El abuelo del nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, formó parte de la Schutzabteilung, la fuerza paramilitar nazi de las camisas pardas
REVISTA MISIÓN VERDAD
El rastro del Tercer Reich continúa pulcro en Europa. La sangre, el
dinero, sus ideas aun palpitan y circulan en el continente que sirvió de
cuna al fascismo, cuyo legado recorrió el resto del siglo XX tras la
Segunda Guerra Mundial y sigue latente entre las élites gobernantes
actuales del bloque europeo. En el marco del 80 aniversario del Día de la Victoria,
que conmemora la derrota del nazismo y el fascismo europeo a manos de
la Unión Soviética, esta tendencia se torna más que evidente.
Pero se trata de una certeza oculta, adrede, por parte de las mismas
élites europeas que la repiten incansablemente como ciclo político,
económico y cultural.
Cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin en 1945 se inició un
proceso simbólico de «desnazificación» en Alemania y otros países que
estuvieron bajo el control nazi. Sin embargo, lo que no se menciona tan
frecuentemente es que muchas figuras claves del Tercer Reich lograron
evitar el castigo por sus crímenes, y que incluso fueron absorbidas por
las nuevas estructuras políticas, militares y económicas surgidas en
Europa occidental durante la posguerra.
Hoy, 80 años después, existen indicios preocupantes de cómo ciertos
elementos ideológicos, redes personales y dinámicas de poder asociadas
con el nazismo continúan influyendo en los círculos de poder europeos.
DE BERLÍN A BRUSELAS: RATLINES Y LA INTEGRACIÓN DE CRIMINALES NAZIS
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial miles de criminales de guerra nazis escaparon de la justicia gracias a las llamadas Ratlines
(«rutas de rata»), vías secretas organizadas principalmente por
sectores del Vaticano, servicios de inteligencia occidentales —incluidos
los estadounidenses— y redes de la ultraderecha europea.
Las Ratlines permitieron que altos funcionarios nazis, entre
ellos miembros de las SS y gestores de los campos de concentración,
huyeran hacia las Américas y otros continentes.
Pero no todos escaparon. Muchos permanecieron en Europa y, lejos de
ser perseguidos, fueron reclutados por las potencias occidentales para
colaborar en la Guerra Fría contra la Unión Soviética.
La OTAN, fundada en 1949, incorporó a antiguos oficiales de alto rango del ejército alemán (Wehrmacht)
e, incluso, a miembros de las SS como Reinhard Gehlen, quien dirigió
una red de espionaje alemán contra la Unión Soviética, posteriormente
absorbida por Estados Unidos.
Un estudio titulado Nazism, NATO and West-European Integration – Correlation
revela cómo exoficiales alemanes fueron reinsertados en puestos
neurálgicos dentro de la estructura atlantista. Asimismo, historiadores han documentado casos
como el del general Hans Speidel, jefe del Comando Supremo Aliado en
Europa (Saceur), quien combatió junto a Erwin Rommel en África y fue
rehabilitado por las potencias occidentales.
Esta integración operativa y simbólica marcó el comienzo de una
normalización tácita del pasado nazi dentro de las instituciones
europeas, con el principal respaldo de Estados Unidos, autodeclarado
victorioso de la Segunda Guerra Mundial.
EL CAPITAL DE AYER Y HOY FINANCIÓ AL FÜHRER
Una de las páginas menos conocidas de la historia del nazismo es su
estrecha relación con la élite empresarial alemana. Durante los años
1930 grandes conglomerados industriales como Krupp, Thyssen, IG Farben y
Siemens no solo financiaron la llegada de Hitler al poder sino que
también se beneficiaron enormemente del régimen nazi explotando mano de
obra esclava en campos de concentración y lucrándose con la producción
del complejo industrial-militar.
Como señala el artículo de Jacobin titulado «Nazi Billionaires: Capitalism Under Hitler«,
estas empresas no solo sobrevivieron a la derrota del Reich sino que se
convirtieron en pilares del «milagro económico» alemán de la posguerra.
Más aun: esta continuidad económica y política ayudó a moldear el
desarrollo del capitalismo europeo contemporáneo estableciendo un modelo
profundamente entrelazado con intereses corporativos que ya habían
colaborado con el nazismo.
La élite económica alemana actual es directa heredera de los
capitalistas colaboradores de los nazis, y algunos de ellos fueron parte
de la nomenclatura gubernamental del Tercer Reich.
URSULA VON DER LEYEN, FRIEDRICH MERZ Y LOS FANTASMAS DEL PASADO
Un caso emblemático que ilustra esta persistencia del legado nazi en el establishment actual es el de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea al día de hoy.
Su padre, Ernst Albrecht, estuvo íntimamente vinculado con la
administración nazi trabajando en la ocupación de Holanda —actualmente
Países Bajos—. A pesar de este oscuro pasado, él no solo logró
reinventarse políticamente sino que llegó a ser presidente regional del
estado federado de Baja Sajonia, funcionario de la Unión Europea y
mentor de Angela Merkel.
Según investigaciones periodísticas, Albrecht no solo evitó cargos por crímenes de guerra sino que recibió el perdón oficial por parte de las autoridades británicas debido a sus supuestas «contribuciones a la reconstrucción europea».
Este ejemplo muestra cómo individuos vinculados con el nazismo
pudieron reintegrarse al sistema liberal europeo sin rendir cuentas
públicas por su pasado, y contribuyeron a la formación de generaciones
posteriores de líderes europeos.
Además, varios documentos históricos indican
que el susodicho fue directa e indirectamente responsable de la masacre
contra civiles holandeses y participó en decisiones que condujeron a
ejecuciones sumarias.
El escritor y editor alemán Peter Kuras, en una nota publicada en 2021en Foreign Policy, escribió tajantemente:
«El árbol genealógico de von der Leyen traza un legado de poder y
brutalidad que incorpora no solo a algunos de los nazis más importantes
de Alemania sino también a algunos de los mayores traficantes de
esclavos de Gran Bretaña y, a través del matrimonio, a algunos de los
mayores propietarios de esclavos de Estados Unidos.
Von der Leyen desciende directamente de James Madison, quien poseía más de 200 esclavos cuando estalló la Guerra Civil.
Podría parecer mezquino condenar a alguien por su ascendencia:
los pecados del padre, después de todo, no recaerán sobre el hijo o, en
este caso, sobre la hija. Pero la propia von der Leyen ha invocado a
estos antepasados sin pedir disculpas, sin pensarlo dos veces».
Pero hay más: el nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, cuenta con un antepasado directo que formaba parte del Partido Nazi: su abuelo, Josef Paul Sauvigny, se unió a la Schutzabteilung,
la fuerza paramilitar nazi de camisas pardas, en julio de 1933, apenas
seis meses después de que Hitler se convirtiera en canciller. También
fue alcalde de Brilon durante el Tercer Reich, cuando mandó a rebautizar
una arteria central de la ciudad con el nombre de Adolf-Hitler-Strasse.
¿Qué implicaciones tiene esto sobre la legitimidad moral de las
instituciones actuales? Al parecer ninguna, con la conciencia europea
tranquila, incluso apoyando a regímenes con una abierta filiación al
nazismo y/o sus ideas prácticas.
EL NUEVO ORDEN DE HITLER Y EL PROYECTO DE LA UNIÓN EUROPEA
El denominado Nuevo Orden Europeo (Neuordnung) concebido por
Hitler y sus asesores pretendía reestructurar el continente bajo
principios de jerarquía racial, dominación económica y centralización
política. Aunque grotescamente distorsionado por el racismo y el
militarismo, este proyecto compartía rasgos estructurales con el actual
diseño de la Unión Europea (UE).
