(Del libro: “La modernidad en la arquitectura”)
EL DILEMA DEL CONSTRUCTIVISMO RUSO  Por Armando Arteaga 
  
El constructivismo ruso es el movimiento 
arquitectónico que mejor se conoce en occidente. Para la cultura 
nacional rusa, en su totalidad, el período del vanguardismo ruso en el 
arte, y particularmente, en el campo de la arquitectura, es un periodo 
que comprende una parte muy importante de esta cultura. Los rusos han 
sido siempre una nación de intérpretes geniales de esta apertura hacia 
lo occidental, y han llevado sus aportes hasta la cumbre misma del 
proceso histórico-cultural y artístico de la humanidad. Tal fue la 
herencia de Bizancio en la Rusia Antigua, y también, con la cultura 
europea desde los tiempos de Pedro El Grande; y mejor, si hablamos, de 
una cultura rusa “moderna” cuando desarrollaron un ambiente cultural 
propio gracias al vanguardismo de la primera década del Siglo XX. 
Por los caminos de la arquitectura, y el 
vanguardismo de los años veinte de este Siglo XX, podemos acercarnos a 
la espiritualidad, a la cosmovisión, y a las tradiciones, de varios 
pueblos islámicos, eslavos y occidentales, que desde la revolución 
bolchevique han venido buscando desarrollar sus propias individualidades
 a través de un estado multinacional. Los rusos han ocupado un ambiente 
cultural -muy sugestivo- gracias al vanguardismo desde la primera década
 del siglo veinte. El constructivismo ruso fue un buen momento para la 
historia de la arquitectura. Pero, sobre todo, es una parte importante 
de esa historia del vanguardismo -como escuela y como tendencia 
arquitectónica-. Así, como también, es la parte más importante de este 
original movimiento artístico de ruptura con la tradición rusa. El 
constructivismo ruso -como concepción vanguardista- fue capaz de dar 
muchas ideas nuevas para la arquitectura: esa corriente de la 
arquitectura universal que se llama “desconstructivismo” por ejemplo, y 
que está enraizada dentro del constructivismo ruso. El constructivismo 
ruso tuvo el acierto de no conformarse con el “prolekultur”, sino que 
solo formó parte de ese “prolekultur”. El “prolekultur” fue una 
corriente de extrema izquierda en todo el arte, en toda la cultura rusa,
 que buscaba una nueva unidad entre la ciencia, la industria y el arte. 
Y, con mucha lucidez política, el constructivismo formó parte orgánica 
de este movimiento cultural.
 Vladimir
 Tatlin fue un excelente pintor ruso, el más ilustre representante del 
constructivismo pictórico desde la época en que se formó el movimiento 
donde estaban otros como Malevich, Rodckenko, Kandinsky y Gan Lissitzky,
 entre otros, que crearon grandes “obras” para el conjunto de las artes 
plásticas y el diseño gráfico dentro del vanguardismo.
El constructivismo arquitectónico ruso 
tiene el equivalente del Bauhaus alemán, y fue parte importante del 
vanguardismo de los años veinte. Dentro de esta vanguardia, el 
constructivismo ruso fue una rama de las tantas de ese árbol frondoso. 
Metido en esa vanguardia, el constructivismo ruso no fue un movimiento 
más de los tantos que existieron. Sucedió que el constructivismo ruso 
dentro de todas estas tendencias nuevas impulsó mejor su concepción, y 
fue el único movimiento arquitectónico y pictórico que logró realizarse 
totalmente en la práctica. Los otros movimientos -cognoscibles y 
coexistentes- de ese momento solo quedaron como decoraciones 
fantásticas, como ideas novedosas y expresiones sinceras, de creadores 
alborotados. Los vanguardistas rusos lograron una producción espiritual,
 y los constructivistas rusos consolidaron “obras” materiales (aunque 
hoy “piezas” de museos) que son testimonios –si se hiciera una verdadero
 rescate valorativo- para una interesante “revelación cultural” que 
albergó una autentica “revolución cultural”; reseñaron para la 
posteridad una revista de “agitación” y comenzaron a construir sus 
“nuevos” proyectos. Estos proyectos “altisonantes” de los 
constructivistas llamaron mucho la atención occidental, y está acción 
“proyectual” levantó la propaganda hacia el constructivismo como 
movimiento artístico. No por eso dejaron de existir otras tendencias que
 no eran menos interesantes que el discutido constructivismo. El 
constructivismo fue el único movimiento ruso que logró captar la 
atención a nivel mundial en el exterior. Solo comparable a este éxito 
cultural -con etiqueta de revuelta- son las obras cinematográficas de 
Eisenstein y de Pudovkin. *(1). 
