à celui de bureaucrates capables de
tempérer les revendications des classes laborieuses de leur pays, afin
que les gouvernements de ces pays puissent développer leur économie sans
céder aux exigences des travailleurs.
On était alors à l’époque du solide mouvement tiers-mondiste des
années 1960 et début des années 1970, alors que de nombreux dirigeants
politiques anticoloniaux et anti-impérialistes du Sud mondial tentaient
de faire valoir leur indépendance économique et politique. C’est au
cours de cette période que l’AFL-CIO a régulièrement tenté de saper les
mouvements politiques de gauche en Amérique latine.
Si la CIA voulait influencer les mouvements syndicaux étrangers, il
lui serait difficile de le faire par elle-même. Mais si elle pouvait
passer par l’AFL, le succès serait au rendez-vous.
Au sortir de la guerre du Vietnam, le caractère interventionniste de
la Guerre froide s’est quelque peu atténué. Mais dans les années 1980 et
au début des années 1990, vers la fin de la Guerre froide, une nouvelle
génération de responsables anticommunistes enragés a pris la tête de
l’AFL-CIO.
À l’heure où l’économie politique mondiale commence à changer, et
alors qu’on assiste à une restructuration économique et à des
délocalisations, le nombre de syndiqués américains est en baisse.
Pourtant, le président de l’AFL-CIO, Lane Kirkland, et d’autres
responsables ont voulu raviver la Guerre froide. Ironie du sort, alors
même qu’ils combattaient l’administration de Ronald Reagan sur les
questions intérieures, ils se sont associés à cette dernière pour mener
des guerres contre-insurrectionnelles musclées en Amérique centrale au
nom de l’anticommunisme.
Ils ont coopéré avec l’administration Reagan et des politiciens de
droite pour créer la National Endowment for Democracy (NED), qui a
renoué avec ce que la CIA avait fait avant la guerre du Viêtnam, à
savoir financer de nombreux syndicats et autres organisations de la
société civile à l’étranger. Mais au lieu de le faire secrètement, la
NED l’a fait ouvertement, en disant : « C’est au nom de la promotion de
la démocratie et de la liberté. » L’AFL-CIO a joué un rôle important
dans la création de la NED et a été l’un des principaux bénéficiaires
des fonds alloués par le Congrès à ces programmes. Elle a été très
active en Pologne avec Solidarność, le syndicat anticommuniste qui a
fini par être à l’origine, à bien des égards, de la fin du régime
communiste en Europe de l’Est.
Sara Van Horn : Vous écrivez que les syndicats américains, en
particulier l’AFL-CIO, ont activement encouragé la Guerre froide.
Pourquoi les dirigeants syndicaux étaient-ils prêts à collaborer si
étroitement avec le gouvernement ?
Jeff Schuhrke : Cela remonte aux Première et Seconde
guerres mondiales et au New Deal. Pendant les deux guerres mondiales,
les dirigeants de l’AFL ont conclu un accord avec le gouvernement
américain, garantissant que la production industrielle ne serait pas
perturbée par des grèves pendant la guerre. En échange, l’AFL a acquis
une certaine légitimité aux yeux du gouvernement et a obtenu des
avantages réels, tels que des journées de travail moins longues, une
meilleure couverture sociale et une hausse du nombre de syndiqués. Les
responsables syndicaux de l’AFL ont été très fortement marqués par cette
évolution. Ils ont compris qu’en s’alignant sur la politique étrangère
du gouvernement américain, ils pouvaient gagner en avantages, en
légitimité et en protection.
Par ailleurs, l’AFL était traditionnellement une fédération syndicale
plus conservatrice, opposée à toute radicalité et aux militants de
gauche. Lorsque la Guerre froide a commencé, de nombreux dirigeants de
l’AFL avaient déjà une longue expérience de la lutte contre les
communistes dans les rangs de leur propre syndicat et du maintien à
l’écart des postes de direction de ceux-ci. Ils en étaient venus à se
considérer comme les vrais spécialistes de la lutte contre les
communistes, bien davantage encore que nombre de responsables de
l’appareil de politique étrangère des États-Unis.
Le CIO a également largement bénéficié de son partenariat avec le
gouvernement pendant le New Deal et la Seconde Guerre mondiale. Les
dirigeants du CIO, comme Walter Reuther, rêvaient de devenir des
partenaires à part entière de la planification économique dans un État
corporatiste. À l’instar de l’AFL, ils considéraient qu’en prouvant leur
patriotisme et leur loyauté envers le gouvernement, ils obtiendraient
un siège à la table des négociations. À la fin des années 1940, dans le
contexte du maccarthysme et des mutations politiques du début de la
Guerre froide, le CIO est également devenu anticommuniste.
C’est l’AFL qui a initialement encouragé la Guerre froide, parce
qu’elle n’a jamais toléré les communistes ou voulu former de coalition
avec des syndicalistes de gauche, contrairement au CIO qui, pendant de
nombreuses années, a accueilli – ou du moins toléré – des communistes
dans ses propres rangs. Le CIO était prêt à rejoindre la Fédération
syndicale mondiale aux côtés des syndicats soviétiques. C’est une chose
que l’AFL n’a jamais acceptée. Ses dirigeants, tel George Meany, se sont
toujours montrés prompts à promouvoir une confrontation avec les
Soviétiques, en raison de leur propre passé idéologique anti-communiste
et de la lutte menée contre les communistes dans les rangs de leurs
propres syndicats.
Cal Turner : Vous écrivez que la Guerre froide a
directement contribué au déclin des syndicats américains, dont le taux
d’adhésion a chuté de 35 % en 1947 à 11 % en 1991. Comment les activités
internationales de l’AFL-CIO ont-elles affecté le mouvement syndical ?
Jeff Schuhrke : Un premier facteur a été la part
d’attention, de ressources et d’énergie que l’AFL-CIO a consacrée à
cette croisade anticommuniste dans le monde, plutôt que d’organiser les
travailleurs non syndiqués aux États-Unis ou de réclamer davantage de
politiques de protection sociale, moins de dépenses militaires et plus
d’investissements dans l’éducation, les soins de santé et les
infrastructures, c’est-à-dire le genre de choses qui créent des emplois.
