Si la industria dependiese de intereses privados, si no fuese socializada, hubiese sido imposible realizar lo que consiguieron los soviéticos durante su Gran Guerra patriótica: desplazar toda la industria a cientos de kilómetros de los invasores.
Solo unos días después del comienzo de la invasión nazi, en la URSS se
desarrolló un procedimiento para la evacuación de empresas industriales y
sus trabajadores.
No se podían dejar instalaciones
industriales en el territorio ocupado, no se podía permitir que el
enemigo utilizara las capacidades de producción existentes.
De
las zonas bajo amenaza de ocupación se retiraron principalmente
herramientas y maquinaria, metales no ferrosos, combustibles y
lubricantes y otros equipos industriales. La tarea no era sólo evacuar
el equipo, sino también colocarlo en un nuevo lugar lo más rápidamente
posible y comenzar a producir las armas, municiones y dispositivos que
el país necesitaba tan desesperadamente.
Las empresas fueron
transportadas desde Ucrania, Bielorrusia, Moscú y Leningrado a los
Urales, Siberia y Asia Central a una base industrial ya existente, que
tuvo que ser ampliada apresuradamente, y algunas empresas evacuadas
comenzaron a trabajar en una nueva ubicación, en el pleno sentido de la
palabra, al aire libre.
En total, durante un año (de 1941 a
1942), 2743 empresas de la URSS, incluidas 1523 grandes, fueron
transportadas desde las regiones occidental y meridional del país hacia
el este. Al principio, tanto las empresas como las personas se vieron
obligadas a existir en condiciones inadecuadas para la vida: las
fábricas a menudo se erigían al aire libre y la gente solía instalarse
en refugios improvisados o incluso dormir junto a sus máquinas. Todos
estos esfuerzos se convirtieron en una contribución integral para lograr
la Victoria común.
WANG WEN, Decano de la Escuela de Liderazgo Global, Universidad Renmin de China.
Con el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, se ha
hecho cada vez más visible cómo los roles vitales de China y Rusia en la
derrota del fascismo se degradan y distorsionan en la narrativa
occidental.
La memoria selectiva de Occidente distorsiona la percepción pública
del pasado y confunde la política global actual. Cuatro mitos
persistentes sobre la Segunda Guerra Mundial siguen moldeando la
geopolítica moderna.
Mito uno. La falacia de los seis años
Uno de los conceptos erróneos históricos más persistentes es el
período de seis años que duró la Segunda Guerra Mundial, que limita su
comienzo a la invasión de Polonia por parte de Alemania en 1939. Esta
visión ignora la invasión de Etiopía por parte de Italia en 1935, la
Guerra Civil Española (1936-1939) y la agresión a gran escala de Japón
en Asia que comenzó en 1931 con la invasión de Manchuria, casi una
década antes de que comenzara la guerra en Europa.
Los historiadores occidentales de pensamiento libre AJP Taylor y John
Toland reconocieron que las brutales acciones de Japón en China fueron
un precursor crucial de la Guerra del Pacífico. La agresión japonesa
desafió el orden internacional posterior a la Primera Guerra Mundial y
envalentonó a los regímenes fascistas, incluido el nazi en Alemania. Las
matanzas y las atrocidades sistemáticas de Japón, como la Masacre de
Nanjing, presentaban escalofriantes paralelismos con los crímenes nazis
contra los judíos. Ciudades como Nanjing fueron sometidas a la
destrucción y sus habitantes a ejecuciones masivas y violaciones. Estos
hechos están profundamente arraigados en la memoria colectiva china.
Desde la perspectiva china, esta larga y brutal lucha, conocida en
China como la Guerra de Resistencia contra Japón y que se extendió desde
1931 hasta la rendición de Japón en 1945, sentó las bases para la
victoria aliada. Sin embargo, Occidente ignora en gran medida esta
perspectiva.
Mito dos. El papel central de Occidente
La idea de que los acontecimientos centrales de la Segunda Guerra
Mundial se desarrollaron en Europa distorsiona aún más la verdad
histórica. Estados Unidos y el Reino Unido llevan mucho tiempo
destacando la importancia del desembarco de Normandía como un punto de
inflexión crucial. Mientras tanto, el papel de la Unión Soviética en la
derrota de la Alemania nazi —que costó millones de vidas— ha sido
minimizado o ignorado en Occidente, especialmente en el contexto de la
Guerra Fría.
El papel de la Unión Soviética en la derrota de las fuerzas nazis en
el Frente Oriental es innegable. Antes de la apertura del Frente
Occidental en 1944, la Unión Soviética ya había infligido importantes
derrotas a Alemania, con un coste inmenso. Con 27 millones de bajas, la
contribución de la Unión Soviética fue crucial para la victoria
definitiva de los Aliados.
Mito tres. La resistencia a largo plazo de China
El papel de China en la Segunda Guerra Mundial suele descuidarse o minimizarse en las narrativas occidentales.
Sus bajas durante los diez años de la Guerra de Resistencia contra
Japón ascendieron a más de 35 millones, pero a pesar del inmenso coste,
China se presenta desde la perspectiva occidental como una víctima
pasiva o un participante indirecto. Mientras tanto, las fuerzas chinas
colaboraron con las potencias aliadas en el Sudeste Asiático.
Colaborando con Estados Unidos en la campaña de la Carretera de
Birmania, China contribuyó a la mayor contribución de los aliados en su
esfuerzo bélico y debilitó la capacidad militar japonesa, permitiendo
así que la Unión Soviética se centrara más en el frente europeo.
La resistencia militar china desempeñó un papel estratégico: al
contener al ejército japonés, limitó la capacidad de Japón para combatir
en otros frentes. China fue una fuerza crucial que ayudó a inclinar la
balanza en el Pacífico. La resistencia china fue indispensable para
agotar los recursos japoneses y debilitar su posición estratégica
general, lo que sentó las bases para la derrota de las potencias del
Eje.
Mito cuatro. La victimización de Japón
La representación de Japón como víctima de la Segunda Guerra Mundial,
especialmente tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, es
otro tema delicado para muchos en China. Esta narrativa tiende a
minimizar el papel de Japón como agresor en Asia. La Masacre de Nanjing,
en la que las tropas japonesas asesinaron a cientos de miles de civiles
chinos, sigue siendo un tema controvertido en Occidente, con debates
inmersos en las cifras de víctimas, el contexto histórico y las
susceptibilidades políticas.
Muchos en China ven esto como un intento de reescribir la historia,
especialmente cuando el sufrimiento de los civiles chinos se ve
eclipsado por el hecho de que Japón es víctima de los bombardeos
atómicos.
El desprecio por la abrumadora evidencia de los crímenes de guerra
cometidos por Japón, incluidos los relatos de testigos oculares y las
fotografías de las atrocidades y la esclavitud sexual, despierta ira en
la sociedad china.
La renuencia de los dirigentes japoneses a reconocer plenamente estos
crímenes y a ofrecer disculpas oficiales y sin reservas, y la falta de
voluntad de algunas figuras e instituciones políticas para afrontar este
oscuro capítulo de la historia exacerban las tensiones e impiden una
reconciliación genuina.
Reescribiendo la historia con cooperación internacional
Estos cuatro mitos, profundamente arraigados en la política de la
Guerra Fría, reflejan los persistentes esfuerzos de Occidente por
mantener su dominio global. Al enfatizar la contribución de Occidente y
minimizar la de China y la Unión Soviética, estas narrativas contribuyen
a consolidar el poder político e ideológico de Occidente.
Hoy, a medida que la política global evoluciona hacia la
multipolaridad, es crucial corregir estos errores históricos.