En palabras del eurodiputado británico Gerard Batten, citado por The Independent,
el plan original de la UE habría sido inspirado en parte por ideas
desarrolladas por burócratas nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Si bien esta afirmación puede parecer exagerada, hay evidencia
histórica de que ciertas estructuras burocráticas y modelos de
integración económica fueron adoptados —y adaptados— por los arquitectos
del proyecto europeo tras la guerra.
El Neuordnung buscaba crear un espacio económico común,
dominado por Alemania, con instituciones centrales que impondrían normas
uniformes a los países conquistados. Hoy la UE también opera con
instituciones supranacionales —como la Comisión Europea o el Banco
Central Europeo— que toman decisiones que afectan toda la comunidad,
muchas veces sin consulta directa con los ciudadanos.
Además, el país bávaro ha sido durante años el principal líder
económico de Europa y ombligo de la toma de decisiones del capitalismo
europeo.
En este sentido, aunque los valores y objetivos sean diametralmente
opuestos, las formas de organización resultan inquietantemente
similares.
Especialmente desde la crisis financiera de 2008, la UE ha adoptado
un enfoque burocrático y autoritario que recuerda —aunque en formas
distintas— el centralismo germánico del siglo XX.
No se trata de equiparar literalmente ambas realidades sino de
interrogarnos sobre qué modelos de poder y jerarquía se repiten
históricamente en Europa. Y la tendencia parece clara, como lo escribió el poeta y político anticolonial Aimé Césaire en 1950:
«Quiérase o no, al final del callejón sin salida de Europa,
quiero decir de la Europa de Adenauer, de Schuman, de Bidault y de
algunos otros, está Hitler. Al final del capitalismo, deseoso de
perpetuarse, está Hitler. Al final del humanismo formal y de la renuncia
filosófica, está Hitler».
UCRANIA, GEOPOLÍTICA Y EL RETORNO DE LO PROHIBIDO
En el contexto de la guerra en Ucrania y el Dombás, otro aspecto
crítico es el apoyo incondicional de las élites europeas a Kiev, que
ignoran sistemáticamente la presencia de grupos neonazis y partidarios
de la ideología banderista dentro del establishment ucraniano.
Organizaciones como el Batallón Azov, inicialmente paramilitar y con
fuerte identidad nazi, han sido integradas oficialmente al ejército
ucraniano, mientras que símbolos y discursos provenientes del
nacionalismo extremista son celebrados por dirigentes europeos.
Existe una tendencia alarmante en los países bálticos y en Finlandia hacia movimientos ultraconservadores, revisionistas y abiertamente fascistas.
Además, parlamentarios europeos han financiado
proyectos educativos y culturales en Ucrania que promueven la ideología
de Stepan Bandera, colaborador ucraniano del hitlerismo durante la
Operación Barbarroja, y figura venerada por muchos neonazis ucranianos.
Esta contradicción plantea preguntas incómodas para los mismos
europeos: ¿Por qué se tolera el uso de símbolos fascistas cuando
favorecen los intereses geopolíticos europeos, mientras se condena
cualquier manifestación similar en territorio ruso o de otros
adversarios?
¿No estamos asistiendo a una doble moral que legitima selectivamente ciertos fascismos en función de su utilidad estratégica?
EUROPA COMO REPETICIÓN ENCUBIERTA
La historia europea del siglo XX nos enseña que los regímenes
fascistas no surgen de la nada; están arraigados en estructuras
sociales, culturales y económicas que sobreviven a sus líderes. Las
élites europeas actuales, tanto políticas como económicas, no pueden
lavar su pasado sin enfrentar honestamente las raíces oscuras que aun
laten en el corazón del proyecto europeo.
Desde la integración de antiguos nazis en la OTAN hasta las
conexiones familiares de figuras claves como Ursula von der Leyen,
pasando por las estructuras institucionales que recuerdan al Neuordnung hitleriano, queda claro que el legado del nazismo está muy presente en la Europa contemporánea.
Hoy más que nunca, en un momento de auge fascista en Occidente, y a conveniencia con todo lo que significa el Día de la Victoria,
a 80 años de la caída del Tercer Reich, se hace necesario revisar estos
legados y romper con aquellas lógicas de poder, exclusión y violencia
sistémica que, bajo nuevas formas, siguen determinando el rumbo de
Europa. Así lo escribía Césaire, como si estuviera hablando de las
élites europeas del siglo XXI, para concluir:
«Sí, valdría la pena estudiar, clínicamente, con detalle, las
formas de actuar de Hitler y del hitlerismo, y revelarle al muy
distinguido, muy humanista, muy cristiano burgués del siglo XX que lleva
consigo un Hitler y que lo ignora, que Hitler lo habita, que Hitler es
su demonio, que, si lo vitupera, es por falta de lógica, y que en el
fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen
contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí sino el crimen
contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber
aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora solo
concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los
negros de África».
L’automatisation
de la guerre nucléaire par l’IA, c’est ce qui inquiète les experts.
Beaucoup dénoncent la course à l’intégration de la technologie dans tous
les niveaux de décision militaire.
Comme le rapporte Politico,
il y a deux scénarios qui préoccupent les spécialistes. Soit l’IA a
tout de suite le pouvoir de lancer des armes nucléaires, soit les
humains responsables seront si dépendants de ses conseils qu’ils les
suivront aveuglément.
L'IA provoquera toujours l'escalade nucléaire
Le
problème est d’autant plus préoccupant que nous ne comprenons toujours
pas le fonctionnement de l’IA. Les simulations de guerre montrent une
tendance troublante : ’IA escalade toujours les conflits à des niveaux
apocalyptiques que les humains auraient tempérés.
"C’est presque comme si l’IA comprenait l’escalade mais pas la désescalade",
explique Jacquelyn Schneider de Stanford, directrice de l’initiative de
simulation de guerre et de crise Hoover de l’université. "Nous ne savons pas vraiment pourquoi c’est le cas."
Alors forcément, beaucoup s’inquiètent, notamment le "parrain de l’IA".
Rappelons aussi que l’administration Trump pousse au maximum
l’intégration de l’IA dans de nombreuses couches gouvernementales. Le
président des États-Unis supprime aussi les réglementations de sécurité
autour de cette technologie.
Jon
Wolfsthal, directeur du risque global à la Fédération des scientifiques
américains, pointe du doigt l’absence de garde-fous : "Il n’y a
aucune directive permanente, autant que nous puissions le dire, à
l’intérieur du Pentagone sur si et comment l’IA ne devrait pas être
intégrée dans le commandement, le contrôle nucléaire et les
communications."
Pour le moment, le Pentagone précise que l’humain reste toujours au centre de la décision. "L’administration soutient la nécessité de maintenir le contrôle humain sur les armes nucléaires",
déclare un haut responsable. Mais les experts craignent que cet
engagement disparaisse petit à petit face à des adversaires comme la
Russie et la Chine qui ajoutent de l’IA dans leur propre structure de
commandement militaire.
Pire, les
spécialistes redoutent que le Pentagone déclenche par erreur un conflit
nucléaire parce que leur IA leur aura dit que c’était inévitable.
Malheureusement,
la démocratisation de l’IA nous a mis sur une pente glissante. Les
scénarios présentés par les experts rappellent les films de
science-fiction les plus pessimistes. La course vers l’automatisation
militaire par l’IA pose des questions sur ce que pourrait être la guerre
de demain et les conséquences nucléaires catastrophiques pour
l’humanité.
L'Europe après la pluie, 1, Max Ernst, 1933. C'est l'année où Hitler prend le pouvoir -où le Zentrum lui donne plutôt. Ernst s'exile. Le tableau annonce la guerre inévitable à l'Est dans le nouvel "espace vital" (entre Caspienne, mer Noire et Baltique).
