Geoffrey Swain*
Universidad de Glasgow
Este es un libro excelente y merece un amplio público académico. La erudición empleada es extraordinaria, pero es el argumento de Beneš lo que distingue a este libro. Como explica en la conclusión, ha «buscado comprender, en sus propios términos, las acciones y opiniones de personas que normalmente no se inclinan a desafiar abiertamente a las autoridades existentes y no están acostumbradas a imaginar o esbozar planes para una sociedad fundamentalmente diferente de la que viven» (308). Las «personas» a las que se refiere son los campesinos de la región antaño llamada «Austria-Hungría», quienes, al acercarse el fin de la Primera Guerra Mundial, se rebelaron, desatando disturbios que se prolongaron hasta las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, dado que ese malestar nunca encontró un liderazgo ideológico coherente, sino que estaba plagado de «impurezas como el regionalismo, el cristianismo popular, la hostilidad étnica y el bandidaje» (308), nunca fue clasificado como «revolucionario» por una comunidad académica dominada por ideas liberales o marxistas, lo que lo dejó sin un análisis serio. El estudio de Beneš rompe esa tiranía del silencio, y su investigación muestra claramente que, a pesar de todas las «impurezas», la protesta campesina tenía un hilo conductor: los campesinos querían una forma de economía cooperativa y un estado descentralizado.