Corregirlos requiere una sólida cooperación académica internacional, así
como una comprensión más matizada por parte de los académicos
occidentales de las contribuciones de China y la Unión Soviética a la
victoria en la Segunda Guerra Mundial.
Esto podría ayudar a prevenir malentendidos en el futuro y promover
una narrativa histórica global más precisa. El 80.º aniversario del fin
de la Segunda Guerra Mundial ofrece una excelente oportunidad para
honrar el papel de todas las naciones vencedoras —no solo las
occidentales— en la derrota del fascismo.
Los alemanes, conscientes de que así pierden un aliado clave, reaccionan en septiembre con un contragolpe: ponen a salvo a Mussolini, que proclama una república independiente en el norte de Italia (vulgarizada como "de Saló"), con sede oficiosa en Verona,
y toman el control político-militar de todas las regiones que aún no
han caído en manos de la coalición angloestadounidense. Sin embargo, se
encuentran con un problema adicional. Entre los golpistas del 25 de
julio destaca Galeazzo Ciano,
que ha sido uno de los validos del Duce, su cuñado carnal y primer
embajador. Este posee un diario donde ha anotado, en primera persona,
sucesos y órdenes controvertidas que, de caer en manos antifascistas,
podría ser usado contra los vencidos al final de la Guerra. Gane quien
gane, Ciano no podría estar en peor lugar.
Comentario personal:
Su
moraleja es que toda esa palabrería que sobre el honor gastan los
fascistas, viejos o nuevos, son pamplinas. Como ley primera, la gente de
poder quiere mantener una situación social que, a su vez, la mantiene
como sujeto, por lo que buscará su reproducción: el ejercicio de
virtudes republicanas o aristocráticas (típicas del fascismo las
segundas) es una evocación que es relegada cuando ese objetivo está en
riesgo. En su última hora, todos estos camaradas de armas, honorables
samuráis del fascio, hermanados por la sangre y una firme voluntad de
trascendencia histórica, se acuchillan entre ellos y les importa una
mierda todo lo que no sea sobrevivir, como comprobamos en la actual fantasía escapista de los ricos o en el cobardica jefe del rojipardo Frente Obrero.
¡Soltadme! ¡Soy mejor fascista que vosotros! ¡Bombardeé Malta, Atenas, Madrid!
Augusto Martínez Torres, en "El proceso de Verona", en El País, el 28 de enero de 1999, escribió:Escrita por Ugo Pirro, su máximo interés radica, más que en la reconstrucción de unos hechos históricos, en los esfuerzos de Edda Mussolini para que su padre, el Duce, salve la vida a su marido, el conde Ciano.
Jorge García, en "Los olvidados: desde Italia: Carlo Lizzani", en Con los Ojos Abiertos, el 1 de abril de 2021, escribió:[...] recrea con intensidad un hecho histórico en los días de la caída de Mussolini, cuando un grupo de fascistas de su gabinete, encabezados por el Conde Ciano, esposo de la hija del dictador (una excelente Silvana Mangano) son acusados de haberlo traicionado y serán juzgados y condenados por sus propios compañeros, con el diario del Conde como macguffin del relato.
Hace 80 años, el 11 de abril de 1945, unidades de la 4ª División
Blindada del general George S. Patton, de las fuerzas armadas
estadounidenses, se dirigieron hacia la ciudad de Weimar (Alemania),
donde se encontraba el campo de concentración de Buchenwald. Finalmente,
las tropas de Patton tomaron el control del campo, pero los testimonios
de los soldados, recogidos más tarde por historiadores, sugieren que no
fueron los tanques estadounidenses los que liberaron Buchenwald: el
campo ya había sido tomado por la organización y el coraje de los
prisioneros, quienes aprovecharon la huida de los soldados alemanes ante
el avance aliado.
Las personas prisioneras políticas en el campo de concentración de Buchenwald se habían organizado en Kampfgruppen [grupos
de combate]. Utilizaron un arsenal de armas ocultas para promover un
levantamiento dentro del campo, desarmar a los guardias nazis y tomar la
torre de entrada. Desde allí, izaron una bandera blanca y formaron un
anillo alrededor del campo para informar a las tropas estadounidenses
que ya lo habían liberado. Das Lager hatte sich selbst befreit, dijeron: “el campo se liberó a sí mismo”.
No fue solo en Buchenwald donde hubo rebeliones. En agosto de 1943,
lxs prisionerxs de Treblinka se alzaron en una rebelión armada y, a
pesar de ser acribilladxs, obligaron a los nazis a cerrar este repulsivo
campo de exterminio (en el que fueron asesinadas casi un millón de
personas judías).
El Ejército Rojo de la Unión Soviética y las fuerzas estadounidenses
también liberaron varios campos, la mayoría de ellos horrendos centros
de exterminio del Holocausto. Las tropas estadounidenses liberaron
Dachau en abril de 1945, pero fue el Ejército Rojo quien abrió las
puertas de la mayoría de los peores campos, como Majdanek (julio de
1944) y Auschwitz (enero de 1945) en Polonia, Sachsenhausen y
Ravensbrück (abril de 1945) en Alemania.
Dominik Černý (Checoslovaquia), K.L. Dora: Bydlení ve štole [K. L. Dora: Viviendo en el túnel]), 1953.
En julio de 1937, el régimen nazi trasladó prisioneros desde
Sachsenhausen a una zona cercana a Weimar (ciudad natal de Johann
Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller y también lugar donde se firmó
la Constitución alemana de 1919). Lxs prisionerxs despejaron casi 400
acres de bosque para construir un campo de concentración con capacidad
para 8.000 personas, a quienes el comandante nazi Hermann Pister
(1942–1945) utilizó para experimentación médica y trabajo forzado. Al
momento del cierre del campo, ocho años después, casi 280.000 personas
habían pasado por allí (en su mayoría comunistas, socialdemócratas,
pueblos romaní y sinti, judíxs y disidencias cristianas). A fines de
1943, los nazis fusilaron a cerca de 8.500 prisioneros de guerra
soviéticos en el campo y asesinaron a muchxs comunistas y
socialdemócratas. Se estima que el régimen nazi asesinó en total a
56.000 prisioneras y prisioneros en este campo, incluyendo a Ernst
Thälmann, dirigente del Partido Comunista de Alemania (KPD), quien fue
ejecutado el 18 de agosto de 1944 tras pasar once años en confinamiento
solitario.
Sin embargo, Buchenwald no fue un campo de exterminio como Majdanek o
Auschwitz. No formó parte directa de la abominable “solución final a la
cuestión judía” (Endlösung der judenfrage) de Adolf Hitler.
Dentro de Buchenwald, comunistas y socialdemócratas establecieron el
Comité Internacional del Campo para organizar su vida cotidiana en
cautiverio y llevar a cabo actos de sabotaje y resistencia (incluidos,
de manera notable, ataques a las fábricas de armamento cercanas). Con el
tiempo, esta organización evolucionó hasta convertirse en el Comité del
Frente Popular, creado en 1944, con cuatro dirigentes: Hermann Brill
(Frente Popular Alemán), Werner Hilpert (Demócrata Cristiano), Ernst
Thape (Socialdemócrata) y Walter Wolf (Partido Comunista de Alemania).
Lo más notable de esta iniciativa fue que, pese a encontrarse en
condición de prisionerxs, el comité ya había comenzado a debatir el
posible futuro de una nueva Alemania, completamente desnazificada y
basada en una economía cooperativa. Mientras estuvo en Buchenwald,
Walter Wolf escribió ACritique of Unreason: On the Analysis of National Socialist Pseudo-Philosophy [Una crítica de la sinrazón: Sobre el análisis de la seudo filosofía nacionalsocialista].