Vladimir Tatlin fue un excelente pintor ruso, el más ilustre representante del constructivismo pictórico. 
Vladimir Tatlin fue un excelente pintor 
ruso, el más ilustre representante del constructivismo pictórico desde 
la época en que se formó el movimiento donde estaban otros como 
Malevich, Rodckenko, Kandinsky y Gan Lissitzky, entre otros, que crearon
 grandes “obras” para el conjunto de las artes plásticas y el diseño 
gráfico dentro del vanguardismo **(2). Esta época estuvo muy 
caracterizada: los pintores “proyectaban” y los arquitectos “dibujaban”.
 De la pintura se llegó a la arquitectura. Se puede decir que el símbolo
 del vanguardismo arquitectónico de los años veinte fue el proyecto de 
Vladimir Tatlin para el edificio en la III Internacional Comunista. 
Aprovechando los nuevos materiales de los últimos tiempos, y de las 
nuevas “estructuras” con el uso del hierro, el cemento, y el nuevo 
estilo espectacular del concreto “armado”. 
El 
“proyecto” de Tatlin es un proyecto fantástico: el arquitecto ha creado 
una nueva imagen, un nuevo lenguaje para la arquitectura y para el arte.
 Era un “proyecto” extraordinario, una visión filosófica nueva. Era un 
edificio que miraba hacia el futuro: la forma del edificio era una 
“espiral”. Una “espiral” que se desarrollaba de abajo hacia arriba, un 
edificio inclinado y con un ángulo de inclinación que coincidía con el 
ángulo de inclinación de la tierra. El edificio de Tatlin era una 
“estructura” que se desarrollaba y se lanzaba hacia el futuro. La 
“espiral” nos hace recordar el desarrollo de la humanidad de abajo hacia
 arriba, era un icono simbólico del progreso. Era una visión del 
“futurismo”. Sin embargo, este edificio era una reminiscencia fiel a la 
imagen “historicista” de la Torre de Babel, algo que nos remitía al 
Génesis –según el designio divino de poblar la tierra de habitantes 
reunidos en la llanura del Senaar-, después del Diluvio, cuando 
decidieron construir aquella célebre torre bíblica: donde Dios confundió
 milagrosamente el lenguaje de los constructores de ese vasto monumento 
llamado Birs-Nimrud; o un enorme parecido al “babélico” cuadro del 
holandés Brueghel llamado también “Torre de Babel”. La misma congruencia
 edificable -era esa imagen de Tatlin-, que alternaba y friccionaba muy 
bien -en altivez- con la Torre de Eiffel (a cuya fastuosidad “futurista”
 le expresó más tarde su admiración Vladimir Maiacovski en su poema Conversando con la Torre de Eiffel). 
Era un edificio que miraba hacia el futuro: la forma del edificio era una “espiral”.
El trabajo de Tatlin no fue solamente 
construir un icono, una obra monumental, sino este edificio era para 
albergar el trabajo de la III Internacional Comunista. Y, aquí, se puede
 volver al contenido del termino constructivismo. Hay una opinión 
–tergiversada- que los constructivistas son aquellos arquitectos que 
experimentaban con las “estructuras”. La semántica de la palabra 
“construcción” en ruso no significa “estructura”, sino “edificación”. El
 constructivismo esperaba -entonces- con esta palabra no referida a las 
“estructuras” sino a las “edificaciones” del mundo, hacer “un cambio” en
 el mundo, y generar ciertos procesos sociales de “cambios” a través de 
la arquitectura. 
El materialismo y el pragmatismo en la 
obra arquitectónica de Ginzburg es también “el último suspiro” del 
constructivismo. Se puede afirmar que Ginzburg fue una de las figuras 
más representativas del constructivismo arquitectónico, y se puede decir
 también que era el ideólogo. Filosóficamente, el constructivismo era un
 movimiento cultural que estaba relacionado con los grupos de 
arquitectos constructivistas. En la cultura rusa, espontánea y 
rigurosamente, o quizá, insólitamente, es “la regla de oro” de la 
cultura rusa donde se mezclan las cosas que parecen ser muy distintas. 
