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jeudi 31 juillet 2025

« Les Reporters sans frontières » : qui sont-ils réellement ?

 

Nombreux sont ceux qui ont entendu, un jour ou un autre, le nom tant imagé de l'organisation « Reporters sans frontières » qui inspire une confiance spontanée et qui ne pousse pas, d’une manière naturelle, à se poser la question : qui y a-t-il derrière une aussi belle étiquette, qui sont ces « reporters » ?

De ce fait, rares sont ceux qui ont pris la peine de s’arrêter et de se pencher en détail sur l’essence et les pratiques de cette organisation journalistique qui prétend être constituée des grands défenseurs de la démocratie et de la liberté de parole des journalistes du monde entier, des nobles travailleurs de la plume totalement apolitiques, désintéressés et impartiaux dans leurs jugements et actions au-delà de toutes les frontières.

Corrigeons cette erreur de l’injuste inattention de la part du grand public et de la plupart des médias : rendons hommage au travail des glorieux journalistes de RSF, en mettant en lumière un certain nombre d’éléments fort intéressants les concernant : ils le méritent grandement.

Des éléments qui démontreront plus que clairement que l’ONG « Reporters sans frontières » possède un deuxième visage, le vrai, qui est bien plus intéressant que le premier, visible et si fièrement affiché.

 ARTICLE EN INTÉGRALITÉ: https://www.legrandsoir.info/les-reporters-sans-frontieres-qui-sont-ils-reellement-le-dossier.html

vendredi 6 juin 2025

La Face cachée de l'art américain (François Lévy-Kuentz, 2019)

 



La peinture de Pollock représente effectivement "le monde libre et démocratique à la hauteur de l'Amérique", c'est-à-dire qu'elle est impérialiste: je n'ai pas d'autres lectures possibles, c'est une peinture d'extorsion planétaire.

Contrairement à la conclusion du film, je ne crois pas que l'art américain subsiste à la décadence de l'Empire du Bien: l'un et l'autre sont aussi "inflatoires". 

L'auteur ne connaît rien au monde rouge, donc il véhicule tous les clichés sur son supposé "archaïsme" (vision de l'Occident sur l'Orient qui a tenu 500 ans, mais là c'est la quille). 

 Les frères Dulles, qu'il nomme, ont autant fait la promotion  de l'expressionnisme abstrait que celui des fascistes dans la guerre du Monde libre contre le communisme. 

Il a eu ce lien "improbable" sous la main dans son documentaire sur Yves Klein, artiste d'avant-garde et fasciste, notamment phalangiste. Mais il ne l'a pas vu comme si l'un ne pouvait aller avec l'autre: cécité qui est le reflet de sa classe croyant en savoir suffisamment sur l'axe du Mal et ne sachant pas grand chose, ou se l'occultant, sur le Monde libre.


 

No hay ninguna descripción de la foto disponible. 

La Grande laisse (Marcos Carrasquer, 2018)

mardi 13 mai 2025

Classement de la presse RSF, donc de l'USAID

 Le classement qui fait référence (ne pas rire) de la Liberté de la presse selon Reporters Sans Frontières (cofondateur: Robert Ménard), par des journalistes indépendants payés par l'USAID et au service du "Monde libre".

                                            Civilisation atlantique, 1953, André Fougeron
 

dimanche 20 avril 2025

Operación Gladio: cómo la CIA y la OTAN llevaron a cabo ataques terroristas en Italia

 FUENTE: https://nuevarevolucion.es/operacion-gladio-como-la-cia-y-la-otan-llevaron-a-cabo-ataques-terroristas-en-italia/

A pesar de que estos hechos impactantes fueron expuestos hace 30 años y afectaron a todos los gobiernos europeos de la OTAN, siguen siendo en gran medida desconocidos fuera de Italia.

Por Massimo Innamorati | 21/01/2025

En 1990, el primer ministro italiano Giulio Andreotti se vio obligado a revelar la existencia de una vasta red paramilitar clandestina que operaba en Italia desde hacía décadas bajo el mando de la OTAN . Esta red, llamada Gladio, había sido responsable de varios atentados terroristas que habían causado cientos de víctimas civiles, así como de dos intentos de golpe de Estado (1964 y 1970).

Estas revelaciones, que implicaban a muchos países europeos, entre ellos Gran Bretaña y Estados Unidos, dieron lugar a una serie de investigaciones nacionales y durante meses provocaron una tormenta política internacional que compitió con la Guerra del Golfo por conseguir atención en la prensa. Sin embargo, hoy esas revelaciones parecen haber sido borradas de la memoria histórica.

Sin duda, las lecciones políticas que se deben extraer de estos acontecimientos son la razón de su eliminación. Los acontecimientos de la Operación Gladio demostraron cómo responde la burguesía imperialista cuando siente que su dominio está amenazado, incluso si la oposición juega según las reglas de las propias instituciones de la burguesía.

Raíces de la operación

Durante la mayor parte del siglo XX, los comunistas en Italia gozaron de un apoyo masivo, siendo reconocidos como la primera línea de la resistencia partidista contra el fascismo , y el Partido Comunista Italiano (PCI) creció hasta tener más de dos millones de miembros (más que cualquier otro partido en Europa durante la mayor parte del período de posguerra), obteniendo más del 34 por ciento del voto electoral en su apogeo y desempeñando un papel clave en la vida social y cultural de la clase trabajadora.

Tras la caída del fascismo, el PCI contó también con el apoyo de miles de hombres y mujeres armados, antiguos miembros de la resistencia partisana y también de las fuerzas policiales de la nueva república. Si bien esa base podría haberse movilizado para hacer avanzar la posición de la clase obrera, el líder del PCI, Palmiro Togliatti, optó por mantener la línea de guerra de un frente único con las fuerzas democrático-burguesas, que se había establecido como parte de la lucha contra el fascismo.

Según su línea, que convertía de manera oportunista el frente único de una táctica antifascista en un principio general, el partido debía obtener el poder por medios parlamentarios burgueses y sólo entonces sus fuerzas armadas serían movilizadas defensivamente. Pero para la burguesía incluso estas condiciones eran inaceptables.

Esta fue la situación en la que el imperialismo intentó montar una ofensiva aprovechando las fuerzas más reaccionarias de la sociedad italiana: el fascismo, la mafia y la Iglesia.

Tras el desembarco aliado en Sicilia en 1943 durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos había reclutado los servicios de la mafia a través de la Operación Underworld. En 1945, el comandante fascista Príncipe Junio ​​Valerio Borghese, que había sido capturado por los partisanos y estaba a la espera de ser ejecutado, fue rescatado por la predecesora de la CIA (la OSS) y absuelto de sus crímenes de guerra.

Muchos de estos casos de colaboración permitieron a Estados Unidos establecer una red de agentes fascistas en el país que podrían emplear como fuerzas anticomunistas. Licio Gelli fue otro de los camisas negras fascistas que escapó de la justicia partidaria gracias a la protección de Estados Unidos. Más tarde, la CIA le encargó que dirigiera el ala política secreta de Gladio, una sociedad secreta conocida como Propaganda Due o P2, que fue descubierta en 1981 y que contaba con más de 900 miembros, entre los que se encontraban altos oficiales del ejército, la policía y los servicios secretos, así como industriales, políticos y jueces (uno de los miembros más conocidos fue el ex primer ministro Silvio Berlusconi).

En las elecciones de 1948, las primeras desde la caída del fascismo, compitió el Frente Democrático Popular (FDP) del PCI contra los Demócratas Cristianos (DCI), respaldados por Estados Unidos. Aunque aparentemente se le dio al pueblo la opción de elegir entre dos coaliciones, en la práctica quedó claro que la elección era entre la continuación del gobierno burgués bajo el DCI o la guerra civil, ya que la dirección del DCI dejó en claro que no concedería la victoria al PCI ni siquiera si obtenía la proporción necesaria de votos.

Tras las revelaciones de los años 90, el presidente Francesco Cossiga admitió que la DCI había creado su propia organización paramilitar, lista para entrar en acción en caso de una victoria comunista, y que él mismo estaba “armado hasta los dientes”.

La victoria del DCI en estas elecciones dudosas, caracterizadas por una tremenda injerencia norteamericana , fue seguida por una larga serie de protestas, durante las cuales más de 60 trabajadores, la mayoría de ellos comunistas, fueron asesinados por el Estado. El líder del PCI, Togliatti, sobrevivió a un intento de asesinato durante este período, pero mientras los militantes comunistas se rebelaban, Togliatti llamó a la calma.

Ya en los años 50, los “Gladiadores” (como se denominaba internamente a los agentes de Gladio) empezaron a recibir entrenamiento en Gran Bretaña y armas de los Estados Unidos. Se hicieron planes para iniciar un conflicto e incluso invadir el país si los comunistas ganaban las elecciones o se les permitía participar en algún gobierno. Se instaló una base de Gladio en Cerdeña donde los gladiadores podían recibir entrenamiento británico y estadounidense.

A medida que la organización de la clase trabajadora aumentaba y el PCI continuaba ganando mayor apoyo en las elecciones siguientes, amenazando finalmente el monopolio del DCI en los puestos del gabinete en 1963, la clase dominante dependió de sus activos de Gladio para responder con una violencia cada vez mayor, tanto de manera dirigida como indiscriminada.

Golpes de Estado, atentados y asesinato de Aldo Moro

En 1963, por primera vez en la historia de la República, la DCI tuvo que ceder puestos en el gabinete al Partido Socialista Reformista (PSI) y al PCI. Preocupada por que el líder de la DCI, Aldo Moro, estuviera haciendo demasiadas concesiones al PSI reformista, un sector de la burguesía organizó un golpe de Estado conocido como «Piano Solo», con la colaboración de la CIA, el jefe de la policía paramilitar De Lorenzo y los servicios secretos italianos, encargados de dirigir las operaciones de Gladio bajo el mando del coronel Renzo Rocca.