Nachum Bandel (Ucrania), Block 51. Buchenwald. Small Camp [Block 51. Buchenwald. Campo pequeño], 1947.
Una semana después que lxs prisionerxs liberaran Buchenwald,
colocaron una escultura de madera cerca del campo como símbolo de su
resistencia antifascista. Querían que el campo de concentración no fuera
recordado solo por las muertes, sino también por su resiliencia durante
el encarcelamiento y por su auto-liberación. En 1945, las prisioneras y
prisioneros ya habían formulado el Juramento de Buchenwald, que se
convirtió en su credo: “Solo abandonaremos la lucha cuando la última
persona culpable haya sido juzgada por el tribunal de todas las
naciones. La destrucción total del nazismo, hasta sus raíces, es nuestra
consigna. La construcción de un mundo nuevo, de paz y libertad, es
nuestro ideal”.
El campo de concentración, ubicado entonces en la República
Democrática Alemana (RDA o Alemania Oriental), fue convertido en una
prisión para nazis que esperaban sus juicios. Algunos de ellos fueron
ejecutados por sus crímenes, entre ellos, el alcalde de Weimar, Karl
Otto Koch, quien había organizado el arresto de judíxs en la ciudad en
1941. Mientras tanto, al otro lado de la Cortina de Hierro, la República
Federal de Alemania (Alemania Occidental) incorporó rápidamente a ex
integrantes del régimen nazi en la burocracia estatal, al punto que dos
tercios del personal superior de la Bundeskriminalamt (Oficina
Federal de Policía Criminal) estaban compuestos por ex nazis. A medida
que el proceso de juicios y castigos llegaba a su fin, los restos de
Buchenwald pasaron a formar parte del proyecto de memoria pública en la
RDA.
Ilse Häfner-Mode (Alemania), Portrait of a Woman in Front of a Wooden Door [Retrato de una mujer frente a una puerta de madera], s/f.
En 1958, Otto Grotewohl, socialdemócrata y primer ministro de la RDA,
abrió el campo para que cientos de miles de trabajadoras, trabajadores y
escolares lo visitaran, recorrieran sus instalaciones, escucharan los
relatos, tanto de las atrocidades como de la resistencia y se
comprometieran con el antifascismo. Ese mismo año, el ex prisionero
Bruno Apitz publicó Desnudo entre lobos, novela que narra cómo el
movimiento de resistencia en el campo escondió a un niño pequeño,
asumiendo un gran riesgo y cómo más tarde ese mismo movimiento tomó el
control del campo en 1945. La novela fue adaptada al cine en la RDA por
Frank Beyer en 1963. La historia se basaba en el testimonio real de
Stefan Jerzy Zweig, un niño que fue ocultado por lxs prisionerxs para
evitar que fuera deportado a Auschwitz. Zweig sobrevivió al horror y
falleció en Viena en 2024, a los 81 años.
La RDA forjó su cultura nacional en torno al tema del antifascismo.
En 1949, el Ministerio de Educación Popular instó a las escuelas a
construir un calendario de actividades centrado en la lucha
antifascista, en lugar de en las festividades religiosas. Por ejemplo,
se promovía el Día Mundial por la Paz en lugar del Fasching [Martes de carnaval]. La antigua Jugendweihe [ceremonia
de iniciación juvenil] fue transformada, dejó de ser únicamente un rito
de paso para convertirse en una afirmación del compromiso de las y los
jóvenes con el antifascismo. Las escuelas organizaban salidas
pedagógicas a Buchenwald, Ravensbrück y Sachsenhausen, donde el
estudiantado podía conocer de cerca la atrocidad del fascismo y cultivar
valores humanistas y socialistas. Fue una poderosa práctica de
transformación social para una cultura que había sido arrastrada al
nazismo.
Herbert Sandberg (Alemania), We Didn’t Know [No lo sabíamos], 1964.
Cuando Alemania Occidental anexó a la República Democrática Alemana
(RDA) en 1990, comenzó un proceso de desmantelamiento de los avances en
materia de antifascismo desarrollados en la RDA. Buchenwald se convirtió
en el epicentro de este ejercicio. En primer lugar, la dirección del
campo se volvió objeto de controversia. La doctora Irmgard Seidel, quien
había asumido la dirección tras el ex prisionero del KPD Klaus
Trostorff en 1988, se enteró por un artículo de prensa de que había sido
destituida (investigando archivos de las SS, la doctora Seidel había descubierto que
hubo 28.000 mujeres prisioneras en Buchenwald que trabajaron como mano
de obra esclavizada, en su mayoría en fábricas de armamento). Fue
reemplazada por Ulrich Schneider, quien más tarde también fue removido,
luego de que se revelara que había sido miembro del Partido Comunista en
Alemania Occidental. A él lo sucedió Thomas Hofmann, suficientemente
anticomunista como para complacer a las nuevas autoridades políticas.
En segundo lugar, la orientación antifascista de la memoria pública
debía ser modificada para promover el anticomunismo, lo que incluyó
minimizar el memorial dedicado a Ernst Thälmann. Se puso un nuevo
énfasis en el uso que hizo la Unión Soviética de Buchenwald como prisión
para nazis.
Historiadores provenientes de Alemania Occidental comenzaron a
publicar relatos que sostenían que fueron los soldados de Patton y no
lxs prisionerxs, quienes liberaron el campo (esta es, por ejemplo, la
interpretación del influyente libro de Manfred Overesch Buchenwald und die DDR. Oder die Suche nach Selbstlegitimation [Buchenwald
y la RDA, o la búsqueda de la autolegitimación], publicado en 1995). En
junio de 1991, el canciller alemán Helmut Kohl presidió una ceremonia
para instalar seis grandes cruces en memoria de las víctimas de “la
dictadura del terror comunista” y se refirió a los crímenes nazis como
si fueran equivalentes a las acciones de la Unión Soviética.
Entre 1991 y 1992, el historiador alemán Eberhard Jäckel encabezó una
comisión para reescribir la historia de Buchenwald, lo que incluyó
acusaciones contra prisionerxs comunistas de haber colaborado con los
nazis y la conmemoración de las “víctimas” de la prisión antifascista.
Esta reordenación oficial de los hechos históricos tuvo por objetivo
elevar a los fascistas y deslegitimar a quienes los resistieron. Este
tipo de revisionismo histórico ha alcanzado nuevas dimensiones en los
últimos años: representantes diplomáticos de Rusia y Bielorrusia —dos
antiguas repúblicas soviéticas— han sido excluidos de los actos
conmemorativos anuales. En los discursos pronunciados en el memorial, se
ha equiparado a los campos de concentración nazis con los campos de
trabajo soviéticos. Mientras tanto, las banderas de Israel se exhiben
abiertamente en Buchenwald, pero se ha prohibido la entrada a personas
que usan la keffiyeh y se ha reprimido cualquier mención del genocidio en Palestina.
En la década de 1950, artistas comunistas colaboraron para erigir
memoriales en Buchenwald que conmemoraran la lucha antifascista. Los
escultores René Graetz, Waldemar Grzimek y Hans Kies crearon estelas con
relieves, en cuyos dorsos grabaron un poema de Johannes R. Becher,
primer ministro de Cultura de la RDA:
Thälmann vió lo que un día ocurrió:
Desenterraron las armas que habían escondido.
De la tumba se levantaron lxs condenadxs,
Miren sus brazos extendidos como un llamado.
Miren el memorial que de mil formas grita,
evocando nuestras luchas presentes y pasadas.
Los muertos advierten: ¡Recuerden Buchenwald!
En este boletín, las pinturas son obra de ex prisionerxs de Buchenwald y la fotografía muestra La revuelta de los prisionerxs, escultura en bronce de Fritz Cremer —militante del KPD desde 1929— que representa la autoliberación del campo.
