SIN novedad: nadie escapa del espectáculo.
Los valores individualistas del humano antoconstruido -del emprededor de sí mismo cuya versión cool se desgrana en biografías de artista, de rockero, etc- apuntan siempre al mismo modelo anarcocapitalista de Ayn Rand que el pobre Gary Cooper, sin entender muy bien su papel, interpretaba en The Foutain/El Manantial: un arquitecto al que nadie doblegará su voluntad y que, contra todos si hace falta, construirá su sueño, en este caso arquitectónico. Los arquitectos son la encarnación heroíca del emprededor, la mejor figura, la del demiurgo de carne capaz de darle al capitalismo una figura civilizacional o por lo menos con algo de trascendencia. El libro de Aynd Rand, una anticomunista feroz salida de la Rusia blanca, es la biblia capitalista del país del destino manifiesto al que dios ha agraciado para arrasar hasta la última frontera, hasta Marte empuja Musk. Esta temporada, El Brutalista, biopic de un arquitecto judío europeo salido de un campo de concentración, va del mismo rollo de redención, redención, los yankees no saben contar otra historia.
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1943 |
Por lo visto Ciencia ficción capitalista de Michel Nieva crítica la ciencia ficción capitalista al descubrir que efectivamente es una vertiente de lo que me gusta llamar, con Mark Fisher, realismo capitalista con Mark Fisher, o espectáculo con Guy Debord. Parece ser que la crítica del librito pierde fuelle rapidamente y el de la reseña de abajo quería más. Pero merece la pena ir más lejos? Musk con sus fantasias marcianas suena a rancio, a occidente terminal, da para unas risas como en este video.
FUENTE: https://www.ccyberdark.net/10228/ciencia-ficcion-capitalista-como-los-multimillonarios-nos-salvaran-del-fin-del-mundo-de-michel-nieva/
La única vez que he hablado en mi vida con el por lo demás admirable Jorge Herralde,
tras cumplir con el motivo que nos había reunido con Luis Goytisolo,
saqué el tema de la literatura de ciencia ficción y él lo rechazó con
elegante firmeza. Después su editorial, Anagrama (supongo que ya no bajo
su guía directa por pura lógica de edad), ha sido ejemplo de esa
travesía a la que hemos asistido en los últimos años: esconder el
término «ciencia ficción» en cualquiera de sus publicaciones, luego
mencionarlo para negarlo («no se trata de ciencia ficción, sino…»), más
tarde utilizar el incluso más abominable «una obra que trasciende la
ciencia ficción», después admitir su existencia como algo de interés
folklórico (véase la publicación de biografías de autores a los que a su
vez no se publica) y finalmente aceptarlo al punto de dar a luz, como
en el caso que nos ocupa, un ensayo sobre el género que incluye la
etiqueta en su propio título. En el fondo para decir que es caca, pero
de una valiosa forma más sofisticada.
Michel Nieva es un interesante autor argentino al que tenía pendiente
leer. Aquí, en las primeras sesenta páginas de este breve volumen, pura
y simplemente da en el clavo. Me parece muy difícil que cualquier
análisis del impacto y la relevancia de la cf en los próximos años en
términos más allá de lo literario no pasen por el concepto de «ciencia
ficción capitalista» que Nieva desarrolla de forma impecable. Porque esa
es una de las cuestiones clave para entender la ciencia ficción: es
literatura, sí, y como tal hay que juzgarla, pero también es algo más,
sí, y en esos términos tiene un potencial mayor que el del 95% de lo que
se publica como literatura.
En resumen, Nieva lanza la idea de que el capitalismo tecnológico (lo
que genéricamente solemos denominar como Silicon Valley) se ha
apropiado del lenguaje de la ciencia ficción, y además utiliza buena
parte de sus especulaciones como justificación para sus actos. ¿Que
viene el cambio climático? Bien, la ciencia siempre podrá inventarse
algo. ¿Que nos cargamos el planeta? Bueno, llevamos siglos soñando con
llevarnos el tinglado a otra parte. Con dinero y talento emprendedor,
amigos, todo puede solucionarse.