La primera fase del golpe consistió en atentados con bandera falsa contra las oficinas de la DCI, de los que se atribuyó la culpa a grupos comunistas. La segunda fase, en junio de 1964, comenzó bajo la apariencia de un desfile militar. Después del desfile, las tropas permanecieron en Roma con el falso pretexto de «cuestiones logísticas», preparándose para llevar a cabo el golpe. Tras una reunión entre Aldo Moro y el general De Lorenzo, el golpista, el gobierno anunció la intención del PSI de renegar de muchas de sus demandas reformistas. Esta genuflexión ante la clase dominante por parte del PSI socialdemócrata fue suficiente para calmar la situación y abortar el golpe.

A finales de los años 60, cuando la lucha de clases se intensificó, las huelgas masivas exitosas permitieron a la clase obrera italiana obligar al Estado a hacer varias concesiones, entre ellas, protección legal contra el despido por razones políticas (como la actividad sindical) y protección contra la vigilancia en el lugar de trabajo. Al mismo tiempo, los operadores de Gladio llevaron a cabo varias acciones terroristas.

Una de ellas fue la masacre de la Piazza Fontana (1969), un atentado indiscriminado contra los trabajadores agrícolas del Banco Nacional de Agricultura. En un principio se atribuyó la acción a grupos anarquistas, pero, aunque más tarde se descubrió a los autores fascistas, ninguno fue castigado. Como testificó más tarde Vincenzo Vinciguerra, miembro de la organización fascista responsable, Ordine Nuovo (Orden Nuevo):

“Había que atacar a los civiles, a la población, a las mujeres, a los niños, a gente inocente, a gente desconocida, alejada de cualquier juego político. El motivo era muy sencillo: se pretendía obligar a esa gente, a la opinión pública italiana, a dirigirse al Estado para pedir más seguridad.

“Éste fue precisamente el papel de la derecha en Italia: ponerse al servicio del Estado, que creó una estrategia llamada acertadamente “Estrategia de la tensión”, en la medida en que tuvo que hacer aceptar a la gente común que en cualquier momento durante un período de 30 años, desde 1960 hasta mediados de los años ochenta, podía declararse el estado de excepción.

“Así, la gente estaría dispuesta a cambiar parte de su libertad por la seguridad de poder caminar por la calle, viajar en tren o entrar en un banco. Ésta es la lógica política que se esconde detrás de todos los atentados. Quedan impunes porque el Estado no puede condenarse a sí mismo.” [1]

En documentos desclasificados de la P2, Renzo Rocca también afirmó: “Una acción anticomunista eficaz y global… requiere la creación de grupos activistas, grupos de jóvenes, pandillas que puedan utilizar todos los métodos, incluidos los no ortodoxos como la intimidación, las amenazas, el chantaje, las peleas callejeras, los asaltos, el sabotaje y el terrorismo”. [2]

En el frente político, la clase dominante también encargó al ex fascista y agente de la CIA Junio ​​Valerio Borghese que liderara otra operación golpista en diciembre de 1970. Bajo el nombre clave Tora Tora, varios grupos armados se reunieron en Roma y Milán con el plan de ocupar edificios gubernamentales, arrestar a figuras políticas y reprimir la resistencia en zonas obreras.

Pero el golpe fue abortado en el último momento en circunstancias misteriosas. El agente de la CIA y mafioso Tommaso Buscetta especuló más tarde que el golpe había sido detenido debido a la presencia de barcos soviéticos en el Mediterráneo. De hecho, durante las investigaciones sobre la masacre de Gladio en Piazza Fontana, se supo que el golpe había sido abortado por órdenes de los EE.UU.

Durante las investigaciones también se descubrió la complicidad de la sociedad secreta P2 y de los grandes grupos mafiosos. De los más de 100 conspiradores, todos fueron finalmente absueltos, mientras que el líder del golpe Borghese pudo huir a España, demostrando una vez más la complicidad de todas las instituciones del Estado burgués.

Tras las elecciones de 1976, el PCI y el DCI estaban empatados, obteniendo alrededor del 34% y el 38% de los votos respectivamente. Incapaz de marginar legítimamente al PCI en ese momento, el líder del DCI, Aldo Moro, se abrió a la teoría revisionista del PCI de lo que llamó el «Compromiso Histórico» (Compromesso Storico).

Esta teoría, creada por el líder del PCI Enrico Berlinguer, sostenía que la experiencia chilena del líder marxista Salvador Allende, que había sido asesinado en un golpe de estado tras su victoria electoral, demostraba la necesidad de que los comunistas impidieran una alianza entre el “centro” y la “derecha” burguesa “colaborando con fuerzas de orientación católica u otra orientación democrática”. [3]

En otras palabras, el PCI pretendía cortejar al ala “moderada” de la burguesía para impedir que se aliara con los golpistas fascistas (lo que no sabía era que todos los jefes de gobierno habían sido informados secretamente de Gladio, y más tarde incluso Bettino Craxi del supuestamente “izquierdista” PSI).

Para este propósito, el partido rompió oficialmente sus vínculos con el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), dando paso a la tendencia corrupta y traidora del eurocomunismo.

A pesar de la debilidad de esa posición antimarxista, el gobierno estadounidense seguía insistiendo ante Moro en que no se toleraría ninguna apertura hacia el PCI. No obstante, Moro decidió desafiar las directivas estadounidenses e incluir al PCI en su gobierno. Sin embargo, el 16 de marzo de 1978, Moro fue secuestrado y asesinado después de 55 días de cautiverio por el grupo guerrillero urbano comunista conocido como las Brigadas Rojas (BR).

Los BR pensaron que acorralando a la DCI podrían hacer estallar las contradicciones entre la base proletaria del PCI y su dirección oportunista. Sin embargo, el PCI se mantuvo firme junto a la DCI y al Estado al negarse a cualquier compromiso para rescatar a Moro. Cerca del momento de su ejecución, Moro, que comprendió que las instituciones del Estado no tenían intención de organizar su liberación, exigió que nadie de su propio partido, la DCI, pudiera asistir a su funeral.

Un informe oficial de 1995 afirmaba que las Brigadas Rojas habían sido convertidas en instrumentos de un complot político más amplio. En 1979, Carmine Pecorelli, periodista de investigación y miembro de la P2, fue asesinado por la mafia por su trabajo, lo que indicaba la complicidad del Estado en el caso Moro (el líder de la DCI, Andreotti, fue posteriormente juzgado y condenado por ordenar el asesinato, pero fue absuelto en 2003).

Hasta el día de hoy, el panorama completo del caso de Moro sigue siendo oscuro. No obstante, es revelador comparar el caso de Moro con el secuestro del oficial de la OTAN estadounidense James L. Dozier por parte de los BR en 1981. En el caso de Dozier, el Estado movilizó todas las fuerzas e incluso llevó a cabo una campaña de tortura salvaje contra los brigadistas encarcelados, con el fin de lograr la liberación del cautivo.

El terrorismo de Estado continuó, a menudo con motivos poco claros, y alcanzó su punto álgido en la masacre de la estación de trenes de Bolonia en los años 80. Un grupo de fascistas atacó a la gente que esperaba en la sala de espera de la clase económica y colocó una bomba que mató a más de 80 personas. El jefe de la P2, Licio Gelli, fue acusado de intentar desbaratar las investigaciones, mientras que los dos fascistas encarcelados por el crimen, Francesca Mambro y Valerio Fioravanti, fueron liberados en 2004 y 2008. Aunque admitieron otros asesinatos, siguen negando cualquier implicación en la masacre de Bolonia.

El revisionismo del PCI acabó dando sus frutos amargos. El número de miembros del partido había ido disminuyendo de forma lenta y constante desde el XX Congreso del PCUS de 1956, en el que Nikita Khrushchev denunció el legado de Stalin . Creció en la década posterior a las exitosas luchas de finales de los años 1960, pero volvió a declinar a partir de finales de los años 1970.

En aquella época, el ritmo acelerado de las exportaciones de capital, que trasladaban al exterior una proporción cada vez mayor de la producción, estaba llevando a un desempoderamiento constante del proletariado en todos los países imperialistas occidentales. Durante los años eurocomunistas de 1980, el PCI perdió apoyo y finalmente se liquidó con la caída de la URSS en 1991.

Tras estos acontecimientos, la estrategia de tensión y terrorismo de Estado también llegó a su fin.

Cómo se deshizo el nudo

A partir de los años 60, los funcionarios de la OTAN comenzaron a cultivar relaciones con organizaciones terroristas fascistas como Ordine Nuovo (ON), entre otras. En esa época, ya se había formado una división dentro del campo fascista entre los llamados «fascistas» y los «neofascistas». Los primeros acusaban a los segundos de traicionar al fascismo al convertirse en agentes de la OTAN y del régimen liberal burgués.

Estos fascistas, a diferencia de los «neofascistas», expresaban una posición estrictamente nacionalista burguesa y consideraban al régimen liberal de posguerra como un enemigo (a pesar de que tanto los estados fascistas como los liberales eran formas de gobierno burgués). Como resultado, también entraron ocasionalmente en conflicto armado con las fuerzas estatales. A este grupo pertenecían Valerio Fioravanti, su esposa Francesca Mambro y Vincenzo Vinciguerra.