Vijay Prashad
***
La insurrección victoriosa de Buchenwald del 11 de abril 1945, por Boris Taslitzsky
Dès la veille de la Première Guerre mondiale, les premiers conflits dans les Balkans avaient laissé entrevoir l'apocalypse qui s'annonçait. Parmi d'autres, les "prophètes" du Blaue Reiter avaient anticipé le chaos et promis une destinée messianique aux artistes. Partagés entre l'attente de "l'homme nouveau" et la peur de la destruction, ils s'étaient résolus à prendre part au grand bouleversement. Beaucoup d'artistes ont alors partagé la volonté de s'emparer des armes nouvellement forgées par la politique, avec l'espoir de prendre part au combat et de regagner par là la légitimité sociale dont l'art pour l'art les avait privés.
Ce n'est toutefois qu'après la guerre que le combat symbolique, devenu réel et éprouvé pour certains dans les tranchées, prit la forme organisée de groupes constitués sur le principe des formations politiques radicales. A Berlin, Dada s'était emparé des armes, et promettait dès ses débuts par les voix de Richard Huelsenbeck, Raoul Hausmann, Jefim Golyscheff, la formation d'une "union internationale et révolutionnaire de tous les hommes et femmes créateurs et intellectuels fondée sur un communisme radical".
À COMPARER AVEC AUJOURD'HUI,
notamment après la visite à la foire d'art contemporain Art Paris au Grand Palais. Il semblerait que tous les artistes se sont donnés pour mot d'ordre d'éviter le réel. C'est de l'art qui ressemble aux acheteurs, de l'art macronien. Le bâtiment est beau avec ce soleil, mais l'esprit l'a d'autant plus déserté. Un temps maussade, parigot, m'aurait rendu mélancolique, mais là c'est ce vide qui frappe: une serre à rien.
Brigitte Macron y a fait son petit tour samedi 5, elle est dans la ligne de ses ouailles: le savoir-vivre bidon, bidonné. Je retiens le travail de Marcos Carrasquer, peintre d'histoire contemporaine. Il le voit le réel, et celui de 2020 ressemble beaucoup à celui qu'annonce 2025. Ça sent la guerre, toujours plus vrai et spectaculaire, avec ses personnages qui s'entretuent pour trois rouleaux de papier-cul: c'est le struggle for life du ventre mou vraiment totalitaire, celui de l'occident terminal croqué et recroqué dans chacune de ses peintures. Les critiques de la foire et d'ailleurs disent de sa peinture qu'elle est grotesque, ironique, sarcastique, etc. Que l'humour soit une singularité, parmi le concours permanent des subjectivités spectacularisées, en dit suffisamment sur le nouveau désert, car l'humour a toujours été capture du réel (le "spectacle" est une socialisation et notamment par l'image: les séries de Netflix et d'autres plateformes similaires ont plus de poids dans la socialisation des nouvelles générations aux quatre coins du monde que d'autres, plus régionales, comme l'école - une socialisation globale devenue le règne de la séparation achevée).
On pouvait acheter dans la foire du vieux Bretécher, du vieux Wolinski, de l'humour de gôche, cette gauche qui voulut "changer la vie" avec le cagoulard Mitterrand mais surtout pas les rapports de production. De l'humour bien mort donc, mais toujours revendable à un autre mort-vivant à écharpe colorée (il faisait 24º). Et effectivement, c'est le réel qui s'amenuise quand toutes les stratégies l'évite.
Marcos Carrasquer, The 2020 toilet paper rush, 2021
On avait un peu l'idée de la France au ventre mou vichysto-résistant: au printemps 1944 les Parisiens célébraient Pétain, et fin août 1944, les troupes alliés et la Résistance. Mais cette vidéo russe -mise en avant par les réseaux étatsuniens pour se venger du vassal français- resserre encore plus les temps puisqu'on y voit des français, et notamment des françaises, cracher et frapper des soldats anglo-américains capturés depuis le débarquement de juin 1944.
Ce film fut sélectionné pour la première édition du festival de Cannes en septembre 1939, annulée pour cause d'entrée en guerre.
Le festival a été voulu par le ministre de l'Éducation nationale et des Beaux-Arts Jean Zay (contre la Mostra de Venise des fascistes). Le gouvernement de Vichy le jettera en prison en août 1940 et il sera assassiné par la Milice en 1944.
Le film a vraiment été réalisé dans la Zone de Saint-Ouen où n'entrait pas qui voulait, il aura fallu que le réalisateur et son équipe soient chaperonné par un infirmier bénévole dont les habitants avaient la confiance. On y perçoit ainsi l'ambiance que pouvait avoir Aubervilliers –aussi dans la Plaine Saint-Denis– que Debord découvre au début des années 1950 et notamment le quartier espagnol.
La "Zone", dont Saint-Ouen n'est qu'une fraction: cet espace géographique et historique est aujourd'hui recouvert par le Périphérique, et retourner à ce qu'il était c'est capter la dérive et la psychogéographie dans ce qui fut son jus initial.
Que l'intro...
Les Disparus de Saint-Agil
L'Enfer est un film à voir avec un film précédent de Christan-Jaque, Les Disparus de Saint-Agil, prix Jean Vigo. Même scénariste: Pierre Véry. Avec Mouloudji aussi. On y sent la guerre qui arrive. Complotisme, les enfants forment une "société secrète", ils sont un peu plus âgés que Guy Debord mais c'est une même génération d'esprit (celle de l'entre-deux-guerres...et des sociétés secrètes). Debord connaîtra et admirera Mouloudji. Dans ce film les gosses rêvent de voyage, d'évasion, délirent sur les cartes du monde, montent des plans de fugue, et Mouloudji la fait vraiment, il "embarque"...
Mais avant, il y à l'espace du pensionnat. Seule salle en gradin de l'établissement, la classe de sciences naturelles, avec Martin le squelette, fait communiquer le rêve et la réalité. C'est au près du squelette que se tiennent les réunions de la société secrète, mais aussi que se trouve le tableau noir coulissant...
Pour comprendre le climat mental de l'entre-deux-guerres, et en particulier celui du très jeune Debord, ces deux films sont un bon plongeon.
Leur "relief dramatique" est à saisir ensemble: dans Les Disparus, les jeunes protagonistes sont pensionnaires d'un collège privé, ils rêvent d'ailleurs, c'est une jeunesse privilégiée par rapport à celle de L'Enfer, des misérables ayant comme seule perspective le vol pour s'en sortir un peu. Debord aura fait le voyage mental de la première à la seconde de ces jeunesses comme s'il empruntait la médiation "mouloudjienne": de la villa de Cannes au bar en tôle d'Aubervilliers.
En 1943, Jacqueline Audry est enfin aux manettes pour Les Chevaux du Vercors,
un très beau court métrage documentaire, avec Henri Alekan à la photo,
sur la transhumance des chevaux jusqu’en Camargue dont on peut faire une lecture métaphorique, comme une célébration de la liberté
et des maquis de la Résistance.
Dans quel putain de dvd j'ai visionné ce film, impossible de le trouver sur le net..
Disiz la peste de son vrai nom Serigne M’Baye Gueye[1]
Qui a déjà entendu parler du massacre de Thiaroye ? Pour les
Français, même militants, c’est un massacre parmi tant d’autres, mais
pour les Africains, Thiaroye ne fut pas un fait divers. Il fut et il
reste un marqueur pour toutes les générations. Aujourd’hui d’importantes
cérémonies d’hommage sont prévues au Sénégal afin de faire la lumière
sur ce crime colonial si peu connu en France et qui s’inscrit dans la
droite ligne de tous les crimes impérialistes.