L'Europe après la pluie, 2, Max Ernst, 1940-1942. Le résultat de ce qui était annoncé s'expose: horizon palpable entre catastrophe et nouvelle origine (si la bête est défaite).
Internationale situationniste, n° 9, août 1964. Comme le reste de la population, les situationnistes vivent dans l'ambiance de guerre nucléaire dont l'Europe serait le terrain. Et plaident activement contre. À l'inverse des militants et artistes actuels, à l'avant-garde des endormis, des consentis.
DMITRI TRENIN, Miembro del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales
La
guerra «caliente» en Ucrania se está convirtiendo en una guerra directa
de Europa contra Rusia . De hecho, los europeos llevan mucho tiempo
involucrados en el conflicto.
Mucha gente habla ahora de la deriva de la humanidad hacia una
«tercera guerra mundial», insinuando que nos espera algo similar a los
acontecimientos del siglo XX. Sin embargo, la guerra cambia
constantemente de aspecto. No nos llegará como en junio de 1941 (una
invasión militar a gran escala), ni como se temía en octubre de 1962,
durante la Crisis de los Misiles de Cuba (en forma de un ataque nuclear
masivo). De hecho, la guerra mundial ya está aquí, aunque no todos lo
hayan notado ni comprendido.
El período de preguerra terminó para Rusia en 2014, para China en
2017 y para Irán en 2023. Desde entonces, la escala de la guerra en su
forma moderna y su intensidad han aumentado constantemente. No se trata
de una «segunda guerra fría». Desde 2022, la guerra de Occidente contra
Rusia ha adquirido un carácter decisivo, y la transición de un conflicto
candente pero indirecto en Ucrania a un choque nuclear frontal con los
países de la OTAN es cada vez más probable.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca abrió la posibilidad de
evitar tal enfrentamiento, pero a mediados de año, gracias a los
esfuerzos de los países europeos y los «halcones» estadounidenses, la
perspectiva de una gran guerra se había vuelto peligrosamente cercana.
La actual guerra mundial es una combinación de varios conflictos que
involucran a las principales potencias: Estados Unidos y sus aliados,
China y Rusia.
A pesar de las formas cambiantes, la causa de esta guerra mundial es
tradicional: un cambio en el equilibrio de poder mundial. Sintiendo que
el auge de nuevos centros de poder (principalmente China) y la
restauración de Rusia como gran potencia amenazan su dominio, Occidente
ha lanzado una contraofensiva. Para Estados Unidos y Europa, esta no es la última batalla, pero sin duda será decisiva.
Occidente es incapaz de aceptar la pérdida de la hegemonía mundial.
No se trata solo de geopolítica. La ideología occidental (globalismo
político y económico, y posthumanismo sociocultural) rechaza
orgánicamente la diversidad, la identidad nacional o civilizacional y la
tradición. Para el Occidente moderno, el rechazo del universalismo
significa una catástrofe: no está preparado para un estatus regional.
Por lo tanto, Occidente, habiendo reunido sus considerables recursos y
contando con su superioridad tecnológica, frágil pero aún vigente, busca
destruir a quienes ha registrado como rivales.
Destruir no es una exageración. Cuando el anterior presidente
estadounidense, Joe Biden, usó la palabra en una conversación con el
presidente brasileño Lula da Silva, fue más franco que cuando su
secretario de Defensa, Lloyd Austin, habló de “infligir una derrota
estratégica a Rusia”.
Lo que es una guerra de aniquilación ha sido demostrado por Israel,
respaldado por Occidente, primero en Gaza, luego en Líbano y finalmente
en Irán. No es coincidencia que se usara el mismo esquema para destruir
objetivos en la República Islámica que en el ataque a los aeródromos
militares rusos el 1 de junio. También es natural que, aparentemente,
Estados Unidos y Gran Bretaña estén involucrados en ambas operaciones de
sabotaje: Rusia, como Irán, China y Corea del Norte, son considerados
en Washington y Londres enemigos irreconciliables de Occidente. Esto
significa que los compromisos en la guerra en curso son imposibles; solo puede haber calmas temporales .
Dos focos de guerra mundial ya están en auge :
Europa del Este y Oriente Medio. Un tercero se vislumbra desde hace
tiempo: Asia Oriental (Taiwán, la península de Corea, los mares de China
Meridional y Oriental). Rusia participa directamente en la guerra en
Europa; sus intereses se ven afectados en Irán; y podría estar
involucrada de una u otra forma en el Lejano Oriente.
Tres focos no son todos. Podrían surgir nuevos, desde el Ártico hasta
Afganistán, y no solo a lo largo del perímetro de las fronteras del
país, sino también dentro de él. En lugar de las estrategias de guerra
anteriores, que contemplaban, además de quebrantar la voluntad del
enemigo y privarlo de su capacidad de resistencia, el control de su
territorio, las estrategias modernas no se orientan a ocupar un estado
enemigo, sino a provocar la desestabilización y el caos internos.
La estrategia de Occidente hacia Rusia , tras el
fallido intento de «infligir una derrota estratégica», consiste en
debilitarla económica y psicológicamente mediante la guerra,
desestabilizar nuestra sociedad, socavar la confianza en el liderazgo
del país y sus políticas, y provocar nuevos disturbios. El enemigo asume
que sus esfuerzos deben culminar en el período de transferencia del
poder supremo.
En cuanto a los métodos para lograr este objetivo ,
Occidente no se limita (ni a sus aliados) a prácticamente nada.
Absolutamente todo es permisible. La guerra se ha vuelto voluminosa.
Gracias al uso generalizado de drones cada vez más sofisticados, todo el
territorio de cualquier país, cualquiera de sus instalaciones y todos
sus ciudadanos se han vuelto vulnerables a ataques precisos.
Estos ataques se llevan a cabo contra infraestructuras y fuerzas
nucleares estratégicas; instalaciones de complejos nucleares y centrales
nucleares; políticos, científicos, figuras públicas, diplomáticos
(incluidos negociadores oficiales), periodistas y, cabe añadir, sus
familiares son asesinados. Se organizan ataques terroristas masivos;
zonas residenciales, escuelas y hospitales son objeto de bombardeos
selectivos, ¡no aleatorios! Esto es una guerra total en el pleno sentido
de la palabra.
La guerra total se basa en deshumanizar al enemigo .
No se tienen en cuenta las víctimas extranjeras (ni siquiera entre los
propios aliados, ni hablar de los representantes). La mano de obra y la
población del enemigo son biomasa. Solo importan las propias pérdidas,
ya que pueden afectar el nivel de apoyo electoral al gobierno.
El enemigo es el mal absoluto que debe ser aplastado y destruido. La
actitud hacia el mal no es una cuestión de política, sino de moralidad.
Por lo tanto, no hay respeto externo por el enemigo, como fue el caso
durante la Guerra Fría. En cambio, se aviva el odio. El liderazgo
enemigo es criminal por definición, y la población de los países
enemigos tiene responsabilidad colectiva por los líderes que tolera. Las
estructuras internacionales (organizaciones, agencias, tribunales)
capturadas por Occidente se han transformado en parte de un aparato
represivo destinado a perseguir y castigar a los oponentes.
La deshumanización se basa en el control total de la información y en
un lavado de cerebro metódico y de alta tecnología. Reescribir la
historia, incluyendo la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Se
miente descaradamente sobre la situación actual, se prohíbe cualquier
información proveniente del enemigo, se persigue a los ciudadanos que
dudan de la veracidad de la narrativa única y los califican de agentes
enemigos, convirtiendo a las sociedades occidentales en objetos para la
manipulación de las élites gobernantes.