En 1972, Vinciguerra colocó una bomba en la ciudad nororiental de Peteano (muy cerca de la frontera con Eslovenia) que mató a tres policías, una acción que él consideraba parte de una lucha contra el Estado y una ruptura con el movimiento neofascista que estaba “dirigido por el Estado y los poderes internacionales”. Esta acción fue encubierta por un agente de la ON que operaba dentro de las fuerzas policiales y reutilizada como una operación de bandera falsa.

Durante diez años estuvo atribuido oficialmente a un grupo militante comunista, hasta que el juez de instrucción Felice Casson, al revisar el caso, descubrió sus irregularidades y ordenó la detención de Vinciguerra.

La desilusión de Vinciguerra con el «neofascismo» de ON lo motivó a revelar lo que sabía sobre la operación Gladio, la naturaleza organizada de la violencia política y el terrorismo y los vínculos profundos e insolubles entre las organizaciones fascistas y el aparato estatal italiano. Sus declaraciones se destacan porque no fueron realizadas a cambio de una reducción de la pena, sino por convicción política.

Fue el trabajo del juez Casson el que acabó implicando al propio primer ministro Andreotti. Las revelaciones de Andreotti también introdujeron una narrativa oficial, según la cual esta red secreta existía para “ser activada en caso de agresión soviética”. De hecho, la clase obrera italiana organizada era el objetivo de la operación, que no estaba latente sino extremadamente activa, y la clase dominante italiana y sus amos imperialistas estadounidenses estaban dispuestos a calificar cualquier avance de los trabajadores de “intervención soviética”.

A principios de los años 90, cuando la batalla legal se intensificó, Andreotti se dio cuenta de que sus superiores podrían estar preparándose para sacrificarlo como chivo expiatorio para poner fin al creciente escándalo. Para protegerse, comenzó a quitarle la alfombra a otros funcionarios estatales involucrados, así como a los gobiernos de Estados Unidos y otros países europeos. Se reveló que la CIA había distribuido alijos de armas por todo el país para que las usaran gladiadores seleccionados ideológicamente. Además, los líderes de todos los países de la OTAN estaban al tanto de las reuniones de Gladio y habían participado en ellas .

Al final, incluso el Parlamento Europeo se vio obligado a reconocer la existencia de Gladio, sus vínculos con los servicios secretos europeos, la OTAN y los Estados Unidos, así como sus arsenales de armas. En 1990, una resolución exigía que se realizaran investigaciones parlamentarias en todos los Estados miembros, así como procesos judiciales y el desmantelamiento de todas las redes de Gladio. Como era de esperar, ninguna de esas demandas se llevó a cabo.

Una profunda lección política

La Operación Gladio demuestra claramente el vínculo inquebrantable que existe entre el poder burgués y las instituciones burguesas, que la clase dominante está dispuesta a proteger mediante los crímenes más atroces. También pone al descubierto los cuentos de hadas revisionistas sobre «vías parlamentarias al socialismo» como ingenuos e idealistas temerarios.

Mientras el Partido Comunista italiano se ocupaba de la reconciliación de clases, el Estado burgués llevaba a cabo acciones terroristas para evitar incluso reformas socialdemócratas moderadas. Mientras el revisionismo quería dejar de lado el antagonismo de clases, la clase dominante nunca cuestionó ni por un momento su necesidad de aplastar a la clase obrera organizada por cualquier medio necesario.

Al promover la idea de que el parlamento burgués podía ofrecer a los trabajadores un camino hacia el socialismo, el PCI no sólo desvió las energías de sus miembros y del movimiento en general, sino que también concedió un argumento ideológico central de la burguesía: que la democracia formal que se había restaurado después de la guerra era lo suficientemente buena para todas las clases. En el contexto de una militancia generalizada de la clase obrera, no es difícil entender que la renegación de la dirección del PCI contribuyó a la formación espontánea de grupos guerrilleros urbanos comunistas como las Brigadas Rojas, que al final estaban desesperadamente mal equipados para participar en una confrontación prolongada con el Estado.

Los acontecimientos de Gladio también pusieron de manifiesto la íntima relación entre el Estado, las organizaciones fascistas y la mafia. Estas últimas eran instrumentos utilizados en la lucha de clases, a veces sin saberlo, pero a menudo con complicidad explícita. Se podía confiar en ellas para llevar a cabo operaciones que las fuerzas estatales oficiales no podían permitirse asumir sin dañar su legitimidad, como ataques violentos contra trabajadores y manifestantes e incluso actos de terrorismo.

Esta actividad requería un apego ideológico inquebrantable a la clase dominante y un desprecio absoluto por el proletariado (es decir, anticomunismo). Por esta razón, surgió un sistema de dos capas dentro de las instituciones estatales italianas, una de las cuales era encubierta y operaba sobre una base anticomunista y otra que abierta pero ciegamente buscaba defender nociones burguesas de legalidad y democracia que, de hecho, ya no eran sostenibles ni siquiera para la propia burguesía.

Fueron las contradicciones dentro del propio sistema burgués las que finalmente llevaron a los activos fascistas como Vinciguerra a volverse contra el Estado. La clase dominante pretendía representar los intereses de «la nación», pero en realidad actuó como un voluntario asistente de una burguesía extranjera más fuerte con el fin de mantener su lugar en la mesa del capital financiero global y su papel en la cadena imperialista. Esto alienó a los elementos pequeñoburgueses del movimiento fascista que adherían a un nacionalismo puramente idealista muy similar a los «pequeños ingleses» que imaginan que hay algún camino de regreso a los «días de gloria» del imperio británico.

Para las masas italianas, estos acontecimientos expusieron la perversidad de las instituciones estatales y la vacuidad de su democracia. Nociones como el «estragismo di stato» (doctrina de las masacres estatales) ganaron popularidad y quedaron grabadas en la comprensión popular de la historia italiana. El papel de liderazgo de la CIA en la supervisión de la Operación Gladio expuso la naturaleza limitada de la soberanía italiana desde la Segunda Guerra Mundial, y de los países de Europa occidental en general.

Si queremos honrar a los trabajadores que perdieron la vida durante esas décadas, y si queremos evitar una repetición de las terribles calamidades causadas a nuestro movimiento por la traición revisionista, debemos recordar y difundir la conciencia de la memoria de esta historia y sus profundas lecciones.


Notas:

[1] Allan Francovich, entrevista con Vinciguerra para BBC2 Timewatch, 1992.

[2] Informe sobre la masacre de Piazza della Loggia expediente n. 1962-2-21-32: “Aspetti dell’azione anticomunista in Italia e suggerimenti per attuare una politica anticomunista”.

[3] Enrico Berlinguer, Riflessioni sull’Italia dopo i fatti del Cile , publicado en Rinascita, 12 de octubre de 1973.

 

jeudi 13 mars 2025

De quoi Murray Bookchin était-il réellement le nom ?

 SOURCE: https://www.librairie-tropiques.fr/2020/10/de-quoi-murray-bookchin-etait-il-reellement-le-nom.html

Le héros anarchiste Murray Bookchin
était un sioniste

qui dissimulait le colonialisme
et les crimes de guerre israéliens

 

 

Voilà qui devrait intéresser les apologistes d’Apo (surnom d’Abdullah Öcalan) et du « Rojava », ce nouvel Israël en terre syrienne. Il est légitime de comparer la création d’Israël à celle du « Rojava » : dans les deux cas, l’idéologie gauchiste a été utilisée pour créer un état ethnique aux mains de l’Occident. Dans les deux cas, des agents d’influence ont présenté le nouvel état comme une formidable expérience d’autogestion. Des gauchistes du monde entier ont afflué en Israël pour travailler dans les kibboutz, pensant faire ainsi la révolution sociale ; des gauchistes du monde entier ont également afflué au « Rojava », dans le même but.

Notons qu’en France, c’est une orga auparavant appelée Alternative Libertaire et maintenant Union Communiste Libertaire, qui promeut cet assemblage idéologique ; l’UCL a envoyé de l’argent mais aussi des combattants vers la Syrie, elle a organisé une tournée de promotion des YPG dans toute la France pour inciter les jeunes « déters » à partir en Syrie tuer des Arabes avec des armes US, au nom de l’anarchisme.

Et l’UCL, c’est quoi ? Une orga d’à peine plus de 500 militants, créée à l’origine par George Fontenis, celui qui dans les années 50 a traumatisé la Fédération Anarchiste en y créant un comité secret qui prenait toutes les décisions dans le dos des adhérents… voilà d’où vient l’anti-complotisme de l’UCL : elle a été créée par un comploteur dénué de honte (il assuma cette trahison jusqu’à la fin de sa vie). Mais Fontenis a-t-il fait ça par soif de pouvoir ou simplement parce qu’il travaillait pour d’autres forces ? L’histoire ne le dit pas. Toujours est-il que l’UCL est une orga ridiculement petite qui malgré ses discours « anarchistes », « libertaires » ou « communistes libertaires », bénéficie de la promotion du Monde, traque les horribles « conspirationnistes », a soutenu les guerres de l’OTAN en Libye et en Syrie, et à l’heure actuelle réagit à l’arrivée du technofascisme de la même manière que la CGT (dont elle est proche) : ils valident le récit officiel de la « terrible pandémie ».

Avec des amis comme ça, le prolétariat n’a pas besoin d’ennemis !

Murray Bookchin at the Toward Tomorrow Fair, mid-1970s. par Lionel Delevingne.

 

article original : https://bennorton.com/anarchist-murray-bookchin-zionist-israel-colonialism/

traduction : Pierre Royer et Vincent Lenormant

14 juin 2019 – Ben Norton

Pour les anarchistes, Murray Bookchin est une sorte de saint. Ses idées à propos de l’écologie sociale et de ce qu’il nommait le « municipalisme libertaire » et le « communalisme » ont influencé des générations de gauchistes auto-proclamés, et il était souvent cité comme l’une des forces idéologiques soutenant les mouvements anti-mondialisation ainsi que Occupy Wall Street.