En 1966, plus d’un cinquième du budget de l’AFL-CIO était consacré à
ces programmes à l’étranger. Sans même compter les millions de dollars
que l’AFL-CIO recevait du gouvernement américain.
À partir des années 1970, l’économie politique mondiale était en
pleine transformation : l’industrie manufacturière s’est d’abord
déplacée vers des régions des États-Unis ne comptant pas de syndicats,
le Sud et le Sud-Ouest, puis vers l’Amérique latine et les Caraïbes, et
finalement vers l’Asie. L’AFL-CIO ne faisait pas grand-chose pour y
remédier, si ce n’est promouvoir les campagnes de marketing « Achetez
américain » ou « Vérifiez le logo syndical ». Au contraire, elle se
focalisait sur la manière de combattre les communistes et de saper les
mouvements de gauche en Amérique latine, en Afrique, en Asie et en
Europe de l’Est. L’anticommunisme ici ne se limite pas à une opposition
aux véritables communistes ou aux véritables partis communistes : il
s’agit d’une opposition à tout mouvement de gauche, ou de classe, visant
à l’indépendance économique des pays du Sud global.
Cette croisade anticommuniste mondiale a affaibli et divisé un grand
nombre de mouvements syndicaux du Sud, plus combatifs et plus engagés
dans les luttes de classe, alors même que ceux-ci auraient pu s’opposer
au pouvoir du capital international. Des syndicats dissidents plus
conservateurs et plus favorables au capitalisme se sont créés et ont
bénéficié d’un financement important de la part du gouvernement
américain, par l’intermédiaire de l’AFL-CIO.
Même si tout cela était censé se faire au nom de la libre
syndicalisation, un grand nombre de syndicats et de fédérations
syndicales soutenus par l’AFL-CIO dans le monde entier faisaient souvent
l’objet d’un étroit contrôle de la part des gouvernements de ces pays,
en particulier dans le cas de gouvernements anticommunistes et
autoritaires. Les seuls syndicats que ces gouvernements toléraient
étaient ceux soutenus par l’AFL-CIO.
Alors que la libéralisation du commerce et la délocalisation des
emplois manufacturiers américains allaient bon train, les mouvements
syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de choix pour le
mouvement syndical américain dans sa lutte contre le nivellement par le
bas et la promotion de normes plus exigeantes partout afin que le
capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il s’est passé,
dans la mesure où ces mouvements syndicaux déjà affaiblis étaient
désormais étroitement contrôlés par leurs propres gouvernements,
conséquence des agissements de l’AFL-CIO. En ce sens, les dirigeants de
l’AFL-CIO se sont tirés une balle dans le pied.
Tout cela s’est fait en partenariat avec le gouvernement américain.
Or, celui-ci, surtout à la fin de la Guerre froide, dans les années 1980
et 1990, a favorisé toutes ces délocalisations et la libéralisation du
commerce, en adoptant l’ALENA – des mesures qui ont entraîné la
désindustrialisation et fait perdre aux syndicats américains un grand
nombre de leurs membres. La même entité avec laquelle l’AFL-CIO s’est
associée pendant toutes ces décennies et qui a contribué à la victoire
de la Guerre froide a, dans le même temps, bousillé les travailleurs
américains. Non seulement elle nuisait aux travailleurs du monde entier,
mais au final elle nuisait également aux travailleurs des États-Unis.
Sara Van Horn : Avez-vous des exemples précis qui
vous paraissent flagrants et montrent que les syndicats américains ont
réprimé l’action politique ou l’organisation de la gauche dans les pays
du Sud ?
Jeff Schuhrke : Au début des années 1960, la Guyane
est dirigée par Cheddi Jagan, un socialiste qui souhaite nationaliser
l’industrie sucrière et, via une transition structurée, mener le pays
vers une pleine indépendance vis-à-vis de la Grande-Bretagne. Certains
syndicats étaient de son côté, d’autres de celui de ses rivaux
politiques. Avec l’aide de la CIA, l’AFL-CIO a contribué à financer les
syndicats de l’opposition et à mener une longue grève générale qui a
duré environ deux mois, affaiblissant le gouvernement Jagan et
finalement poussant ce dernier à quitter le pouvoir avant le début de
toute transition vers l’indépendance.
Le fait que Jargan était marxiste n’était pas du goût du gouvernement
américain – il pensait que ce serait un autre Fidel Castro, et
souhaitait l’arrêter à n’importe quel prix. Habituellement, les membres
du mouvement ouvrier de gauche considèrent que les grèves générales sont
quelque chose de positif, mais dans ce cas précis, cette grève générale
secrètement financée par la CIA, et dont les fonds étaient versés par
les syndicats américains, a ébranlé un gouvernement de gauche.
Dans la même veine, au début des années 70, Salvador Allende était au
pouvoir au Chili. Il était marxiste, avait été élu démocratiquement et
était persuadé que la démocratie permettrait d’instaurer le socialisme.
Les anticommunistes des États-Unis et d’Amérique latine le considéraient
donc comme particulièrement dangereux, dans la mesure où ils
s’appuyaient sur le mythe selon lequel tous les communistes étaient des
dictateurs totalitaires. L’administration [Richard] Nixon entendait
créer le chaos économique au Chili, et y est parvenue en partie grâce à
une série de grandes grèves dans des secteurs tels que l’extraction du
cuivre et le transport routier. Ces grèves ont également reçu un
accompagnement, un financement et tout un entraînement de la part de
l’AFL-CIO, une grande partie des ressources venant de la CIA. Elles ont
servi de prétexte aux militaires chiliens d’Augusto Pinochet pour
organiser un coup d’État en 1973 et renverser Allende.
L’American Institute for Free Labor Development (AIFLD), principal
instrument de l’AFL-CIO en Amérique latine des années 1960 aux années
1990, a organisé de nombreuses formations qui, à première vue, pouvaient
sembler très inoffensives, mais dont le but était souvent de lutter
contre l’influence exercée par la gauche au sein des syndicats. L’AIFLD a
ainsi assuré la formation de plus de trente syndicats brésiliens au
cours de l’année qui a précédé le coup d’État militaire de 1964 dans ce
pays. Lorsque ce dernier a eu lieu, certains des Brésiliens lauréats du
programme de formation de l’AIFLD ont été chargés par la dictature en
place de purger les syndicats brésiliens de leurs gauchistes.