Por eso -en el constructivismo- se mezclan el positivismo con el 
pragmatismo, el realismo con lo fantástico, un idealismo insólito con un
 racionalismo permanente. El constructivismo, como teoría y agitación 
cultural, tenía entre sus “manifiestos” una concepción filosófica, una 
ideología idealista para transformar el mundo. Los arquitectos 
constructivistas se contradecían, pretendían hacerlo con “métodos” muy 
concretos, con “postulados” y “teoremas”, con propuestas matemáticas e 
ingeneriles, y con teorías muy pragmáticas.  
Era una visión del “futurismo”.
La Asociación de Arquitectos 
Contemporáneos (OSA) que de manera formal estaba bajo la dirección de 
Lissitzky era una organización que presionaba hacia la modernidad, pero 
este impulso efectista liquidó un proyecto “futurista” y dió pasó al 
rígido Plan de Vivienda. Los constructivistas no estaban solos en el 
escenario de los años 30, había otras tendencias. Ginzburg era el 
iceberg de cierta tendencia “futurista”, con sus ideas, y teniendo como 
representantes artísticos a los hermanos Vesnian, ellos se aproximaron a
 cierto surrealismo. Se acercaron a las formas occidentales de la 
arquitectura contemporánea, en este vaivén cultural, expusieron sus 
concepciones teóricas, y Lizzitsky fue el predicador de cierto activismo
 modernizante en el año 32, donde también destacaron otros arquitectos 
como Leonidov, Golosov, Melnikov y Ladovsky, entre otros, de gran aporte
 conceptual y de “proyectos” que han quedado para la posteridad en la 
historia de la arquitectura, y en “El Constructivismo”. 
Estos “sindicatos” de artistas y 
arquitectos que agitaban , empezaron a ser vistos como emporios de 
disconformidad, estas uniones independientes y contestatarias fueron 
declarados fuera de la ley, y se creó otro orden administrativo 
burocrático, una sola y vertical organización para todos los arquitectos
 de la Unión Soviética que se llamaba Unión de Arquitectos de la URSS. 
Esta fue una de las fórmulas represivas que se estilaron durante el 
régimen duro de Stalin, no solamente para controlar e intervenir en 
asuntos del oficio de la arquitectura, sino en todas las demás artes, 
incluidas otras esferas de la vida espiritual y cultural. Fueron 
prohibidos los ejercicios de diversas profesiones, se formaron 
organizaciones totalitarias que fiscalizaban las actividades creativas 
de los arquitectos, pintores, cineastas, músicos y escritores. 
Estos proyectos “altisonantes” de los constructivistas llamaron mucho la atención occidental, y está acción “proyectual” .
La idea de unir a todos los arquitectos en
 una sola asociación nació el año 28, en la misma Sociedad de 
Arquitectos, porque existían tantas tendencias y tantas fracciones que 
se peleaban entre ellos, y eso distraía la atención de los arquitectos 
de los problemas fundamentales e importantes. Los iniciadores de esta 
nefasta iniciativa, los promotores de estas ideas unionistas eran 
–precisamente- los mismos constructivistas y en particular Guinzburg. No
 se puede precisar si la OSA., fue un pretexto de los unionistas para 
liquidarla y suspenderla, de todas formas, habían condiciones para que 
hubiera terminado así clausurada e inutilizada, desde su interior 
brotaba un sector estalinista, pro-burócrata, y otro sector: más libre 
–por lo menos- de las hegemonías políticas. El burocratismo que propició
 Stalin, contribuyó a que en la arquitectura se diese la proliferación 
de las construcciones prefabricadas, algo que transformó la arquitectura
 rusa en monocorde, en una arquitectura de diseño elemental y soso. Los 
estanilistas decían que no había recursos para construir, y otros decían
 que no había arquitectos para el diseño de la nueva arquitectura, y se 
justificaba el pre-fabricado. Ahora, mirando hacia atrás, no es valida 
ninguna de las dos apreciaciones.
“Proyectos” que han quedado para la posteridad en la historia de la arquitectura.