Al mismo tiempo, Occidente y sus aliados, a menudo utilizando un
régimen más blando, en el bando enemigo reclutan allí agentes para
provocar conflictos internos —sociales, políticos, ideológicos, étnicos,
religiosos, etc.—.
La fuerza del enemigo reside en la cohesión de la élite
globalista (ya posnacional) mundial y en el exitoso procesamiento
ideológico de la población . No debe exagerarse la división
entre Estados Unidos y el resto de Occidente bajo el gobierno de Trump.
Ha habido una división dentro del propio «grupo Trump», mientras que
Trump se acerca a sus críticos recientes.
La experiencia de los últimos años demuestra que muchas de las
medidas más importantes las está tomando el «estado profundo» eludiendo
al actual presidente. Este es un grave factor de riesgo. Occidente aún
posee un impresionante poder militar y los medios para proyectarlo
globalmente. Mantiene un liderazgo tecnológico, una hegemonía financiera
y domina el campo de la información.
Su escenario de guerra abarca desde las sanciones hasta el
ciberespacio, desde la biotecnología hasta el ámbito del pensamiento
humano. Su estrategia consiste en atacar a los enemigos uno por uno.
Occidente practicó con Yugoslavia, Irak y Libia, ante quienes nadie se
opuso. Ahora se encuentra en una guerra indirecta con Rusia. Mientras
Israel, con el apoyo de Occidente, ataca a Irán. La RPDC y China están
en la lista de espera.
***
La guerra «caliente» en Ucrania se está convirtiendo en una guerra directa de Europa contra Rusia
. De hecho, los europeos llevan mucho tiempo involucrados en el
conflicto. Misiles británicos y franceses alcanzan objetivos rusos, la
inteligencia de los países de la OTAN se transfiere a Kiev, los europeos
participan en el entrenamiento de combate de las Fuerzas Armadas
ucranianas y en la planificación conjunta de operaciones militares, de
sabotaje y terroristas.
Muchos países de la UE suministran armas y municiones a Kiev. Ucrania
es una herramienta, un consumible para Europa; la guerra no se limita a
Ucrania ni terminará allí. A medida que disminuyen los recursos humanos
ucranianos, la OTAN y la UE involucrarán los recursos de otros países
de Europa del Este, en particular los Balcanes. Esto debería dar tiempo a
Europa para prepararse para una guerra con Rusia a medio plazo.
Una pregunta razonable: ¿se trata de una preparación para la defensa o
el ataque? Quizás una parte de las élites europeas haya sido víctima de
su propia propaganda sobre la «amenaza rusa», pero para la mayoría se
trata del deseo de conservar el poder en las condiciones de histeria
prebélica. Sin embargo, los peligros provenientes de Occidente deben
tomarse en serio.
Por supuesto, no debemos esperar una repetición literal del 24 de
junio de 1812 o el 22 de junio de 1941. Puede haber (y sin duda habrá)
provocaciones desde el Báltico hasta el Mar Negro; es probable que se
intente abrir un «segundo frente» en Transnistria, Transcaucasia u otros
lugares. Particularmente peligrosos pueden ser: la transferencia de
armas poderosas por parte de europeos a Kiev, que se afirmará que fueron
fabricadas por la propia Ucrania; los intentos de bloquear la salida
del Golfo de Finlandia o Kaliningrado; nuevos sabotajes contra las
instalaciones estratégicas de Rusia. Lo principal es que las élites europeas han recuperado un objetivo: resolver de alguna manera la «cuestión rusa » .
En ningún caso debemos tratar a los europeos a la ligera o con condescendencia
. Debido a que Europa ha fracasado en muchas áreas, su élite está
nerviosa y se moviliza. La pérdida de Europa de la capacidad de pensar
estratégicamente, y la pérdida de prudencia e incluso de sentido común
de sus gobernantes, la hace más peligrosa.
La hostilidad de los círculos gobernantes de Europa hacia Rusia no es
una cuestión de oportunismo que pronto será reemplazado por un
«espíritu empresarial». No se trata solo de que Rusia, en la imagen de
un enemigo, ayude a las élites a unir la Unión Europea y luchar contra
los competidores internos. Y no se trata solo de fobias y agravios de
larga data.
Más importante aún, Rusia no es solo un «otro significativo»;
obstaculiza la restauración de la hegemonía occidental (incluida la
europea), representa una alternativa de civilización que confunde a los
europeos comunes y limita la capacidad de las élites europeas para
explotar al resto del mundo. Por lo tanto, una Europa unida apunta
seriamente a aplastar a Rusia.
Por lo tanto, nos espera una larga guerra . No habrá
una victoria en Ucrania como la de 1945. La confrontación continuará de
otras formas, posiblemente también en el ámbito militar. No habrá una
confrontación estable (es decir, una coexistencia pacífica), como
durante la Guerra Fría. Al contrario, las próximas décadas prometen ser
muy dinámicas. Tendremos que continuar la lucha por el lugar que merece
Rusia en el nuevo orden emergente.
***
¿Qué hacer? No hay vuelta atrás y no se vislumbra
paz. Ha llegado el momento de tomar decisiones, de actuar. No es momento
de medias tintas; las medias tintas conducen al desastre.
Para nosotros, lo principal es fortalecer la retaguardia sin
debilitar el frente. Necesitamos movilizar fuerzas, pero no según las
instrucciones de hace 50 años, sino con inteligencia. Si luchamos a
medias, perderemos sin duda.
Nuestra ventaja estratégica —un liderazgo político seguro— debe
mantenerse y, sobre todo, reproducirse sin fisuras. Debemos tener claro
hacia dónde y qué camino tomamos. Nuestras políticas económicas,
financieras y tecnológicas deben corresponder plenamente a las duras
realidades de una confrontación a largo plazo, y la política demográfica
(desde la natalidad hasta la migración) debe frenar y revertir las
tendencias que nos resultan peligrosas. La unidad patriótica de la
población, la solidaridad práctica de todos sus grupos sociales y el
fortalecimiento del sentido de justicia deben convertirse en la
principal preocupación de las autoridades y la sociedad.
Necesitamos fortalecer las alianzas y asociaciones externas. Las
alianzas militares en Occidente (Bielorrusia) y Oriente (Corea del
Norte) han demostrado su eficacia. Sin embargo, carecemos de un aliado
similar en el sur. Necesitamos trabajar para fortalecer la dimensión sur
de nuestra geopolítica. Debemos analizar con seriedad y cuidado los
resultados y las consecuencias de la guerra entre Israel, por un lado, e
Irán y sus aliados regionales, por el otro.
El enemigo, actuando como un solo bloque, apuesta por destruir a sus
enemigos uno a uno. De esto, nosotros y nuestros socios debemos extraer
una conclusión obvia: no copiar los formatos occidentales, sino lograr
una coordinación más estrecha y una interacción eficaz.
Es posible y necesario jugar tácticamente con la administración
Trump; afortunadamente, ya ha obtenido algunos resultados tácticos (por
ejemplo, ayudó a reducir la participación estadounidense en el conflicto
ucraniano). Al mismo tiempo, es importante recordar: la táctica no es
estrategia. La disposición a dialogar es complaciente para muchos,
inspirando sueños de un rápido retorno al pasado brillante. La élite
política estadounidense, por el contrario, sigue siendo, en general,
hostil hacia Rusia.
No habrá una nueva distensión con Estados Unidos, y la anterior
terminó mal. Sí, el proceso de reformular la estrategia de política
exterior estadounidense, de «imperial» a «gran potencia», probablemente
continuará después que Trump deje el cargo. Debemos tener esto presente y
aplicarlo en la práctica política.