Autre exemple : non seulement l’AFL-CIO a soutenu la guerre du
Vietnam de manière rhétorique, mais elle était également active sur le
terrain, fournissant des fonds et des ressources à la Confédération
vietnamienne du travail anticommuniste au Vietnam du Sud, alors que
celle-ci cherchait à réduire l’influence du Front national de libération
qui était communiste.
Cal Turner : Comment les adhérents de base de
l’AFL-CIO ont-ils réagi lorsqu’ils ont appris que la direction de leur
syndicat menait des actions anticommunistes ?
Jeff Schuhrke : Avant
la guerre du Vietnam, les adhérents de base ignoraient beaucoup de
choses. On ne les consultait pas. Aucune de ces politiques
internationales n’était démocratique, elles étaient décidées à huis
clos, souvent par des responsables ou des collaborateurs non élus.
Ce n’est qu’à la fin des années 60 que les dirigeants syndicaux
locaux et les cadres moyens ont commencé à s’exprimer, dans le cadre du
mouvement anti-guerre. Des réunions publiques et des distributions de
lettres et de journaux émanant de syndicalistes de base ont commencé à
être organisées. Ceux-ci s’élevaient contre la guerre du Vietnam et sont
entrés en conflit direct avec George Meany, le président de l’AFL-CIO,
qui était totalement acquis à la cause de la guerre.
À la fin des années 60, une série d’articles de presse a également
révélé certains des liens qui, depuis les années 1940 existaient entre
la CIA et les syndicats américains. Ces informations ayant été révélées
au grand jour, le nombre de protestations de la base contre les
agissements des dirigeants syndicaux a commencé à se faire plus
important. Après le coup d’État au Chili, Fred Hirsch, un plombier
californien, syndicaliste de base, a rédigé une brochure exposant les
liens entre l’AFL-CIO et la CIA dans le cadre du soutien au coup d’État
chilien, celle-ci a été distribuée à des milliers de membres du
syndicat.
Dans les années 80, il y a eu un mouvement sans précédent de
syndicalistes de base et même de présidents de syndicats au sein de
l’AFL-CIO, ils essayaient de venir en aide aux syndicats et mouvements
de travailleurs les plus à gauche et les plus militants d’Amérique
centrale. Le National Labor Committee a également été fondé dans les
années 1980 par un groupe de présidents de syndicats qui s’opposaient à
cette intervention en Amérique centrale. Ce groupe est à l’origine des
premiers débats ouverts consacrés à la politique étrangère dans le cadre
de la convention de l’AFL-CIO, ce qui montre à quel point ces décisions
politiques avaient été antidémocratiques.
Sara Van Horn : Quelles leçons le mouvement ouvrier d’aujourd’hui doit-il tirer de cette longue histoire ?
Jeff Schuhrke : En quelques mots : ne soutenez pas
systématiquement tout ce que fait Washington en matière de politique
étrangère. Et pourtant, c’est encore aujourd’hui la position de la
direction de l’AFL-CIO.
Au cours des derniers mois, de nombreux syndicats se sont prononcés
en faveur d’un cessez-le-feu à Gaza, ce qui est particulièrement
important dans la mesure où cela va à l’encontre de la politique de
l’administration Biden. Qui plus est, sept syndicats majeurs ont
récemment demandé à Joe Biden de cesser d’envoyer de l’aide militaire à
Israël afin de contraindre à un cessez-le-feu. Le fait que les syndicats
fassent toutes ces déclarations est une évolution qui va dans le bon
sens, mais les actions concrètes se font encore rares au niveau
national.
S’il est essentiel d’organiser et de renforcer le taux de
syndicalisation, nous devons également nous interroger sur le type de
mouvement syndical que nous souhaitons, et ne pas nous contenter d’un
mouvement de grande ampleur.
Aujourd’hui, la gauche syndicale doit porter un regard international
sur les luttes que nous menons sur nos lieux de travail aux États-Unis.
Le message de Donald Trump consiste souvent à dire que les travailleurs
étrangers sont nos ennemis. Mais l’histoire de la Guerre froide nous a
déjà montré que le nationalisme économique n’est en fin de compte
d’aucune utilité pour les travailleurs américains. Il est indispensable
de se montrer beaucoup plus critique à l’égard de la politique étrangère
des États-Unis.
Cal Turner : Quel impact souhaitez-vous avoir avec ce livre ?
Jeff Schuhrke : Aux
États-Unis, depuis quelques années, les gens sont de plus en plus actifs
dans le mouvement ouvrier, mais ce domaine de l’histoire du travail a
souvent été ignoré, parce qu’une grande partie du mouvement ne se
sentait pas à l’aise lorsqu’il s’agissait d’en parler. Dans l’idée, ce
livre devait être une introduction et rassembler un grand nombre
d’études déjà publiées sur le sujet. J’espère qu’il aidera les personnes
qui ne connaissent pas encore le mouvement syndical à comprendre que
s’il est essentiel de s’organiser et de développer la syndicalisation,
nous devons également nous interroger sur le type de mouvement syndical
que nous souhaitons – et ne pas nous contenter d’un mouvement de grande
ampleur.
Quels sont les principes de notre mouvement ? Que défend-il ? Quel
type de politique a-t-il en matière de politique étrangère ? Nous
espérons que comprendre ce passé permettra aux gens de réaliser pourquoi
il est important d’avoir une perspective internationaliste et
anti-impérialiste lorsqu’il s’agit de reconstruire le mouvement ouvrier.
*
Jeff Schuhrke est historien du travail et professeur adjoint à la
Harry Van Arsdale Jr School of Labor Studies, SUNY Empire State
University. Il est l’auteur de Blue-Collar Empire : The Untold Story of
US Labor’s Global Anticommunist Crusade.
Sara Van Horn est écrivaine et vit à Serra Grande, au Brésil.
