Eddie Constantine, en Cinefórum Clásico, el 24 de mayo de 2017, escribió:Y bien, os preguntaréis: "Quién es ese tal
Nikolai Shpikovski".
Pues uno de tantos esforzados realizadores rusos que, a pesar de la
modestia de su obra (sólo tres títulos como director y algunos más como
guonista), ha entrado en el grupo de privilegiados que la historia del
cine recuerda con buena nota. Seguro que si os digo que dirigió
"La fiebre del ajedrez", más de uno sabrá de quién hablo. Además fue "padre" de
"Khlib" y de ésta que hoy os ofrecemos.
"Shkurnik"
fue prohibida en su época por, literalmente, "sarcasmo antisoviético".
Muchos decenios después se redescubrió sepultada en un mar de bobinas
dentro de unos archivos rusos y se restauró para nuestro regocijo
presente. Y ahora tenéis ocasión de pasar, con ella, hora y pico de
glorioso entretenimiento. De hecho, no entendemos muy bien el motivo de
esa censura en su época, ya que la película reparte palos a diestro y
siniestro. Es el relato de un
oportunista
de mediana edad, como los centenares de miles que han existido en la
historia del mundo, que se encuentra en el lugar menos favorable para él
cuando estalla
la revolución.
Por una serie de circunstancias, su vida se unirá a la de un camello y
será requisado (él y el camello) una vez tras otra por el
ejército rojo y el
blanco,
el blanco y el rojo, etcétera, viéndoselas y deseándoselas para
sobrevivir entre contingentes enemigos. Y lo consigue mediante la
picaresca que suele adornar a estos individuos y una gran cantidad de
buena suerte, que el guión dispone a su servicio, todo sea dicho.
Este
Apollonio (tal es su nombre) transita de lado a lado de las fronteras
en lucha, siempre con su camello junto a él. Un camello, además, que se
entretiene escupiendo a quien no le es simpático. El ejército blanco, el
rojo, todos caen bajo la ácida burla que despliega Shpikovski sobre la
estúpida
burocracia
rusa en tiempos de guerra (y cuando no hay guerra también, por
supuesto), sobre el abuso de poder de dirigentes de uno y otro bando y
sobre la absurdidad de ésta y todas las guerras que en el mundo han
sido. Ah, y sin olvidarnos del camello, auténtico eje conductor de la
acción central del filme.
Vais a sonreír desde el comienzo y,
muchas veces, podéis estallar en carcajadas. La trama es ágil y las
situaciones jocosas no nos dan tregua. Y a los
tovarich
que prohibieron esta filigrana intemporal, desde aquí les decimos que
la historia sitúa a cada uno en su sitio, lejos de prohibiciones y de
intolerancias (bueno, se lo diríamos si quedase alguno vivo, que no
creo).