Bookchin devint particulièrement influent au sein des milieux kurdophiles après qu’Abdullah Öcalan, le chef emprisonné [par la Turquie] du Parti des Travailleurs du Kurdistan (PKK) a adopté sa conception du « confédéralisme démocratique ». Conception que ses partisans tenteront plus tard de mettre en pratique dans le nord-est de la Syrie – avec l’aide de l’armée américaine.

Ce que l’on omet le plus souvent de dire, cependant, c’est que - à l’instar de nombre de ses pairs anarchistes et « communistes libertaires » - Bookchin se montrait très tendre vis-à-vis de l’impérialisme, voire dans certains cas carrément élogieux.

En particulier, Bookchin, sioniste, dissimulait ou pire légitimait les crimes contre l’humanité commis par Israël. De plus, il diabolisait souvent les gouvernements issus de l’accession à l’indépendance des pays du Sud, se faisant ainsi l’écho de la propagande impérialiste et des légendes chauvines ciblant les pays dont les États-Unis entendent « changer le régime » .

En 1986, Bookchin publie un long laïus libéral-sioniste qu’un éditocrate néoconservateur du New York Times n’aurait pas renié. La tribune (intégralement reproduite ci-dessous) débite sans aucune distance critique l’argumentaire de la Hasbara [Mot hébreu qui désigne la propagande israélienne.], escamote l’histoire de l’épuration ethnique des Palestiniens indigènes et fait porter l’échec des pourparlers paix aux États arabes voisins ainsi qu’aux « irrédentistes arabes ».

L’article de Bookchin propage une vision raciste des Arabes, présentés comme une horde fanatique d’antisémites sanguinaires. Ce héros de la gauche anticommuniste présente les nations arabes indépendantes comme les véritables « impérialistes » du Proche-Orient et compare les dirigeants anti-impérialistes de cette région aux juntes militaires de droite soutenues par les États-Unis en Amérique latine.

Le chauvinisme de cette vision sommaire des pays du Sud explique peut-être pourquoi la solution mise en avant par Bookchin pour mettre fin aux carnages causés par la machine à massacrer capitaliste fut de s’installer à Burlington dans le Vermont, au sein d’une communauté presque entièrement blanche et d’y organiser des « community councils » avec ses amis anarchistes issus de la classe moyenne – pendant que son gouvernement bombardait et torturait des pauvres partout sur la planète, y compris de nombreux communistes et socialistes du Tiers-Monde qu’il dénigrait comme « autoritaires ».

Ceci explique peut-être aussi pourquoi Murray Bookchin considérait les libertariens de droite, apologètes du libre marché, comme ses alliés politiques, et pourquoi il qualifiait la gauche internationale communiste et socialiste de « totalitaire ». (« Les libertariens qui promeuvent le concept de capitalisme ne me posent aucun problème », affirmait Bookchin au magazine Reason, propriété des frères Koch. « Permettez-moi d’être très clair à ce propos : si le socialisme, ce que j’appelle la version autoritaire du collectivisme, advenait, je rejoindrais votre communauté [libertariens de droite]. » Et d’ajouter : « Que ce soient les anarcho-communistes, les anarcho-syndicalistes ou les libertariens qui croient en la liberté d’entreprendre, je considère leur héritage comme le véritable héritage de la gauche, et je me sens beaucoup plus proche idéologiquement de ces individus-là que des gens de la gauche totalitaire ou des marxistes-léninistes d’aujourd’hui. »)

Les anarchistes soutenus par l’impérialisme étasunien

Le soutien public explicite que Murray Bookchin apporte au colonialisme israélien ainsi que ses véhémentes réprobations à l’encontre des anti-sionistes de gauche sont occultés par une gauche occidentale « libertaire » avide de présenter les alliés de l’impérialisme états-unien comme les véritables forces progressistes.

Grâce à la guerre internationale par proxies interposés qui débuta en Syrie en 2011, la renommée de Bookchin atteignit de nouveaux sommets. Les Unités de Protection du Peuple (YPG), des milices kurdes liées au Parti des Travailleurs du Kurdistan (PKK) et dont le programme politique s’est largement inspiré de la pensée de Bookchin, ont bénéficié du soutien de l’empire américain.

En 2015, à la demande directe du Pentagone, les YPG changèrent leur nom en « Forces Démocratiques Syriennes » (FDS). Elles donnèrent par la suite leur aval pour la construction de plus d’une douzaine de bases militaires américaines dans le nord-est de la Syrie.

En 2017, le porte-parole des YPG persiste et signe : les troupes américaines resteront dans la région « pour des décennies » car le maintien de cette occupation militaire est d’intérêt stratégique pour Washington.

Il s’agit bel et bien d’un intérêt stratégique pour les États-Unis car la plupart des réserves pétrolières syriennes sont situées dans cette région qui joue aussi le rôle de grenier à blé national.

Des nationalistes kurdes soutenus par les États-Unis, fiers zélotes de l’idéologie anarchiste de Bookchin, ont même cédé aux exigences de Washington en séquestrant la production céréalière régionale et en refusant de vendre du blé à Damas, instrumentalisant ainsi la privation de nourriture comme arme politique et économique.

Dans cette région sous occupation étasunienne qui constitue environ 30 % du territoire syrien souverain, une zone composite aux plans ethnique et religieux, où vivent non seulement des Kurdes mais aussi des Assyriens, des Arméniens, des Turkmènes, des Arabes, etc...

Dans cette région, donc, des nationalistes kurdes soutenus par les États-Unis ont créé une région autonome qu’ils appellent Rojava.

Le Rojava fit l’objet d’une propagande agressive de la part de l’appareil idéologique des médias visant à le présenter comme une expérience sociale utopiste égalitaire. Pour percevoir l’ironie de la chose, rappelons que ce même appareil médiatique publie depuis des décennies la propagande servant à justifier les guerres d’agression menées contre toute trace de socialisme défiant l’impérialisme capitaliste dirigé par les États-Unis.

De larges fractions de la gauche occidentale continuent de vénérer comme un fétiche les groupes kurdes présents en Syrie, idéalisés dans le style ripoliné des orientalistes, si bien que les journalistes de la grande presse, d’habitude viscéralement hostiles à la gauche socialiste, rivalisent d’emphase, compte rendu après compte rendu, pour conter la geste incroyable, courageuse, éclairée, démocratique et féministe des YPG et de leur branche féminine (les YPJ). Ces éloges sont arrivés, comme par hasard, au moment précis où ces forces se sont alliées aux États-Unis et ont autorisé l’occupation militaire états-unienne de près d’un tiers de la Syrie. (D’ailleurs, dans l’armée syrienne aussi, il y a des femmes, et dans les milices qui lui sont alliées. Mais ces femmes-ci sont déshumanisées et qualifiées avec mépris de « combattantes de Bashar al-Assad », comme si elles lui appartenaient.)

L’écrivain David Mizner a remarqué que l’organe de propagande Voice of America, qui depuis longtemps se fait le porte-voix des mensonges et de la guerre de désinformation orchestrée par la CIA contre la gauche internationale, avait « félicité Bookchin » [https://twitter.com/DavidMizner/status/898224991010922496] pour avoir servi d’inspiration aux alliés kurdes de Washington en Syrie.

Le penchant que le prétendu « socialisme libertaire » a pour l’impérialisme – et celui que les impérialistes ont réciproquement pour les « communistes libertaires » - explique peut-être pourquoi les figures dominantes de l’anarchisme contemporain, y compris Noam Chomsky et David Graeber, ont signé en 2018 une lettre ouverte dans la New York Review of Books pour appeler l’empire américain à « poursuivre son soutien militaire aux FDS ».

David Harvey, l’universitaire marxiste reconnu, Michael Walzer, un social-démocrate sioniste qui avait soutenu la guerre d’Irak en 2003, Gloria Steinem, sommité féministe de gauche et ancien agent de la CIA, de même que Debbie Bookchin, la fille de Murray qui a dédié sa vie au Rojava, tous ont signé l’appel militariste avec Chomsky et Graeber.

La tribune sioniste de Murray Bookchin et la déshumanisation des Arabes

A ce stade, il ne surprendra personne d’apprendre que ce « communiste libertaire » états-unien et ouvertement anti-communiste, dont les écrits ont façonné l’idéologie d’une milice ouvertement alliée à l’impérialisme états-unien, avait effectivement soutenu le sionisme et les projets impérialistes au Proche-Orient.

Le 4 mai 1986, Murray Bookchin publia un article intitulé « Les attaques contre Israël ignorent la longue histoire du conflit arabe » dans le Burlington Free Press, un quotidien du Vermont.

Une traduction de cette article est proposée ci-dessous.

À la lecture, le laïus de cette grande figure de l’anarchisme prétendument radical ne se distingue guère de la rhétorique néo-conservatrice des éditocrates de la « grande presse » bourgeoise.

Bookchin dépeint Israël comme un phare de la démocratie au milieu d’un désert obscurantiste. Ainsi la Syrie, la Libye, l’Iran, l’Irak, l’Égypte et les autres… ne sont que des bastions de l’indécrottable despotisme oriental.

Il condamne « le sentiment anti-israélien qui émerge dans la presse locale ainsi que l’équation entre sionisme et racisme anti-arabe. Il présente également les Arabes comme des sauvages violents.

Bookchin supplie le lecteur de ne jamais « oublier les hommes et les femmes juifs massacrés par les partisans du nationalisme arabe » et rend les « irrédentistes arabes » responsables de l’échec du processus de paix (que ni Israël ni son loyal protecteur l’empire étasunien ne souhaitaient sincèrement voir aboutir).