Plus intéressant serait de rappeler les
opérations « d’influence » des services américains en France pour
contrer le syndicalisme des marxistes , de la CGT qui risquait
d’entraver le plan Marshall. La création de Force Ouvrière par exemple
par le célèbre trotskiste Kristol (un des inspirateurs du neo
conservatisme/libéralisme) d’abord opposé au communisme quoi qu’il en
coûte ( Militant trotskiste aux usa il convertit son action en Europe au
service des libéraux us) L’ « écueil » ( comme Brezinski nommait la
France ) serait peuplé de « gallo communistes » s’inquiètent les
américains (et Cohn Bendit ) dont des syndicalistes. L’histoire
française de cette ingérence par les services us mériterait un billet
svp
« Alors que la libéralisation du commerce et la
délocalisation des emplois manufacturiers américains allaient bon train,
les mouvements syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de
choix pour le mouvement syndical américain dans sa lutte contre le
nivellement par le bas et la promotion de normes plus exigeantes partout
afin que le capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il
s’est passé »
C’est un point essentiel. Le démantèlement des droits des
travailleurs à l’étranger, appuyé par l’AFL et le CIO, a eu un effet
boomerang pour les travailleurs américains lors de l’avènement de la
mondialisation. Les grandes entreprises ont ensuite eu beau jeu de
traiter les travailleurs américains de nantis assis sur des privilèges,
soudain devenus trop chers par rapport aux chinois, indiens ou
vietnamiens. Un syndicat ne peut pas être à la fois socialiste et
impérialiste. Sur le long terme, c’est impossible. L’AFL-CIO a contribué
à affaiblir les syndicats étrangers trop à gauche ou favorables à
l’autonomisation de leurs pays, au grand bonheur de la CIA, mais le prix
à payer a été une détérioration des conditions de travail des salariés
américains. Dire que les femmes là-bas n’ont même pas droit à un congé
maternité, sauf quelques « privilégiées » qui travaillent pour des
entreprises de plus de 50 salariés, qui elles peuvent prendre jusqu’à 12
semaines… non indemnisées. La baisse du taux de syndicalisation des
salariés aux Etats-Unis est tout sauf une surprise.
No se puede negar que el proyecto editorial de Ruedo Ibérico
tuvo una importancia crucial en el apoyo y desarrollo del
antifranquismo en los últimos lustros de la dictadura. Desde su
fundación en 1961 en Paris, José Martínez Guerricabeitia y los otros
socios fundadores: Elena Romo, Nicolás Sánchez Albornoz, Ramón Viladás y
Vicente Girbau crearon un magnífico dispositivo de lucha contra el
franquismo. Sus libros prohibidos por la censura y su revista Cuadernos de Ruedo Ibérico
alimentaron la resistencia en el interior y las esperanzas del exilio
en México, si bien con muchas interferencias y dificultades. Sin
embargo, sobre ese ambicioso proyecto se ciernen en la actualidad
algunas sombras. Ruedo Ibérico, como muchas otras editoriales y
revistas que funcionaban en los años sesenta, no fue ajena a la acción
del Congreso para la Libertad de la Cultura, el principal organismo
pantalla a través del que la CIA creó una red de influencia cultural en
Europa y en la mayor parte del mundo en esos años de la Guerra Fría.
José Martínez Guerricabeitia (1921-1986)
Los actores, Pepe Martínez y Julián Gorkin
La correspondencia entre José Martínez Guerricabeitia, director de Ruedo Ibérico,
y Julián Gorkin, que se conserva en el Instituto Social de Amsterdam,
pone en evidencia la existencia de una corriente activa de simpatía e
influencia mutua a lo largo de más de una década, entre 1964 y 1977. Los
dos compartían afinidades ideológicas de origen que los unían en el
anticomunismo que siempre cultivaron. Pepe Martínez había sido
anarquista, aguilucho de la FAI, en su juventud en Valencia durante la
guerra civil y ese pedigrí siempre le acompañó. Sus recuerdos de la
contienda eran “metafóricamente triunfales”, según su biógrafo Albert Forment. En los años sesenta le confesaba a una amiga italiana, Magali Sarfati: “Tener
quince años y estar en Valencia con granadas en el cinto y saber que
uno es el dueño de la ciudad son cosas de las que uno no se cura”.[1]
Con el tiempo se convirtió en “un personaje molesto, histórica y
personalmente hablando” —en palabras de su amigo Gérard Imbert Martí—
“la mala conciencia encarnada, la mala leche personificada y, al mismo
tiempo, una persona intelectualmente fascinante; muy ecléctica, en el
mejor sentido de la palabra, por vocación, curiosidad, siempre atento a
lo último aquí, ahí y de donde viniera, curioso como el buen humanista
que era en el fondo, enciclopédico en su saber”.[2]
Él y Julián Gorkin eran refugiados políticos de procedencia valenciana
que vivían en París desde 1948. El segundo había sido dirigente del POUM
durante la guerra y había estado antes exiliado en México. Mientras que
Pepe Martínez, que era muy joven en 1939, no fue encarcelado al
terminar la contienda —al contrario que su hermano y su padre, también
anarquistas— pero sí estuvo interno en un centro reformatorio en
Burjassot (Valencia) por sus antecedentes políticos.[3]
En realidad, Julián Gorkin era un
pseudónimo de Julián Gómez García, un español que estaba al frente desde
1960 del Centro de Documentación y de Estudios en París, un organismo
controlado por la CIA y dirigido por este histórico dirigente del POUM y
del PCE, que había pasado ocho años exiliado en México. Gorkin era un
activo antifranquista y al mismo tiempo un furibundo anticomunista a las
órdenes de Washington, si bien nunca fue un agente en nómina de la CIA,
en opinión de Andrés Ortí Buig, autor de una interesante tesis doctoral
sobre el personaje. “El anticomunismo de Gorkín primaba por encima de su antifranquismo y el propio régimen supo aprovecharse de ello”.[4]
Durante su estancia en México, Gorkin
estableció contacto con el Consulado de EEUU en fechas muy tempranas y
desde 1940 hasta su salida del país azteca en 1948 estuvo colaborando en
la denuncia de comunistas españoles (algunos de ellos, como el escritor
Max Aub, no lo eran, pero fueron objeto de sus acusaciones; otros sí