«Mientras el capital condena a los
trabajadores del mundo a un presente perpetuo de inestabilidad,
incertidumbre y endeudamiento, son los multimillonarios los únicos
capaces de avizorar y monetizar ese porvenir. Así, la ciencia ficción
capitalista es la violencia que restringe el monopolio de imaginar
nuestro futuro a las corporaciones», afirma de manera tajante y, a mi
juicio, poco discutible. El argumento de Nieva camina en la misma línea
de diversos trabajos publicados en Estados Unidos para explicar la
famosa afirmación de por qué es más fácil pensar en el fin del mundo que
en el del capitalismo. Cómo la imaginería de la cf, consolidada en la
opinión pública, es utilizada por las nuevas elites económicas para
ofrecer un sueño de futuro en medio de un presente sin esperanza
(también para ti, amigo proletario, empieza a lamer botas, porque el
ascensor social existe en nuestro sistema, ja, ja). Todo parte de un
proceso que no menciona pero está implícito en su argumentación: algunos
frikis pasaron de ser los desheredados de la Tierra a los dueños del
mundo, de que se les rieran en el instituto a mandar cohetes quizá hasta
Marte para crear ahí su nueva utopía. Admito el uso de este término
aquí en su acepción chestertoniana: la utopía de los señores que mandan
en ella probablemente es la pesadilla de los subordinados.
Nieva acierta al denunciar la aporía del razonamiento dominante según
el cual el mismo sistema y las mismas tecnologías que han destruido el
planeta pueden ser los que salven a la humanidad y colonicen
ordenadamente otros mundos. Y también al mencionar precedentes no del
todo obvios: la idea germinal de Hugo Gernsback de que «el destinatario
natural» de la ciencia ficción fuera el empresario, el emprendedor; la
mitología ciberpunk del llanero solitario triunfante en un entorno
incomprensible para los demás; incluso la participación de Arthur C.
Clarke en el desarrollo de los satélites, «el punto nodal entre ciencia
ficción y capitalismo (…) la primera tecnología que privatizó Estados
Unidos y liberó al usufructo corporativo». También se permite bromear
sobre la posibilidad de que el «componente especulativo» de la ciencia
ficción hiciera referencia a la especulación financiera, y concluye:
«¿Será la ciencia ficción una fase superior del capitalismo, la
asociación más virtuosa entre empresariado, tecnología y literatura?».
Guau. Nosotros pensando en nuestras cositas y resulta que esos
autores que no puedes comprar en las librerías, los que nuestros propios
lectores más jóvenes no conocen, son el faro que guía el sendero del
futuro para los tipos que aparentemente lo diseñan. Y todo suena
verosímil, cuadra, está justificado en las declaraciones de interesados
como el granujilla de Elon Musk, etc. Mis dieses hasta aquí, en resumen.
El
problema del librito de Nieva es que las setenta páginas posteriores,
más de la mitad del libro, no son tan efectivas. Mientras en las
primeras abundan los datos, se cita a autores del género de forma
acertada, se hila un discurso, en las siguientes, interesantes por lo
demás, tengo la impresión de que ha pegado cuatro textos escritos sobre
temas tenuemente asociados que no tienen la misma relevancia y solidez,
aunque estén vagamente relacionados y completen la extensión de librito.
Y si no es así, entonces en cualquier caso no sigue a la misma altura.
El primero de los capítulos posteriores, «Cambio climático. El gran
orgullo del hombre blanco», es el más interesante, a partir de la idea
de que la narrativa apocalíptica es una fantasía blanca masculina
cisheterosexual, ya que sólo el macho empresario se ve capaz (ja, ja de
nuevo) de ponerle remedio. A partir de algunas tendencias como la de
hacer barbacoas para quemar todo el carbón posible porque así somos los
machotes (es cierto, existe), Nieva desarrolla esa ideal central sin
argumentarla mucho más allá de algunas publicaciones entorno a la idea
del «ecopragmatismo», realmente asquerosa, pero el texto no pasa de
describir del tema.