Il condamne également « l’invasion du pays par les armées arabes » sans même mentionner la Nakba : l’épuration ethnique meurtrière perpétrée entre 1947 et 1948 par les milices sionistes à l’encontre de la population indigène de Palestine, à l’origine de la crise des réfugiés qui précipita la guerre israélo-arabe de 1948-1949.

En fait, l’icône « communiste libertaire » va jusqu’à qualifier l’Égypte, la Syrie et la Jordanie d’ « impérialistes » lorsqu’il affirme que sans leur guerre contre Israël, il y aurait aujourd’hui un état palestinien indépendant.

La tribune de Bookchin renverse la réalité en présentant les colonialistes israéliens comme de malheureuses victimes de la brutalité « impérialiste » d’Arabes autoritaires.

Il assimile le dirigeant nationaliste palestinien Yasser Arafat au Grand Mufti de Jérusalem qui avait collaboré avec les nazis et compare les anciens dirigeants libyen Mouammar Kadhafi et syrien Hafez al-Assad aux dictateurs fascisants d’Amérique latine alliés à Washington.

Bookchin régurgite la propagande impérialiste mensongère lorsqu’il prétend qu’Assad « a massacré entre 6.000 et 10.000 personnes à Kama en février 1982 car elles menaçaient son pouvoir sur le pays ».

Ce qu’il ne dit pas, bien sûr, c’est que la prétendue révolte de Hama (qu’il orthographie mal) n’avait rien à voir avec la démocratie ou la liberté. Elle était dirigée par des extrémistes islamistes, violents et sectaires, et directement soutenue par une bienveillante démocratie située au nord, la Turquie, avec l’appui des services de renseignement étasunien et britannique – de même que la prétendue révolte syrienne de 2011 – avec un air de déjà-vu impérialiste…

Bookchin n’est pas de ceux qui s’embarrassent des faits têtus qui pourraient démentir son apologie du sionisme. Au contraire, Bookchin condamne ce qu’il nomme « l’impérialisme syrien », et parle d’Hafez al Assad, laïc revendiqué, comme d’un alaouite sectaire semblable au théocrate fasciste israélien Meir Kahane.

Dans l’article, Bookchin écrit même qu’il souhaitait que le projet colonial israélien soit un modèle de sa vision décentralisée de la société : « Pendant des années, j’avais espéré qu’Israël ou la Palestine puissent évoluer en une confédération de Juifs et d’Arabes sur le modèle suisse ».

Mais l’icône anarchiste ne parvient pas à cacher son profond mépris à l’égard des Arabes. Il se fait ainsi l’écho de clichés racistes lorsqu’il déplore que les Arabes se servent de la cause palestinienne pour masquer leurs propres « problèmes culturels ».

De quoi Murray Bookchin était-il réellement le nom ?

Voici l’article de Bookchin :

Les attaques contre Israël ignorent
l’histoire longue du conflit arabe


Murray Bookchin

Il y aurait certainement beaucoup à dire sur la politique israélienne, et encore plus avec le Likoud au gouvernement, parti qui a orchestré l’invasion du Liban. Mais le torrent de haine contre Israël qu’on a pu observer dans la presse locale et l’équation entre sionisme et racisme anti-arabe m’obligent à y répondre avec vigueur.

Pendant des années j’ai nourri l’espoir qu’Israël ou la Palestine puissent évoluer en une confédération de Juifs et d’Arabes, sur le modèle suisse, au sein de laquelle les deux peuples pourraient vivre en paix et développer leur culture créativement et harmonieusement.

Tragiquement, ça ne s’est pas passé comme ça. La résolution des Nations Unies de 1947, qui partagea la Palestine entre des états juif et arabe, fut suivie de l’invasion du pays pat les armées arabes, plus précisément les armées égyptienne, syrienne, et la très bien entrainée « Légion Arabe » de Jordanie, avec l’aide directe ou indirecte de l’Iraq et d’autres nations arabes.

Dans certains cas ces armées, et en particulier les milices arabes qui les accompagnaient, ne faisaient pas de prisonniers au cours de leurs assauts contre les communautés juives. En général, ils essayaient de raser systématiquement tout village juif se trouvant sur leur chemin, jusqu’à ce qu’ils soient arrêtés par la résistance acharnée et coûteuse des Juifs.

L’invasion et le combat à mort qu’elle a entrainé ont créé un sentiment de peur et d’amertume difficile à oublier pour les Juifs israéliens. Le fait que quelques Juifs cinglés et fanatiques se soient comportés de la même manière avant d’être arrêtés par les toutes nouvelles forces armées israéliennes ne doit pas nous faire oublier les Juifs et les Juives massacrés par les représentants du nationalisme arabe, alors qu’ils avaient levé le drapeau blanc de la capitulation.

Je n’ai pas beaucoup entendu parler de ces terrifiantes façons de « combattre », qui ont entaché les invasions arabes de la Palestine et qui ont si profondément influencé la confiance des Juifs envers les « pourparlers » et les accords de paix avec les irrédentistes arabes. En effet, les frontières établies après les invasions de 1948 sont le fruit de combats sanglants, elles ne sont pas le fait des « sionistes impérialistes » « voleurs de terre », pour utiliser le langage en vogue aujourd’hui.

Je n’entends pas non plus parler des tentatives sincères de la Haganah (la milice citoyenne juive de la zone de partition) pour encourager les Arabes à rester dans leurs quartiers et leurs villes, ni des véhicules israéliens qui circulaient avec des hauts parleurs à Jaffa par exemple, pour exhorter les Arabes à ne pas succomber au sentiment de panique engendré par la guerre et par les extrémistes des deux côtés.

Le fait que de nombreux Arabes soient restés en Israël remet clairement en cause le mythe des Juifs israéliens vidant le pays de ses habitants musulmans. Ce qui est passé sous silence, c’est la certitude qu’il aurait pu y avoir un état arabe en Palestine, côte à côte avec l’état juif, si les armées égyptienne au sud, syrienne au nord, et jordanienne à l’est n’avaient pas tenté d’envahir les deux zones délimitées par l’ONU, avec leurs propres intérêts impérialistes, et si après leur échec elles n’avaient pas utilisé les réfugiés palestiniens pour négocier avec Israël et ses soutiens occidentaux.

Un autre mythe doit être abattu : celui selon lequel la situation délétère actuelle découlerait des conflits israélo-arabes ; la relation entre Juifs et Arabes aurait été « parfaite » avant d’être empoisonnée par les « ambitions sionistes ». Si on met de côté l’image simpliste du Moyen-Orient véhiculée par cette idée, il s’agit d’une très grave distorsion des faits au sujet des relations israélo-arabes.

Doit-on oublier que la persécution arabe des Juifs, bien que moins génocidaire que son pendant européen, est vieille de plusieurs siècles, à l’exception de l’Espagne musulmane et de la Turquie ottomane ? Que les pogroms contre les Juifs n’ont jamais cessé dans la Palestine d’avant-guerre, culminant dans l’extermination de la très vieille communauté juive d’Hébron (l’ancien siège de la confédération des tribus hébraïques) à la fin des années 20 ? Que dans les années 30, le Grand Mufti de Jérusalem (précurseur de Yasser Arafat deux générations plus tôt) était un admirateur d’Hitler et appelait à une « guerre sainte » d’extermination des Juifs de Palestine, avant et pendant la seconde guerre mondiale ? Que la Légion Arabe jordanienne a rasé Jérusalem Est en 1948, et a transformé le mur occidental du Temple d’Hérode en écurie, profanant l’endroit le plus sacré du judaïsme ?

Doit-on oublier que le général Hafez Assad, le soi-disant « président » syrien (élu par une « majorité » de 99 ,97 % de l’ « électorat » syrien) a massacré entre 6000 et 10000 personnes à Kama en février 1982, pour avoir osé défier son pouvoir ?

On se demande pourquoi il n’y a pas eu de protestations quand Amnesty International déclara en 1983 que « les forces de sécurité syriennes violaient systématiquement les droits humains, pratiquaient la torture et l’assassinat politique en toute impunité grâce aux lois d’exception ? Pourquoi personne ne s’inquiète de l’impérialisme syrien ? Assad nourrit le fantasme d’absorber le Liban et la Palestine, Israël inclus, s’il vous plaît, au sein d’un empire syrien ; un objectif que tout expert du Moyen-Orient reconnaît comme la version arabe du projet fou de « Grand Israël » de Rabi Kahane, qui est vigoureusement rejeté par les organisations juives et sionistes responsables, en Israël comme ailleurs.

Au Moyen-Orient, si le « coeur du problème » est la confiscation des territoires palestinien par Israël, à quoi ressemblerait la région entière si Israël et toute la population juive disparaissait d’un coup de baguette magique ? La Syrie serait-elle un état moins policier ? Sa majorité sunnite se sentirait-elle moins dominée, exploitée, manipulée par le général Assad, qui représente la minorité alaouite du pays ?

Les princes saoudiens arrêteraient-ils de gaspiller la richesse de leur pays en limousines, en palais, en bijoux, en biens immobiliers à l’étranger, apporteraient-ils un minimum de liberté à leur peuple ? Les propriétaires égyptiens, qui vivent dans l’opulence au milieu d’une misère noire, rendraient-ils une partie de leurs terres à la paysannerie égyptienne affamée ? L’Iraq libérerait-il sa population kurde, pour ne parler que de sa minorité la plus rebelle, lui accorderait-il une véritable autonomie ?