que lo eran, como Joan Comorera, del PSUC). A cambio, reiteradamente,
solicitó un visado para viajar a EEUU que le fue denegado por sus
antecedentes comunistas. En cualquier caso, no fue el único que colaboró
con la Inteligencia americana en busca de un pasaje. Fueron muchos y
entre ellos el pintor Diego Rivera, militante del PCM, que sí consiguió
su objetivo de viajar a EEUU.[5] Gorkin no lo logró, pero se ganó la fama de trabajar para los intereses del imperialismo estadounidense y de ser trotskista.[6] En París, algunos años después, se convirtió en “el organizador de la obra propagandística de la CIA para el mundo hispánico a través de la revista Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura», según Paul Preston.[7]
Gorkin también era en ese momento un referente entre los exiliados
españoles que vivían en París. Una especie de “conseguidor”, conocido
por sus medios y contactos, al que recurrían muchos para pedirle trabajo
y favores.[8]
Entre Julián Gorkin y José Martínez
Guerricabeitia había una sinergia de intereses. Ambos valoraban el hecho
de que la editorial Ruedo Ibérico pudiera funcionar como un
buen ariete en la lucha antifranquista. Pepe Martínez aspiraba a
controlar un mercado potencial de libros en España, al que tenía que
acceder sorteando las trabas impuestas por la censura. Buscaba un perfil
de lector crítico, ávido de conocimiento y sensible a la evolución
política del país. Ese público lector se complementaba con el nicho de
mercado que representaba el lector francés interesado por temáticas
relacionadas con España.[9] Se lo explicaba muy claro a su amigo Francisco Carrasquer en una carta: “el
objetivo es publicar para el público hispánico libros españoles o
extranjeros que nuestros editores no publican, y para el público
extranjero, libros sobre España que sus editores no publican”.[10] También a su amigo Gorkin le informaba en los mismos términos: “la
finalidad perseguida por nuestra empresa es publicar en lengua
española libros que la censura franquista prohíbe en España y hacerlos
llegar a nuestros compatriotas”.[11] Gorkin veía en Ruedo Ibérico
la oportunidad de publicar determinados libros y de difundir a través
de ellos su mensaje anticomunista y filoestadounidense entre la
resistencia antifranquista del interior de España y sobre todo entre la
juventud universitaria, que empezaba a protagonizar sonoras protestas.
Las redes del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) alcanzan a Ruedo Ibérico
Al igual que Max Aub, que no puede ser
considerado sospechoso de simpatías anticomunistas, muchos intelectuales
pensaron que los libros y la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico cumplían “una función de lucha activa contra el régimen de Franco”
y, ciertamente así era, pero cuando se analiza con detalle la
correspondencia de José Martínez Guerricabeitia con Julian Gorkin en
esos años, se aprecia que no existía una línea cien por cien
independiente en la editorial y el historiador Manuel Tuñón de Lara no
iba tan desencaminado cuando aconsejaba a su amigo Max Aub que no
escribiera en los Cuadernos:
[…] Comprendo que estás en relaciones de autor-editor con [José]
Martínez, pero si quieres un consejo de amigo que te quiere, es que
evites publicar en esos «Cuadernos», por lo menos por ahora. Tú no
tienes necesidad de ello y ellos la tienen de ti.[12]
Las redes de la actividad del Congreso
por la Libertad de la Cultura (CLC), organismo pantalla de la CIA,
tenemos indicios de que alcanzaban de forma subrepticia a la editorial Ruedo Ibérico,
al igual que a otros cientos de revistas culturales y políticas en todo
el mundo. Esa tela de araña se extendía desde Washington y configuraba
un gigantesco mapa en la guerra fría cultural.[13]
En los años sesenta el apoyo económico proveniente del CLC —que se
nutría de fondos de los sindicatos y fundaciones privadas de EEUU—
oxigenó muchas actividades del antifranquismo: congresos (incluido el
Contubernio de Múnich de 1962), publicaciones y todo tipo de actos. El
investigador que más ha profundizado en la conexión entre Gorkin, el CLC
y el Congreso de Múnich es Jordi Amat en su tesis doctoral que después
plasmó en su libro La primavera de Múnich.[14]
Se ha conocido, asimismo, que después de que el equipo de la editorial Ruedo Ibérico
se decantara por los expulsados del PCE, Fernando Claudín y Jorge
Semprún, el CLC le ayudó a asegurar una mayor difusión de sus libros a
través del Comité d’Écriteurs et Écrivains.[15]
Las guerras intestinas dentro del PCE a principios de los sesenta
tuvieron un eco muy importante en las batallas internas que libraron los
socios de Ruedo Ibérico, especialmente en los enfrentamientos
entre Vicente Girbau y Pepe Martínez, y condujeron finalmente al segundo
a la gerencia de Ruedo Ibérico. Algunos de los colaboradores
más importantes de la editorial, como Ignacio Fernández de Castro y
Francisco Farreras trabajaban para la oficina del Congreso para la
Libertad y la Cultura, que dirigía el antiguo miembro del POUM Gorkin,
y, al igual que uno de los fundadores de Ruedo Ibérico, el
abogado Ramón Viladás, percibieron fondos del CLC para su mantenimiento
en París en esos años. En una carta que envía Victoria Kent a Gorkin en
1958 le anunciaba que había podido enviar a Viladàs y Farreras la
cantidad de 12.600 francos a través de la Spanish Refugee Aid de McDonald,
una institución fundada por Nancy McDonald en 1953, que desde entonces
fue la entidad que posibilitó el envío de los fondos que Gorkín solicitó
para ayudar a los nuevos exiliados.[16]
Muchos de ellos eran miembros de la Asociación Socialista Universitaria
(ASU) y del Frente de Liberación Popular (FLP) y huían de la represión
de las revueltas universitarias en España. La pluralidad ideológica de
la que hacía gala la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico se nutría especialmente de ex miembros del PCE, militantes del FLP, trotskistas y libertarios, pero no incluía a comunistas.[17]
Ejemplares
de la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico en la exposición ‘Ruedo
ibérico. Un exilio intelectual en tiempos del franquismo’, en la Sala
Alfons Roig del MuVIM.