Il y a 80 ans, le 1er décembre 1944, à 15 kilomètres de
Dakar au Sénégal, l’armée française commit en effet un épouvantable
massacre. Le jour n’était pas encore levé sur le camp de Thiaroye (vaste
camp de 40 km2), lorsque les tirailleurs dits « sénégalais »
(il s’agissait en fait de soldats qui avaient été raflés dans
l’ensemble de l’Afrique coloniale française) virent entrer des troupes
coloniales dans le camp. Ces unités militaires – plus de mille
« indigènes » et plus d’une centaine d’Européens, encore sous l’autorité vichyste – assistées d’armes lourdes –
un char, des automitrailleuses, des half-tracks – rabattirent les
tirailleurs sur une esplanade. Deux heures plus tard les corps des
« tirailleurs » s’entassaient sur la vaste place rouge de sang.
Morts POUR la France ou morts PAR la France ?
Après la défaite de mai-juin 1940, ces troupes coloniales avaient été faites prisonnières et enfermées dans des Frontstalags[2] où elles furent d’abord gardées par des nazis puis carrément par leurs propres officiers (à
partir de 1943, les Allemands obtinrent effectivement du gouvernement
de Vichy que ces soldats soient surveillés par des gardiens français)
lorsque les Allemands partirent s’embourber dans les vastes plaines
russes. Quelle humiliation pour ces valeureux soldats qui étaient venus
se battre pour la « mère patrie »[3] !
La guerre finie, 1200 à 1800 tirailleurs sénégalais qui
avaient enduré le froid, la faim, la peur, la captivité et la
souffrance, durent quitter la métropole – quelques centaines ayant refusé dès la France puis au Maroc de s’embarquer – en
n’ayant touché qu’un quart de leur solde, et débarquèrent sur leur
terre natale le 21 novembre 1944. À 15 km de Dakar, dans le camp de
Thiaroye, ils attendirent donc leurs arriérés de solde, de prime, de
démobilisation comme cela avait été le cas pour le reste des troupes
françaises, refusant de rentrer dans leurs villages perdus du Soudan ou
de Haute Volta sans leur dû. À leur départ de France, les autorités leur
avaient expliqué que le paiement de leur solde ne pouvait pas se faire
en métropole car soi-disant la monnaie française n’avait pas cours en
Afrique équatoriale française et qu’ils seraient donc payés en Afrique.
Mais une fois arrivés à Dakar, plus question de paiement. Les pauvres tirailleurs eurent alors l’audace de protester. Le
28 novembre 1944, le général Marcel Dagnan se rendit à la caserne de
Thiaroye, accompagné de quelques officiers, soi-disant pour écouter
leurs doléances mais en fait surtout pour leur réitérer l’ordre arrogant
de rentrer dans leurs villages. Les tirailleurs durcirent alors un peu
le ton en réclamant leurs droits. Afin de pouvoir se sortir au plus vite
de ce guêpier, le général leur fit la promesse qu’ils recevraient leur
dû. Mais en fait de dû, il les accusa immédiatement de mutinerie.
Ces humbles soldats, originaires de toute l’Afrique occidentale
française, furent rassemblés sur une esplanade et littéralement
massacrés à la mitrailleuse[4].
Le bilan officiel de l’époque fut de 35 morts ! Allons donc ! Plus de
500 cartouches ont été retrouvées sur place ! Certains historiens, comme
Armelle Malon, estiment plutôt que l’épouvantable bilan serait plutôt
de l’ordre de 400 morts enfouis dans des fosses communes. Les rapports
militaires contradictoires, totalement à charge, sont la preuve que « la
fraude, l’écriture de faux, a été réalisée à une grande échelle.
[…] Dans la moiteur de l’Afrique tropicale – certes relative au mois de
décembre à Dakar – c’est bien le haut commandement militaire français
qui est impliqué dans cet « acte honteux », comme l’écrit Martin Mourre[5],
chercheur affilié à l’Institut des mondes africains (IMAf-EHESS). Dans
la préface de la thèse de ce chercheur, l’historien congolais Elikia
M’bokolo qualifie ce massacre de « crime de guerre » et il ajoute :
« Voilà ce que fut la tragédie de Thiaroye ! Que dis-je, non pas une
tragédie, un crime de toute évidence ! Un crime de plus dans la longue,
trop longue liste des crimes coloniaux »[6].
De fait, il s’agit bien d’un crime colonial. En effet, au lieu de suivre les demandes du député radical de gauche Gaston Monnerville qui
réclamait une commission d’enquête, les autorités militaires désireuses
d’inverser la charge de la responsabilité, arrêtèrent les prétendus
meneurs et, en mars 1945 dans un procès militaire expéditif (pléonasme),
condamnèrent 34 d’entre eux à de très lourdes peines allant de une à
dix années de prison, principalement pour des faits de rébellion.
Certains d’entre eux furent incarcérés à Gorée. Ce nom ne vous dit
rien ? C’est de là que partirent durant plusieurs siècles, des bateaux
chargés d’esclaves pour les Amériques. Vous rendez-vous compte du
symbole ? D’autres furent emprisonnés en Mauritanie, dans des zones
désertiques, dans des chaleurs éprouvantes. Finalement ils furent
libérés, puis graciés au printemps 1947 (mais cinq d’entre eux étaient
déjà morts et pour cause), ce qui ne les rétablissait absolument pas
dans leurs droits.
L’avocat des tirailleurs sénégalais, maître Lamine GUEYE
écrivit à propos de ces malheureux le 7 décembre 1944 à Gaston
Monnerville : « Des hommes qui avaient combattu pour la France, avaient
été prisonniers en France, avaient par miracle échappé à la mort. Quand
ils sont revenus sur le sol natal, au moment de revoir leur foyer et
leur famille, ils ont été tués par des balles françaises, pour une
misérable question de sous. »[7].
Qu’à cela ne tienne, le général de la division
Sénégal/Mauritanie, Marcel DAGNAN, ne démordra pas de son arrogante
assurance : « Il était nécessaire de rétablir la discipline et
l’obéissance par d’autres moyens que les discours et la persuasion. Tout
est rentré tragiquement dans l’ordre. » Sinistre expression favorite
des massacreurs de ce monde.
« L’ordre règne à Varsovie[8] », « l’ordre règne à Paris[9] », « l’ordre règne à Berlin[10]
». Tous les demi-siècles, les gardiens de « l’ordre » lancent ainsi
dans un des foyers de la lutte mondiale leurs bulletins de victoire. Et
ces « vainqueurs » qui exultent ne s’aperçoivent pas qu’un « ordre »,
qui a besoin d’être maintenu périodiquement par de sanglantes
hécatombes, va inéluctablement à sa perte », prédisait déjà Rosa
Luxembourg le 14 janvier 1919 (avant d’être assassinée le lendemain).
De l’hommage en poèmes, en musique et images à la lutte anticoloniale.
En réalité, en guise d’ordre, craignant des émeutes à Dakar
et l’émotion que pouvait provoquer en métropole cet abominable massacre,
les autorités françaises firent tout pour étouffer ce crime contre
l’humanité. Mais par les ruelles, par les marchés, le bruit se répandit
bien vite et s’amplifia en France, dans les textes des intellectuels,
dans les rangs de l’Assemblée… Ainsi Léopold Sedar Senghor, alors député
du Sénégal, qui fut lui aussi simple soldat fait prisonnier durant la
Deuxième guerre mondiale et qui aurait pu faire partie des victimes,
écrivit un poème « Tyaroye » paru dans « Hostie noires » en 1948.