Es necesario hacer comprender (no solo con palabras) a los cabecillas
europeos de la lucha contra Rusia —Inglaterra, Francia, Alemania— que
son vulnerables y que no podrán salir indemnes ante una nueva escalada
del conflicto ucraniano. El mismo mensaje debe dirigirse a los
«activistas de primera hora» de la guerra antirrusa: finlandeses,
polacos y bálticos. Sus provocaciones deben ser contrarrestadas de
inmediato y con contundencia. Nuestro objetivo es infundir miedo en el
enemigo, acallarlo, hacerle reflexionar y detenerse.
En general, se debe actuar según la propia decisión y lógica. Actuar
con audacia, no necesariamente como un espejo. Y no necesariamente como
respuesta. Si un enfrentamiento es inevitable, habrá que atacar
preventivamente. Al principio, con medios convencionales. Si es
necesario, tras una cuidadosa consideración, con medios especiales, es
decir, nucleares.
La disuasión nuclear puede ser no solo pasiva, sino también activa,
incluyendo el uso limitado de armas nucleares. La experiencia de la
guerra en Ucrania demuestra que los centros de decisión no deben gozar
de inmunidad. Allí, estábamos muy retrasados en los ataques, lo que
produjo en el enemigo una falsa impresión sobre nuestra determinación.
En la lucha que se nos impuso, debemos centrarnos en la victoria, es
decir, en la completa destrucción de los planes del enemigo.
No solo necesitamos penetrar la defensa aérea enemiga en Ucrania (y,
de ser necesario, en otros lugares), sino también romper la cúpula de
información tras la que se ha refugiado Occidente. La Rusia
postsoviética se ha negado a interferir en los asuntos internos de otros
países. En tiempos de guerra, esto es un lujo inasequible. No debemos
contar con que la derecha tradicional o la izquierda «normal» lleguen al
poder en algún lugar y todo se resolverá solo.
Necesitamos socavar el frente unido de nuestros oponentes desde
dentro, explotar las contradicciones de intereses y ambiciones de
diferentes estados, fuerzas e individuos. Europa no es homogénea. Junto a
la célula dirigente (Inglaterra, Francia, Alemania) y un grupo de
activistas provocadores (Finlandia, Polonia, los países bálticos), hay
disidentes (Hungría, Eslovaquia, mientras los gobiernos actuales estén
en el poder allí), cuyo número puede aumentar (por ejemplo, hasta el
tamaño de la antigua Austria-Hungría), así como un grupo «pasivo»
bastante numeroso de países del sur de Europa (Italia, España, Grecia,
Chipre).
En general, el campo de trabajo informativo y político es amplio. La
OTAN y la UE son organizaciones hostiles para nosotros, la OSCE es
prácticamente inútil, pero necesitamos ofrecer un diálogo activo a todas
las fuerzas sensatas de Europa y crear coaliciones por la vida, por la
paz y por la humanidad. Rusia no va a «secuestrar» a Europa, pero
tendremos que pacificarla.
Les chefs du Pentagone et du renseignement américain
écartés des discussions Iran-Israël
Tulsi Gabbard, directrice du renseignement national américain.
Le président américain Donald Trump a exclu le secrétaire à la
Défense Pete Hegseth et la directrice du renseignement national Tulsi
Gabbard des discussions de haut niveau sur le conflit en cours entre
l'Iran et Israël, ont rapporté NBC News et le Washington Post, citant de
hauts responsables de l'administration. Selon NBC , la mise à l'écart
de Gabbard découlerait de sa résistance publique et interne au discours
officiel américain et israélien selon lequel Téhéran est sur le point
d'acquérir des armes nucléaires. Hegseth a également été écarté des
discussions opérationnelles, le Washington Post rapportant que deux
généraux quatre étoiles supervisant le déploiement de moyens militaires
américains supplémentaires au Moyen-Orient ont pris la tête des
discussions. Ancienne députée démocrate et vétéran de la guerre en Irak,
Gabbard critique depuis longtemps les services de renseignement
américains, qu'elle supervise désormais, et était connue pour son
soutien au lanceur d'alerte de la NSA, Edward Snowden. La diffusion
d'une vidéo mettant en garde contre les horreurs d'une guerre nucléaire
après une visite à Hiroshima aurait irrité les conseillers de Trump. Son
absence à une réunion clé du 8 juin à Camp David sur la politique
iranienne a alimenté les spéculations sur son influence réduite,
plusieurs sources ayant déclaré à NBC qu'elle n'avait pas participé aux
récentes discussions stratégiques.
Trump s'appuierait désormais sur un groupe consultatif plus
restreint et plus "expérimenté" - composé du vice-président JD Vance, du
secrétaire d'État Marco Rubio, du directeur de la CIA John Ratcliffe et
du vice-président des chefs d'état-major interarmées, le général Dan
Caine - qui façonnerait désormais la politique américaine sur l'Iran,
plutôt que sur les dirigeants traditionnels de la défense civile et du
renseignement. Le
porte-parole du Pentagone, Sean Parnell, a démenti ces informations,
affirmant que Hegseth « s'entretient avec le président plusieurs fois
par jour et qu'il était avec lui dans la salle de crise cette semaine ».
Gabbard a également déclaré aux journalistes qu'elle et le président
étaient « sur la même longueur d'onde ».
Tandis qu'Israël lançait la semaine dernière une vaste campagne de
bombardements contre l'Iran, affirmant que Téhéran était sur le point de
produire l'arme nucléaire, Trump à déclaré qu'il déciderait s'il
rejoindrait ou non la campagne israélienne « dans les deux prochaines
semaines ».Cependant, les services de renseignement américains estiment
toujours que l'Iran, bien qu'il ait stocké de l'uranium enrichi, n'a pas
pris de mesures concrètes pour développer des armes nucléaires, selon
le sénateur Mark Warner, principal démocrate de la commission
sénatoriale du renseignement. Ce point de vue est inchangé depuis mars,
lorsque Gabbard a déclaré au Congrès que les services de renseignement
américains « ne croient pas que l'Iran fabrique une arme nucléaire ».
Les services de renseignements américains n'ont aucune preuve que l'Iran
fabrique une arme nucléaire, selon un haut responsable démocrate.
Trump a contredit cette évaluation mardi, affirmant que l'Iran
était « à quelques semaines » d'obtenir des armes nucléaires et rejetant
les remarques de Gabbard en disant : « Je me fiche de ce qu'elle a dit.
». Il a précisé qu'il faisait plutôt confiance à ce que lui racontait
son ami Bibi Netanyahou ( depuis des années ) ...
Meanwhile, back at the ranch ... "la Chine sort de l'ombre"
Résumé des opérations en cours :
Et, finalement ...
Ce qu'on peut raisonnablement penser de tout ça :
En el antiguo testamento (Tanaj hebreo) existe un personaje llamado Sansón, uno de los «jueces» o líderes tribales del pueblo de los israelitas.
Este líder, según cuentan en el texto religioso, murió matando a más de
tres mil filisteos cuando fue encadenado a los pilares que sostenían el
techo de un templo durante una celebración.
La opción Sansón de Israel no está muy desencaminada con la historia
bíblica. David Ben Gurión, primer Presidente del Estado de Israel, dejó
claro que una sola batalla perdida podía significar el fin del estado. Para
poder sobrevivir llevaron a cabo la creación de un ejercito potente,
Israel es un estado militarizado, un servicio secreto con un gran
hincapié en los asesinatos, no solo de palestinos sino de opositores
alrededor del mundo, un programa de destrucción de Oriente Medio llevado
a cabo mediante estudios sociológicos para encontrar la mejor forma de
destruir las naciones de la región de Oriente Medio que no sean sus
aliados, como ha ocurrido con Siria, o en el peor de los casos
trabajar para que Estados Unidos destruya países netamente antisionistas
como Iraq.