En una carta de 8 de enero de 1966,
Julián Gorkin le escribió a José Martínez Guerricabeitia para decirle
que había leído con mucho interés los tres primeros números de Cuadernos de Ruedo Ibérico y, aunque no estaba de acuerdo con todos los textos publicados, creía que Cuadernos de Ruedo Ibérico y Mañana,[18]
la revista mensual editada en español por el Centro de Documentación y
de Estudios de París, impulsada y financiada por el CLC, podían ser dos
tribunas complementarias con la misma finalidad de oposición
antifranquista.[19] José Martínez le contestó dando muestras de manifiesta identificación con el ideario del CLC:
Querido amigo:
he leído con evidente satisfacción tu carta del 8 de enero. El programa
que expones al final de la misma es el nuestro y en el campo que nos
asignas tú con tu buen sentido. No sé si seremos capaces de
desarrollarlo, pero personalmente me esfuerzo y me esforzaré en que así
sea. Nos hacen falta nuevas informaciones, nuevas ideas, pero también
nuevos hábitos. Y esto último no es lo de menor importancia. En este
contexto créeme que tu carta me sirve de aliento.[20]
Las relaciones entre Julian Gorkin y
José Martínez Guerricabeitia están plasmadas en la correspondencia que
se conserva en el archivo del editor en el Instituto Social de
Amsterdam, como ya hemos dicho, pero también en el interesante libro de
Gloria Glondys sobre la guerra fría cultural se da cuenta de la
actividad de Ruedo Ibérico en ese contexto. En una carta de Julián Gorkin a Joaquín Maurín, datada el 6 de julio de 1965, Gorkin afirmaba:
Te diré que después de haberme mantenido alejado de Ruedo Ibérico, porque lo mediatizaban comunistas y comunizantes, al entrar en crisis sería el PCE y decantarse los que rodean a Ruedo Ibérico por los escisionistas, entablé relación con ellos e incluso les presté el ejemplar español de tu libro […].[21]
Las afinidades anarquistas y del POUM
que unían a José Martínez y Julián Gorkin afloran con frecuencia en las
cartas. Hablaban de la publicación de determinados libros, como Revolución y Contrarrevolución en España (1966) de Joaquín Maurín o Los problemas de la revolución española de Andrés Nin (1971) y Gorkin le insistía sobre la traducción y publicación de otros, como Spanien de Hans Joaquim Sell, un antiguo soldado de la Wehrmacht
alemana, que entre 1960 a 1968 fue corresponsal extranjero en España
hasta que el gobierno de Franco le revocó el permiso de trabajo y que en
1965 era miembro del PEN Club Internacional que dirigía Julián Gorkin.La mano del excomunista también podría estar detrás de la edición de los libros del miembro del Opus Dei Rafael Calvo Serer en Ruedo Ibérico por las múltiples alusiones que encontramos.[22]
Catálogo de la colección España Contemporánea e índice del número 1 de Cuadernos de Ruedo Ibérico
En el caso de las editoriales ese era el
mecanismo que utilizaba el CLC para influir en la línea editorial.
Primero recomendaba los libros que podían ser publicados y a
continuación compraba centenares de copias y apoyaba sus lanzamientos en
periódicos y revistas, mediante escritores y periodistas que
colaboraban con el CLC.[23]
Según se dice en la correspondencia, el Centro de Documentación y de
Estudio de París había comprado 60 ejemplares del libro de Herbert R.
Southworth, El mito de la cruzada de Franco.[24]
Un libro muy alabado por Tuñón de Lara y cuyo autor norteamericano
curiosamente nada tenía que ver con el CLC. Para Paul Preston “la
importancia de Southworth radica en que fue un luchador cultural que se
esforzó por combatir no sólo las políticas culturales represivas del
régimen franquista, sino también las actividades, a menudo paralelas,
del CLC”.[25]
No utiliza Preston términos tan elogiosos cuando se refiere al escritor
Burnett Bolloten, íntimo amigo de Julián Gorkin y muy influido por él.
Dice de él que —al igual que Georges Orwell— adoptó en sus obras “una
línea de guerra fría, es decir, que presentaba como cuestión central de
la guerra española el papel de los comunistas españoles y de sus
patrocinadores rusos en la represión de los anarquistas y del POUM,
semitrotskista. Solo Southworth combatió activamente esa idea”.[26]
Esa era la línea de pensamiento que apoyaba el CLC y que Gorkin
defendía. En la correspondencia, José Martínez le comentaba al respecto
del libro LaRévolution espagnole de Burnett Bolloten, publicado por Ruedo Ibérico en 1977, que le había dado mucho trabajo, pero era un buen libro:
Le puedes decir a Bolloten que mande lo que quiera introducir en su libro, tras la lectura del tuyo
[El proceso de Moscú en Barcelona]. El libro de Bolloten está ya
compuesto. Ya él ha corregido las primeras pruebas. Me ha dado mucha
guerra el tal libro. La traducción y su corrección por el autor ha
llevado más de dos años. En realidad, hubo que traducirlo dos veces. Con
otro autor así, cerramos la tienda. Claro, el libro es bueno. Pero no
me ha cedido, por motivos que no comparto, la edición española, la única
rentable.[27]
José Martínez, acuciado por las deudas,
se mostraba siempre muy dado a quejarse de sus problemas económicos y a
solicitar ayudas. En una carta del 5 de mayo de 1964 le pedía a Gorkin
que le facilitara la difusión de las obras publicadas por Ruedo Ibérico
—que muchas veces tenían que lidiar con la censura franquista, el veto
en Francia y la falta de resonancia en determinados foros
antifranquistas— y “un fichero con direcciones de personas y centros susceptibles de interesarse por nuestros libros”.[28]
Gorkin le facilitó las direcciones de algunos de los colaboradores del
CLC, como Victoria Kent, Eugenio F. Granell y Joaquín Maurín. Los tres
vivían en Nueva York y tenían medios para hacer publicidad de Ruedo Ibérico y de sus premios. Victoria Kent a través de su revista Ibérica, Granell en España Libre
y Maurín era el que mejor podía hacer difusión porque tenía una agencia