Muchos más problemas me plantea «Ciencia ficción comunista o
socialismo interplanetario», que es un articulito con muy importantes
carencias. Si en las páginas anteriores Nieva mostraba conocimiento del
género y apenas cometía nada más que un error significativo (al
calificar a Judith Merrill como autora de ciencia ficción «dura»), aquí
el autor ignora por completo la existencia de una escuela «izquierdista»
de cf estadounidense, por desconocimiento o por no encajar con el
discurso global que quiere transmitir con el volumen.
El capítulo se centra en explicar la (por otro lado, absolutamente memorable) historia de la Cuarta Internacional Posadista,
un movimiento argentino que pretendía fusionar comunismo con ufología.
Por lo que relata Nieva, la historia daría para uno de esos libritos de
historia y ascopena de Eric Vuillard,
y no la destripo porque es extremadamente curiosa. Pero el hecho de que
cite a los Posadistas y derivados como única alternativa «al monopolio
de la imaginación cósmica de la ciencia ficción capitalista» demuestra
que no conoce o no quiere dar valor porque contradicen su argumentario a
Frederick Pohl, Robert Sheckley, Iain Banks, Ken McLeod y tantos otros
si nos limitamos estrictamente a la cf anglosajona.
En particular, se echa de menos que Nieva dé cancha sin cuestionarlos
a algunos razonamientos totalmente contrarios a un concepto tan en
vigor en la cf como el de «el bosque oscuro»,
popularizado sobre todo por el chino Cixin Liu, porque de hecho no
menciona ni una sola vez a ningún escritor de cf no anglosajón, lo que
parece un tanto contradictorio con sus planteamientos (si bien es cierto
que el fundamento de la cf capitalista está donde está, es decir, en la
tradición estadounidense).
Luego, tanto «Ciencia ficción capitalista, fase superior del
colonialismo» como el Epílogo (una suerte de relato metaficticio en que
se aplica lo anterior) me resultan bastante ajenos. El razonamiento de
fondo del capítulo es que los pueblos indígenas, «los sobrevivientes del
fin del mundo que trajeron el capitalismo y el colonialismo son los
únicos portadores de la sabiduría que ilustra formas diferentes de
habilitar este y otros planetas de cara a un final irreversible».
A mí como lector de ciencia ficción el que se remita a la Pachamama
(literalmente, no es un decir) como referente para el futuro desarrollo
de la humanidad se me hace bastante cuesta arriba, quizá en mi
condición de blanco (o no, según quien lo diga en USA), cisheterosexual
miembro del grupo dominante etc. También porque, pese a todo, mantengo
cierta fe en la ciencia en sí, más allá de su uso comercial.
Pero sobre todo me molesta que Nieva desconozca o prefiera ignorar lo
muy interesada que ha estado la cf por otras formas de desarrollo
social alternativas al capitalismo occidental, incluso en novelas tan
conocidas como Dune o en la práctica totalidad de la obra de Jack Vance y buena parte de lo mejor de Robert Silverberg, sin olvidar tendencias actuales como el afrofuturismo, la obra de su paisana Angélica Gorodischer
etc. Como en el capítulo anterior, Nieva no ha hecho los deberes y su
tratamiento superficial, como de ocurrencia a la que pega sus propios
intereses sin buscar más, contrasta con el de las primeras páginas,
recordándonos otros lamentables acercamientos a la literatura de cf
tomando el rábano por las hojas que hemos sufrido a lo largo de los
años.
Ciencia ficción capitalista, en suma, abre puertas y es sin
duda una aportación interesante, pero se cierra sólo como peldaño
esperemos que a obras mayores. Para un lector ajeno al género
probablemente despertará su interés por el fenómeno anómalo que supone
la ciencia ficción, para el encallecido sólo aporta un desarrollo de una
única idea interesante, para la que quizá habrían bastado treinta
páginas.
Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos
salvarán del fin del mundo, de Michel Nieva (Anagrama, Nuevos cuadernos
Anagrama 79, 2024)
144 pp. Bolsillo. 12,90€