La guerre Iran-Iraq, qui a emporté un million de vies au cours des dernières années, prendrait-elle fin ? Le colonel Kadhafi cesserait-il d’être un militariste vaniteux qui essaye de grapiller le territoire de ses voisins ? Khomenei et son fondamentalisme musulman, qui se dresse contre toute forme de modernité et de culture occidentale, donnerait-il l’égalité aux femmes et la liberté aux critiques du régime théocratique actuel ?

Le plus perturbant avec ces attaques continues contre Israël, c’est qu’elles contribuent à brouiller le vrai « coeur du problème » du peuple palestinien. Ce peuple abandonné est utilisé de manière déraisonnable par les états arabes pour escamoter leurs graves problèmes économiques, sociaux et culturels chez eux et au Moyen-Orient en général. Il va sans dire que les différents entre Israéliens et Palestiniens doivent être résolus de manière équitable afin que chaque peuple puisse vivre en sécurité et en oubliant les traumatismes du passé pour atteindre une harmonie constructive.

Je ne sais pas quelle sera la solution. Mais on ne la trouvera ni dans les actes de terrorisme de l’OLP contre des maires arabes indépendants qui cherchent à négocier des arrangements entre les deux peuple, ni chez des fous comme Rabi Kahane qui veulent expulser les Palestiniens de leurs propriétés et de leurs communautés.

Même si un accord de paix est crucial, il ne faut pas oublier le véritable « coeur du problème » du Moyen-Orient : ses politiciens cyniques, ses propriétaires, ses barons du pétrole, ses juntes militaires, ses religieux fanatiques, ses prédateurs impérialistes qui profitent de la confusion, et les problèmes tragiques qui sont apparus entre Israéliens et Palestiniens.

Ceci étant posé, on serait bien avisé de se souvenir que les deux peuples ont plus d’intérêts en commun que de différences. Ce serait un splendide exemple d’indépendance politique si ceux qui ont légitimement conspué les juntes militaires d’Amérique Latine se rendaient compte que la situation est exactement la même au Moyen-Orient, du colonel Kadhafi au général Assad.

 

Pour en savoir plus : sur le "ROJAVA"

"Rojava toi d'là que j'm'y mette ! " proclament aujourd'hui haut et fort les libertaires, les post-trotskystes citoyens, et la gauche morale (et "radicale") française, à l'unissons des émirats, des sionistes israéliens les plus cyniques, du Pentagone,...

vendredi 7 mars 2025

Raúl Antonio Capote, "La guerra cultural" contra Cuba y el mundo

 


L' Afghanistan islamiste: une des touches du grand Wurlitzer CIA

 


Aujourd'hui, on sait que les Américains ont eux-mêmes fabriqué les moudjahidin (combattants pour la foi, opposés aux forces gouvernementales afghanes) et qu'ils ont cyniquement décidé de les utiliser pour affaiblir l'Union soviétique et "infliger aux Soviets leur propre Vietnam"

🔸Le président américain Carter a signé dès juillet 1979 une directive sur l'aide aux ennemis du régime soviétique, manœuvre qui visait à piéger l'URSS en Afghanistan. Officiellement, l'aide de la CIA aux moudjahidin a commencé en 1980.

🔸Le gouvernement soviétique répugnait à envoyer l'armée en Afghanistan, mais en 1979, il n'a pas eu le choix - suite aux supplications du gouvernement afghan lui-même. Un djihad – guerre sainte – a été décrété par les moudjahidin contre l'Union soviétique avec l'argent de l'Occident. Leur but était simple : repousser "l’ennemi-occupant" (comme ils le prétendaient).

🔸En réalité, l'Union soviétique a été froidement instrumentalisée : le gouvernement afghan réglait ses problèmes sur le dos de l'URSS. Après le retrait des troupes soviétiques d'Afghanistan, l'opposition téléguidée par l'Occident s'est désintégrée en une myriade de groupes terroristes, qui sont devenus les infâmes Talibans, Al-Qaïda et Daech.

samedi 8 février 2025

La CIA y los intelectuales "progresistas" contra el comunismo: de Orwell y Arendt a Michel Foucault

 Ahora que sale lo de la USAID y su gestión mundial de los cerebros progresistas, vuelta a sus antecedentes en pantalón de pana.

FUENTE: https://canarias-semanal.org/art/32261/la-cia-y-los-intelectuales-progresistas-contra-el-comunismo-de-orwell-y-hannah-arendt-a-foucault-audio

 Partiendo de las investigaciones y estudios de Frances Stonor Saunders Gabriel Rockhill, este podcast, explora las turbias aguas de la Guerra Fría Cultural y cómo la CIA utilizó a intelectuales de renombre, organizaciones de fachada y fundaciones "filantrópicas" para combatir la influencia comunista a través de la cultura.

    Desde la promoción del expresionismo abstracto hasta la financiación de revistas prestigiosas como Encounter, analizamos las estrategias y tácticas empleadas para moldear la opinión pública y contrarrestar el atractivo del marxismo.

      Desvelamos las conexiones secretas entre la agencia de inteligencia estadounidense y figuras como Hannah Arendt y George Orwell, examinamos cómo la teoría crítica francesa, de figuras como Michel Foucault,  fue utilizada como arma en esta batalla ideológica y como la influencia de esta intervención cultural de la CIA llega hasta nuestros días en expresiones como la política de las identidades (....).

 


 Marcas de tiempo: 

Los temas del podcast: 0:54 

Presentación: 1:23 

El frente cultural de la CIA tras la 2ª Guerra Mundial: 2:12 

Las Fundaciones "filantrópicas" como tapaderas de la CIA: 3:00 

La CIA promociona y utiliza "Rebelión en la granja", de George Orwell: 3:35 

Hannah Arendt y "Los orígenes del totalitarismo": 4:02 

Lista de otros intelectuales cooptados por la CIA: 4:24 

El arte abstracto contra el realismo soviético: 5:18 

Las aportaciones de Gabriel Rockhill: 7:17 

La promoción de la CIA de las "políticas de identidad": 7:36 

La CIA y la "Teoría Crítica" francesa: 9:34 

Raymond Aron y Hannah Arendt contra Sartre y Beauvoir: 12:09

 


dimanche 15 décembre 2024

« Requiem pour la French Theory » : A propos d’un ouvrage de G. Rockhill & A. Monville

 SOURCE: https://grosrougequitache.fr/requiem-pour-la-french-theory-a-propos-dun-ouvrage-de-g-rockhill-a-monville/

Par Victor Sarkis, publié le 13/11/2024 

 
« On peut discuter de tout indéfiniment, mais je ne suis capable que de négation, sans la moindre grandeur d’âme, sans force ; chez moi, la négation même est mesquine. Tout est plat et flasque. »    Nicolaï Stavroguine, dans les Démons de Dostoievski
« Comment en sommes-nous arrivés là ? » : telle est la question qui revient souvent aujourd’hui à gauche, et parfois même chez les gens intelligents à droite, devant l’ampleur et l’évidence du désastre total présent tant national qu’international. Le petit livre paru début septembre aux éditions Delga, intitulé Requiem pour la French Theory1 , tente de poser des jalons pour répondre à cette question, sur le plan de la théorie, et de ses implications pour la pratique politique. Écrit sous la forme d’un entretien entre G. Rockhill, un professeur d’université américain, et A. Monville, auteur et éditeur français, l’ouvrage tente de façon remarquable de synthétiser les problèmes les plus brûlants de l’actualité théorico-politiques des deux côtés de l’Atlantique, jetant des ponts trop rares par les temps qui courent.

Car en effet, le réveil actuel est dur pour tout le monde, que ce soit pour la gauche, ou pour « l’Occident collectif2 ». Pour la première, la défaite est totale depuis les années 80, et la fin de l’URSS : elle a entamé un déclin et un recul de plus en plus inexorable, et ne parvient pas à comprendre pourquoi elle régresse partout, et se réduit de plus en plus à une série de groupes qui ne parlent qu’à eux-mêmes, et ignorent purement et simplement les masses. Quel résultat pour celle qui s’était crue triomphante dans les années 60 et 70, à l’époque des grands mouvements étudiants, et surtout du socialisme réel, et des luttes anti-coloniales victorieuses ! Pour le second, après avoir cru à « la société de consommation » (pour s’en réjouir ou pour le regretter), puis à la « Fin de l’Histoire » après la fin du « cauchemar communiste », et enfin après avoir joué à se faire peur avec un « Choc des civilisations » qui n’est jamais arrivé, le réveil est encore plus brutal. Le système impérialiste peine désormais à imposer sa volonté, que ce soit en Ukraine ou au Moyen-Orient, sans même parler de la Mer de Chine et la péninsule coréenne, et se trouve désormais, à l’image de son chef sur le départ, frappé de sénilité, et de graves difficultés à agir. Les deux-tiers du monde contournent ses décisions impuissantes dans la plus grande impunité, et celui-ci peine à montrer les dents3 : le meilleur exemple récent est probablement la victoire stratégique totale remportée par les Houthis en Mer Rouge – des insurgés d’un des pays les plus pauvres du monde peuvent menacer depuis un an un quart du commerce maritime mondial, et les puissances occidentales être dans l’incapacité de l’arrêter. Ne parlons même pas du sommet de Kazan, organisé par la Russie, qui a ridiculisé les défenseurs du bloc impérialiste4. Qui aurait pu imaginer une telle situation il y a seulement 20 ans ? La crise de structure du modèle capitaliste né dans l’après-guerre est donc devenue une crise existentielle tant pour les défenseurs de ce système, que pour ses opposants apparents (la gauche, qui est en réalité son meilleur allié).