de prensa con 32 periódicos de lengua española en los EE.UU. y en
Latinoamérica.[29]
Julián Gorkin era en ese momento, como
ya hemos dicho, una especie de “conseguidor” al que recurrían muchos
españoles refugiados para pedirle trabajo y favores.[30]
A José Martínez le prestaba una ayuda interesada y estaba muy al tanto
de las batallas que se libraban en el seno de la editorial. En una
carta dirigida a Maurín le decía «Parece que han salido de los líos que tenían, que disponen ya de medios […]». [31] Buena parte de las crisis periódicas por las que atravesaba Ruedo Ibérico estaban causadas por la propia ambigüedad ideológica del proyecto. En opinión de la historiadora Aranzazu Sarriá Buil: “Era
difícil diferenciar si se trataba de un grupo político constituido bajo
forma de empresa comercial o era una empresa comercial que asumía las
tareas de un grupo político”.[32]
A mediados de los años sesenta los
rumores sobre la financiación del CLC por el Gobierno norteamericano que
circulaban en los ambientes intelectuales y políticos de Europa y
América eran un clamor. Desde 1955 Indalecio Prieto venía denunciando
las conexiones entre la revista Cuadernosdel Congreso por la Libertad de la Cultura y la CIA y manteniendo agrias polémicas con Julian Gorkin sobre el tema.[33] En 1966 aparecieron cinco artículos en el New York Times
que denunciaban la vinculación entre el CLC y la CIA y estalló el
escándalo de la financiación, que no dejó indemne a Gorkin. Significó el
final de su etapa más gloriosa. Sin los fondos y el respaldo de la CIA
el viejo excomunista tuvo que reinventarse para ganarse la vida. Y no
tardó en hacerlo. En 1969 fue nombrado presidente del Pen Club
Internacional de escritores. Era el último favor que le hicieron sus
amigos estadounidenses. Una forma de pagar su lealtad al CLC y
agradecerle los servicios prestados.[34] El PEN Club Internacional, como constató Stonor Saunders en su libro La CIA y la guerra fría cultural, fue otra de las instituciones intervenidas por la Inteligencia estadounidense.
Viñeta
del cómic ‘La saga del Príncipe Bormanus y de la princesa creuteuboba o
el carismático Francoráculo’, de GES, publicado por Cuadernos de Ruedo
Ibérico en 1972.
Coda final
Los avatares en la vida de Gorkin no
interrumpieron la relación de amistad y colaboración profesional, que
continuó siendo buena hasta el final entre los dos. En la última carta
de marzo de 1977, Pepe Martínez le escribe a Gorkin diciéndole que ya ha
pedido el pasaporte y piensa volver a España para abrir Ruedo Ibérico en Barcelona, aunque, a decir verdad, según le cuenta: “no
tengo ningún deseo de ir a nuestra tierra, ni la grande, ni la pequeña,
pero sí la voluntad de hacerlo en cuanto tenga el pasaporte”.[35] En palabras de su amigo Luciano Rincón: “En
realidad, nunca volvió del exilio, aunque viviera en Madrid. Cuando
murió [accidental y prematuramente por una explosión de gas en su
domicilio] algunos quizá respiraron aliviados: era un testigo incómodo. A
otros, su muerte nos hizo daño”.[36]
Durante su estancia en España se mostró exageradamente crítico con la
forma en que se llevó a cabo la Transición democrática, que para él
estuvo amañada. “No es cierto que encajara mal su inserción en esta
democracia. Lo que encajaba mal era su construcción sietemesina, los
desgarros y desesperanzas que padecía la sociedad civil estupefacta por
el espectáculo de avidez, cinismo y depredación de su clase política”,
según Alberto Hernando.[37]
Julián Gorkin, por su parte, en la
última etapa de su vida continuó con su evolución ideológica y se afilió
al PSOE. Además, según el historiador Andrés Ortí Buig, “explotó
a fondo su pasado y ofreció su testimonio sobre algunos de los pasajes
más importantes de su vida. Participó en documentales, programas de
televisión y actos de homenaje en memoria de sus antiguos compañeros del
POUM. Fantaseó e inventó a conveniencia para reforzar su papel en la
historia en lo que quedó como una prueba más de la vanidad que le
acompañó hasta su fallecimiento a los 86 años en París”.[38]
Analizar el pasado desde el presente
nunca es fácil. “El pasado es un país extranjero y juzgar el pasado con
los criterios del presente es un anacronismo y es el triunfo del
provincianismo”, nos dice Carlo Ginzburg.[39]
En este artículo no hemos pretendido restar importancia histórica a la
empresa de José Martínez Guerricabeitia, solo hemos querido situarla en
el contexto de guerra fría cultural en el que nació y tuvo su
desarrollo. Ruedo Ibérico fue una más de la pléyade de
editoriales y revistas que en los años sesenta cayeron en las redes del
Congreso para la Libertad de la Cultura, el principal organismo pantalla
creado por la Inteligencia norteamericana para extender su influencia
cultural en Europa y en la mayor parte del mundo en esos años de la
Guerra Fría, pero eso no quita para que cumpliera un papel determinante
en apoyo del antifranquismo.
Stand de la editorial Ruedo Ibérico en la feria de Frankfurt del año 1973 (foto: Blogs Canal Sur)
Notas
[1] FORMENT, Albert, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama, 2000, p. 74.
[2] IMBERT MARTÍ, Gérard, “José Martínez. El deber de la memoria”, en HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez: la imposibilidad feroz de lo posible, Logroño, Editorial Pepitas de Calabaza, 2017, pp. 15-16.
[3] FORMENT, Albert, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama, 2.000, p. 86.
[4] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto, Tesis doctoral, Universidad Rey D. ORTÍ Jaime (UJI), Castellón de la Plana, 2020, p. 305 y 314.
[5] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, pp. 151-157.
[7] PRESTON, Paul, “Guerra Fría e historiadores anglosajones”, Revista de Estudios Globales. Análisis Histórico y Cambio Social, 2/2023, N.º 4, p. 199.
[8] BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 320.