Yo afirmaría, una apreciación de carácter 
muy personal, que durante el régimen estalinista, la arquitectura 
precisamente ha tenido un desarrollo de austeridad que Stalin como 
dictador entendía de cierta importancia, era una arquitectura pragmática
 para con el pueblo ruso, y por eso se postergaba lo que este llamó 
“pomposidad” en la arquitectura rusa. En la época de Stalin, hubo además
 un desarrollo peculiar -por supuesto- para la arquitectura. Aún durante
 el estalinismo, el ser arquitecto era una de las cosas más prestigiosas
 de entonces, era algo muy importante, se respetaba mucho el aporte 
“libre” de los arquitectos, y creo que la monotonía empezó con más 
fuerza –justamente- con la muerte de Stalin. Una tendencia hacia el 
clasicismo se dio en la arquitectura rusa durante Stalin y solo ahora 
hay un nuevo estado de ánimo, y esto es parte fundamental de esta crisis
 actual de unidad y de identidad nacional, desde cuando se da el 
clasicismo como sistema formal y que llegó a Rusia, desde los tiempos de
 Pedro El Grande, y sin embargo, a pesar de que llegó algo tarde: el 
clasicismo encontró un terreno fértil para sus hazañas y primores. La 
idea de la reglamentación era muy típica para la mentalidad del 
clasicismo, tanto para la mentalidad imperial como para la burocrática 
socialista, que desde entonces, hubo la tendencia de que la arquitectura
 tenía que ser muy reglamentada. Por otro lado, las ideas imperiales, no
 eran propias solamente al círculo que las rodeaba y las fomentaba, sino
 que la intelectualidad izquierdista –también- los apoyaba en una Rusia 
caótica y muy desordenada. Las ideas de una organización estricta, las 
ideas de un ordenamiento total, tenían bastante atractivo. Y, por eso, 
se puede decir que el clasicismo en Rusia es algo orgánico para el 
espíritu ruso a pesar de que el arte se desarrollaba en ascenso muy 
libre. Los artistas y arquitectos en algún momento levantaron ese 
clasicismo y después lo derrumbaron, sin embargo, en otras épocas, la 
apertura fue más romántica, con más intensidad. Inclusive, en la época 
de la vanguardia se mantuvo esa intensidad romántica que ha rechazado 
completamente toda la influencia histórica occidental, toda herencia. Se
 puede, hasta hoy, descubrir la utilización de esa intensidad romántica.
 Yo creo que el clasicismo es un sistema filosófico libre que pretende 
armonizar y ordenar el mundo a su manera perfeccionista. Tiene un futuro
 kantiano, y va a darse a través de nuevas ideas tanto para la 
arquitectura como para otras artes, todavía en el clasicismo anidan 
principios democráticos y básicos de la extensa humanidad. 
Lizzitsky fue el predicador de cierto activismo modernizante en el año 32.
Ahora, con la oportunidad y la presencia 
de la “perestroika”, con el regreso de la economía de mercado a Rusia, 
los arquitectos van a tener que volver y buscar al cliente, aunque se 
supone también que desde ciertos sectores de la iniciativa privada se 
han organizado e impulsado también algunas cuestiones fundamentales de 
las nuevas tendencias en la arquitectura. Por supuesto, que en el 
futuro, esta nueva forma va a ser igual que en cualquier otra parte, hay
 una tendencia a “internacionalizar” los estilos. La relación entre 
comprador y vendedor en la arquitectura rusa aún no se define, tan 
mercantilmente. Pero la labor del arquitecto es hacer un mundo mejor y 
nuevo, cada vez más hermoso, nosotros estamos porque se tenga una visión
 critica del proceso histórico del vanguardismo y la arquitectura, se 
ponga mayor énfasis en lo educativo por parte del usuario en cualquier 
clase social, y en donde “espacio” necesite, se edifique con libertad 
creativa los nuevos “diseños” de esta arquitectura rusa actual. Teniendo
 en cuenta, muy claramente, que el asunto historicista del 
constructivismo levantó trementadas expectativas en el lado occidental. 
Por los caminos de la arquitectura, y el vanguardismo de los años veinte de este Siglo XX. 
Vislumbro en estos momentos de “la 
transparencia” soviética, de estas reformas de la “perestroika”, una 
situación favorable para superar aspectos dogmáticos, para superar 
estancamientos políticos, con las nuevas reformas por parte de todos 
estos pueblos que forman parte del estado soviético, y que están en 
contra del burocratismo, claro está, mirando las cosas desde afuera. 