Junto a esto nos encontramos con que, aparte, Israel es un estado nuclear.
Gracias al técnico israelí de origen marroquí Mordejai Vanunu, que
filtró a la prensa la realidad del programa nuclear israelí en Dimona,
se confirmaron las sospechas de la nuclearización de Israel, lo cual
convierte al país con más resoluciones condenatorias de la ONU, una
potencia nuclear que, también, se ha dedicado al asesinato de
científicos en Irán, civiles que eran físicos que trabajaban para el programa nuclear iraní, ya finiquitado.
La opción Sansón es una opción nuclear de disuasión pero
no es para tomarlo a broma. No es la disuasión de USA-URSS con la
destrucción mutua asegurada y el juego geopolítico y el mantenimiento de
la tensión para el normal devenir político, no. Hablamos de una opción
perfectamente planificada y preparada que consiste en que en caso de
conflicto militar y ante la perdida de la guerra y posterior ocupación
por una potencia externa o frente a su eventual desaparición Israel se inmolaría, como ya hace mediante el «Protocolo Hannibal«,
lanzando ataques nucleares contra el/los estados agresores y contra
todos los países opositores a Israel, otras fuentes hablan de que el
ataque implicaría también, de forma eventual, a sus propios aliados.
Sin embargo esto no es sólo una opción de última instancia sino que es una opción para desarmar a los enemigos frente a ataques israelíes.
Louis René Beres, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de
Purdue, en un artículo de 2004 declaró que la Opción Sansón debía de ser
contemplada desde el punto de vista de la seguridad, ya que la
protección de Israel sería más fácil si esta queda en manos de armas
nucleares en lugar de armamento convencional y que eso podía servir para
evitar respuestas de otros países frente a ataques preventivos y
sorpresivos contra otros países (como quería hacer con Irán).
La opción nuclear
no es una cuestión de seguridad sino una cuestión de superioridad de
Israel frente a las naciones de Oriente Próximo cuyo destino en este
contexto es la de ser cómplices felices o enemigos exterminados.
Donde la situación real es que Siria es un estado destruido, como
Líbano o Yemen e Irán es un estado nuclearmente desarmado y en guerra
con Israel.
Otra cosa es que Israel no forma parte del tratado de no
proliferación de armas nucleares. Israel es un estado que está implicado
en muchas guerras en Oriente Medio para destruir cualquier oposición a
su seguridad. La ONU debe de examinar sus instalaciones y arsenales de
armas de destrucción masiva y acreditarlas. (Pixabay)
Dès la veille de la Première Guerre mondiale, les premiers conflits dans les Balkans avaient laissé entrevoir l'apocalypse qui s'annonçait. Parmi d'autres, les "prophètes" du Blaue Reiter avaient anticipé le chaos et promis une destinée messianique aux artistes. Partagés entre l'attente de "l'homme nouveau" et la peur de la destruction, ils s'étaient résolus à prendre part au grand bouleversement. Beaucoup d'artistes ont alors partagé la volonté de s'emparer des armes nouvellement forgées par la politique, avec l'espoir de prendre part au combat et de regagner par là la légitimité sociale dont l'art pour l'art les avait privés.
Ce n'est toutefois qu'après la guerre que le combat symbolique, devenu réel et éprouvé pour certains dans les tranchées, prit la forme organisée de groupes constitués sur le principe des formations politiques radicales. A Berlin, Dada s'était emparé des armes, et promettait dès ses débuts par les voix de Richard Huelsenbeck, Raoul Hausmann, Jefim Golyscheff, la formation d'une "union internationale et révolutionnaire de tous les hommes et femmes créateurs et intellectuels fondée sur un communisme radical".
À COMPARER AVEC AUJOURD'HUI,
notamment après la visite à la foire d'art contemporain Art Paris au Grand Palais. Il semblerait que tous les artistes se sont donnés pour mot d'ordre d'éviter le réel. C'est de l'art qui ressemble aux acheteurs, de l'art macronien. Le bâtiment est beau avec ce soleil, mais l'esprit l'a d'autant plus déserté. Un temps maussade, parigot, m'aurait rendu mélancolique, mais là c'est ce vide qui frappe: une serre à rien.
Brigitte Macron y a fait son petit tour samedi 5, elle est dans la ligne de ses ouailles: le savoir-vivre bidon, bidonné. Je retiens le travail de Marcos Carrasquer, peintre d'histoire contemporaine. Il le voit le réel, et celui de 2020 ressemble beaucoup à celui qu'annonce 2025. Ça sent la guerre, toujours plus vrai et spectaculaire, avec ses personnages qui s'entretuent pour trois rouleaux de papier-cul: c'est le struggle for life du ventre mou vraiment totalitaire, celui de l'occident terminal croqué et recroqué dans chacune de ses peintures. Les critiques de la foire et d'ailleurs disent de sa peinture qu'elle est grotesque, ironique, sarcastique, etc. Que l'humour soit une singularité, parmi le concours permanent des subjectivités spectacularisées, en dit suffisamment sur le nouveau désert, car l'humour a toujours été capture du réel (le "spectacle" est une socialisation et notamment par l'image: les séries de Netflix et d'autres plateformes similaires ont plus de poids dans la socialisation des nouvelles générations aux quatre coins du monde que d'autres, plus régionales, comme l'école - une socialisation globale devenue le règne de la séparation achevée).
On pouvait acheter dans la foire du vieux Bretécher, du vieux Wolinski, de l'humour de gôche, cette gauche qui voulut "changer la vie" avec le cagoulard Mitterrand mais surtout pas les rapports de production. De l'humour bien mort donc, mais toujours revendable à un autre mort-vivant à écharpe colorée (il faisait 24º). Et effectivement, c'est le réel qui s'amenuise quand toutes les stratégies l'évite.
Marcos Carrasquer, The 2020 toilet paper rush, 2021
« J’aime tellement l’Allemagne que je suis ravi qu’il y en ait deux. »
François MAURIAC (1885-1970) - Le Temps d’un regard (1978),
Jacques Chancel.
« Depuis
que l’Allemagne fait la guerre aux soviets, la main d’œuvre d’un grand
nombre de nos prisonniers lui est devenue indispensable. Ouvriers de
France ! Aujourd’hui […] ce sont les ouvriers qui peuvent rendre aux
combattants le bien qu’ils ont reçu d’eux. C’est la Relève.
Il faut que les ouvriers en masse comprennent qu’ils ont aujourd’hui un
devoir de solidarité à remplir. La reconnaissance de la nation montera
vers eux […] Ouvriers de France ! C’est pour notre pays que vous irez en
Allemagne en grand nombre ! C’est pour permettre à la France de trouver
sa place dans la nouvelle Europe que vous répondrez à mon appel !
Cette
guerre, je l’ai déjà dit, n’est pas une guerre comme les autres. C’est
une révolution d’où doit surgir un monde nouveau. Vous n’avez rien à
redouter, mais tout à espérer du régime qui s’instituera chez nous. Une
République plus jeune, plus humaine, plus forte doit naître, le
socialisme s’instaurera partout en Europe, et la forme qu’il trouvera en
France sera dessinée par notre caractère national.»
Pierre Laval, «Allocution radiodiffusée du 22 juin 1942», Les Nouveaux Temps, 24 juin 1942.
L'hystérie de guerre de Berlin contre la Russie
lui fait adopter une voie qui la voue clairement à l'autodestruction
Les Allemands sont notoirement – et même tristement célèbres, pour
cela – des conservateurs en matière budgétaire. Croyez-moi, je le sais :
je suis Allemand et j’ai été témoin pendant des décennies, et même
toute ma vie, de l’obsession de mes compatriotes pour la dette publique.