« Prisonniers noirs, je dis bien prisonniers français, est‐ce donc vrai que la France n’est plus la France ? […] Non, vous n’êtes pas des morts gratuits. Vous êtes les témoins de l’Afrique immortelle, vous êtes les témoins du monde nouveau qui sera demain. »
Certes il n’eut guère d’influence lors de sa sortie. D’autant
que dès que Senghor devint président du Sénégal en 1960, il ne revint
jamais sur cet événement. Les militants de la gauche
sénégalaise virent dans ce silence la preuve que Senghor n’avait pas
rompu avec l’ancienne puissance coloniale. Ce beau chant funèbre en
effet garantissait à ces victimes de la barbarie impérialiste « une
survie dans l’honneur, dans l’espoir d’une future vie dans la mémoire de
l’Afrique immortelle »[11],
mais surtout permit à Senghor « d’éviter de parler des exactions du
système colonial, purement et simplement, le travail forcé il ne
s’indigne que des mauvais traitements […]. Il ne considère pas que la
colonisation est un système, mais que c’est quelque chose que l’on peut
corriger. »[12]
Beaucoup plus politique, en 1949, Fodeba Keita, écrivain guinéen
engagé dans la dénonciation de l’arbitraire colonial, écrivit et mit en
musique dans une œuvre audio, Aube africaine. Interdit en 1949 par un arrêté du gouverneur du Sénégal, il fut fort heureusement édité en France en 1950 par Pierre Seghers, un éditeur proche du Parti communiste français dans un recueil intitulé Poèmes africains.[13] En réaction à cette interdiction, le Réveil,
le journal du Rassemblement démocratique Africain (RDA qui venait
d’être fondé en 1946), insistait alors sur le fait que le système
colonial passait aussi par la déculturation.
« Tous les Africains constateront qu’au moment où ces disques
africains sont interdits, nous sommes envahis par une quantité de disque
d’inspiration anglaise ou américaine dans lesquels l’exotisme du
tam-tam ou de la guitare couvre une vulgarité décevante ; des disques où
il n’y a que du rythme, du bruit que cadencent des chants faits de
résignation »[14].
Le chant de Fodeba Keïta, au son de la guitare et du tam tam, ne fut
pas celui de la résignation. Bien au contraire, il racontait l’histoire
d’un paysan, Naman, appelé sous les drapeaux, décoré pour sa bravoure,
blessé, puis fait prisonnier et finalement ramené à Thiaroye où un
matin,
« C’était l’aube. Nous étions à Thiaroye-sur-Mer. Les premiers rayons du soleil frôlant à peine la surface de la mer doraient ses petites vagues moutonnantes. Au
cours d’une grande querelle qui nous opposait à nos chefs blancs à
Dakar, une balle a trahi Naman. Il repose en terre sénégalaise. […] Les
corbeaux, en bandes bruyantes, venaient annoncer aux environs, par leur
croassement, la tragédie qui ensanglantait l’aube de Tiaroye… »
Franz Fanon, à travers l’hommage qu’il rendra à ce poème, en montrera, dans Les damnés de la terre en 1961, toute la dimension politique, lui qui avait bien compris qu’ « il existe […] une complicité objective du capitalisme avec les forces violentes qui éclatent dans le territoire colonial ».
« La compréhension du poème (Aube africaine) n’est
pas seulement une démarche intellectuelle, mais une démarche politique.
Comprendre ce poème c’est comprendre le rôle qu’on a à jouer, identifier
sa démarche, fourbir ses armes. Il n’y a pas un colonisé qui ne reçoive
le message contenu dans ce poème. Naman, héros des champs de bataille
d’Europe, Naman qui ne cessa d’assurer à la métropole puissance et
pérennité, Naman mitraillé par les forces de police au moment où il
reprend contact avec sa terre natale, c’est Sétif en 1945,
Fort-de-France, Saïgon, Dakar, Lagos. Tous ces nègres et tous ces bicots
qui se sont battus pour défendre la liberté de la France ou la
civilisation britannique se retrouvent dans ce poème de Keita Fodéba. »
Thiaroye fait bien partie de ces événements qui servent à la
compréhension de l’Histoire pour engager la lutte puisque durant des
décennies, les autorités françaises ont tout fait pour dissimuler cette
« tache morale indélébile ».[15] Dans les années 1970, Boubacar Boris Diop écrivit la pièce Thiaroye terre rouge (qui ne sera publiée qu’en 1981), impressionnante charge contre le colonialisme, et s’engagea sur un scénario de film, Thiaroye 44, qui ne vit jamais le jour, tandis que l’historien de formation Cheikh Faty Faye livrait Aube de sang. Tout
ce souffle culturel permit de sensibiliser les populations à l’idée de
la nation sénégalaise et les faire adhérer à la lutte politique.
Lorsque le film le film Camp de Thiaroye, d’Ousmane Sembène (ancien tirailleur) et Thierno Faty Sow,
sortit en 1988, il reçut de nombreux prix, mais ne fut pas distribué en
France, alors même qu’il avait été présélectionné pour le festival de
Cannes et qu’il avait obtenu un prix spécial à la Mostra de Venise[16].
Il ne fut projeté en France que dans un cinéma d’art et d’essai, et
encore… dix ans plus tard. Il paraît évident qu’une fois encore c’était
dû à une pression de la Françafrique : censure ? De toute évidence,
puisque pour les autorités françaises, Thiaroye restait une
« mutinerie ». Il ne fut projeté que cette année en 2024, au Festival de
Cannes, 36 ans
après son interdiction. « Personne ne voulait que ce film se fasse », se
souvient le comédien ivoirien Sidiki Bakaba qui avait joué alors le
rôle de l’un de ces tirailleurs. « Lors du tournage, il y avait même des
hélicos de l’armée française qui venaient voler au-dessus pour nous
empêcher de filmer. »
« Qu’est-ce qui est plus illégal que le colonialisme ? »
(Biram Senghor, fils de M’Bap Senghor tué à Thiaroye)
A travers leur bataille culturelle, tous ces artistes de la gauche
sénégalaise des années 1980 cherchèrent à se réapproprier leur
histoire : « On nous a appris une autre histoire que la nôtre […]. Nous
n’avons pas réellement écrit l’histoire de nos pays ni de l’Afrique,
tout a été écrit par les Français. »[17]
C’est pourquoi, pour Ousmane Sembène, « point de salut pour l’Afrique
dans le cadre du colonialisme, envisagé comme un système conduisant aux
pires atrocités ».
Ainsi Thiaroye a fait l’objet de nombreuses réappropriations
culturelles au Sénégal – bien avant que les historiens ne se saisissent
de l’événement à la fin des années 1990 – mais c’est dans le domaine
politique que sa mémoire est demeurée la plus vivace.
Dès les années cinquante, le massacre de Thiaroye fut intégré dans
tous les débats politiques, à un moment où, rappelons-le, les luttes de
libération nationale éclataient un peu partout dans l’Empire français,
en Indochine, à Madagascar, au Cameroun, en Algérie… Les militants de
gauche voulurent alors réinvestir la mémoire de la répression, non
seulement afin de mettre en lumière ce crime colonial et réintégrer « Thiaroye » dans l’histoire nationale, comme on vient de le voir mais aussi,
« afin de le relier à un avenir national et panafricain comme de
l’inscrire dans les batailles qui sont celles de la lutte des classes ».
Thiaroye « est devenu un symbole des luttes anticoloniales et plus
largement anti-impérialistes. C’est bien ainsi que l’interprète une
frange de la jeunesse sénégalaise qui, au sortir de la guerre, et plus
spécifiquement au milieu des années 1950, commence à réclamer
l’indépendance »[18].