Vislumbro cambios, rechazando revisionismos trasnochados, si es que 
estamos preparados para el cambio permanente de las cosas como querían 
los constructivistas. Estamos por el lado de revisar desapasionadamente 
los diseños y las obras de los arquitectos del constructivismo ruso, y 
seguro vamos a encontrar que su aporte sincero está en tener una actitud
 por el cambio, ellos estaban por la renovación de los estilos, por 
democratizar el lenguaje y el mensaje de la gran edificación que se 
proyectaba hacia el futuro, y también creo que no fueron muy 
comprendidos en su momento de moda que agitaron, sino algo muy tarde 
todavía, a partir de la década del setenta, en que empieza esta enorme 
valoración por sus aportes desde occidente. Pero el futuro ya pasó, y la
 “modernidad” de las cosas planteadas desde ese enorme potencial 
fantástico de sus proyectos es algo que importa mucho para el diseño; 
quedan sus obras edificadas, y por último: un lugar muy especial de 
prestigio aun no comprendido en la historia de la arquitectura para el 
constructivismo ruso. 
Marzo 1988.
Los vanguardistas rusos lograron una 
producción espiritual, y los constructivistas rusos consolidaron “obras”
 materiales (aunque hoy “piezas” de museos) que son testimonios –si se 
hiciera una verdadero rescate valorativo- para una interesante 
“revelación cultural” que albergó una autentica “revolución cultural”; 
reseñaron para la posteridad una revista de “agitación” y comenzaron a 
construir sus “nuevos” proyectos.  ---------- 
*(1)
 Para una mejor comprensión de estas etapas de ciertos idealismos 
esteticistas de la cultura rusa recomendamos investigar en algunos 
libros y textos siguientes en castellano:  -“Constructivismo”. Varios autores. 376 páginas. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor.), 1973. -“El Nuevo Realismo Plástico” K. Malevitch. 181 páginas. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor), 1975. -“La Bauhaus”. Varios autores. 230 páginas. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor). -“El sistema de los signos: teoría y práctica del estructuralismo soviético”. Varios autores. 190 páginas. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor). -“Formalismo y Vanguardia”, Sklovski, Eijenbaum, Tinianov. 172 páginas. Segunda Edición. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor). -“Cine soviético de vanguardia. Teoría y lenguaje”, Tinianov, Eisenstein, Dziga Vertov, Nebrodovo. 208 páginas. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor). -“La arquitectura del siglo XX: textos”. Varios autores. 540 páginas. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor). -“Teoría de la historiografía arquitectónica”, R. De Fusco. 220 páginas. Madrid, Comunicación (Alberto Corazón Editor). 
** (2) El inicio de Malevitch es cubista y
 llega al futurismo, teoriza y transforma su accionar tras los 
acontecimiento de 1915. Deja la pintura para ocuparse en la 
arquitectura. Empieza su camino en cierto idealismo que más tarde le 
abre las puertas hacia el “suprematismo”. Es una figura decisiva en la 
lucha contra la arquitectura neo-regionalista rusa, su texto “La arquitectura como afrenta al cemento armado”
 es parte de este accionar. Publica otros textos en el Bauhaus en 1927, 
son ideas nuevas que han ajustado cuentas con sus otras ideas iniciales,
 antípodas de aquel entusiasmo por la revolución, el hombre nuevo, la 
economía socialista, etc. De ese malestar que acusan las ideas de 
Malevitch se configurar el “suprematismo” tal como la historiografía 
consagra a este interesante momento: “Elemento fundamental al 
suprematismo –dice Malevitch-, tanto en pintura como en arquitectura, es
 la liberación de toda tendencia social o materialista. Toda idea 
social, por grande y significativa que pueda ser, proviene de la 
sensibilidad pictórica o plástica. Ya sería el momento de reconocer de 
una vez por todas que los problemas artísticos, de una parte, y los del 
estomago y la razón, de otra, se hallan considerablemente separados 
entre sí”. Más tarde vendrán las arremetidas vanguardistas que subyacen 
finalmente al mismo Malevitch, a Kandinski, a Mondrian, sus atributos 
son muy parecidos. 