Ils confondent souvent les règles qui favorisent la frugalité
individuelle avec les besoins d'un État moderne et de son économie. De
fait, ils ont cristallisé leur idéal erroné d'une gestion serrée et peu
prévoyante des finances publiques dans l'étrange avatar de la « ménagère
souabe » (les Souabes sont typiquement économes et prudents ; une sorte
d'Écossais de l'identité allemande). Et chaque fois que l'adoration
nationale pour la ménagère souabe ne suffisait pas, on y ajoutait des
sanglots plaintifs de « Weimar, Weimar ». Voyez-vous, la première
expérience allemande ratée de démocratie (plus ou moins), la République
de Weimar de l'entre-deux-guerres, aurait succombé, entre autres, à
l'inflation.
L'hyperinflation, comme le raconte ce récit fragile mais (autrefois) extrêmement puissant d'un « traumatisme inflationniste unique »
, a miné la légitimité de cet État dès le début, de sorte qu'il n'a
jamais pu devenir suffisamment fort pour résister plus tard à la
pression de la Grande Dépression et des nazis. Curieusement, dans cette
version profondément erronée de l’histoire allemande récente,
l’austérité a été consacrée comme le charme magique qui éloignera
l’inflation et donc aussi d’autres choses indésirables comme les films
de Leni Riefenstahl, le fascisme et le déclenchement et la perte d’une
nouvelle guerre mondiale tout en commettant un génocide. En réalité,
c’est précisément la politique d’austérité des derniers gouvernements de
Weimar, menée de manière aussi antidémocratique que c’est à nouveau la
mode aujourd’hui (voir ci-dessous), qui a aggravé les effets de la
Grande Dépression et a contribué à ouvrir la voie au pouvoir des nazis.
En résumé, l'Allemagne veut se lancer dans une grande frénésie de trois manières
: le soi-disant frein à l'endettement – une limite anachronique et
économiquement primitive à la dette publique – sera supprimé pour tout
ce qui touche à la « défense », c'est-à-dire en réalité un programme
massif de réarmement, incluant la défense civile et les services de
renseignement, ainsi que pour l'aide militaire à l'Ukraine.
Deuxièmement,
le gouvernement allemand s'endettera également à hauteur de 500
milliards d'euros supplémentaires, à dépenser sur 12 ans. Cet argent est
censé être investi dans la lutte contre le changement climatique (un
affront aux Verts militaristes d'extrême droite allemands) et dans les
infrastructures. Les infrastructures, ici aussi, ont une forte incidence
sur les objectifs militaires. Il est bien connu que les voies ferrées,
les routes et les ponts allemands, souvent décrépits, doivent être
rénovés, et pas seulement à des fins civiles et commerciales. Comme par
le passé, les trains et les autoroutes sont désormais considérés comme des éléments clés de la logistique militaire
. Et comme auparavant, la grande propagande affirme qu'ils sont
nécessaires pour envoyer des forces militaires combattre la Russie. Sauf
que cette fois, l'Allemagne est présentée comme une plaque tournante
pour l'ensemble de l'OTAN. Quelle que soit la signification future de
« l'ensemble de l'OTAN ».
Troisièmement – et on l'oublie souvent –, l'Allemagne étant une
fédération, ses différents États fédérés sont également habilités à
s'endetter davantage. La manière dont tout cela est censé fonctionner
ensemble au cours de la prochaine décennie est complexe. Par exemple,
des règles complexes et probablement peu pratiques sont mises en place
pour éviter d'inclure les dépenses budgétaires ordinaires et
l'endettement dans ce programme. Pourtant, le résultat est simple : le
gouvernement allemand a créé un outil permettant d'ajouter un total d'environ mille milliards d'euros, voire plus, de dette.
Il est vrai que, dans une certaine mesure, tout ce qui précède n'est
qu'une variante locale d'une frénésie générale UE-Royaume-Uni : avec
Bruxelles, Londres et Paris comme agitateurs en chef, ce bloc minable et stagnant rêve de s'endetter massivement
, voire, en substance, de confisquer l'épargne privée, pour affronter
la Russie. Avec ou sans les États-Unis. Ce n'est là qu'une autre
application du principe clé de gouvernance actuel des élites
occidentales : gouverner par l'état d'urgence permanent. Et s'il n'y a
pas de véritable urgence, ils en inventent une.
Mais il y a aussi quelque chose de spécifiquement allemand dans le «
Sonderweg » de Berlin, en proie à une dette mortelle. D'abord, finies
les vieilles lamentations sur l'inflation à « Weimar » : il s'avère que
le seul objectif qui pousse les Allemands à surmonter leur peur,
jusqu'alors prétendument débilitante, de l'inflation et de la dette est –
tenez-vous bien – le lancement d'un programme de réarmement à la
manière de l'Allemagne nazie des années 1930. Car, il faut supposer que,
contrairement à Weimar, ce régime a très bien fini.
Vous voyez l'ironie, j'espère. Les Grecs ont probablement perçu la
tragédie : en 2015, les Allemands, surtout, ont transformé leur nation
en sacrifice rituel au dieu européen de l'austérité (la version
sanguinaire de Kali, la divinité souabe locale, la ménagère). Mais
si la maladresse idéologique et narrative et une incapacité étonnante à
percevoir à quel point ils peuvent parfois paraître déroutants aux yeux
des autres étaient ses seuls problèmes, l'Allemagne serait comme
d'habitude. Malheureusement, ce n'est pas le cas. L'enjeu est bien plus
vaste. Car l'ironie est bien pire : en principe, il est vrai que
l'Allemagne a un besoin urgent d'une forte dose de keynésianisme,
c'est-à-dire d'utiliser la dette publique pour relancer son économie en
voie de désindustrialisation (à l'instar des États-Unis et de
l'Ukraine). Pourtant, lier cette politique fondamentalement saine et
absolument nécessaire à une peur hystérique d'une guerre contre la
Russie engendrera un énorme gaspillage économique ainsi que de terribles
risques.
Ces risques incluent un échec ruineux et coûteux de la politique, avec
des effets terriblement déstabilisateurs sur le plan intérieur, et un «
succès » encore plus ruineux, à savoir un effet de prophétie
auto-réalisatrice, dans lequel ce qui est officiellement présenté comme
une prévention de la guerre par une dissuasion accrue contribuera à
provoquer cette guerre. Soyons clairs : le problème n’est même pas
que Berlin admette, une fois de plus, non seulement le délabrement de
l’armée allemande, mais qu’il faut agir sérieusement, et cela coûte
cher, pour remédier à cette faiblesse. Une modernisation raisonnable est
urgente ; et c’est, en principe, un fait que les observateurs sérieux, y
compris à Moscou, sont susceptibles de comprendre (qu’ils jugent utile
de le dire ouvertement ou non). Ce
qui rend l’accent mis sur le réarmement si pernicieux dans ce cas, ce
sont quatre caractéristiques que les élites allemandes lui ont
délibérément associées : l’Ukraine ; l’exagération ; une propagande
véritablement dérangée et monotone sur une guerre imminente avec la
Russie ; et enfin, une mise en œuvre de cette politique semblable à un
coup d’État par une manœuvre inhabituellement éhontée.