[9] SARRÍA BUIL, Aránzazu, “Oponerse al franquismo editando en París: Ruedo Ibérico y les Éditions Maspero”, Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios españoles, València, 2020, p. 318.
[10]
IIHS, Amsterdam, Carta de José Martínez a Francisco Carrasquer, París,
15 de enero de 1961, en SARRÍA BUIL, Aránzazu, “Oponerse al franquismo
editando en París: Ruedo Ibérico y les Éditions Maspero”, Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios españoles, València, 2020, p. 318.
[11] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 5 de mayo de 1964.
[12]
Archivo Max Aub (en adelante AMA), Correspondencia Max Aub y Manuel
Tuñón de Lara, caja 14, N.º 47, carta de 10 de agosto de 1965.
[13] JANNELLO, Karina, “La guerra fría cultural en sus revistas. Programa para una cartografía”, Universum, vol. 36, n.º 1, 2021, pp. 131-151.
[14] AMAT, Jordi, La primavera de Múnich, Tusquets,
Barcelona, 2016. Véase también AMAT, Jordi, “Europeísmo, Congreso por
la Libertad de la Cultura y Oposición antifranquista (1953-1966), Historia y Política, n.º 21, Madrid, 2009, pp. 55-72.
[15] GLONDYS, Olga, La guerra fría cultural y el exilio republicano español: Cuadernos del congreso por la libertad de la cultura (1953-1965), Madrid, Editorial CSIC Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2012, p. 299.
[16] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 280.
[17] HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez: La imposibilidad de lo imposible, Logroño, Editorial Pepitas de calabaza, 2017, p. 33.
[18] La revista Mañana,
dirigida por Dionisio Ridruejo desde España, pero publicada en París,
tuvo una vida efímera de enero de 1965 hasta octubre de 1966.
Desapareció de manera abrupta con el escándalo internacional que probó
que el CLC estaba financiado por la CIA. ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, pp. 314-315.
[19] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Carta de Julián Gorkin a José Martínez, 8 de enero de 1966.
[20] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 18 de enero de 1966.
Atentado a la librería en octubre de 1975 Foto: A. FORMENT, José Martínez: la epopeya de Ruedo ibérico.)
[21] GLONDYS, Olga, La guerra fría cultural y el exilio republicano español…, p. 299.
[22] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 5 de abril y 28 de abril de 1972.
[23] GLONDYS, Olga, La guerra fría cultural y el exilio republicano español…, p. 299.
[25] PRESTON, Paul, “Guerra Fría e historiadores anglosajones”, Revista de Estudios Globales. Análisis Histórico y Cambio Social, 2/2023, N.º 4, p. 199.
[27] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 2 de marzo de 1977. El subrayado está en la carta original.
[28] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 5 de mayo de 1964.
[29] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 8 de mayo 1973.
[30] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto, Tesis doctoral, Universidad Rey D. ORTÍ Jaime (UJI), Castellón de la Plana, 2020, p. 320.
[31] GLONDYS, Gloria, La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español...p. 299.
[32] HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez…, p. 33.
[33] GLONDYS, Gloria, La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español...pp. 281-282.
[34] BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 322.
[35] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 2 de marzo de 1977.
[36] RINCÓN, Luciano, “Ruedo Ibérico”, El País, 11 de marzo de 1989.
[37] HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez…, p. 123.
[38] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 347.
[39]
TAPIA, Francisco, Entrevista a Carlo Ginzburg, “Juzgar el pasado con
los criterios del presente es el triunfo del provincianismo”, Revista Santiago. Ideas, Crítica y Debate, 24 de septiembre de 2021.
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: Ilustración de Antonio Saura para la cubierta de España hoy (presentación y montaje de I. Fernández de Castro y J. Martínez), París: Ruedo Ibérico, 1963. Fondos del Centro de Documentación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Plus intéressant serait de rappeler les opérations « d’influence » des services américains en France pour contrer le syndicalisme des marxistes , de la CGT qui risquait d’entraver le plan Marshall. La création de Force Ouvrière par exemple par le célèbre trotskiste Kristol (un des inspirateurs du neo conservatisme/libéralisme) d’abord opposé au communisme quoi qu’il en coûte ( Militant trotskiste aux usa il convertit son action en Europe au service des libéraux us) L’ « écueil » ( comme Brezinski nommait la France ) serait peuplé de « gallo communistes » s’inquiètent les américains (et Cohn Bendit ) dont des syndicalistes. L’histoire française de cette ingérence par les services us mériterait un billet svp
Mme Annie Lacroix-Riz
https://www.wikiwand.com/fr/articles/Annie_Lacroix-Riz ,
a abondament ecrit sur le sujet et bien plus…
Bonne lecture.
« Alors que la libéralisation du commerce et la délocalisation des emplois manufacturiers américains allaient bon train, les mouvements syndicaux de ces pays auraient pu être des alliés de choix pour le mouvement syndical américain dans sa lutte contre le nivellement par le bas et la promotion de normes plus exigeantes partout afin que le capital n’ait nulle part où aller. Ce n’est pas ce qu’il s’est passé »
C’est un point essentiel. Le démantèlement des droits des travailleurs à l’étranger, appuyé par l’AFL et le CIO, a eu un effet boomerang pour les travailleurs américains lors de l’avènement de la mondialisation. Les grandes entreprises ont ensuite eu beau jeu de traiter les travailleurs américains de nantis assis sur des privilèges, soudain devenus trop chers par rapport aux chinois, indiens ou vietnamiens. Un syndicat ne peut pas être à la fois socialiste et impérialiste. Sur le long terme, c’est impossible. L’AFL-CIO a contribué à affaiblir les syndicats étrangers trop à gauche ou favorables à l’autonomisation de leurs pays, au grand bonheur de la CIA, mais le prix à payer a été une détérioration des conditions de travail des salariés américains. Dire que les femmes là-bas n’ont même pas droit à un congé maternité, sauf quelques « privilégiées » qui travaillent pour des entreprises de plus de 50 salariés, qui elles peuvent prendre jusqu’à 12 semaines… non indemnisées. La baisse du taux de syndicalisation des salariés aux Etats-Unis est tout sauf une surprise.