Si jusqu’aux années 80, la mémoire de Thiaroye avait été entretenue
par cette intelligentsia littéraire et développée par l’opposition
politique (particulièrement communiste), avec le film Camp de Thiaroye la mémoire historique commença à devenir un patrimoine commun à toute la nation sénégalaise.
Depuis le début des années 2000, Thiaroye a fait au Sénégal l’objet
d’une politique mémorielle officielle. La nouvelle classe politique
dirigeante sénégalaise a voulu afficher elle aussi sa volonté de se
réapproprier ce récit refusant que l’histoire soit écrite par les
vainqueurs qui imposent leur récit face aux victimes de la violence
coloniale.
Du discours anticolonialiste et anti-impérialiste, elle est passée à
un discours panafricain susceptible de fédérer l’ensemble des pays
voisins en proie à des guerres civiles, rappelant ainsi que ces
tirailleurs n’étaient pas seulement sénégalais. Ils venaient de toutes
les régions de l’ancienne Afrique occidentale française (AOF). Ils
étaient aussi bien guinéens qu’ivoiriens, maliens, ou burkinabés. Tous
avaient été victimes de la violence coloniale. Et c’est précisément
cette image, bien plus complexe pourtant, de ce « tirailleur
sénégalais », héros des deux guerres mondiales et malgré tout victime
des violences coloniales, qu’ont voulu rétablir les hommes politiques
(mettant plus ou moins sous le tapis qu’on l’obligea à être, entre
autres violences, le bras armé de l’impérialisme européen).
De commémorations en émancipations
Ainsi, le 23 août 2004 fut organisée la première journée de commémoration des tirailleurs sénégalais, morts pour la France aux guerres 14-18 et 39-45. Cette commémoration montrait à la fois la volonté d’unir les anciens pays colonisés et frappés par le terrorisme, et latentative
de renforcer la cohésion nationale. Loin d’incriminer la France, avec
qui les relations néo-coloniales étaient restées, toutes ces décennies,
dirigées par des bourgeois africains compradores – les Sénégalais, selon
les dires du président Abdoulaye Wade, avaient voulu instaurer « une
commémoration tournante [qui] pourrait constituer une chaîne
internationale de solidarité dont le noyau dur serait personnifié par
l’Afrique et la France ». Et aujourd’hui encore, l’historien à
l’université Columbia de New York Mamadou Diouf, qui est aussi le
président du comité de commémoration du massacre de Thiaroye, écrit dans
Le Monde le 11 novembre 2024 : « Ni les autorités
sénégalaises, ni le comité ne sont mus par une lutte contre la France,
mais par une volonté très forte d’éclairer les faits et de produire un
récit historique le moins contestable possible. ».Un récit historique
« le moins contestable possible » … afin de ne pas perdre les bénéfices
de l’aide au développement, qui tout en étant une petite restitution des
vols commis à grande échelle, ont tant servi aux élites corrompues.
C’est pourquoi les discours politiques ont mis en avant ces « oubliés
de l’histoire », leur courage, afin d’interpeller les jeunes
générations qui « ne se lasseront point de s’inspirer de [leur] sens de
l’honneur et de [leur] esprit de sacrifice. Leur devise était « On nous
tue mais on ne nous déshonore pas »[19].
Le cimetière de Thiaroye fut déclaré « cimetière national » en 2004 (et
pas toujours entretenu depuis), alors que le nombre de morts réels
dépasse très sûrement le nombre de tombes qu’on peut y voir. Où sont les
autres morts ? On attend toujours les nécessaires fouilles
archéologiques permettant de retrouver leurs dépouilles.
Depuis 2008, l’histoire des tirailleurs fait partie des programmes
scolaires au Sénégal. Le massacre est entré dans les programmes
d’histoire des classes de 3e et de 1re. Ce qui
n’est toujours pas le cas en France où on s’émeut le 11 novembre de leur
courage et de leur sacrifice lors de la Première Guerre mondiale. Mais
le seul endroit à Paris où l’on trouve des stèles en leur honneur, dans
le jardin d’agronomie tropicale René Dumont du bois de Vincennes, est
plus ou moins laissé à l’abandon par la mairie de Paris, pourtant
responsable de de ces stèles de mémoire[20].
Il a fallu attendre 2014 pour qu’un président français, en
l’occurrence François Hollande, évoque à l’occasion d’une visite
officielle au Sénégal le 30 novembre, la responsabilité de la France
dans ce qu’il a alors appelé une « répression sanglante ».
« Les événements qui ont eu lieu ici en décembre 1944 sont
tout simplement épouvantables, insupportables. Je voulais venir ici, à
Thiaroye. Je voulais réparer une injustice et saluer la mémoire d’hommes
qui portaient l’uniforme français et sur lesquels les Français avaient
retourné leurs fusils, car c’est ce qui s’est produit. Ce fut la
répression sanglante de Thiaroye. »
Le terme de « répression » ne fut pas du goût des descendants des
tirailleurs, car il sous-entendait que cette « répression » faisait
suite à une révolte, une mutinerie, empêchant de ce fait la tenue du
procès en révision du camp de Thiaroye. Les familles espéraient, pour le
moins, que soit reconnue clairement la responsabilité de l’État
français colonialiste dans ce qu’ils considéraient à juste titre être un
« crime colonial ». (Alors que 350 soldats français bénéficient
toujours en 2024 de plusieurs bases militaires au Sénégal dans le cadre
« d’accord de défense pour lutter contre les groupes djihadistes au
Sahel » et que le franc CFA est toujours en usage… sans parler de la
lourde présence américaine… Belle réussite en vérité…. Colonialisme
quand tu nous tiens.)
Lors de cette visite, François Hollande promit également au Sénégal
les copies des archives françaises. Une commission d’historiens avait
même été nommée pour faire enfin la lumière sur ce crime emblématique de
l’injustice coloniale. Il n’en est rien sorti. Rien n’a filtré de ces
archives. Aujourd’hui encore, les historiens et les autorités
sénégalaises suspectent l’existence de documents secrets puisque des
historiens ont identifié une liste d’archives non remises.
Le 18 juin 2024, l’État français, à la demande d’Emmanuel
Macron, le président « philosophe et historien », a annoncé l’octroi de
la mention « Morts pour la France » à six tirailleurs sénégalais (quatre Sénégalais, un Ivoirien et un Burkinabé) exécutés (assassinés serait un mot plus juste) ce 1er décembre 1944 à Thiaroye. Le
nouveau Premier ministre sénégalais Ousmane Sonko a aussitôt répliqué
que ce n’était pas à la France de fixer unilatéralement le nombre
d’Africains assassinés, ni la portée de la reconnaissance qu’ils
méritent. Il est clair que les autorités françaises doivent enfin
comprendre qu’elles ne peuvent plus mener une politique, même
mémorielle, de type colonial dont les Africains (et pas uniquement les
Sénégalais) ne veulent définitivement plus, comme le prouvent les
réactions des pays du Sahel. Rien ne peut et rien ne doit se faire sans
les pays concernés, à commencer par le Sénégal. Et ce, malgré toutes les
entraves mises par la « Grande muette », cette hiérarchie militaire qui
ne veut pas qu’on revienne sur le récit officiel. Car il est évident
que s’ils sont « morts pour la France », ils ne pouvaient pas être des
mutins.
C’est pourquoi en ce mois de novembre 2024, des historiens, membres
d’associations, avocats et élus se sont réunis au palais Bourbon pour
réclamer la reconnaissance officielle par l’État français de l’exécution
de ces tirailleurs et le versement de réparations à leurs descendants,
comme le réclame Birame Senghor depuis des décennies. On ne peut pas se
contenter de la grâce si généreusement offerte en 1947. Il faut les
réhabiliter. Pour cela, il faut ouvrir un nouveau procès en révision.