Pour commencer, la plus évidente : les entreprises allemandes
pourraient bien sûr trouver des sites de production et des marchés en
Ukraine, surtout si la stupide guerre par procuration occidentale prend
fin (et elles devraient remercier Washington et Moscou pour cela,
certainement pas Berlin ou Bruxelles). De tels investissements et
échanges commerciaux profiteraient également aux Ukrainiens. Mais
il faut cesser de simplement injecter de l'argent à Kiev et à ses
régimes corrompus, car, en réalité, l'Ukraine n'est pas un atout, mais
un lourd fardeau. Et pour ceux qui souhaitent parler de ce qu'ils
considèrent à tort comme des « valeurs » : l'Ukraine n'est pas une
démocratie, elle ne jouit pas d'un État de droit ni d'une presse à
moitié libre ; sa « société civile » – du moins celle que les
Occidentaux rencontrent dans les cafés chics de Kiev et lors de tournées
de promotion dans le monde universitaire – est une gigantesque affaire
de fraude aux subventions ; et, pour couronner le tout, elle est
extrêmement corrompue. Pour Berlin, il est pervers, autodestructeur et
même immoral de verser encore plus d'argent aux élites ukrainiennes.
Deuxièmement, il est impossible de déterminer précisément la
répartition optimale entre dépenses militaires et civiles déficitaires
qui constituerait la combinaison keynésienne idéale pour sortir
l'Allemagne de son coma économique. Mais il ne fait aucun doute que les
plans actuels ont commis des erreurs militaires, probablement massives.
D'une part, c'est un fait économique simple : les armements et autres
dépenses militaires ne sont pas productifs au sens habituel du terme.
Ils constituent au mieux un pis-aller pour relancer l'économie
nationale. Ceux qui fantasment sur d'énormes répercussions pour
compenser ce manque de confiance sont soit ignorants, soit malhonnêtes. Sans
surprise, même la principale instance de contrôle du gouvernement
allemand – la Bundesrechnungshof – a critiqué les plans d'endettement :
pour les auditeurs fédéraux, ils sont globalement excessifs. Et,
concernant leur volet militaire prépondérant, ils estiment que ces
dépenses n'auraient pas dû être exemptées du frein à l'endettement, les
rendant ainsi, de fait, illimitées. Par conséquent, des « dépenses à taux d'intérêt élevés et à long terme » menaceront les finances de l'État et des entreprises, entraînant des « risques économiques et sociaux ». L'avenir
nous le dira, mais une grande partie du rabâchage et des fanfaronnades à
la mode actuellement risquent de laisser un souvenir embarrassant. Joe
Kaeser, le patron du conglomérat Siemens, par exemple, pourrait – à
l'instar du chancelier élu Friedrich Merz – se réjouir du retour
de l'Allemagne . Il a clairement oublié que, concernant l'Allemagne en
particulier, la question devrait toujours être : « Retour à quoi ? »
Pourtant, même lui remarque que « nous ne savons pas exactement
comment ». Vraiment
? Quelle insouciance intrigante quand on s'apprête à accumuler mille
milliards d'euros de dette publique supplémentaire. Il n'est pas
étonnant que même le journal suisse ultra-capitaliste et très russophobe
Neue Zuercher Zeitung ait accueilli le nouvel enthousiasme allemand
pour la dette avec un scepticisme prononcé .
Troisièmement, il y a la peur de la guerre. Pour ceux qui ne parlent
pas allemand, il peut être difficile d'imaginer à quel point la sphère
publique allemande est devenue déréglée. Les médias traditionnels et
sociaux alimentent la population d'un flot incessant de propagande
russophobe annonçant une guerre imminente. Les rares critiques
allemands, totalement marginalisés, de cette psychose de masse fabriquée
parlent d' hystérie guerrière , et ils ont raison.
Il
est révélateur qu’un petit groupe omniprésent d’experts de l’enfer tels
que Carlo Masala, Soenke Neitzel, Gustav Gressel et Claudia Major se
soient surmenés : après des années à se tromper sur tout – oui, vraiment
sur tout – à propos du conflit ukrainien, ils prédisent désormais avec
assurance une guerre avec la Russie et disent aux Allemands ce qu’ils
doivent penser et faire à ce sujet. Leurs
discussions, fascinantes et variées (et toujours aussi originales et
surprenantes), qui s'en prennent presque quotidiennement aux Allemands
depuis un studio ou un autre, se concentrent désormais généralement sur
le moment précis où « Der Russe ! » va frapper. Les opinions divergent
entre demain matin et dans quelques années.
Et cette folie est malheureusement désormais répandue en Allemagne, du
moins parmi ses prétendues élites. Un problème avec cette propagande est
ancien et évident : ceux qui la propagent finissent par y croire
eux-mêmes. En Allemagne, ils ont d'ailleurs atteint ce stade depuis
longtemps : à l'instar de la secte apocalyptique, qu'ils sont en
réalité, ils s'auto-hystérisent et s'auto-exacerbent. Ce
qui signifie que, même si des dirigeants allemands rationnels
chercheraient à concilier la diligence raisonnable en matière de
sécurité avec une diplomatie axée sur l'intérêt national et, bien sûr,
la coopération avec la Russie, ce type d'approche est désormais
impossible. Au lieu de cela, ces Allemands qui aiment parler au nom de
la nation s'emploient à la mener vers une nouvelle guerre stupide,
inutile et, au final, complètement perdue. Enfin,
il y a la manière dont ce virage politique a été mis en œuvre. Il était
peut-être (à peine, formellement) légal, mais si tel était le cas, ce
n'était que par la lettre de la loi. Son esprit et la démocratie en tant
que telle ont été violés vigoureusement et publiquement. Car Merz, qui
n'est même pas encore chancelier, a utilisé l'ancien parlement
pré-électoral pour imposer ces changements. Le nouveau parlement, déjà
élu, ne lui aurait pas permis de trouver une majorité pour cette
opération. Cela
signifie que le prochain chancelier allemand a délibérément contrevenu à
la volonté déjà clairement exprimée des électeurs, et ce, en usant
d'une manœuvre frauduleuse et transparente. Tous les partis qui l'ont
soutenu dans cette démarche, y compris les Verts et ses probables futurs
partenaires de coalition sociaux-démocrates, se sont souillés.
Et tout cela alors que Merz a démontré son mépris du droit et de la
décence en invitant en Allemagne le criminel de guerre recherché
internationalement Benjamin Netanyahu, et que le
BSW de Sarah Wagenknecht a été tenu à l'écart du parlement par une
manipulation électorale évidente et une falsification extrêmement
probable
. Pas étonnant que de nombreux Allemands aient perdu confiance dans les
partis traditionnels. S'il y a une force qui pourrait profiter de tout
cela, c'est bien sûr l'AfD, le plus puissant parti d'opposition allemand
actuellement. Centristes allemands : ne pleurez pas sur nos épaules et
ne vous plaignez pas de « Russie, Russie, Russie » lorsque votre stupide
pare-feu contre l'AfD s'effondrera. Vous ne pouvez vous en prendre qu'à
vous-mêmes.
Reste-t-il
un espoir ? Oui, peut-être. Car, même si ce début est terrible, la
politique qui vient d'être lancée est également censée être appliquée
sur une décennie et plus. Beaucoup de choses pourraient se produire
pendant cette période. Par exemple, les entreprises allemandes
pourraient enfin – quoique discrètement – se rebeller contre le risque
d'être paralysées par une guerre de sanctions contre-productive contre
la Russie, surtout lorsque leurs concurrents américains reviendront sur
le marché russe, comme ils en ont manifestement envie
. Le conflit ukrainien pourrait se terminer de telle manière que les
partisans allemands de Zelensky n'auront plus personne à qui envoyer de
l'argent. Enfin, même les Allemands, actuellement en pleine
hyperventilation, remarqueront peut-être que la Russie n'attaque pas.
Pourtant, pour l'instant, l'Allemagne poursuit sa route vers une
autodestruction nationale grave et évidente. Et malheureusement,
l'histoire nous enseigne que les Allemands peuvent persévérer dans cette
voie jusqu'à une fin tragique. Rien ne garantit que la situation
s'améliorera cette fois-ci.