Pour trouver les racines intellectuelles de cette crise, le livre des deux auteurs se propose de repartir d’une analyse de la French Theory, dont l’aveu de platitude et de mesquinerie du Stravoguine de Dostoïevski à la fin des Démons pourrait être la confession. Entendons-nous bien : il ne s’agit pas de trouver une racine absolue à tout ceci, une sorte de péché originel qui serait apparu dans un monde où tout allait bien (soit filant gentiment vers le communisme mondial, soit vivant confortablement dans le capitalisme débonnaire et plein de bonhommie des États-Unis des années 50). Il s’agit plutôt d’analyser un embranchement capital, un moment crucial, où la théorie a pris un chemin particulier, qu’elle aurait pu ne pas prendre, et qui a à la fois accompagné, unifié et amplifié, un ensemble de pratiques sociales et politiques qui lui préexistait. La théorie ne crée pas la pratique, mais elle n’est pas non plus un spectre passif : elle lui donne une forme et une consistance qu’elle avait pas avant elle. La French Theory fut ce moment crucial en France, au tournant des années 60 et 70, où un certain nombre de penseurs français se sont inscrits (ou ont prétendu s’inscrire) dans le sillage de Mai 68, afin de donner corps à ce qu’ils ont pensé être les intentions des étudiants et des manifestants : individualisme et hédonisme, relativisme et refus de la discipline et de l’autorité dans toutes les sphères de la société. Un programme gauchiste et anarchisant en apparence, le tout bien sûr vigoureusement anti-communiste et anti-soviétique. Les noms les plus connus sont devenus tellement fameux que pour un certain nombre, il n’est point besoin au lecteur d’avoir lu leurs ouvrages pour savoir ce qu’ils ont dit et pensé : Foucault, Deleuze, Derrida, Lévy-Strauss, Lacan, Baudrillard, Lyotard, Barthes, Bourdieu pour la première génération (nés en gros pour la plupart entre 1920 et 1930), et Badiou, Balibar et Rancière pour la seconde (nés plutôt dans l’immédiate avant-guerre), auxquels on peut parfois adjoindre de façon plus périphérique les « nouveaux philosophes » (surtout au début de leur carrière), plus cantonnés au débat français (Glucksmann père, BHL, Bruckner, Finkielkraut, ect). A la lecture de la liste, on voit donc que chacun de ces penseurs est très différent des autres et a sa spécificité, mais ce qu’il s’agit ici de penser, c’est, comme le dirait Hegel, l’identité de la différence. C’est d’ailleurs sous le signe d’une unité marketing, et en un sens conceptuel, que ces penseurs seront exportés aux États-Unis dans les années 80, sous le nom de French Theory. Outre leur origine française, un certain nombre de traits communs frapperont les intellectuels américains, et amèneront à les associer : une certaine radicalité politique et théorique apparente, mais toujours anti-communiste ; une pensée fortement influencée par le structuralisme français ; un certain relativisme épistémologique qui les fait souvent combattre de concert Hegel et Marx, tout en se positionnant sur l’échiquier du marketing politique « à gauche ». Le lecteur averti n’aura pas manqué de reconnaître ici tout l’arsenal conceptuel de ce que l’on peut nommer « l’anti-totalitarisme »5.

Passée aux États-Unis, cette théorie fut le fer de lance du désossage mondiale de la gauche, et l’achèvement de son ralliement au système otanien dans ses grandes lignes : telle est, en gros, la thèse du livre de G. Rockhill et A. Monville. Elle ne l’a certes pas causé (cette cause est à rechercher bien sûr dans les mutations de l’économie capitaliste à l’époque), mais elle l’a rendu possible, et l’a accompagné, en convertissant de larges pans de la jeunesse et des intellectuels à des idées en apparence radicales, mais anti-marxistes dans le fond.

Si la thèse semblera familière aux lecteurs de Clouscard, auquel elle doit bien entendu énormément, l’originalité et l’intérêt foncier du livre, qui justifient à eux seuls une recension, tient à deux points absolument capitaux que nous allons maintenant exposer.

Le premier de ces points est que ce livre est en quelque sorte le premier paru en français, et qui expose à un lecteur francophone, la convergence, et même l’identité, entre les aspects réactionnaires sur le plan théorique et ceux sur le plan pratique des pensées des auteurs de la French Theory. Expliquons-nous : jusqu’à présent, on avait tendance à séparer les deux, à les traiter comme deux choses indépendantes, soit par cécité idéologique, soit par manque de sources qui ne sont apparues qu’avec le temps. Ainsi, Clouscard avait bien vu que sur le plan théorique, ces penseurs qui se prétendaient de gauche avaient tous en réalité une pensée qui plongeaient ses racines dans la droite, c’est-à-dire dans les pensées irrationalistes, subjectivistes, relativistes, anti-marxistes et anti-hégéliennes6. Clouscard pensait que les pensées de ces auteurs, indépendamment de leurs intentions objectives, avaient des conséquences réactionnaires. Il était cependant loin de se douter, et d’avoir les preuves, que Herbert Marcuse était vraiment un agent de la CIA7, que la carrière de Pierre Bourdieu avait été lancée par le Congress for Cultural Freedom, un organisme financé par la CIA8, que l’EHESS a été construit puis agrandi avec l’argent de la fondation Rockfeller, puis de la fondation Ford9, et ainsi de suite. A l’inverse, un bon nombre d’ouvrages d’historiens (surtout publiés en anglais), on mit en évidence les liens financiers et organisationnels entre les penseurs « radicaux » de la French Theory et les organes de l’avant-garde du grand Capital, mais ils les ont traités comme une inconséquence incompréhensible, comme si de grands penseurs de gauche avaient pu s’allier, sans aucune raison théorique, avec leurs apparents grands ennemis. Pour la première fois, un livre fait le lien entre les deux, en montrant qu’il n’y a pas là d’inconséquence grossière de la part de ces théoriciens, mais au contraire une très grande cohérence : des théoriciens réactionnaires ont collaboré avec les organismes gouvernementaux les plus réactionnaires pour combattre le progrès humain, incarné par le communisme. La vérité est aussi simple que cela, et donne une ampleur jamais espérée aux thèses de Clouscard sur cette « idéologie du désir » bien « néo-fasciste » qu’est la French Theory : tel est le grand mérite du livre de le mettre parfaitement en évidence, références scientifiques en note (malheureusement souvent en anglais uniquement) pour les plus curieux. On comprend dans ces conditions pourquoi l’éditeur gauchiste La Fabrique a finalement annulé l’édition prévue en français d’un livre de G. Rockhill au titre prometteur : « les intellectuels et la CIA ». On allait tout de même pas mettre ces informations sur la place publique, et ainsi risquer de nuire à un petit business aussi juteux. Las, le site Amazon annonce la publication de l’ouvrage pour… 209910 (sic) ! Le petit livre de Delga a ainsi le mérite de mettre l’essentiel de ces informations dans les mains du public français, et ainsi de participer au démasquage de ces tartuffes. D’où son utilité publique, et le devoir de le diffuser le plus possible : pour au moins rabattre la morgue et l’arrogance de leurs disciples, qui se croient plus radicaux que tout le monde en singeant leurs maîtres serviles.

Le lecteur apprendra en outre que diverses fondations de philanthropes américains ont versé à Judith Butler et ses équipes des millions de dollars pour développer ses activités et ses laboratoires de recherche11 : et après, on s’étonne du succès de ces pensées ! Bien sûr, certains d’entre eux ont été de parfaits idiots utiles (même si Derrida et Foucault ont énormément œuvré en toute conscience contre la Tchécoslovaquie et la Pologne communistes12), et c’est un point important que met en évidence l’ouvrage : « la French Theory a été promue aux États-Unis par des propagandistes qui aveint perçu, beaucoup mieux sans doute que les prometteurs de ladite théorie, son potentiel réactionnaire13 ». Les agents directs de l’impérialisme sont toujours plus matérialistes et rationalistes que leurs forces d’appoint dans la petite-bourgeoisie idéaliste.

A ce sujet, le lecteur découvrira également que la plupart des penseurs de la French Theory de la première génération étaient avant Mai 68 de parfaits petits-bourgeois conformistes, pour certains plutôt de droite, parfaitement intégrés dans l’appareil d’État gaulliste14 : rien ne les prédestinait donc à être des théoriciens « radicaux », coqueluches de toute la jeunesse d’extrême-gauche des 50 prochaines années. On voit ici le point de passage chez ces penseurs d’un conformisme apolitique plutôt de droite, à un activisme gauchiste frénétique : l’unité du tout étant bien entendu assumé par l’anti-communisme. On notera qu’il n’en sera pas de même pour la seconde génération de la French Theory, plus tôt jeté dans le bain des mouvements gauchistes, en général plutôt maoïstes ou anarchisants (pensons à la star d’entre eux : l’omniprésent Badiou15).