Pour le moment, les propos tenus par Jean-Louis Thériot, ministre
délégué aux Anciens combattants et à la Mémoire lors de la commission
Défense le 14 octobre 2024, ne donnent guère d’espoir sur une suite
favorable. Cela ressemble toujours à « une misérable question de sous »
comme le disait Lamine Gueye.
« Toutes les archives concernant la mort des tirailleurs ont été
scannées et transmises au gouvernement sénégalais. Rien ne prouve à ce
jour l’existence de fosses communes. Le gouvernement sénégalais a créé
une commission mais n’a transmis aucune demande financière à la France »[21].
Voilà qui n’augure rien de bon. Macron se rendra-t-il à Dakar le 1er
décembre pour les commémorations du massacre, comme cela avait été
annoncé lors des festivités du débarquement ? Peut-être, mais pourquoi
faire ? S’acquitter enfin de la « dette de sang » française ? Rien ne
semble le confirmer.
Le Sénégal, par l’ensemble des commémorations prévues du 1er
décembre 2024 jusqu’à avril 2025, envisage une intégration
panafricaine, fondée sur la rupture avec l’alignement hérité de la
guerre froide et la « Françafrique », et espérons-le sur « l’union libre
de peuples libres ». Espérons aussi que cette émancipation nationale
soit accompagnée d’une véritable émancipation sociale faute de quoi, en
régime capitaliste, ce fédéralisme resterait, comme le disait Lénine,
« ou impossible ou réactionnaire ». Les nouveaux gouvernants sénégalais
veulent proposer une histoire africaine du monde, faire mentir le très
minable discours de Dakar d’un autre président-historien français,
Nicolas Sarkozy, (discours il est vrai écrit par Henri Guaino), qui
avait osé dire le 27 juillet 2007 :
« Le drame de l’Afrique, c’est que l’homme africain n’est pas assez
entré dans l’Histoire […]. Jamais il ne s’élance vers l’avenir […]. Dans
cet univers où la nature commande tout, l’homme reste immobile au
milieu d’un ordre immuable où tout est écrit d’avance. […] Il n’y a de
place ni pour l’aventure humaine, ni pour l’idée de progrès ».
Ce discours colonialiste qu’on daterait aisément du XIXe
siècle, oublieux « de la Françafrique, de ses scandales, de la collusion
des intérêts politiques et pétrochimiques, de son soutien aux
« satrapes » dans un « système de corruption réciproque »[22] correspond toujours aujourd’hui à L’impérialisme, stade suprême du capitalisme, comme le disait Lénine.
En attendant, à partir du 21 novembre 2024 (jour anniversaire du retour des tirailleurs au Sénégal en 1944), à Bordeaux, Paris et Poitiers, et dans le cadre du 80e anniversaire de la Libération de la France, le réseau Mémoires & Partages propose aux établissements scolaires et à tous les publics, l’exposition documentaire Morts pour la France : les Tirailleurs de Thiaroye 44. Espérons
que cette exposition, non visible à l’heure où ces lignes sont écrites,
saura dépasser le stade de « la mémoire qui ne vaut pas que pour le
souvenir mais aussi et surtout pour le devenir » et permettra de
franchir ce qu’Amilcar Cabral appelait la « crise de la connaissance ».
A l’heure où en France le racisme « décomplexé » est une opinion
comme les autres, où les immigrés sont devenus plus que jamais les
nouveaux boucs émissaires de la crise économique, sociale et politique,
où le nouveau ministre de l’Intérieur, le vendéen Bruno Retailleau, ose
déclarer que « l’immigration n’est pas une chance » – reprenant sans vergogne la formule de Jean-Marie Le Pen en 1995 : « L’immigration n’est pas une chance pour la France, c’est même un fléau »–
il est bon d’ouvrir de nouvelles fenêtres sur de nouveaux horizons. La
jeunesse immigrée pourra peut-être ainsi renouer certains fils de son
histoire et se poser les questions que l’enseignement dévalué de la
République ne lui a pas permis de se poser depuis tant d’années.
Concluons par ces mots du rappeur franco-sénégalais, Disiz la Peste, qui soufflent le vent d’une fenêtre à jamais ouverte :
« Mais cette nuit du 1er décembre 44 alors qu’ils dorment,
l’armée française est venue comme une traître.
Coup de mitraillettes.
Arrachés de leurs rêves,
on les tue simplement, froidement et plein de haine.
[1]Cours d’histoire est extrait du deuxième album du rappeur DisizLa Peste sorti en 2003 : Jeu de société.
[2]
Camps de prisonniers à l’extérieur du Reich, sur le sol français en
zone occupée, car les nazis ne voulaient pas de Noirs sur le sol aryen.
[3]
Durant la Première guerre mondiale, 200 000 Africains venus d’AOF ont
servi la France, dont 150 000 sur le sol européen ; 30 000 d’entre eux
ne sont pas revenus. Entre 1939 et 1945, 180 000 soldats africains ont
fait partie des troupes coloniales et 70 000 d’entre eux furent fait
prisonniers par les Allemands. Près de 29 000 sont morts sur les champs
de bataille.
[4]
Voilà qui rappelle la triste histoire des soldats français de la
garnison de Nancy, qui avaient eu le 30 août 1790 l’audace de réclamer
leur solde, et que le marquis de Bouillé, aux ordres de notre héros
national La Fayette, avait massacrés. Plusieurs centaines de morts. Les
survivants furent soit emprisonnés, soit pendus et l’un d’eux subit même
le supplice de la roue ! Marat prit leur parti en publiant un pamphlet,
« L’affreux réveil », dans lequel il dénonçait les « menées atroces »
des « ennemis de la Révolution ».
[7] Malheureusement, une fois devenu président de l’Assemblée nationale du Sénégal (de 1960 à 1968),
il ne fit plus jamais allusion à ce carnage, se terrant ainsi dans un
silence complice par intérêt politique vis-vis de la France.
[8]
En référence à la déclaration du ministre des affaires étrangères, le
comte Sebastiani en 1831, lors du massacre des Polonais par les troupes
tsaristes.
[9] En référence à l’épouvantable massacre des Communards en 1871 par les troupes versaillaises.
[10]
En référence au massacre des Spartakistes à Berlin en janvier 1919, par
les troupes allemandes et les corps francs envoyés par « le chien
sanguinaire » Gustav Noske (ministre SPD de la défense en 1918), qui
assassineront R. Luxemburg et K. Liebknecht.
[11] Riesz Janos, « Thiaroye 1944 : un événement historique et ses (re)présentations littéraires », in Bonnet Véronique (dir.), Conflits de mémoire, Paris, Karthala, 2004, p. 311.
[12] Dieng Amady Aly, Mémoires d’un étudiant, Vol. II, De l’université de Paris à mon retour au Sénégal, Dakar, Codesria, 2011, p. 146.
[13]Réveil, 28 novembre 1949. La postface d’Aube Africaine parue en 1994 signale que ce texte et le poème Minuit sont les deux seuls textes de la période coloniale à avoir fait l’objet d’une interdiction en AOF.
[14] Non signé, « Les disques de Fodéba Keita “Minuit” et “Aube africaine” sont interdits », Réveil, 28 novembre 1949.
Martin Mourre, Presses universitaire de Rennes, janvier 2022. Cet ouvrage est la version « grand public » d’une thèse de 2014 de l’auteur,De Thiaroye on aperçoit l’île de Gorée. Histoire, anthropologie et mémoire d’un massacre colonial au Sénégal.
[19] Thiam Abdoulaye, « Journée du tirailleur. Moment intense de communion », Le Soleil, 24 août 2006, discours du premier ministre Macky Sall en août 2006.