C’est ainsi d’ailleurs que la French Theory permet de diagnostiquer une rupture majeure dans l’histoire du gauchisme : jusqu’à Mai 68, le gauchisme est principalement issu de groupes petit-bourgeois militants, petits, mais plus ou moins partie prenante du mouvement ouvrier – principalement l’anarchisme, le trotskisme, et le maoïsme jusqu’à un certain point. Il s’agit souvent certes de déviations anti-communistes, et toujours férocement critiques du socialisme réel, mais au moins, ils ont un lien minimal avec le mouvement ouvrier : c’est le gauchisme classique analysé par Lénine. Avec la French Theory, changement drastique de cap : la critique anti-communiste et anti-réformiste à gauche ne proviendra pas de déviations petite-bourgeoises du mouvement ouvrier, mais de portions de la petite-bourgeoisie totalement extérieures à lui. Cette petite-bourgeoisie est parfaitement conformiste, souvent apolitique, parfois de droite : tous sont des enfants d’une bourgeoisie classique, qui ont passé ensuite l’ENS et l’agrégation, s’intègrent à la société d’après-guerre et n’ont jamais remis en question leur milieu d’origine16. Rappelons qu’à l’époque de leur formation, dans l’immédiat après-guerre, le nombre de bacheliers annuels en France est à peine de 600017 : c’est donc un tout petit monde, auquel l’intégration demande une grande dose de conformisme. D’où la métamorphose d’un Foucault ou d’un Deleuze : le premier participait au plan européen de Fouchet pour réformer l’éducation, le second était un professeur d’université parfaitement discret ; après Mai 68, les deux sont devenus les agitateurs que l’on connaît. Deleuze se trouvera même l’anarchiste Guattari pour intégrer le milieu gauchiste, et s’y donner une légitimité. La French Theory a donc été l’acte de naissance d’un gauchisme 100 % extra-ouvrier, et déconnecté des luttes concrètes, et qui n’a pu s’y rattacher que de façon tardive et artificielle. Ce fait remarquable méritait d’être souligné, et constitue un mérite du livre de le mettre en évidence.

Enfin, si le livre s’appelle Requiem pour la French Theory, c’est que ce Requiem n’est pas tellement à l’optatif, mais plutôt à l’indicatif : il n’exprime pas seulement un souhait, mais analyse plutôt objectivement le recul de cette théorie, son remplacement par des produits de substitution incolores et sans saveur (intersectionalisme, « wokisme », identity politics…), qui en sont à la fois le prolongement, et en même temps la négation, basculant souvent dans l’anti-intellectualisme primaire, et l’indigence théorique total18. L’apport conceptuel original du livre tient ainsi dans le concept de « petite-bourgeoisie compradore nationale 19» : de la même façon que le colonialisme du XIXe siècle a du créer pour subsister une bourgeoisie nationale artificielle acquise à ses intérêts, « compradore », de la même façon, l’impérialisme américain a crée, à la fois chez lui, et dans tous les pays à demi-colonisés par lui, une petite-bourgeoisie intellectuelle qui joue le même rôle, qui a la même culture, les mêmes intérêts de classe, et n’a aucune conscience nationale propre20. Cette petite-bourgeoisie nationale compradore est la couche sociale qui est le support matériel de la French Theory, et à ce titre, elle est l’ennemi le plus immédiat du marxisme, car elle est l’adjuvant du grand Capital, et comme elle est au fond une couche intermédiaire, elle est celle qui peut le plus agir directement sur les couches populaires, pour les neutraliser idéologiquement.

Le deuxième point capital qui fait l’intérêt du livre, c’est bien entendu son rôle de premier jalon publié en France pour amorcer la traduction en anglais de Clouscard, et donc sa réception internationale. Une campagne a en effet été lancée début 2023 pour faire traduire Clouscard en anglais, afin de faire connaître sa pensée à l’internationale21. On sait l’importance d’une traduction en anglais pour toucher, non pas seulement un public anglo-saxon, mais chinois, indien, africain ou sud-américain. C’est dire l’importance de l’événement : Clouscard, penseur snobé par l’intelligentsia française de l’époque, a tout vu, ou presque, des grandes mutations du capitalisme contemporain. Il est le premier penseur mondial à avoir vu le rôle absolument décisif qu’allaient jouer les nouvelles couches moyennes dans les luttes des classes contemporaines, remettant tout en question, et balayant les catégories et clivages politiques traditionnels. Ce ne sont pas seulement les pays occidentaux qui sont ébranlés par ces mutations sociologiques : c’est la Chine, c’est l’Inde, c’est la Russie, l’Iran, les pays arabes et sud-américains, et demain les pays africains, qui subissent de plein fouet cette mutation, sans toujours comprendre exactement d’où elle vient, sa puissance et sa profondeur, sa dangerosité et comment lutter contre. Clouscard est malheureusement décédé il y a près de 15 ans, et ne pourra bien sûr pas répondre directement à toutes ces questions nouvelles qui ont surgies. Mais il doit pouvoir donner à tous les jeunes et moins jeunes intellectuels des pays du « Sud Global » les outils intellectuels et les catégories fondamentales pour penser leur situation présente, et surmonter les graves difficultés, qui eux aussi, les menacent : la dangerosité des couches moyennes, la tentation de « révolutions oranges » dont elles seraient la base matérielle, et surtout, la régression spiritualiste et idéaliste qui mènent à des dérives droitières parfaitement inutiles et contre-productives (anti-wokisme poutinien stérile, nostalgie du tsarisme en Russie ou fétichisation de la pensée « éternelle » de Confucius en Chine…). Dans ce moment crucial de la lutte des classes internationale, la meilleure chose que puisse faire la France, pays des Lumières et de la Révolution universelle, c’est d’offrir au monde la pensée d’un de ses plus grands philosophes contemporains qu’a été Michel Clouscard. Snobé par les intellectuels de son pays, Clouscard a su, par la justesse de ses analyses, et son travail humble et clair, séduire toute un pan de la jeunesse de France, bien loin des effets de modes et de manches médiatiques. Il n’y a aucun doute qu’il saura aider demain les intellectuels du monde entier, dans ce grand travail intellectuel collectif qui s’annonce, qu’est de refaire le communisme international, afin de sortir de l’impasse mortifère de l’Occident actuel, et de la politique hésitante et timorée de trop de pays du Sud Global.

Ce petit livre des éditions Delga a donc également la lourde tâche d’être le premier essai pour exposer à un public français l’importance de ce travail, afin que la réception internationale de Clouscard soit la plus efficace possible, et qu’elle ait enfin des répercussions dans notre beau pays, si malmené ces derniers temps. Que la naissance théorique de Clouscard à l’international soit également sa renaissance en France auprès du grand public, qu’elle entraîne le chant du cygne des nouvelles couches moyennes finissantes, et le début d’une nouvelle aube pour la lutte des classes dans notre pays, qui, plus que jamais, en a cruellement besoin.

1 https://editionsdelga.fr/produit/requiem-pour-la-french-theory/

2 Nulle considération géographique ou civilisationnel ici : il s’agit d’un syntagme pratique pour désigner le bloc constitué par le principal pays impérialiste, à savoir les États-Unis, et ses vassaux semi-colonisés, principalement les pays membres de l’OTAN et de l’OCDE.

3 Ce qui ne veut pas dire qu’il ne soit pas encore incroyablement dangereux : chacun sait que la bête blessée et acculée est bien plus dangereuse que la bête en bonne santé et en sécurité, et si les pays occidentaux ont démantelé une partie de leurs forces conventionnelles pour des raisons budgétaires ces dernières années, leur arsenal nucléaire reste largement suffisant pour infliger des dégâts effroyables.

4 Pour lire un commentaire impérial pusillanime typique : https://www.lefigaro.fr/international/a-kazan-antonio-guterres-brise-l-isolement-de-poutine-sur-la-scene-internationale-20241023

5 Cf. : https://www.youtube.com/watch?v=_S57l_EgUFQ

https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=mYqwkb–hSo

6 Par exemple dans le lumineux Néo-fascisme et idéologie du désir. Le lecteur pourra constater au fil de l’ouvrage tout ce que doivent les penseurs de la French Theory a Nietzsche et Heidegger, deux penseurs qu’aucun historien sérieux, ni personne en Allemagne, ne pourrait pas considérer comme « très à droite ».

7 p. 109 et 112

8 p. 23

9 p. 23-24

10 https://www.amazon.fr/CIA-intellectuels-souterraine-Francfort-philosophes/dp/2358721727/ref=sr_1_3?dib=eyJ2IjoiMSJ9.Jpy6zh-hzxJbMwJODgpk21tFL8EGOrA-u_0iPQsJwEu2LjAnQ2VcxPcfazdaoraLBwp1lUYx0YvL0PCC0SaxXie6TSeBujfKFtQs3Nm9BbV3vmbXb3oa0PN-9XYe_QPk8KdDFgehOFD41T_elqrAjh_nbyUyPlZ3zIuLEIPx6iO4sVdXyTrPEsOsjoZ97K4NYzP2ybjTMKRxNeOGBTzOA6QB8h4ocAw6_X9SfywtS3U.Yv_QHq4_jqAh5HSe-jc_M4ciZzyZh7f-Yx-GN3P_6cM&dib_tag=se&qid=1730039801&refinements=p_27%3AGabriel+Rockhill&s=books&sr=1-3

11 p. 27

12 pp. 106-107

13 p. 33

14 p. 55-56. Llyotard est en réalité la seule exception, à être politisé à gauche avant mai 68.

15 Pour un commentaire de sa prétention à être « le philosophe français vivant le plus traduit, lu et commenté à travers le monde, voir : https://shs.cairn.info/revue-du-crieur-2015-2-page-38?lang=fr

16 Baudrillard étant d’ailleurs la seule vraie exception à ce schéma, ce qui lui donne une trajectoire plus erratique.

17 En 2024, pour indication, on est à 684 200, pour une population de classe d’age a peu près équivalente.

18 Foucault, Marx et Homère ont ainsi tendance à devenir de plus en plus des « vieux mâles blancs morts » indistincts.

19 p. 71

20 C’est ce qui fait par exemple que cette petite-bourgeoisie compradore peut être parfaitement chauvine aux Etats-Unis, pour défendre le système impérial qui la protège, et parfaitement cosmopolite et haineuse de la nation en Europe, par exemple en France : on voit ici qu’il n’y a là aucune contradiction, mais parfaite complémentarité.

21 https://editionsdelga.fr/campagne-pour-la-traduction-de-michel-clouscard-en-anglais-par-avec-dominique-pagani/

https://gavrochemedia.fr/entretien-dominique-pagani/t-l/